Hoy celebramos a un santo de la Iglesia Universal cuya “Vita” nos ha llegado a través de un monje pariente suyo llamado Nicetas, quien trata de informar con detalles cómo fue su vida, cuál fue su proceder.
Filareto nació en la localidad de Amnia Paflago, cerca de la actual ciudad de Sinop en Turquía, en la zona de la costa norte del Mar Negro. El nombre Filareto significa “virtud amorosa” y su vida nos demuestra que este significado no podía ser más cierto.
Él era un rico terrateniente y agricultor, que nació alrededor del año 700, que poseía doce grandes rebaños de ovejas, cientos de caballos, más de seiscientas vacas, viñedos y amplios campos de cultivo. Pues, a pesar de tanta riqueza, durante toda su vida estuvo ayudando generosamente a todos los necesitados y es por eso por lo que se le conoce como “la fuente inagotable para todos aquellos cuyas almas están cauterizadas por la pobreza” o más sencillamente: “el Misericordioso” o “el Limosnero”. Su esposa Teosebia era de origen noble y una mujer piadosa; y fruto de este matrimonio, nacieron sus hijos Juan, Hipacia y Evancia.
Al igual que le ocurriera a Job, Filareto tuvo que pasar por un verdadero calvario. A finales del siglo VIII, durante la regencia de la emperatriz Irene que reemplazaba en el trono a su hijo pequeño Constantino VI, hubo unos años de grandes sequías que provocaron malísimas cosechas; al mismo tiempo, la multiplicidad de invasiones árabes en Asia Menor contribuyeron a aumentar ese calvario, esa prueba. Como consecuencia de todo esto, Filareto cayó en la extrema pobreza, quedando sólo con un par de yuntas de bueyes, pocos animales y algunas colmenas. Tuvo que despedir a sus criados y él mismo salía todos los días al campo, dando gracias a Dios por el hecho de tener aún la oportunidad de cultivar un pequeño terreno para sustentar a su familia.
Un día, un hombre pobre que trabajaba en un campo cercano, se le acercó para solicitarle ayuda pues estaba cargado de deudas. Filareto, después de escucharlo, le dio un par de bueyes, a lo que el hombre se negó, creyendo que Filareto se quedaría sin animales que le ayudasen a labrar la tierra. Filareto le dijo que en su casa tenía otro par y que lo tomara, aunque esta donación pudiese conturbar a su familia. Los hagiógrafos del santo nos muestran un detalle muy característico, que hace que esta historia sea humanamente comprensible y fiable, ya que él se anticipaba a la reacción de su esposa y, en efecto, cuando llegó a su casa, la esposa le preguntó por los bueyes. Él le dijo que se había quedado dormido en el campo y que los animales habían desaparecido. Su hijo Juan fue a buscarlos y los encontró en el campo de su vecino, al que acusó de ladrón. El agricultor le explicó que no había robado nada y que fue su mismo padre quien se los había dado generosamente. El hijo, conociendo la generosidad de su padre, marchó a casa con las manos vacías, pero su esposa le echó en cara tal actitud porque ponía en peligro la alimentación de su familia. Filareto escuchó humildemente las críticas de su esposa y sólo supo decir que “todos dependerían de la voluntad de Dios”.
Unos días más tarde, murió el vecino al comer unas setas venenosas. Su familia devolvió los bueyes a Filareto, diciéndole que habían sido castigados por Dios por aceptar el regalo, ya que éste suponía una injusticia para con sus hijos. Filareto se negó a aceptarlos, diciéndoles que él se marcharía a tierras lejanas, por lo que no los iba a necesitar. Al enterarse su esposa, nuevamente mostró su disconformidad a su marido, aunque él trataba de convencerla y calmarla: “No te preocupes tanto; han venido tiempos duros y hemos tenido que desprendernos de gran número de animales, pero el beneficio obtenido está escondido en un lugar secreto, por lo que no nos faltarán medios para poder alimentar y vestir a nuestros hijos durante cientos de años”. Es difícil entender estas palabras dichas por un hombre que tenía plena confianza en Dios, pero los hagiógrafos las interpretan en el sentido de que el santo quería anticipar lo que sucedería en el tiempo.
Al poco tiempo, en aquella región, comenzaron unos ejercicios militares para entrenar a los jóvenes soldados que protegían las fronteras del Imperio contra las invasiones de los árabes. Entre ellos había un joven soldado llamado Musolios, al cual, durante uno de los ejercicios se le mató el caballo. Muy asustado y temiendo un severo castigo de su comandante por la pérdida del caballo, recurrió a la generosidad de Filareto, solicitándole un préstamo para poder comprar un caballo nuevo. Como era de esperar, el santo le dio su propio caballo.
Poco tiempo después, llegó otro pobre y le pidió un becerro, ya que creía que la generosidad de Filareto era una bendición de Dios, lo que podría originarle una futura prosperidad. Filareto le dio el ternero. Colmado el aguante de Teosebia, se enfadó con él diciéndole: “¿No te arrepientes, hombre cruel, que no has sido generoso con tu vaca al separarla de su cría?”. Filareto le respondió: “Llevas razón, esposa mía. He sido injusto al separarlos” y ni corto ni perezoso, llamó al hombre y le dio también la vaca, diciéndole que lo hacía porque su esposa le había hecho comprender que había cometido un pecado al separar a los dos animales. Es de esperar que la esposa se quedaría pasmada.
Estando ya al borde del hambre, Filareto cogió la mula que le quedaba y fue a casa de un amigo para comprar un poco de grano. Él le dio seis fanegas de trigo. Mientras las descargaba a las puertas de su casa, se le acercó un mendigo solicitándole un poco. Filareto le preguntó qué hacer a su esposa y ésta le dijo que como eran cinco de familia, hiciera cinco partes y si quería, que diera la suya, ya que “al ser un ángel, no necesitaría alimentación”. Filareto le dio al mendigo dos partes y Teosebia, poseída por la ira, le dijo que renunciaba a todo el trigo si el mendigo conseguía cargarlo sobre sus hombros, reaccionando Filareto, dándole al mendigo también la mula para que lo cargara. La esposa lo echó de casa y él tuvo que ir a dormir a casa de unos vecinos.
Esta generosidad de Filareto llegó a oídos de los gobernantes locales, quienes al comprobar la difícil situación de su familia, le enviaron cuarenta fanegas de trigo. Esta vez, Teosebia compartió el grano con familiares y vecinos, aunque Filareto repartió su parte entre los pobres. Cuando se quedó sin comida, se alimentó con la miel de sus colmenas, miel que también repartía entre los pobres. Su hijo, que se percató de las acciones de su padre, cambió de lugar las colmenas para que no las encontrara. Cuando un mendigo se le acercó solicitándole ayuda, al ver que las colmenas habían desaparecido, se quitó el manto y se lo dio al mendigo, ya que no quiso dejarlo ir sin nada. Ante su familia se excusó diciendo que se había quitado el manto y que no recordaba donde lo había puesto. Por supuesto, Teosebia no lo creyó y compadecida, cortó uno de sus vestidos y le hizo otro manto nuevo. Cuando estaba ya en la extrema pobreza, ocurrió un evento que transformaría su vida.
Cuando el joven emperador decidió casarse, envió mensajeros por todas partes a fin de que les presentaran a todas las jóvenes de familias nobles y ricas para poder elegir esposa entre ellas. En el año 788, al llegar a la casa de Filareto, como vieron que era grande y de su propiedad, decidieron quedarse allí una noche. Ellos no podían ni imaginar que el dueño de aquella casa no tuviese ni pan para alimentar a su familia. Los vecinos de Filareto al conocer la noticia, se acercaron con alimentos a fin de que Filareto no quedase mal ante los enviados del emperador. Todo el mundo llevó a su casa lo mejor que tenía. Los enviados del emperador, al ver la casa tan bien surtida, llamaron a Teosebia y le preguntaron si sus hijas tenían edad para casarse. Ella les respondió diciéndoles que su hija Hipatia era viuda y tenía dos hijas llamadas María y Maranfiya, a las que llamaron para presentárselas a los enviados del emperador. Estos, con el permiso de su madre, se las llevaron a Constantinopla para presentarlas en la Corte.
Toda la familia viajó a Constantinopla y María fue elegida como esposa del emperador. Ella había heredado la hermosura de su abuela Teosebia y la generosidad de su abuelo Filareto. Según las “Cronicas” de Teofano, María se convirtió en emperatriz en el año 788, su hermana Maranfiya se casó con un noble y la otra hija de Filareto, Evancia, se casó con Argus, rey de los lombardos. Juan fue nombrado lancero de honor del emperador. La familia de Filareto recibió grandes extensiones de tierras y numerosas propiedades y ante la insistencia del emperador, todos se trasladaron a Constantinopla. Filareto continuó con sus obras de caridad en la Ciudad Imperial, organizando cenas para los pobres y distribuyendo numerosas limosnas.
Se cuenta una anécdota mediante la cual Filareto descubría en Constantinopla quienes eran los falsos pobres que iban a pedir ayuda. Él llevaba tres cajas de monedas: una con monedas de oro, otra con monedas de plata y otra con monedas de cobre. Cuando se acercaba un pobre, de manera aleatoria y sin mirar, metía la mano en una de las cajas en la creencia de que Dios ayudaría a quién verdaderamente lo necesitaba. A los falsos pobres, siempre les salían monedas de cobre.
Filareto era ya de edad avanzada y no sobrevivió más de cuatro años después de la boda de su nieta. Se libró del dolor de ver a María repudiada por el emperador y enclaustrada en un convento en el año 795. Profetizó el día de su muerte y se marchó al monasterio Krisis de Constantinopla, solicitando a los monjes que prepararan su tumba. Enfermó y al noveno día convocó a toda su familia, pidiéndoles que vivieran virtuosamente y que siempre fueran generosos con los necesitados. Rodeado de todos los suyos, comenzó a orar, muriendo plácidamente. Era el 1 de diciembre del año 792. Fue sepultado en el monasterio de Krisís. A su entierro acudió el emperador y todos los miembros del Senado. Su cráneo se conserva en el monasterio de la Gran Laura en Calabrita.
La Iglesia Bizantina conmemora su fiesta el día 1 de diciembre. Lo que de él dicen los sinaxarios bizantinos es relativamente breve pero se conservan numerosos detalles descritos por el monje Nicetas, algunos de los cuales he relatado en este artículo. Una edición crítica de esta “Vita” fue publicada por Fourmy y Leroy, los cuales contaron también estas anécdotas escritas por Nicetas.
Antonio Barrero
Fuente: Preguntasantoral