Ana (1 Sam. 1 - 2,21), madre de Samuel, era una de las dos esposas de Elcaná, un hombre de Ramatáyim, sufita de la montaña de Efraín.
Como verdadera mujer de su nación, sentía profundamente el reproche de esterilidad, cuanto más porque su rival, Peninná, más favorecida que ella, no dejaba de recordarle su aflicción (1 Sam. 1,6-7).
En una de las peregrinaciones familiares a Siló, Ana hizo un voto de que, si Dios la bendecía con un hijo, lo consagraría a su servicio como un nazireo. Su oración fue escuchada, y después del destete de su hijo, se lo llevó a Elí en Siló (1 Sam. 1,24-28). Este cumplimiento generoso de su voto fue ampliamente recompensado (1 Sam. 2,21).
El cántico de Ana (1 Sam. 2,1-20) da lugar a preguntas similares a las que se refieren al Magnificat, con el que tiene algunas semejanzas sorprendentes. A pesar de que es un salmo hermoso, resulta inapropiado en los labios de Ana, pues no hace referencia especial a su situación, más allá de la observación bastante general en el versículo 5b. A menos que el versículo 10b sea tomado como una profecía de la aparición de la monarquía o del Mesías (cf. Vigouroux, Polyglotte Bible, II, 295 nota) el cántico sería, independientemente de su fecha más exacta, posterior al establecimiento de la monarquía.
Fuente: mercaba.es