05/10 - Caritina la Mártir


Hoy la Iglesia celebra y honra la sagrada memoria de la santa mártir Caritina. Santa Caritina es una de las muchas jóvenes mujeres que durante el tiempo de las antiguas persecuciones cristianas, así como cada vez que es procesada la fe de la Iglesia, prefieren el amor de Cristo al del mundo.


Santa Caritina era de Amiso del Ponto helénico, de Asia Menor. Fue martirizada en el año 290 después del nacimiento de Cristo, en los años del emperador de Oriente Diocleciano (284-305 d.C.) y del gobernante Domicio (Lucio Domicio Domiciano); es decir, durante los años de la gran persecución de la Iglesia. Después de Diocleciano, Constantino el Grande publicó sus dos decretos por los cuales quedaban libres los cristianos, aunque algunas persecuciones menores continuaron.


Huérfana a edad temprana, Caritina se convirtió en sirvienta de un hombre eminente llamado Claudio, que la respetaba mucho y la crió como a su propia hija. Deberíamos leer la epístola del Apóstol Pablo a los Filipenses para ver cómo era la situación de los sirvientes en las casas, no sólo de los cristianos cuando tenían  sirvientes cristianos, sino de todos los hombres que tenían temor de Dios. La joven era muy bella, sensible y amable. Aunque aún no estaba bautizada, compartía su amor por Cristo con los demás y convirtió a muchos al camino de la salvación. Caritina era mansa, humilde, obediente y silenciosa. Estudiaba la ley de Dios día y noche y juró vivir en perpetua virginidad como una verdadera esposa de Cristo.


Cuando Domicio tuvo noticias de la cristiana Caritina, escribió a Claudio para que se la enviase para interrogarla. Es muy emocionante el diálogo entre Claudio y su sierva Caritina. Claudio, obligado a obedecer al gobernante Domicio, empezó a llorar y a lamentarse, no por la privación de su sierva, sino por las duras torturas que sabía que la esperaban. Caritina entonces, con mucha fe y valentía, empezó a tranquilizarle. “No se entristezca, mi señor -le dijo-, sino alégrese, ya que yo me voy a hacer digna de sacrificarme para el Dios, como un sacrificio aceptable por mis pecados y por los tuyos”. Y Claudio respondió: “Mujer de mi casa y sierva de Dios, recuérdame cuando estés cerca del Rey Celestial”. Claudio no era aún cristiano, pero se sentía como tal y hablaba cristianamente.


La santa Caritina fue llevada atada frente al gobernador Domicio. Éste le preguntó: "¿Es verdad, pequeña, que eres cristiana y que engañas a los demás atrayéndolos a esta fe deshonrosa?". Caritina respondió valerosamente: "Es cierto que soy cristiana y es mentira que engaño a los demás. Conduzco a los equivocados hacia el camino de la verdad, llevándolos a mi Cristo".


Los torturadores, para ridiculizarla, le afeitaron la cabeza, y luego la colocaron sobre carbón encendido. Después de todo esto le pusieron una piedra al cuello y la arrojaron al mar. "Este es mi bautismo", declaró ella. Milagrosamente Dios la libró de ahogarse en el mar. Luego la volvieron a poner sobre una rueda que giraba sobre carbones encendidos, pero un ángel del Señor detuvo la rueda y Caritina nuevamente resultó ilesa. Continuaron torturándola y le arrancaron las uñas de las manos y de los pies.


Quedaba todavía algo pendiente, menos nocivo para el cuerpo, pero más doloroso para el alma. Esto le dolería más que lo demás y sería algo totalmente indecente a los ojos humanos. Cuando se agotaron todas las torturas y ninguna de ellas tuvo efecto, el gobernador ordenó que la encerrasen en un burdel y envió a nos jóvenes degenerados para que abusasen de ella. Su oscurecida mente y su obsesionada conciencia sabían bien qué gran martirio era esto para la mujer cristiana.


La santa Caritina, como estaba en manos de sus verdugos, no podía escapar para no ser humillada por los hombres. Entonces oró a Dios para que recibiera su alma, y así, mientras estaba arrodillada en oración, su alma salió de su cuerpo al Reino eterno de Cristo antes de que fuese destruida la corona de su virginidad. 


Sus reliquias sagradas fueron tomadas y arrojadas al mar, pero por la divina Providencia fueron llevadas a la orilla. Su maestro Claudio recogió su santo cuerpo y lo enterró con honor y reverencia.


San Juan Crisóstomo, en su discurso sobre la Santa Mártir Pelagia, comenzó con estas palabras, también aplicables a la santa Caritina: “¡Glorificado sea el Dios! No sólo hombres, sino también mujeres desprecian la muerte, y para las jóvenes morir así es su alegría. Y todo esto para Cristo y con la bendición de Cristo, que nació de Virgen Pura, la Madre del Dios".


Parte de las Santas Reliquias de la Santa se encuentran en los Monasterios de Cico en Chipre y de Jerusalén o Jersalé, cerca de Daulia, Beoci, en las laderas del monte Parnaso.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia