01/01 - Basilio el Grande, Arzobispo de Cesarea en Capadocia


El epíteto “el Grande” añadido al nombre de San Basilio, arzobispo de Cesarea, se le dio muy pronto por su importancia en la historia y desarrollo de la Iglesia. Junto con San Atanasio de Alejandría, el héroe del primer concilio ecuménico, San Basilio está considerado como “pilar de la Iglesia” por su teología, aunque murió antes del inicio del segundo Concilio. Fue no sólo un teólogo, sino también un asceta y un gran amante de los que sufren: ancianos, viudas, huérfanos, enfermos, pobres. Para todos ellos organizó un impresionante sistema de cuidados sociales.


Vida


Basilio procedía de una familia rica y respetada de Cesarea, ciudad de Capadocia, que tenía una considerable fortuna y tierras en el Ponto. Durante la persecución de Maximino Daia, su abuelo y su esposa, Macrina la Anciana, huyeron a los bosques pónticos durante siete años (en torno a 306-313). Los únicos hijos que alcanzaron la vida adulta fueron Basilio, posteriormente obispo en Capadocia (tío de San Basilio), y Gregorio, padre de San Basilio, que se convirtió en abogado y profesor de derecho. Se casó con Emelia, oriunda de Capadocia, una huérfana hija de un mártir y una piadosa esposa cristiana. Tuvieron diez hijos, cinco chicos y cinco chicas. La mayor de los hermanos era Macrina (llamada como su abuela) que se encargó de educar a toda la familia. Un hermano llamado Naucracio se hizo ermitaño y murió en torno a los 27 años de edad. Los hermanos más famosos son Gregorio, posteriormente obispo en Nisa; y Pedro, obispo en Sebaste tras la muerte de San Basilio.


Basilio fue el tercer hijo de la familia, nacido en 329 ó 330. La mayor parte de su infancia la pasó con su abuela Macrina, alumna de San Gregorio el Taumaturgo, de modo que es obvio que recibió una educación cristiana. Pero su padre quería que fuese abogado, así que estudió en las mejores escuelas de Cesarea, Constantinopla y Atenas, y tuvo entre sus profesores al gran retor y filósofo Libanio, y entre sus compañeros, su amigo San Gregorio Nacianceno, pero también el futuro emperador Juliano el Apóstata. Durante su estancia en Atenas (desde 350) se sabe que Basilio y Gregorio sólo conocían dos caminos -el de la iglesia y el de la escuela- y que eran como una sola alma en dos cuerpos, practicando las virtudes cristianas y aprendiendo al más alto nivel (Oratio 43, capítulo 19-21). Las materias que estudiaron durante cuatro o cinco años fueron astronomía, geometría, gramática, dialéctica, historia y medicina.


En 355 o 356 Basilio abandonó Atenas. De vuelta en casa, supo que su abuela y su padre habían muerto. Su hermana mayor, Macrina (la Joven) asumió el liderazgo de la casa, mientras Basilio empezaba a practicar oratoria en Cesarea. Ciertamente, bajo la influencia de su hermana, Basilio sintió una creciente incomodidad con el mundo, de modo que decidieron consagrarse enteramente a una vida de renuncia monástica y ascetismo. En cualquier caso, Basilio no recibió el bautismo hasta el año 357, de manos del obispo Dianio de Cesarea. Poco después, Basilio visitaba los monasterios de Oriente y Egipto para conocer a los famosos monjes, como escribió a Eustacio de Sebaste (Epistula 223, capítulo 2). De vuelta a casa, renunció a su patrimonio en beneficio de los pobres y se estableció en soledad junto a su familia, que también vivía una dura vida ascética, en su granja del río Iris, cerca de Neocesarea. De hecho, se organizaron como dos monasterios gemelos. En la orilla contraria del río, en Annesi, Macrina había fundado un monasterio donde vivía junto con su madre Emelia. Sus vidas consistían en la lectura de las Escrituras, la oración y el trabajo en el campo.


Basilio conoció al obispo Eustacio de Sebaste, que había fundado un movimiento ascético muy duro que favorecía el modo de vida anacoreta (solitario). Pero San Basilio entendía el monasticismo como vida en común (cenobítica), que es superior porque es más útil y más segura para la salvación personal (Oratio 43, capítulo 62, ver también Sozomeno, Historia Ecclesiastica 4,12). San Gregorio Nacianceno visitó Annesi en torno a 358 y describió el lugar como de una bella soledad. En la atmósfera monástica de Annesi, Basilio y Gregorio compusieron la antología de los trabajos de Orígenes conocidos como “Philokalia” (Gregorio, Epistula 115; Sócrates, Hist. Eccl 4, 24), un importante trabajo para el desarrollo de la terminología teológica posterior.


Es posible que Dianio lo ordenara como lector o incluso diácono antes de su retiro en el Ponto. En cualquier caso Basilio ya era diácono en 360 y tomó parte en las disputas dogmáticas entre los “homoiusianos” (que creían que Cristo era como Dios –homoios– pero no Dios; entre los cuales estaba Basilio de Ancira y Eustacio de Sebaste) y los eunomianos o anomoeanos (extremistas arrianos), pero él apoyó decididamente la posición de Nicea (la “homousiana”). Tras la muerte de Dianio (362), los obispos vecinos eligieron, bajo la presión política del público, a Eusebio como obispo, aunque éste era un laico y no tenía conocimientos teológicos. De modo que buscó un buen teólogo que lo apoyara en la administración de su diócesis y encontró a Basilio, a quien consagró como sacerdote.


En este período, Juliano el Apóstata pidió un gran tributo a cambio de la libertad cristiana. Basilio lo rechazó, y las amenazas del emperador no fueron llevadas a cabo porque murió en 363, en una batalla contra los persas. Poco después, la ciudad se dividió entre los partidarios del obispo y sus oponentes, y en este contexto, Basilio abandonó la ciudad y regresó a su monasterio del Ponto. Pero poco después, debido a que el emperador Valente (364-375) intentó imponer un obispo arriano en Cesarea, Basilio aceptó la petición de Gregorio Nacianceno y regresó a la ciudad, se reconcilió con el obispo y fue, de facto, el líder de la iglesia de Cesarea hasta la muerte de Eusebio (370). Los magistrados imperiales y otras personalidades no querían a Basilio de obispo. El voto decisivo fue dado por el nonagenario Gregorio el Anciano, el padre de Gregorio Nacianceno, que acudió personalmente a la elección y le dio la consagración.


Basilio tenía 40 años de edad cuando se convirtió en arzobispo, teniendo en torno a 50 obispos sufragáneos en Capadocia. Intentó reconciliar las diferentes facciones en la ciudad, pero entraba en gran conflicto con Valente, protector de los arrianos, que llegó a la ciudad en 371 e intentó exiliar al Santo. Aparentemente porque Basilio sanó a la hija enferma del emperador (Oratio 43, capítulo 37), el emperador cambió de estrategia. Dividió la provincia de Capadocia para debilitar la influencia de Basilio y la fuerza de Nicea. En cambio, los capadocios crearon nuevas diócesis y ordenaron nuevos obispos.


Basilio mantuvo correspondencia con los obispos occidentales y trató de restaurar mejores relaciones entre Oriente, dominado por los arrianos, y Occidente, dominado por los niceos. Intentó acabar con el cisma antioqueno y reconciliar el obispo Melecio con el papa Dámaso, que apoyaba al contra-obispo Paulino, pero sin éxito. En los asuntos internos, Basilio intentó mejorar la educación espiritual e intelectual de los obispos y sacerdotes, prohibió a los obispos sufragáneos la ordenación a cambio de dinero bajo pena de excomunión, insistió en la impecable transformación de los sacerdotes y se declaró en contra de la presencia de mujeres en el servicio doméstico en las casas de los clérigos, para eliminar sospechas morales. Envió numerosas cartas pastorales a obispos y sacerdotes, con consejos acerca de diferentes problemas pastorales.


San Basilio es también conocido como el “padre de los pobres” a raíz de la creación del famoso Basilias, construido primero como una casa y posteriormente como una “nueva ciudad” a las puertas de Cesarea, donde los enfermos, los pobres, los extranjeros, los ancianos y todos aquellos incapacitados para trabajar eran ayudados a llevar una vida digna. Este centro humanitario tenía una gran catedral, una casa para el obispo, otros apartamentos para los sacerdotes, monjes, doctores, enfermeras; hospicios para peregrinos, hospitales, establos, graneros y talleres donde diferentes artesanos acudían a ayudar.


San Basilio sirvió como arzobispo sólo durante nueve años. Las tensiones con la política imperial acabaron cuando Valente murió en agosto de 378 y Teodosio se convirtió en emperador y ofreció libertad eclesiástica a los nicenos. Seguramente con ayuda de Basilio, Gregorio Nacianceno se convirtió en obispo en Constantinopla. Poco después de este nombramiento, Basilio se sintió muy enfermo y murió el 1 de enero de 379.


Los escritos de San Basilio


Los trabajos de San Basilio tienen una función teológica muy importante en el desarrollo de la fe cristiana, tanto en teología moral como en dogmática, pero también en la praxis ascética y litúrgica de la Iglesia.


Escritos dogmáticos:


– Contra Eunomio en 3 libros (Migne, Patrologia Graeca 29, cols. 497-670), una respuesta a una apología arriana escrita por Eunomio en 361. La réplica, concebida en 364, defiende la divinidad del Hijo de Dios, que ha nacido del Padre, el No Nacido, y que es consustancial con Él (μοούσιος). En el tercer libro Basilio defiende la consustancialidad del Espíritu Santo. Para este tema escribió un libro especial, siendo éste:

– De Spiritu Sancto, en 375 (Migne, PG 32, cols. 67-218).


Escritos ascéticos:


– Ascetica ( ̓Ασκητικά, Migne, PG 36, cols. 619-1428) compuesta en tres partes: Moralia (θικά), una guía para la vida cristiana en ochenta reglas de costumbres, y dos reglas monásticas: las 55 Grandes Reglas (AsketikonMayor) y las 313 Pequeñas Reglas (Asketikon Menor), en forma de preguntas y respuestas. Ambas reglas monásticas tienen gran importancia hasta el día de hoy en los monasterios cenobíticos de la cristiandad oriental. Gregorio Nacianceno atestiguó que Basilio escribió y usó estas reglas durante su retiro a las orillas del río Iris, para la vida de la comunidad monástica basiliana y como contrapunto a las reglas anacoretas de Eustacio. Basilio nunca usa el término de “monachos” para definir al monje, prefiere el uso del nombre “hermano”, para hacer referencia al monje”.


Escritos litúrgicos: 


– La Liturgia de San Basilio (Migne, PG 21, cols. 1629-1656) que se celebra 19 veces al año.

– Los exorcismos de San Basilio, oraciones leídas al final de la Liturgia del 1 de enero, en todas las Iglesias Ortodoxas.

– Diferentes oraciones usadas en la vida cristiana diaria (como son las oraciones matutinas, las oraciones eucarísticas de antes y después de la Santa Comunión, etc.)


Escritos homiléticos y cartas


– Comentarios bíblicos a diferentes libros: el más común es su comentarios a los Seis Días de la Creación (Hexaemeron), pero también otros, como trabajos exegéticos de los Salmos, Isaías, Job, los 24 sermones, las 366 cartas con propósito dogmáticos, apologético o pastoral.


Veneración:


Su conmemoración comenzó casi inmediatamente después de su muerte, de modo que el día 1 de enero se convirtió en la fiesta del Santo en Oriente.


Las Iglesias Bizantinas tienen otra fiesta para los Tres Pilares de la Iglesia: Basilio, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo, el 30 de enero. Esta celebración se relaciona, tradicionalmente, con una dispuesta en torno a “cuál de los tres es el más grande”. San Juan Mauropoulos, obispo de Euhatiae, tuvo una visión en 1084 en la cual los tres jerarcas le comunicaron su total igualdad en el Reino de Dios. Desde entonces, Basilio, Gregorio y Juan son conmemorados conjuntamente y de hecho se les considera patrones de las escuelas teológicas.


Hay numerosas reliquias de San Basilio a lo largo y ancho del mundo. Una de las más importantes es su cabeza, que se preserva hoy en día en el monasterio de la Gran Laura del Monte Athos, en Grecia. Se dice que la mítica espada Durandal contiene algo de sangre de Basilio.


Troparion (himno) de San Basilio


Tu proclamación se ha extendido por toda la tierra, que fue divinamente instruida al oír tu voz, exponiendo la naturaleza de todas las criaturas, ennobleciendo las costumbres de los hombres. ¡Oh santo padre de sacerdocio real, suplica a Cristo Dios que nuestras almas se salven!


Mitrut Popoiu



Fuente: Preguntasantoral

01/01 - Circuncisión según la carne de nuestro Señor y Salvador Jesucristo


El objetivo de la práctica de la circuncisión era pedagógico, dado que tenía como receptores a todos aquellos que eran idólatras y hebreos, estaban interesados en la nueva religión y se adherían a ella. De una de esas costumbres nos habla hoy el evangelista Lucas: El niño recién nacido, ocho días después de su nacimiento, fue sometido al procedimiento de la circuncisión, tomando el nombre Jesús. Este es el acontecimiento que festeja nuestra Iglesia el primer día de cada año. En las lecturas y en los cánticos del día se exalta la humildad de Cristo, que no sólo aceptó nacer como un ser humano sino además, someterse a todas las costumbres sociales.

En correspondencia al ejemplo de Cristo, la Iglesia estableció como el tiempo de dar nombre a los recién nacidos el octavo día del nacimiento. Contrariamente, la mayoría de la gente ha sabido que el nombre se da en el bautismo. Se trata de un malentendido. En el bautismo se repite el nombre que se ha dado al octavo día del nacimiento del niño. No obstante, dado que no se cumple generalmente el ritual de dar el nombre al octavo día, éste se anuncia por primera vez en el bautismo. De esta forma el bautismo se relacionó con la dación de nombre. Sería bueno que volviera la práctica eclesiástica de dar el nombre al recién nacido, como prevé la tradición litúrgica, mucho más porque se realiza en virtud del ejemplo de Cristo, tal como nos informa la lectura evangélica de hoy.

El primer nombre que recibe el ser humano con la bendición de la imposición de nombre, es el nombre de Cristo. El cristiano como partícipe del nombre de Cristo, es llamado a adoptar también las demás características de Cristo. Sólo con este presupuesto puede llevar dignamente, sin hipocresía, el nombre de Cristo: cristiano.

En la biografía de San Crescente (15 de abril) se lee un breve diálogo entre el santo y el gobernador de la zona. Interrogado el santo por el gobernador para que manifieste cuál es su nombre y su patria, éste contestó repetidamente que es cristiano. Quien dice ser cristiano, refiere san Juan Crisóstomo, declara con ello todo, su patria, su nombre y su profesión. La dignificación del nombre del cristiano exige la transfiguración de la persona que lo lleva. Para que ello se haga realidad es preciso que el cristiano camine por el camino de la humildad que recorrió Cristo.

En la bendición de la imposición del nombre al octavo día, el niño es llamado por primera vez con nombre personal. Es el nombre que elijen los padres. Este nombre lleva el ser humano a lo largo de toda su vida y con este nombre ingresará finalmente al reino esperado. La Iglesia considera al niño recién nacido, de sólo ocho días, como un ser humano realizado. El nombre le da una la identidad como persona, reafirma su unicidad y reconoce el don divino de su personalidad irrepetible. Con este acto la Iglesia señala el fin último del ser humano, que no es de venir a este mundo, sino para ganar el reino de los cielos. Es por eso que la vida presente tiene el carácter del estadio que es el puente para llegar a destino.

El objetivo del ser humano no es quedarse en el puente, sino llegar al final al que éste conduce. Dado que los santos lograron este objetivo, predominó la costumbre que los padres cristianos dieran a sus hijos los nombres de santos. Los santos, como miembros del cuerpo de Cristo, revelan a Cristo mismo y hacen perceptible su presencia en la historia. La mención del nombre de un santo remite a su virtud y ésta a su turno remite a la virtud de Cristo. El nombre de un santo conduce a la comunión del santo con la persona que lleva su nombre. Los santos vivieron en el mundo para el nombre de Dios y sometieron su voluntad a la voluntad divina. Así, el deber de los padres cristianos es elegir nombres cristianos para sus hijos y de no dejarse llevar por costumbre mundanas.


Fuente: Parroquia de los Santos Andrés y Nicolás (Patriarcado de Serbia)

31/12 - El Mártir y Presbítero Zótico de Roma, Patrono de los Huérfanos


Este santo vivió durante el reinado de Constantino el Grande (306-337). Nació en la antigua Roma en una familia honorable e ilustre, y fue educado en toda forma de sabiduría desde una edad temprana. De joven fue elegido por el emperador Constantino para ayudar en la fundación de su nueva capital en Bizancio. Era un rico y noble ciudadano romano que  primero renunció a su posición para convertirse en sacerdote y luego entregó su riqueza mundana a los pobres y vivió para trabajar para sus feligreses.


Como era astuto y sensato, Zótico fue honrado por Constantino el Grande con el cargo de magistrado. En compañía de San Zótico también fueron otros líderes de Roma a Constantinopla, incluido el llamado magistrado de armas, Paulino su sobrino, Olimbrio, Bero, Severo, Mariano, Antimo, Urbicio, Sansón y Estudio, cuyos nombres hasta hoy son conmemorados en los edificios públicos que ellos mismos erigieron.


Se dice que alrededor de esa época la llamada "plaga sagrada", es decir, la lepra, llegó a Constantinopla, y debido a que era contagiosa, el emperador emitió un decreto diciendo que quien portara esta enfermedad debía ser arrojado al mar para no para transmitirla a los otros. Tal decreto no podía ser aceptado, visto u oído por el simpático y amable Zótico. Por lo tanto, se enardeció con celo divino y fraternal, y fue al emperador y le dijo: "Que el emperador le dé mucho oro a su siervo para la compra de perlas preciosas y piedras radiantes para la gloria y honor de su autoridad, ya que tengo mucha experiencia en estos asuntos ". El emperador ordenó que se le diera todo el oro que necesitara. Este amante de Dios y amante de los hombres y muy aprobado guardián de los mandamientos de Dios, Zótico, tomó el oro y salió del palacio con alegría en su corazón. 


¿Y cómo lo logró? Encontró a los verdugos que estaban recogiendo a los leprosos con el permiso del gobernante de la ciudad para arrojarlos al mar y los sobornó con oro, rescatando así a todos los leprosos para que no se ahogaran en el mar. Luego los llevó a un lugar más allá de Bizancio, a una montaña que en ese momento se llamaba Elaion (Monte de los Olivos). Allí construyó tiendas de campaña y chozas donde descansaría y visitaría a los leprosos.


Este asunto divinamente gratificante que el Santo gestionó no podía permanecer oculto a la población. Además, dado que los leprosos eran muchos y los gastos que el emperador le asignó para esto fueron muchos, la población pensó que la hambruna llegaría a Constantinopla. Debido a que Constantino el Grande partió para la otra vida, su hijo Constancio se hizo cargo de todo el Imperio de Oriente en el año 337, y no fue piadoso ni ortodoxo, sino que se suscribió a la herejía arriana. Por esta razón castigó a muchos ortodoxos, porque no aceptarían esta cacodoxía. Por lo tanto, se alejó del bendito Zótico porque era ortodoxo, a pesar de que su padre San Constantino lo veneraba por el amor que le mostraba. En una ocasión concibió ira y enemistad contra él, pensando que a través de Zótico la enfermedad de la lepra se había extendió por toda la ciudad. Sucedió que la misma hija del emperador se vio afectada y su propio padre la entregó al gobernante de la ciudad para que la arrojasen al mar. San Zótico, habiendo dado el soborno habitual a los verdugos, compró a la hija del emperador y la ubicó entre los otros leprosos. 


Sucedió entonces que, con el permiso de Dios, la hambruna temida llegó a Constantinopla, y la ciudad carecía de los alimentos necesarios. Por esta razón el emperador trató de saber qué fue lo que causó esta hambruna. Los calumniadores y los enemigos de la verdad aprovecharon la oportunidad para acusar al bendito Zótico ante el emperador. Y le aseguraron que Zótico era la causa de la hambruna, ya que distribuía y cubría abundante y generosamente las necesidades físicas de la multitud de leprosos. Cuando el emperador escuchó esta información, se la guardó para sí mismo por un corto tiempo y no actuó con ira sobre ella, porque tenía cierta reverencia por el Santo. Además, no le gustaban las perlas y las piedras preciosas que había prometido comprar. Sin embargo, hombres malignos lo presionaron para que arrestara a San Zótico. Cuando el Santo se enteró de esto, fue secretamente al palacio real con entusiasmo, y al entrar se presentó ante el emperador. "¿Ha venido el barco, oh magistrado, que ha traído las perlas y las piedras preciosas?" El Santo respondió: "Sí, emperador, ha llegado. Por lo tanto, si es tu decreto, ven con tu sirviente a verlos". Sin demora, por lo tanto, el emperador se apresuró junto con él. 


El bendito Zótico fue delante de él y les dijo a los leprosos hermanos que salieran de sus chozas junto con la hija del emperador, sosteniendo lámparas encendidas en sus manos para que puediesen saludar al emperador. Cuando el emperador llegó al monte Elaion y contempló a los leprosos con la lámpara, se sorprendió por su gran número. "¿Y quiénes son?", Preguntó. Y Zótico, señalando con el dedo, respondió: "Estas, oh emperador, son las piedras más preciosas y las perlas más radiantes, que compré con gran esfuerzo". 


El emperador pensó que el Santo había hecho esto para burlarse de él, por lo que se enfureció. Luego ordenó sin piedad que fuese atado a mulas salvajes y que se las impulsara a correr sobre las rocas que se encontraban allí, de modo que al ser arrastrados sobre ellas, los miembros de su cuerpo serían cortados en pedazos, y de esta manera el Santo se separaría violentamente de esta vida presente. Por lo tanto, las mulas fueron azotadas y rejoneadas, mientras que el emperador los observaba.


De esta manera, todos los miembros de Zótico qurdaron dispersos aquí y allá, y sus ojos quedaron completamente destruidos. Sin embargo, en el lugar donde ocurrieron estas cosas brotó un manantial de agua limpia y fresca que curaba toda enfermedad, sin importar cuán duradera fuera, para gloria del Dios amoroso y compasivo y alabanza de su sanador Zótico.


Cuando el Santo entregó su alma en manos de Dios, las mulas se quedaron inmóviles de inmediato, aunque los soldados las azotaron con dureza. Y no solo esto, sino -¡oh, extraño milagro!- que con voces humanas las mulas gritaron en voz alta para que todos oyeran la censura del emperador por su brutalidad e irracionalidad, llamándolo ciego e insensato. Luego revelaron que la reliquia del Santo debía ser enterrada en ese mismo lugar. Cuando el emperador vio y escuchó esto, quedó asombrado y fuera de sí. Así, con dolor y un corazón roto y lágrimas amargas, le rogó al Señor que se compadeciera de él, clamando que todas estas cosas las hizo por ignorancia. E inmediatamente ordenó que el cuerpo del Mártir fuera sepultado con mucha reverencia y honor. También ordenó con urgencia que se erigiera un gran edificio para dar descanso a los leprosos que se pagaría con fondos imperiales y que se les dieran a estos mucha tierra e ingresos.


Las venerables reliquias de San Zótico, desde ese momento hasta el presente, no han parado de obrar una cantidad infinita de milagros a través de la gracia de Dios que ama a la humanidad.


A San Zótico también se le llama ‘Orphanotrophos’, ya que fue protector de huérfanos.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / lealesadios.blogspot.com

Adaptación propia

31/12 - Melania la Joven, Monja de Roma


Santa Melania de Roma, también conocida como Melania «la Joven» (o la «Menor») es una de las primeras monjas santas y es conmemorada hoy, el último día del calendario. Se la llama «de Roma» porque nació en esa ciudad en el año 383, pero murió en Jerusalén en el año 439. El sobrenombre de «la Joven” es para distinguirla de su abuela paterna, Melania la Mayor o la Anciana, que también fue monja y fundadora de un monasterio.


Valerio Publícola, hijo de Melania la Anciana, se quedó en Roma cuando marchó su madre al desierto, siendo cuidado por unos parientes ricos y casándose más tarde con Caeionia Albina. Juntos tuvieron una hija llamada Melania, por su abuela. Melania la Joven estuvo casada por la fuerza ante la insistencia de sus padres, pues era la única heredera de su fortuna. Su matrimonio fue un matrimonio formal y se efectuó con un primo paterno de diecisiete años, llamado Valerio Piniano, teniendo ella sólo trece años de edad. A pesar de su deseo de llevar una vida ascética, tuvieron dos hijos, varón y hembra, que murieron muy pronto. Su propia vida quedó en peligro después del segundo nacimiento y en este momento Melania y su esposo juraron vivir en adelante como hermanos.


Se marcharon de Roma, dieron sus riquezas a los pobres y vivían en un pueblo como ascetas. Entonces tenían veinticuatro y veinte años de edad respectivamente. Aun así, lo que todavía tenían, les fue arrebatado por la fuerza por parte de Severiano, hermano de Valerio Piniano, porque existía una ley que no les permitía gastar sus riquezas sin el consentimiento de los familiares mayores. La emperatriz Verena oyó hablar de esta injusticia y solicitó a Melania que se presentara ante ella en palacio. Aunque según la tradición, a ninguna mujer se le permitía entrar en el palacio de la emperatriz con la cabeza cubierta, Melania lo hizo, mostrando así su vida ascética. La emperatriz, admirada, dio la orden de dejar que ellos hicieran lo que quisieran con sus propiedades. Así que vendieron todo lo que les quedaba, lo dieron a los pobres no sólo en Roma, sino enviando parte a algunos países del este.


Melania y Piniano salieron de Roma en el año 408, viviendo una vida monástica cerca de Mesina (Sicilia) durante dos años. En el 410, viajaron a África, donde se hicieron amigos de San Agustín de Hipona y se dedicaron a llevar una vida de piedad y a hacer obras de caridad. Juntos fundaron un convento en el que Melania llegó a ser superiora encargándose Piniano de los monjes en el claustro.


En el año 417 Melania y su esposo viajaron a Palestina, donde visitaron, entre otros, el Santo Sepulcro de Jerusalén. Después, oyendo hablar acerca de la vida ascética de los Padres del desierto en Egipto, Melania se fue a Alejandría, con el fin de visitar a algunos de ellos y aprender más acerca de esa santa vida. Hay una historia en un famoso libro asceta que contiene los dichos de los Padres (Apophthegmata Patrum) en el que San Arsenio de Roma es presentado como que fue visitado por una rica mujer romana, que en mi opinión, no pudo ser nadie más que Melania. Arsenio se negó a aceptar la visita, pero ella insistió en solicitarla acudiendo a la autoridad del patriarca Teófilo. Finalmente: «Cuando ella había llegado a la celda del anciano, por una dispensa de Dios, este estaba fuera de ella. Al verlo, se echó a sus pies. Indignado, la levantó de nuevo y dijo, mirándola fijamente, «Si tienes que ver mi rostro, aquí está, mira”. Ella se cubrió de vergüenza y no le miró a la cara. Entonces el anciano le dijo: «¿No habéis oído hablar de mi estilo de vida? Tendría que ser respetado. ¿Cómo te atreves a hacer un viaje así? ¿No te das cuenta de que eres una mujer y no puedes ir a ninguna parte? ¿O es para que cuando regreses a Roma puedas decir a las otras mujeres: ¿He visto a Arsenio? Ella dijo: «Con la venia del Señor, no voy a dejar que nadie venga aquí, pero ora por mí y acuérdate de mí siempre”. Pero él le respondió: «Yo ruego a Dios que quite vuestro recuerdo de mi corazón.» Ella, al oír estas palabras, se retiró” (Arsenius 28).


Melania visitó también a algunos otros Padres, pero muchos de ellos se negaron a realizarle ofrendas. De todos modos ella regresó con un curioso regalo de Abba Macario el Grande. Después de esta historia, que es contada de forma independiente por tres autores diferentes (Paladio, Timoteo de Alejandría y la autora anónima de la Patrum Apophthegmata), Abba Macario fue visitado por una hiena quien trató de convencerlo de que fuera a su cueva. Macario fue allí, donde vio a los hijos ciegos del animal salvaje, a los que curó mediante la oración. Al segundo día, la hiena se le acercó con una piel de lana de un carnero u oveja. Esta piel fue utilizada por Melania, durante los fríos inviernos, hasta su muerte.


Melania regresó a Palestina para vivir en la ermita de su abuela, Melania la Mayor, cerca del Monte de los Olivos. Allí recibía la visita de su ex marido y de su madre, pero sólo una vez a la semana, porque ella decidió vivir aislada. Después de un tiempo su madre, Albina, murió, y pronto también murió Piniano (año 420). Melania construyó entonces un claustro para los hombres y una iglesia, donde pasó el resto de su vida.


En el año 436 se fue a Constantinopla, después de recibir una carta de su tío Volusiano, que estaba enfermo y quería verla, y en ese viaje ella convenció a su tío para que se bautizara. Se reunió allí con la emperatriz Eudoxia, quien más tarde visitó Jerusalén en el año 437 y, aconsejada por Melania, hizo algunas donaciones importantes para las diferentes iglesias de Palestina. Sus últimos años estuvieron dedicados a la apostólica misión de consejera, aunque también a curar milagrosamente a diferentes tipos de enfermos.


Durante las fiestas de la Natividad, en el año 439, Melania supo que su muerte ocurriría pronto. Participó en la Santa Liturgia de la Navidad, se reunió con sus amigos más cercanos y les dio los últimos consejos, muriendo el 31 de diciembre de ese mismo año. Es en este día cuando se conmemora en las Iglesias de Oriente y Occidente. Su monasterio resistió hasta en año 614, cuando fue destruido por los persas.


La veneración de Santa Melania y sus reliquias


La vida de Santa Melania fue escrita en griego por un monje llamado Geroncio. Existen algunas otras, más cortas, en la “Historia Lausiaca” de Paladio y en la obras de Pedro el Ibero. La tumba de Santa Melania está situada en el monasterio de Megale Panagia en Jerusalén. Este lugar sagrado es especial por el hecho de que la puerta del monasterio es muy pequeña. Sus reliquias se encuentran en el lugar donde se supone que estaba su celda de piedra, de hecho, en una estrecha cueva. Junto a las reliquias se guardan allí sus cadenas, que llevaba debajo de sus vestidos.


Mitrut Popoiu



Fuente: preguntasantoral

Adaptación propia

30/12 - Anisia la Partenomártir de Tesalónica


Santa Anisia era una joven cristiana huérfana de padre y madre y dueña de una gran fortuna con la que beneficiaba generosamente a los necesitados.


En los tiempos en que el gobernador Dulcicio desató una cruel persecución en Tesalónica y trataba de impedir, especialmente, que los cristianos llevasen a cabo sus asambleas religiosas, Anisia resolvió, un día, asistir a la reunión de los fieles. Al salir de la ciudad por la puerta de Casandra, uno de los guardias le cerró el paso para preguntarle a dónde se dirigía. Anisia retrocedió, asustada y, al presentir que se hallaba en peligro, hizo la señal de la cruz sobre su frente.


Inmediatamente, varios soldados agarraron con brutalidad a la joven y comenzaron a interrogarla. "¿Quién eres? ¿A dónde vas?", le preguntaron. "Soy una sierva de Jesucristo", repuso ella mansamente. "Voy a la asamblea de los fieles del Señor". "No permitiré que vayas", dijo el guardia. "En cambio, te llevaré a que ofrezcas sacrificios a los dioses, en este día, adoramos al sol".


A medida que hablaba, el soldado arrancó el velo para ver el rostro de Anisia y luego trató de tomarla por las ropas. La joven se defendió y comenzó a luchar como pudo con el hombre. Este se enfureció a tal extremo que, en un momento dado, desenvainó su espada y la hundió en el cuerpo de Anisia. La joven se desplomó al suelo y murió sobre un charco de su propia sangre.


Cuando retornó la paz para la Iglesia, los cristianos de Tesalónica construyeron un oratorio en el lugar donde había sido sacrificada Anisia.


En las "actas" de esa mártir se afirma que el guardia asesino cometió su crimen por obediencia a un edicto del emperador Galerio, emitido con la idea de que la ejecución de cristianos era algo que no correspondía a su dignidad imperial y, en consecuencia, se permitía a los guardias y soldados matarlos a discreción.


Nota: Dado que la Apódosis de la fiesta de la Natividad es el 31 de diciembre, los himnos de Santa Melania la Joven se transfieren a este día.



Fuente: GOARCH / santoraltradicional.blogspot.com

Traducción del inglés y adaptación propias

29/12 - Nuestro Justo Padre Marcelo, Abad del Monasterio de los Acemetas


Los llamados  "Acemetas" se distinguían de los otros monjes orientales por la regla que los dividía en varios coros que, sucesivamente, cantaban el oficio divino de día y de noche, sin interrupción. De ahí proviene el nombre de "incansables" con el que se les conocía.


El monasterio de los Acemetas fue fundado por San Alejandro, un monje sirio que se estableció en Gomon, a orillas del Mar Negro. Juan, el sucesor de Alejandro, trasladó la comunidad a un monasterio que construyó en Eirenaión, un sitio placentero a orillas del Bósforo, frente a la costa donde se encuentra Constantinopla. San Marcelo, que fue elegido abad de aquella casa en tercer lugar, levantó su reputación a los más altos niveles y él mismo fue el más distinguido de los monjes "Acemetas".


Marcelo nació en la ciudad siria de Apamea de familia ilustre, y, a la muerte de sus padres, quedó como heredero de una gran fortuna. No obstante su riqueza, concibió un profundo desagrado por todo lo que el mundo podía ofrecerle, partió a Antioquía y se consagró por entero a los estudios sagrados. Más tarde se estableció en Efeso, donde se puso bajo la dirección de un varón justo, siervo de Dios, en cuya compañía dedicaba todas las horas del día a la oración y a la copia de libros sagrados. La reputación de la vida de soledad y austeridad de los monjes "Acemetas" atrajo a Marcelo, quien ingresó en la comunidad e hizo tantos progresos que el abad Juan, al ser elegido, le tomó como ayudante y consejero y, en consecuencia, a la muerte de Juan, Marcelo fue elegido abad.


Al decrecer la oposición del emperador Teodosio II y algunas de las autoridades eclesiásticas, el monasterio floreció extraordinariamente bajo su prudente y virtuosa administración. Varias veces se encontró en apuros para hacer las ampliaciones necesarias en los edificios de su monasterio, pero siempre fue abundantemente provisto de los medios para hacerlo por parte de  un hombre riquísimo que acabó por tomar los hábitos junto con sus hijos. El propio San Marcelo, al hacerse monje, insistió en desprenderse hasta del último centavo de su cuantiosa fortuna y, en consecuencia, era muy estricto en cuanto a la observancia de la pobreza y no toleraba que sus monjes hiciesen acopio de bienes e inversiones de dinero de ninguna especie. Solía decir que ya era un exceso almacenar alimentos para diez días.


Los "Acemetas" habían despreciado hasta entonces todo trabajo manual, pero el abad Marcelo insistió en que todos trabajaran, les gustase o no. La comunidad contaba con trescientos miembros, y desde todos los puntos del oriente llegaban a manos de San Marcelo las solicitudes para el envío de abades a fundar monasterios en lugares distantes o grupos de monjes para formar los núcleos de nuevos establecimientos. Entre éstos, el más famoso fue el monasterio de Constantinopla, fundado en 463 por un antiguo cónsul llamado Estudio con algunos monjes "Acemetas". 


Entre las actividades de aquellos monjes figuraba, principalmente, el trabajo apostólico que pudiesen realizar desde sus respectivos monasterios; por cierto, que San Marcelo fue una personalidad muy destacada en la predicación del Evangelio y el impulsó a todos los movimientos en contra de las herejías que se iniciaron en Contastinopla, en su tiempo. El fue uno de los veintitrés archimandritas que suscribieron la condena de Eutiquio en el sínodo convocado por San Flaviano en 448, y también participó en el Concilio de Calcedonia. Cuando el emperador León I propuso elevar a Patricio, el cónsul godo, a la dignidad de "césar", Marcelo protestó por que se pretendiese dar tanto poder a un arriano y vaticinó acertadamente la futura ruina de la familia de Patricio.


En el año de 465, se produjo un gran incendio en Constantinopla y ocho de los dieciséis distritos de la ciudad quedaron destruidos. Era tanta la reputación de San Marcelo, que la población atribuyó a su intercesión que no hubiesen quedado en ruinas los otros ocho barrios.


El santo gobernó su monasterio durante unos cuarenta y cinco años y murió el 29 de Diciembre del año 485.



Fuente: santoraltradicional.blogspot.com

29/12 - Los 14.000 niños (Santos Inocentes) asesinados por Herodes en Belén


«Herodes, que había sido burlado por los Magos, montó en cólera y mandó matar a todos los niños que había en Belén, en toda la comarca, de dos años para abajo, conforme al tiempo que había cuidadosamente averiguado de los Magos. Entonces se cumplió lo que había predicho el profeta Jeremías: “Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento; es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen”».


La narración evangélica es bien clara. Los magos venidos de Oriente preguntaron dónde estaba el recién nacido rey de los judíos porque habían visto su estrella y venían a adorarlo. Herodes había tenido la respuesta de los doctores de la Ley: “el Mesías tenía que nacer en Belén de Judá”. Interrogó a los magos sobre el tiempo preciso en el que había aparecido la estrella porque Herodes suponía, y con razón, que la aparición coincidiese en el tiempo con el nacimiento del Rey-Mesías, y así, hipócritamente dijo a los magos: “Id e informaros diligentemente sobre ese niño y, cuando lo encontréis, avisadme para que vaya yo también a adorarle”. Los magos encontraron a Jesús en Belén y lo adoraron, pero avisados en sueño por un ángel, no retornaron a Jerusalén, sino que cogiendo el camino del desierto, atravesaron el valle del río Jordán y marcharon directamente a su tierra. La cólera de Herodes explotó; humillado por el fracaso de su falsa trama y obsesionado por el temor a perder el trono, ordenó matar a todos los niños varones de Belén y su entorno, menores de dos años, basándose en los datos de la aparición de la estrella indicada por los magos.


Esta matanza, narrada solo por el evangelista Mateo, corresponde exactamente a cuanto sabemos. Existen otras fuentes históricas que nos hablan del carácter ambicioso y cruel de Herodes, que mató a su propia mujer, a algunos de sus hijos y a otros parientes. Ingenio y astucia estaban al servicio de su egoísmo y la obsesión por el poder no consiguió frenar su crueldad, matando a personas queridas de su propia familia. Si había hecho eso, ¿no iba a impedir que un simple niño pusiese en peligro su trono?No lo dudó y ordenó matar a todos los varones menores de dos años. La narración histórica del evangelista Mateo está garantizada también por la inspiración divina, ya que aceptamod que el evangelio es un libro inspirado.


Los niños inocentes, se convirtieron en los primeros Mártires asesinados por Cristo. Pero su sangriento ejecutor, el perseguidor de Cristo, contrajo hidropesía poco tiempo después y sus miembros se pudrieron y fueron devorados por los gusanos, acabando su vida de una manera misérrima.


Sobre el número de las víctimas, cuántos eran, a lo largo de la historia las tradiciones han variado mucho. Una tradición interpreta el sentido de territorio (entorno) de Belén y mete también en él a la patria de San Juan Bautista (Ain Karin), que dista unos siete kilómetros de Belén, aumentando así el número de los inocentes masacrados por Herodes. Pero el término griego “oriois” indica solamente el entorno de Belén, o sea, un territorio que no incluía a ninguno de los pueblos ni aldeas cercanas. Aunque Mateo escribió su evangelio en arameo, muy pronto fue traducido al griego y ese es el término usado en dicha traducción. Sin embargo, según los sinaxarios bizantinos eran unos catorce mil. San Jerónimo de forma parecida dice: “multa parvulorum millia”.


Desde los primeros tiempos del cristianismo, los Niños Inocentes de Belén fueron venerados popularmente como los primeros mártires cristianos y su “bautismo de sangre” fue considerado equivalente al bautismo por el agua. El culto que se les atribuyó, se desarrolló muy pronto, en primer lugar en Palestina donde, en la Basílica de la Natividad de Belén existía una capilla dedicada a ellos. En Occidente fueron venerados como mártires desde los tiempos de San Ireneo y San Cipriano. Ya Prudencio, a finales del siglo IV les dedicó unos poemas, y San Paulino de Nola compuso unos versos en su honor. Con toda probabilidad, su fiesta litúrgica se inició en el siglo V, ya que se encuentra en los calendarios y libros litúrgicos latinos del año 450.


Pero el texto más antiguo que conmemora a estos pequeños mártires, es el Calendario de Cartago, del 505 que dice el día 28 de diciembre: ”conmemoración de los santos niños matados por Herodes”, elogio que posteriormente figura en el Martirologio Jeronimiano, en el mismo día, diciendo: ”En Belén el aniversario del nacimiento de los santos niños y lactantes que bajo el dominio de Herodes, sufrieron por Cristo”. En Constantinopla la fiesta se celebraba el día 29 de diciembre, y los mozárabes de España los conmemoraban el día 8 de enero, un día después de la Epifanía.


En Francia, el ejemplo artístico más antiguo es el labrado en las tapas de algunos sarcófagos de los siglos IV al VI. Por ejemplo, existe uno en la cripta de la iglesia de San Maximino en Provenza en el cual se ve a Herodes sentado ordenando matar a un niño, acto que ejecuta un soldado que tiene cogido al niño por el pie, boca abajo y en alto. Para compensar esta representación dramática, en el mismo sarcófago se representa también la adoración de los Magos. Esto ocurre en otros muchos lugares. Y fuera de Europa, también. En la iglesia subterránea de Deïr Abou Hennys, cerca de Antinoe, en Egipto, existen unos frescos del siglo V en el que se representa a Herodes y sus soldados vestidos a la usanza romana y a un grupo de mujeres que huyen con los niños en sus brazos.


En Europa, el culto a los Santos Inocentes tuvo una gran difusión, debido en parte a que se empezaron a distribuir sus presuntas reliquias. En Francia, Italia y España los testimonios son muy numerosos. Por ejemplo: San Juan Casiano, en el año 414 trajo reliquias desde Oriente y las puso en la Abadía de San Víctor de Marsella y de esta Abadía, se cedieron parte a la Abadía de Saint Maximin. 


En el siglo XII se les dedicó una capilla en la iglesia de San Caprasio en Agen y en París, el cementerio de los Inocentes (célebre por la llamada “danza macabra”) se encontraba cerca de una iglesia a la que el rey Luís XI habría ofrecido el cuerpo entero de uno de estos niños metido en una urna de cristal.


El culto desembocó muy pronto en representaciones teatrales sacras y en un folklore muy característico. En Italia, las representaciones de los Santos Inocentes se multiplicaron a partir del siglo XV a causa de la fundación de hospicios de los llamados “niños expósitos”, hospicios que se pusieron bajo la protección de los Santos Inocentes. En Francia, Alemania e Inglaterra, en la Edad Media, fue muy popular la manera de festejarlos el día 28 de diciembre: todos los monaguillos, formando como una especie de colegio, se sentaban en los asientos de los canónigos en el coro de las catedrales y elegían a su propio obispo y durante el canto del “Magnificat” en el Oficio de Vísperas, se ponían las insignias. Algunos sínodos diocesanos franceses condenaron estas prácticas que se consideraban como una especie de burla, ya que por ejemplo, los monaguillos para la elección de “su obispo” utilizaban una graciosa danza. Por poner solo un ejemplo, esto fue condenado en Cognac en el año 1260. En Saint-Etienne de Caen, en el 1423, entre las jóvenes aspirantes a la vida monacal, se elegía a una pequeña abadesa que recibía el dinero de las dotes de las futuras monjas y en Sainte Croix de Poitiers, a finales del siglo XV, se habla de un regalo de cinco sueldos al “pequeño obispo de los Inocentes”.


Antiguamente, en algunos lugares, era considerado nefasto el día en el que se conmemoraba la muerte de los Santos Inocentes. Por ejemplo, por esta razón se retrasó la coronación de Eduardo IV de Inglaterra que debiera haberse realizado ese día. Otro ejemplo: el duque Renato de Lorena renunció a entrar en batalla ese día porque sus guerreros se negaban a luchar el 28 de diciembre, pues lo consideraban día de mala suerte.


Actualmente, en muchas partes de Europa y América, en el día de los Santos Inocentes, se dan “las inocentadas”. 


La matanza de los Santos Inocentes no es recordada en el arte de la primitiva Roma cristiana ya que la representación de este cruento episodio era contrario al principio, al objetivo original del cristianismo: el amor, la salvación en Jesús.


Existe un mosaico en el arco del Papa Sixto III (440), que se conserva en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma. El artista hace esta descripción: delante de Herodes, aparecen algunas mujeres con los cabellos sueltos y con los niños en los brazos. La escena tiene un cierto tono heroico, da como si dijésemos un cierto ejemplo de heroísmo, ejemplo que se repite infinidad de veces en otras iconografías representativas de los antiguos mártires presentándose ante los jueces para confesar su fe. Es también muy original una miniatura del “Codex Purpureus” de Mónaco, del siglo VIII, en el que el acontecimiento es representado alegóricamente en forma de cruz. Existen otras muchísimas representaciones.



Fuente: GOARCH / preguntasantoral

Traducción del inglés y adaptación propias

28/12 - Los 20.000 Mártires quemados en Nicomedia


La matanza de 20.000 cristianos en Nicomedia -que, según los sinaxarios griegos, ocurrió el día de la Navidad del año 303-, se refiere a la pasión de muchos miles de mártires que se habían reunido para rendir culto al Señor en el día del nacimiento de Cristo.


El emperador Diocleciano mandó que las puertas de la iglesia donde estaban los cristianos fuesen atrancadas, que se formase una hoguera en torno al edificio y frente a la puerta principal un trípode con brasas e incienso. Ordenó, asi mismo, que se encendiese la hoguera al tiempo que un heraldo proclamaba, de manera que pudiera oírsele desde adentro, que todo aquél que quisiese librarse del fuego, saliera por la puerta principal a ofrecer incienso a Júpiter. Y, cuando todos a una, los que estaban dentro de la iglesia, declararon que estaban prontos a morir por Cristo, se alimentó la hoguera inmensa con ramas secas, se avivaron las llamas y todos perecieron en el fuego. De esta manera, pudieron nacer para el cielo aquel mismo día en el que plugo a Cristo nacer en la tierra para la salvación del mundo».


Por su parte, Eusebio (‘Hist. Ecl.’ 8,6) dice que todos los cristianos que entonces vivían en Nicomedia fueron asesinados por decreto imperial (algunos por la espada, y otros mediante el fuego) y que, debido a su divino e inexpresable celo, tanto hombres como mujeres se arrojaban al fuego.


Además de a los asesinados en la Iglesia, hoy también se conmemora a los siguientes Santos, que fueron martirizados en la misma persecución: Indo, Gorgonio y Pedro (los tres arrojados al mar); Glicerio el Presbítero y Mardonio (ambos quemados); Doroteo el Prefecto y Zenón (ambos decapitados); Teófilo el Diácono (lapidado); Migdonio (enterrado vivo); y Domna, que había sido sacerdotisa de los ídolos, creyó en Cristo y fue bautizada (decapitada y arrojada al fuego).


Ver también la historia de San Antimo el 3 de septiembre.



Fuente: GOARCH / catholic.net

Traducción del inglés y adaptación propias