Nació sobre el año 520 en Preterium, un pequeño pueblo perteneciente a la ciudad de Agrigento, en Sicilia. Sus padres fueron Caritón y Teodota, nobles que se ocuparon de educarle bien. A los 12 años recitaba de memoria el Salterio, que habría aprendido con monjes cercanos a su familia. A los 16 años, durante el reinado de Justiniano II recibió el Lectorado de manos del Obispo Potamión, y desde entonces se dedicó a la lectura y proclamación de los salmos en la liturgia. Tenía buen ritmo, entonación y excelente voz para el canto.
A la edad de 18 años, entusiasmado por las peregrinaciones que en aquel tiempo se organizaban para Tierra Santa, se dirigió allá con un grupo de fieles devotos. Allí conoció la vida monacal, tomando el hábito en una de las lauras de Jerusalén.
Su pasión por el canto y la excelencia en la celebración del culto divino le llevaron a ser ordenado diácono por el Obispo Macario. A partir de entonces, además de leer la Escritura, comenzó a predicarla, y con tal elocuencia y tino que fue invitado al II Concilio de Constantinopla en 533. Allí destacó principalmente por su defensa de la doctrina sobre la Divina Persona de Cristo, denunciando los errores doctrinales en los que concurrían los monofisitas a la hora de explicar su Humanidad y Divinidad. Su exposición de la doctrina sobre Cristo le valió el apelativo de "Segundo Crisóstomo", en alusión a San Juan Crisóstomo.
En el año 578 marchó a Cartago, donde, con tres monjes romanos, fue conducido de nuevo a Jerusalén. Después de la visita a los santos lugares, se retiró durante cuatro años en soledad, estudio y oración y en el 584, volvió a Jerusalén. Luego marchó a Antioquía y Constantinopla donde su fama de santidad llegó a oídos del emperador Mauricio.
Después del Concilio, una lumbrera como Gregorio no podía quedar "olvidada" en una laura de Oriente, por lo cual los obispos de Sicilia en el año 591 le reclamaron en su tierra, donde fue ordenado presbítero y elegido obispo a la muerte del prelado Teodoro. Su elección fue confirmada gustosamente por el papa de Roma San Gregorio Magno. Nuestro Santo comenzó una ingente labor evangelizadora y reformadora, ya necesaria en el siglo VI. Actualizó e hizo cumplir los cánones eclesiásticos con respecto a la vida del clero y los monjes, lo cual le acerró fuerte oposición de los prebíteros (entre ellos dos llamados Sabino y Crescentino) que antes le habían elegido obispo. Estos pasaron de la guerra solapada a la guerra abierta, llegando algunos a la ignominia de contratar una prostituta para que declarara que era amante de Gregorio. Esta lo hizo y el santo fue arrestado y trasladado a Roma, donde estuvo preso durante dos años, siendo inocente. Jamás se quejó ni acusó a nadie. Pero los milagros que hizo en la cárcel fueron la señal a favor de su inocencia. El Papa de Roma, en un concilio de 150 obispos para discutir la causa de Gregorio, reconoció y proclamó su inocencia. Liberado y restituido en su diócesis, continuó con su misión apostólica.
Pero mientras tanto, su sede había sido ocupada por un obispo simoníaco y hereje que le hacía la guerra. El pueblo quiso linchar al hereje y entronizar a nuestro santo en su cátedra, pero Gregorio no quiso entablar pelea y, por la paz de la Iglesia, se fue a Constantinopla, donde era más querido. Residió en el monasterio de los Santos Sergio y Baco, que ya conocía. Allí vivió varios años como un monje más, hasta que en 598 pudo volver a su sede, luego de la muerte del obispo usurpador.
Gregorio construyó en su diócesis un templo dedicado a santos Pedro y Pablo. Fundó varios colegios para la instrucción de las mujeres agrigentinas y tuvo la colaboración de su madre, Teodata, que era institutriz.
Gregorio fue doctísimo en las disciplinas teológicas y también en las ciencias físicas, y dejó muchos escritos, entre los cuales destacan: las "Oraciones" sobre los dogmas de la Fe de los Antioqueños, las “Dogmáticas”, las “Encomiasticas”, las “Oraciones” sobre la Cuaresma y sobre el apóstol Andrés, y muchos otros escritos publicados en Constantinopla. Pero los escritos más importantes son las “Homilías”, dictadas del griego, que son un interesante comentario que él hizo al Eclesiastés. Versadísimo en la astronomía, sostuvo la teoría del movimiento de la tierra alrededor del sol, conciliando admirablemente la ciencia y la interpretación de la Biblia, a cerca de la inmovilidad de la tierra. Estudió y resolvió muchos problemas de física y fue también conocedor de la medicina, realizando operaciones que parecieron milagros.
En los últimos años de su vida se retiró en soledad. Murió en el año 603 en Agrigento, aunque algunos autores afirman que murió en España, adonde habría ido para una misión. En cualquier caso, sus reliquias se veneran en la catedral de Agrigento.
Es el patrón de los bienes arqueológicos, en particular de los arquitectónicos.
Fuente: goarch.org / Religión en Libertad
Traducción del inglés y adaptación propias