La tradición más difundida sobre estos santos sitúa su martirio en Singidunum (actual Belgrado, Serbia) bajo el emperador Licinio, en el año 314.
De Hermilo se dice que era diácono. Fue detenido bajo la acusación de ser cristiano, y enviado a prisión con las mejillas destrozadas. Allí le visitó y consoló un ángel. Conducido después ante el emperador, seis hombres lo azotaron con varas, sin que pareciera sentir dolor alguno. En el tormento, dirigió a Dios una oración a la que respondió una voz del cielo prometiéndole el triunfo al cabo de tres días. Mientras entraba en la prisión, entonó el salmo El Señor es mi luz, al que hicieron eco unas voces celestiales. Al día siguiente le infligieron nuevos suplicios, durante los cuales no cesaba de cantar su felicidad. Con todos estos prodigios, el carcelero de la prisión, llamado Estratónico, fue ganado para la fe. Denunciado al emperador, fue condenado a azotes con varas. Encerrado en la prisión, oyó la voz milagrosa que le prometía el triunfo para el día siguiente. Por última vez, Hermilo compareció ante el juez y sufrió nuevos suplicios; al fin, él y Estratónico fueron envueltos en una red y arrojados al río Danubio. Tres días más tarde, los cuerpos fueron encontrados en la orilla del río. Los fieles los recogieron y los depositaron en un lugar que está a dieciocho estadios de Singidunum.
Estratónico tenía una iglesia en Constantinopla cuya fundación se atribuye a San Marciano.
Los dos nombres están inscritos en los menologios griegos el 13 de enero.
Fuente: El Testigo Fiel
Adaptación propia