22/12 - Anastasia la Megalomártir


La Pasión de Santa Anastasia relata que era la hija de un noble romano pagano llamado Pretextato y de una cristiana llamada Fausta, y que tuvo a san Crisógono como consejero y director.


Obligada por su padre, Anastasia se casó con el pagano Publio Patricio, mas usando el pretexto de estar en su periodo menstrual, nunca tuvo relaciones con él. Por esto, su esposo la torturó cruelmente usando el confinamiento y la inanición, y la afligió con aún más fuertes torturas cuando descubrió que iba secretamente a las prisiones de los mártires cristianos, ministrando a sus necesidades, curando sus heridas, y desatando sus cadenas. Mas por la providencia de Dios, Anastasia fue librada de su malvado esposo. Publio fue enviado a Persia por el emperador, y se ahogó en el viaje. Entonces santa Anastasia comenzó a ministrar abiertamente a los mártires cristianos, y con su herencia daba limosnas a los pobres.


Anastasia mantenía correspondencia con san Crisógono, quien se hallaba en Aquilea, y, cuando Publio murió, se apresuró a trasladarse a Aquilea para socorrer a los cristianos de aquella ciudad.


Cierta vez, el Emperador Diocleciano estuvo en la cuidad de Aquilea, y ordenó que el confesor de Cristo Crisógono fuese traído ante él. Mientras lo llevaban de camino, Anastasia lo siguió. El santo Crisógono fue degollado por orden del emperador, y tras él sufrieron las hermanas Agapia, Cionía, e Irene, las primeras dos siendo arrojadas al fuego, y la tercera atravesada por flechas. Santa Anastasia tomó sus cuerpos, los envolvió en lino blanco, y ungiéndolos con especias aromáticas, las enterró. Entonces Anastasia se marchó a Macedonia, donde ministró a los que sufrían por Cristo lavándoles las heridas y consolándoles en sus aflicciones. También curó a muchos de los efectos adversos de hechizos, pociones, venenos y otras sustancias novivas, por lo que recibe el apelativo de «Farmacolitria» («Liberadora de los venenos»). Se dio a conocer como cristiana, por lo cual fue capturada.


Anastasia fue trasladada a Sirmio para comparecer ante el prefecto del Ilírico. Condenada a muerte por inanición, santa Anastasia permaneció en prisión por 30 días, alimentándose sólo con lágrimas y oración. Mientras estuvo en la prisión, se le apareció con frecuencia santa Teodota para consolarla y alimentarla. 


Después fue embarcada en un navío junto con otros cristianos y con numerosos criminales y delincuentes paganos, y abandonados a la deriva en alta mar para que se ahogaran. Pero de nuevo apareció santa Teodota, que condujo la nave a la costa sin contratiempos, de suerte que todos los paganos se convirtieron.


Deseando morir por su amado Cristo, Anastasia se aferró constantemente a él en su corazón. Un cierto sacerdote pagano, llamado Ulfiano, trató de tocar el cuerpo de Anastasia por lujuria; pero inmediatamente se quedó ciego y murió.


Anastasia fue capturada de nuevo y se la envió a la isla de Palmira. Fue atada a cuatro aros sobre el fuego, y así entregó su santa alma en manos de Dios. Sufrió y entró al reino de Cristo en el año 290 o el 304. Al mismo tiempo, otros doscientos hombres y setenta mujeres fueron martirizados también.


A santa Anastasia se le rindió culto en Roma desde fines del siglo quinto, cuando se inscribió su nombre en el canon de la Liturgia latina. Su culto se originó en Sirmio, en Panonia, donde tal vez fue martirizada durante la persecución de Diocleciano. Mientras san Genadio fue patriarca de Constantinopla, durante la segunda mitad del siglo quinto, las reliquias de santa Anastasia fueron trasladadas de Sirmio a Constantinopla y ahí se rindió considerable culto a la santa. El aspecto histórico litúrgico más interesante de santa Anastasia es la distinción de que se la conmemorase, en el rito latino antiguo, en la segunda Misa del día de Navidad.


En Roma, al pie de la colina del Palatino y cerca del Circo máximo, habia una iglesia del ‘titulus Anastasiae’. Había sido construida en el siglo cuarto, se la llamaba de santa Anastasia y tuvo considerable importancia, puesto que en esa iglesia cantaba el Papa de Roma la segunda misa del día de Navidad. Durante el siglo sexto y todavía después, aquella misa era propia de Santa Anastasia. La extraordinaria importancia litúrgica que se dio a aquella mártir, debida a las condiciones imperantes en Roma en los siglos quinto y sexto, quedó luego reducida a una simple conmemoración en la Misa de la Aurora, luego desapareció, con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II.


En el rito bizantino se celebra su fiesta el día 22, se la venera como una megalomártir (es decir, «gran mártir») y como abogada y remediadora de los que sufren los efectos de algún veneno.



Fuente: GOARCH / El Testigo Fiel

Traducción del inglés y adaptación propias