XI Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


Ef 5,8-19: Hermanos, antes sí erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas. Pues da vergüenza decir las cosas que ellos hacen a ocultas. Pero, al denunciarlas, la luz las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará. Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor.


Lc 14,16-24: Dijo el Señor esta parábola: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

X Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


Gál 5,22-26;6,1-2: Hermanos, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Hermanos, incluso en el caso de que alguien sea sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre; pero vigílate a ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo.


Lc 13,10-17: En aquel tiempo, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente: «Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado». Pero el Señor le respondió y dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar? Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?». Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

XIII Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


Ef 2,4-10: Hermanos, Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos. 


Lc 18,18-27: En aquel tiempo, uno de los jefes le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios. Ya sabes los mandamientos: No cometerás adulterio, No matarás, No robarás, No darás falso testimonio, Honra a tu padre y a tu madre». Y él dijo: «He observado todo esto desde mi juventud». Al oír esto, Jesús le dijo: «Todavía te falta una cosa: vende todo cuanto tienes y distribúyelo a los pobres —y tendrás un tesoro en los cielos—; luego, ven y sígueme». Pero él, al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico. Cuando Jesús vio que se había entristecido, dijo: «¡Qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios! Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de Dios». Los que lo oyeron, dijeron: «Entonces, ¿quién se puede salvar?». Y él dijo: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

VIII Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


1 Cor 4,9-16: Hermanos, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; como condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros unos locos por Cristo, vosotros, sensatos en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora pasamos hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les deseamos bendiciones; nos persiguen y aguantamos; nos calumnian y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el desecho de la humanidad; y así hasta el día de hoy. No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros. Porque os quiero como a hijos; ahora que estáis en Cristo tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús. Así pues, os ruego que seáis imitadores míos.


Lucas 10,25-37: En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?». Él respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Respondió Jesús diciendo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

VII Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


Gál 1,11-19: Hermanos, os hago saber que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Porque habéis oído hablar de mi pasada conducta en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones de mis antepasados. Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles, no consulté con hombres ni subí a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, sino que, enseguida, me fui a Arabia, y volví a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas, y permanecí quince días con él. De los otros apóstoles no vi a ninguno, sino a Santiago, el hermano del Señor.


Lc 8,41-56: En aquel tiempo, llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y echándose a los pies de Jesús le rogaba que entrase en su casa, pues tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Cuando caminaba con él, la gente lo apretujaba. Entonces una mujer que desde hacía doce años sufría flujos de sangre y que había gastado en médicos todos sus recursos sin que ninguno pudiera curarla, acercándose por detrás, tocó el borde de su manto y, al instante, cesó el flujo de sangre. Y dijo Jesús: «¿Quién es el que me ha tocado?». Como todos lo negaban, dijo Pedro: «Maestro, la gente te está apretujando y estrujando». Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, pues he sentido que una fuerza ha salido de mí». Viendo la mujer que no había podido pasar inadvertida, se acercó temblorosa y, postrándose a sus pies, contó ante todo el pueblo la causa por la que le había tocado y cómo había sido curada al instante. Pero Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz». Estaba todavía hablando, cuando llega uno de casa del jefe de la sinagoga diciendo: «Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro». Pero Jesús, oído esto, le respondió: «No temas, basta que creas y se salvará». Al llegar a la casa, no dejó entrar con él más que a Pedro, Santiago y Juan y al padre de la niña y la madre. Todos lloraban y hacían duelo por ella, pero él dijo: «No lloréis, porque no ha muerto, sino que está dormida». Y se reían de él, sabiendo que había muerto. Pero él, tomándola de la mano, dijo en voz alta: «Niña, levántate». Y retornó su espíritu y se levantó al instante. Y ordenó que le dieran de comer. Sus padres quedaron atónitos, pero Jesús les ordenó que no dijeran a nadie lo sucedido.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

V Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


2 Cor 11:31-12:1-9: Hermanos, el Dios y Padre del Señor Jesús —bendito sea por siempre— sabe que no miento. En Damasco, el gobernador del rey Aretas montó una guardia en la ciudad para prenderme; metido en un costal, me descolgaron muralla abajo por una ventana, y así escapé de sus manos. ¿Hay que gloriarse?: sé que no está bien, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un hombre en Cristo que hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que ese hombre —si en el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz de repetir. De alguien así podría gloriarme; pero, por lo que a mí respecta, solo me gloriaré de mis debilidades. Aunque, si quisiera gloriarme, no me comportaría como un necio, diría la pura verdad; pero lo dejo, para que nadie me considere superior a lo que ve u oye de mí. Por la grandeza de las revelaciones, y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo.


Lc 16,19-31: Dijo el Señor: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”. Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”. Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”». o puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros”. Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento”. Abraham le respondió: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan”. Él dijo: “No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán”. Le contestó: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite”».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

VI Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


2 Cor 9,6-11: Hermanos, el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría. Y Dios tiene poder para colmaros de toda clase de dones, de modo que, teniendo lo suficiente siempre y en todo, os sobre para toda clase de obras buenas. Como está escrito: Repartió abundantemente a los pobres, su justicia permanece eternamente. El que proporciona semilla al que siembra y pan para comer proporcionará y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia. Siempre seréis ricos para toda largueza, la cual, por medio de nosotros, suscitará acción de gracias a Dios.


Lc 8,26-39: En aquel tiempo, arribaron a la región de los gerasenos, que está frente a Galilea. Al saltar a tierra, le salió al encuentro desde la ciudad un hombre poseído de demonios, que durante mucho tiempo no vestía ropa alguna ni moraba en casa, sino en los sepulcros. Pero, al ver a Jesús, se puso a gritar, se postró ante él y le dijo a voces: «¿Qué hay entre tú y yo, Jesús, hijo del Dios altísimo? Te ruego que no me atormentes». Porque él estaba mandando al espíritu inmundo que saliera del hombre. Y es que muchas veces se apoderaba de él y tenían que atarlo con cadenas y asegurarlo con grillos, pero, rompiendo las ligaduras, el demonio le empujaba a los despoblados. Jesús, por su parte, le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Él dijo: «Legión», porque habían entrado muchos demonios en él. Y le rogaban que no les mandase irse al abismo. Como había allí una piara numerosa de cerdos, paciendo en el monte, le pidieron que les permitiese entrar dentro de ellos y se lo permitió. Entonces, saliendo los demonios del hombre, entraron en los cerdos y la piara se lanzó, despeñadero abajo, al lago y se ahogó. Al ver los porqueros lo sucedido, huyeron y lo contaron por la ciudad y por los cortijos. Vinieron, pues, a ver lo sucedido. Llegaron junto a Jesús y encontraron al hombre del que habían salido los demonios sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Entonces, los que lo habían visto les contaron cómo había sido curado el endemoniado. Y le rogó toda la gente de la comarca de los gerasenos que se marchase de entre ellos, porque estaban llenos de miedo. Él, pues, subió a la barca y regresó. El hombre de quien habían salido los demonios le pedía quedarse con él, pero lo despidió diciendo: «Vuelve a tu casa y da a conocer cuanto te ha hecho Dios». Partió, pues, por toda la ciudad proclamando todo cuanto le había hecho Jesús.


Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

III Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


2 Cor 6,1-10: Hermanos, como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios con mucha paciencia en tribulaciones, infortunios, apuros; en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la justicia, a derecha e izquierda; a través de honra y afrenta, de mala y buena fama; como impostores que dicen la verdad, desconocidos, siendo conocidos de sobra, moribundos que vivimos, sentenciados nunca ajusticiados; como afligidos, pero siempre alegres, como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados, pero poseyéndolo todo.


Lc 7,11-16: En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

II Domingo de Lucas


2 Cor 4,6-15: Hermanos, el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros. Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él. Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.


Lc 6,31-36: Dijo el Señor: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

“La Gran Cuaresma. Mi experiencia personal”


¡Alma mía, alma mía, despierta! ¿Por qué duermes? El final está cerca y serás confundida. Despiértate, pues, para que tenga misericordia de ti Cristo Dios, que está en todas partes y todo lo llena.


Kontakion del Gran Canon


Desde octubre de 2020, semanalmente, los martes y jueves a partir de las 20:00, los seminaristas del Seminario de Blaj, acompañados por Mons. Cristian se reúnen en la plataforma de zoom virtual para orar y meditar juntos. Además, durante cada encuentro, se invita a meditar a un sacerdote o consagrado.


El jueves 18 de marzo de 2021 fue invitada la Madre Eliane del Santuario Arzobispal Mayor de la Santa Cru de Stânceni, quien en su meditación enfatizó la especificidad de la vocación carmelita de ofrecer oraciones por los sacerdotes y por las vocaciones.


La Madre Eliane se refirió a la famosa obra de Santa Teresa del Niño Jesús ‘Historia de un alma’:


¡Qué hermosa es la vocación que pretende conservar la sal destinada a las almas! Esta vocación pertenece al Carmelo, porque el único propósito de nuestras oraciones y sacrificios es ser apóstol de los apóstoles, orando por los que evangelizan las almas con sus palabras y especialmente con su ejemplo (‘Historia de un alma’ A, 56r).


Estamos en Cuaresma. ¿Sabemos lo maravilloso que es estar en la Iglesia greco-católica durante la Cuaresma?


Soy, por bautismo, católica romana. Nací en Francia en una familia muy devora que respetaba el ayuno católico romano. Cuando entré al Carmelo, a los 18 años, vivía la Cuaresma con amor. Tenía hambre, pero por Jesús, por su Iglesia, con mucho gusto lo ofrecía todo. El Viernes Santo, con solo un trozo de pan y agua, no era fácil. Me dolía la cabeza ... Cuando pasé al rito bizantino, la Cuaresma fue un descubrimiento maravilloso. Experimenté este viaje a la Resurrección de manera diferente. ¿Por qué? Porque tenemos el Triodio, que es un tesoro extraordinario. Para cada día hay textos que nos ayudan a entrar en el espíritu de Cuaresma; todos los días nos acompañan, apoyan, alimentan.


La liturgia bizantina es muy pedagógica. El triodio nos prepara durante las cuatro semanas previas a la Cuaresma.


El domingo de Zaqueo, la Iglesia nos da, como a Zaqueo, el deseo de ver a Jesús, el hambre del Absoluto que hay en nosotros.


Con el Domingo del Publicano y el Fariseo, comenzamos el Triodio. El tema es la humildad. Santa Teresa de Ávila nos dice que la humildad es la verdad. ¿Y cuál es la verdad? Cristo dijo: Yo soy la Verdad (Juan 14: 6). Somos tan humildes, humildes, por Jesús, por la contemplación de Cristo. En los maitines cantamos por primera vez: «Ábreme las puertas del arrepentimiento, oh Dador de vida».


El domingo del hijo pródigo y los dos domingos siguientes cantamos el nostálgico Salmo 136 (137): «Sentados junto a los ríos de Babilonia, llorábamos». Entramos en el arrepentimiento. No se trata solo de los errores, sino de la conciencia de que están lejos del propósito de la vida, lejos de la casa del Padre.


El Domingo de Carnaval, o de Juicio, trata sobre el amor.


El domingo anterior, el domingo de Quesoval, o mejor dicho, el domingo de la expulsión de Adán del cielo o el domingo del perdón, lloramos con Adán el cielo perdido. Cantamos en las Estiqueras el martes por la tarde de la Semana de Quesoval:


¡Recibamos con alegría los fieles el anuncio divino de la Cuaresma!


El llanto en relación con la alegría...


Los próximos cuarenta días están ahí para darnos una idea del paraíso perdido. ¿Está Dios realmente en el primer lugar de mi vida? ¿Es realmente lo que necesito? Si es así, no se trata de preferir esquiar en invierno o ir a la playa en verano, el domingo, en lugar de asistir a la Divina Liturgia.


La Cuaresma comienza en las Vísperas de este domingo con el Prokímenon cantado cinco veces:


No escondas tu rostro de este siervo tuyo; respóndeme pronto, que estoy angustiado. Ven a mi lado, y rescátame (Salmo 68).


Desafortunadamente, este hermoso Oficio no se celebra a menudo. Sin embargo, me alegré de que una parroquia greco-católica lo publicara en Facebook. La Cuaresma comienza con tres días de ayuno intenso, hasta que compartimos la Liturgia de los dones previamente santificados, el miércoles por la noche. Es una experiencia muy poderosa. Nuestro cuerpo está esperando comida, pero los textos nos llevan a través de la comida esencial. Estos tres días de ayuno sin comer son más fáciles para mí que un día con un poco de pan como vivía en el rito romano del Viernes Santo. ¿Para qué? Porque, en estos tres días, cuatro servicios que marcan el ritmo del día, ¡son muy nutritivos!


Por la mañana, los Maitines de Cuaresma, con todas las reglas previstas para este tiempo, son una gran alegría. Primero, en lugar de "Dios es Señor y se nos ha manifestado", cantamos "Aleluya". Es exactamente lo opuesto al rito católico romano, que resalta el "Aleluya" durante la Cuaresma (un paréntesis: igual que las flores: el Viernes Santo, en el rito católico romano, no hay ni una flor. Aquí llevamos flores a la tumba de Cristo. Para los católicos romanos, Cristo murió en la cruz; para los bizantinos está en la gloria, en la Cruz. Así es como podemos vivir las dificultades de la vida con esperanza, de hecho con profunda alegría. Es muy importante saber qué tesoro tenemos en nuestro rito). Volvamos a los maitines. Después del Aleluya, los tropoarios de la Trinidad. ¡Alabar a la Santísima Trinidad es maravilloso! Allí, en el seno de la Santísima Trinidad, en la comunión de amor que une a las tres divinas Personas, se nos espera. La oración "Salva oh Señor a tu pueblo y bendice tu heredad", que está reservado para los domingos y las grandes fiestas, se dice todos los días en Cuaresma. De esta manera, ¡todos los días de Cuaresma son festivos! ¡Estamos rodeados de las oraciones de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos! Luego el canon. Los nueve himnos bíblicos que han desaparecido en el tiempo ordinario regresan para la Cuaresma. Lamentablemente, se lee poco del Antiguo Testamento, en el rito bizantino, aparte de la Cuaresma. El cántico de Moisés (Éxodo 15) para la primera oda ya nos da el sabor de la Liturgia del Sábado Santo, donde es la sexta lectura, cuando el sacerdote abre las puertas. ¡La resurrección ya está presente! Después de leer el canon del santo del día, los cánones del Triodio nos llevan paso a paso, durante cuarenta días, a la Pascua. Al final de Maitines, el tropario es corto, pero resume bien lo que hemos vivido durante el Oficio:


Estando en el templo de tu gloria, nos parece que estamos en el Cielo, Madre de Dios; tú que eres la puerta celestial, ábrenos la puerta de tu misericordia.


Nos parece que estamos en el cielo: ¿es cierto lo que hemos dicho? Quizás estábamos ocupados con otros pensamientos. Todavía es tiempo de entrar al cielo con la ayuda de la Madre de Dios, con la oración de Efrén que se dice dos veces al final de cada servicio de Cuaresma. No insisto en esta conocida oración, que es un verdadero programa de vida.


Según el Tipicón, la lectura de la "Santa Escala" escrita por San Juan Clímaco está prevista para las Horas. Nosotros, en Stânceni, la escuchamos en el almuerzo, excepto los tres primeros días, cuando, al no haber comida, se lee en las Horas. En treinta palabras, una para cada día (excepto el sábado-domingo y la Semana Santa, cuando leemos el Evangelio) pasamos de la renuncia a la vida de vanidad al amor, con la ayuda de San Juan Clímaco. Es una lectura muy adecuada para Cuaresma.


Como dije, el Antiguo Testamento se lee más durante la Cuaresma. Los cuarenta días son, en cierto modo, el regreso de la Iglesia al estado espiritual del Antiguo Testamento, tiempo de arrepentimiento y espera; leemos los cánticos del canon, varios salmos, Isaías en la Hora Sexta, el Génesis y los Proverbios en las Vísperas. Es necesario leer el Antiguo Testamento con frecuencia para comprender mejor el Nuevo Testamento (cf. Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana, 2001).


Algunas reflexiones sobre la Liturgia de los Dones Presantificados. El plan fue bien explicado en e-communio hace unos días. Según el Tipicón, la celebración de la Divina Liturgia, de lunes a viernes, está prohibida (excepto en la Anunciación) durante la Cuaresma. ¿Por qué? La Divina Liturgia es una fiesta de resurrección; no es compatible con el ayuno, que es expresión de la peregrinación, del camino al cielo. Pero necesitamos ayuda, fuerza para sostener el esfuerzo espiritual. Y recibimos esta ayuda en la Liturgia de los Dones Presantificafos, los miércoles y viernes. En el pasado, y hoy en algunos lugares, se celebraba todos los días de Cuaresma, cuando no se celebraba la Santa Misa.


Otra palabra sobre el Canon de San Andrés de Creta, que es un camino extraordinario de arrepentimiento junto con la Biblia. Los eventos bíblicos están relacionados con mi vida. Se lee en cuatro partes después del ayuno, en los primeros cuatro días de Cuaresma, con una metania en cada tropario, y se lee en su totalidad en los maitines de la quinta semana de Cuaresma. El teólogo Olivier Clément lo llamó: El canto de las lágrimas. Probablemente lo hayas leído: ‘The Song of Tears. Ensayo sobre el arrepentimiento’. Otros libros para leer son ‘Great Lent’, de Alexander Schmemann, y el de Macarios Simonopetritus: ‘El Triodio explicado. Mistagogía del tiempo litúrgico’.


En conclusión, estemos orgullosos no solo de los siete beatos obispos mártires (los quiero mucho: ¡no tengáis miedo! Su icono está en nuestra capilla y todos los días cantamos su tropario y kontakion al final de la comida), sino también de la liturgia que nos transmitieron, para que hoy podamos vivirla. Como solo puedes amar lo que conoces bien, así mismo conoces todos los detalles del Tipicón, que son como las reglas de una sinfonía celestial para alabanza de nuestro gran Dios; las reglas de una maravillosa coreografía para entrar en la danza eterna del Amor Trinitario.


¡La liturgia ya es el paraíso en la tierra! ¡Cristo ha resucitado! Gracias.


Madre Eliane,

Stânceni 18/03/2021

para los seminaristas de Blaj

XVI Domingo de Mateo. Lecturas de la Divina Liturgia


2 Cor 6,1-10: Hermanos, como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios con mucha paciencia en tribulaciones, infortunios, apuros; en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la justicia, a derecha e izquierda; a través de honra y afrenta, de mala y buena fama; como impostores que dicen la verdad, desconocidos, siendo conocidos de sobra, moribundos que vivimos, sentenciados nunca ajusticiados; como afligidos, pero siempre alegres, como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados, pero poseyéndolo todo.


Mt 25,14-30: En aquel tiempo, dijo el Señor esta parábola: «Es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. De acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».

XII Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


Heb 13,17-21: Hermanos, obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía. Rezad por nosotros; estamos convencidos de tener la conciencia limpia, y deseos de proceder en todo noblemente. Con la mayor insistencia os pido que lo hagáis para que muy pronto os sea yo devuelto. Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros lo que es de su agrado por medio de Jesucristo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Lc 17,12-19: En aquel tiempo, cuando Jesús iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».