20/10 - Artemio el Megalomártir de Antioquía


Artemio era un veterano del ejército de Constantino el Grande. Nombrado prefecto imperial en Egipto, su cargo le obligó a perseguir a los cristianos y a caer en la herejía. 


El emperador Constancio había elevado a Jorge el Capadocio al trono episcopal de Alejandría; San Atanasio salió huyendo de la persecución de dicho emperador arriano, y Artemio, a quien su cargo obligaba a perseguirle, le buscó celosamente en todos los monasterios y ermitas del desierto de Egipto.


Aunque Artemio persiguió a los ordotoxos, hostilizó también celosamente a los paganos y destruyó sus templos e imágenes.


Cuando la victoriosa cruz, rodeada de estrellas, apareció al Emperador, Artemio también la vio, y viniendo a la fe en Cristo el Señor fue bautizado.


Durante su estancia en Patras, se construyó un acueducto bajo su supervisión. Acampado en la zona del Monasterio de Gerocomio (hogar-asilo de  ancianos), aconsejó y ayudó a muchas personas angustiadas, especialmente mayores, lo que justifica el nombre del lugar.


Cuando Juliano el Apóstata declaró la guerra contra los persas, se detuvo por un tiempo en Antioquía y llamó a Artemio y a su ejército para que se unieran con él allí; Artemio acudió. Entonces, el Emperador entregó a la tortura a dos sacerdotes cristianos, Eugenio y Macario. Viendo esto, san Artemio se alarmó profundamente, y yendo ante el Emperador le dijo: «¿Por qué torturas tan inhumanamente a estos hombres inocentes y dedicados, y por qué los presionas a rechazar la fe ortodoxa?». También profetizó al Emperador que su final estaba cerca. El furioso Emperador envió a los dos sacerdotes al exilio en Arabia, donde murieron pronto; y despojando a Artemio de su rango militar, ordenó que fuese azotado y golpeado. Todo herido y cubierto de sangre, Artemio fue arrojado en prisión, donde el Señor Jesucristo mismo se le apareció, sanándole y consolándole. Después de esto, el Emperador ordenó que fuese puesto sobre una roca plana, y que otra roca fuese colocada sobre él, aplastando así su cuerpo como una tabla. Finalmente fue decapitado en el 362 d. C. Entonces el emperador Julián salió a combatir a los persas y murió de una manera deshonrosa, tal como san Artemio había predicho.


No está bien aclarado si Artemio, el prefecto de Alejandría, se identifica con el santo del mismo nombre, en cuyo famosísimo santuario de Constantinopla tuvieron lugar tantas curaciones; sin embargo, la biografía griega publica en "Acta Sanctorum", que se basa fundamentalmente en el testimonio del cronista arriano Filostorgio, supone que ambos santos se identifican y afirma que el emperador Constancio II encomendó a Artemio la translación de las reliquias de San Andrés Apóstol y de San Lucas Evangelista, de Acaya a Constantinopla.


La historia de este mártir es de particular interés a causa de los numerosos milagros obrados en su santuario. A. Papadopoulos-Kerameus publicó en Varia Graeca Sacra (1909, pp. 1-79), una descripción detallada de dichos milagros.



Fuente: goarch.org / santoraltradicional.blogspot.com / Arquidiócesis de México, Venezuela, Centroamérica y El Caribe (Patriarcado de Antioquía y Todo el Oriente) / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia