La isla de Chipre fue tanto el lugar de nacimiento de este famoso santo como el lugar donde pasó su vida en servicio a la Iglesia.
Venía de una simple familia de agricultores, y permaneció simple y humilde hasta el final de su vida. Se casó joven y tuvo hijos, pero al morir su esposa, se dedicó completamente al servicio de Dios.
Se cuentan muchas anécdotas de este santo chipriota, que fue pastor, padre de familia y obispo. Sozomeno, que escribió a mediados del siglo V, cuenta que unos bandoleros que intentaron robar una noche el ganado del santo, fueron detenidos por una mano invisible, de suerte que no pudieron ni robar el ganado, ni huir. Espiridión los encontró paralizados a la mañana siguiente, oró por ellos para que recobrasen el movimiento y les regaló un carnero para que no se fuesen con las manos vacías. Sozomeno relata también que el santo y toda su familia se abstenían de todo alimento varios días durante la cuaresma. En una de esas ocasiones, un forastero se detuvo en casa de Espiridión para descansar un poco. Este vió que el forastero estaba muy fatigado y, como no tenía pan que ofrecerle, mandó cocer un poco de carne de puerco salada y le invitó a comer. El forastero sc excusó, diciendo que era cristiano. Entonces el santo empezó a comer para incitar al extranjero a hacer otro tanto y le hizo notar que los preceptos eclesiásticos sólo obligan dentro de lo razonable y que no hay ningún alimento que esté vedado para el cristiano. Espiridión obró, pues, grandes milagros por el poder de Dios, haciendo que lloviera durante una sequía, levantando a muchos muertos, sanando al emperador Constancio de una grave enfermedad, viendo y oyendo ángeles, previendo eventos futuros, y escrutando los secretos del corazón humano. Convirtió a muchos a la verdadera Fe e hizo muchas otras cosas.
A causa de su fervor, San Espiridión fue elegido obispo de Tremitunte, en la costa de Salamina, y desde entonces, aparte de continuar su oficio de pastor y el arado de la tierra (consumía muy pocos de sus productos y daba la mayor parte de estos a los pobres), se dedicó a la cura de almas. La eparquía era muy pequeña y los habitantes pobres; los cristianos eran muy observantes, pero quedaban aún algunos paganos.
Parece que durante la persecución de Galerio, el santo hizo una gloriosa confesión de la fe; en efecto, decía la tradición que Espiridión fue uno de los que quedaron marcados como esclavos con la pérdida del ojo izquierdo y la aplicación de un hierro candente en la pierna izquierda, para enviarlo a trabajar en las minas.
Espiridión vestía tan simplemente que cierta vez, habiendo sido invitado por el Emperador a su corte, un soldado le confundió con un mendigo y le pegó un golpe. El manso y sencillo Espiridión volvió la otra mejilla.
También se considera que san Espiridión asistió al Concilio de Nicea en el año 325. En el Oriente hay una tradición que cuenta que, cuando Espiridión se dirigía al Concilio, encontró a un grupo de obispos que se alarmaron mucho pensando que la simplicidad del santo constituía un peligro para la ortodoxia. Así pues, ordenaron a sus criados que degollasen las mulas de Espiridión y de su diácono. Aquella noche, al encontrar a las bestias degolladas, Espiridión no se inmutó, simplemente dijo a su diácono que volviese a pegar las cabezas a los cuerpos, y las bestias resucitaron. Cuando salió el sol, el diácono se dio cuenta de que había pegado la cabeza de su mula, que era baya, al cuerpo de la mula del santo, que era alazana.
Aunque san Espiridión era inculto, leía diariamente la Sagrada Escritura y sabía el respeto que se debe a la palabra de Dios. En cierta reunión de los obispos de Chipre, san Trifilio, obispo de Ledra (a quien san Jerónimo considera el hombre más elocuente de su tiempo), predicó un sermón. Refiriéndose al pasaje «Toma tu camilla y anda», Trifilio dijo «Toma tu lecho y anda», pues le pareció que esa traducción era más elegante; san Espiridión le reconvino por tratar de hacer elegante un relato cuyo valor consistía precisamente en su sencillez, y preguntó al predicador si creía que el Señor no había empleado la palabra apropiada.
Se cuentan algunos otros hechos milagrosos, como que cierta persona había confiado al cuidado de Irene, hija de Espiridión, un objeto de gran valor. Irene murió, y esa persona reclamó el objeto al santo, pero éste no consiguió encontrarlo. Entonces se dirigió a la tumba de su hija y le preguntó dónde estaba el objeto perdido. La muerta le indicó en dónde hallarlo y el santo pudo devolverlo al dueño.
Las reliquias de san Espiridión fueron trasladadas de Chipre a Constantinopla y más tarde a Corfú, donde se las venera todavía y siguen glorificando a Dios con muchos milagros.
Fuente: El Testigo Fiel / www.crkvenikalendar.com / Pravoslavie.cl
Adaptación propia