San Sergio y san Baco fueron durante principios del siglo IV importantes militares en la frontera de Siria del emperador Maximiano, quien les tenía en gran estima por la valentía militar desempeñada en sus cargos: Sergio como primicerius (jefe-comandante de la escuela de los reclutas) y Baco como secundarius. (subalterno).
Probablemente debido al alto cargo desempeñado y a la confianza personal con el emperador, se desató una fuerte envidia entre sus subalternos, quienes descubrieron su cristianismo ante él. Maximiano un día cayó en la cuenta de que, cuando iba al templo de Júpiter a ofrecer sacrificios, ambos oficiales se quedaban en la puerta. Maximiano se negó a creerlo y los llamó para preguntárselo personalmente, puesto que el cristianismo era condenado con tortura y la muerte. Inmediatamente los intimó a que tomasen parte en la ceremonia con la promesa de que, si hacían una ofrenda a los ídolos, no sólo serían perdonados sino además serían restituidos en sus cargos con aún más privilegios, pero ellos se negaron.
Cuando llegaron al palacio, Maximiano los llamó y dijo «Sois los más malvados de los hombres, pues a cambio de la amistad que os he dispensado, convencido que observabais el debido respeto a los dioses, desvergonzadamente me habéis ofrecido lo que se opone a la ley de obediencia y sujeción. Pero ¿por qué habríais de blasfemar también a los dioses, a través de los cuales la especie goza de tan abundante paz? ¿No os percatáis de que el Cristo que adoráis era el hijo de un carpintero, nacido de madre adúltera, a quienes los denominados judíos ejecutaron mediante crucifixión, porque, conduciéndolos a error mediante la magia y proclamándose dios, se había convertido en causa de disenciones y múltiples problemas entre ellos? La gran raza de nuestros dioses nació toda ella de matrimonio legal, el del altísimo Zeus, el más santo, que a través de su matrimonio y unión con la bendita Hera les dio nacimiento. Imagino que también habréis oído hablar de los heroicos y doce principales trabajos del divino dios Hércules, nacido de Zeus».
Maximiano ordenó que se despojase a despojase a Sergio y Baco de sus armas y sus insignias militares, que se los vistiese como mujeres y se los llevase así por toda la ciudad. Después, los desterró a Rosafa, en la Mesopotamia, donde el gobernador los mandó azotar tan cruelmente, que Baco murió en el tormento. Su cuerpo fue arrojado a la calle, donde los cuervos lo defendieron de la voracidad de los perros. San Sergio tuvo que caminar un largo trecho con cuchillas en los pies, hasta el sitio en que fue decapitado. Los martirologios y los escritores antiguos dan testimonio del martirio de estos dos santos.
El año 431, Alejandro, metropolitano de Hierápolis, mandó restaurar y embellecer la iglesia que se levantaba sobre el sepulcro de san Sergio. En el siglo VI, los muros de dicha iglesia estaban cubiertos de plata. Alejandro gastó mucho dinero en la reconstrucción de la iglesia, de suerte que se molestó cuando, tres años después, Rosafa fue transformada en diócesis e independizada de su jurisdicción. En recuerdo del mártir, la ciudad tomó el nombre de Sergiópolis; Justiniano la fortificó y honró particularmente la memoria de los dos mártires. La iglesia de Rosafa era una de las más famosas del Oriente, Sergio y Baco, junto con los dos Teodoros, Demetrio, Procopio y Jorge, eran los protectores del ejército de Bizancio.
Fuente: eltestigofiel.org / catholic.net