Nació Isidoro en Alejandría, en una familia acomodada, que le proporcionó buenos estudios. Muy joven se decepcionó del mundo, dio sus bienes a los pobres y se fue a un monasterio en Pelusio, cerca de la desembocadura del Nilo. Practicó áspera penitencia, ayunos y vivía en constante oración y trabajo, preparando su alma para el servicio de Dios. Joven aún fue elegido abad, siéndolo durante muchos años. Fue vigilante para que la herejía no penetrase en el monasterio, y además, velaba por el bien de toda la Iglesia. Para ello escribió sobre todo cartas -al menos 2000 se conservan- en las que brillan la sana teología, la prudencia, la caridad, la justicia y el celo por el Reino. También dedicó parte de su obra a la exegética y a la apología, haciendo algunos comentarios a la Escritura. Escribió cartas a judíos y herejes, haciéndoles ver sus errores, siempre con caridad y mansedumbre. Y también escribió misivas a obispos y presbíteros que presumían de ortodoxia, pero llevaban una vida escandalosa, como al obispo Eusebio, al que le hizo ver su pecado de simonía.
Al emperador Teodosio II escribirá: "un rey no se salva por medio de su amplio poder, ni escapa de la impiedad de la idolatría por guardar para sí abundante riqueza".
Al gran San Pacomio escribirá, hablando sobre el retiro monástico: "El Reino de Dios es el modo monástico de nuestra vida, que no sucumbe a ninguna pasión, sino que tiene pensamientos elevados y alcanza a las realidades celestiales. Al adherirse a este modo de vida, ten cuidado de que ninguna caída te lleve a la esclavitud y te aleje del palacio real. Porque es difícil para los que han caído lejos de esta vida ser restaurados a ella. Que Dios, que abrió la puerta eficaz y quien se llama a sí mismo la Puerta a través de la cual uno puede entrar en la salvación, te conceda una mente libre de distracción y un irreprochable discurso, sazonado con gracia. A través de éstos hallaréis fecilidad en la vida presente, y buena voluntad y salvación en el mundo venidero".
Fue Isidoro Pelusiota firme defensor de San Juan Crisóstomo frente al Patriarca de Alejandria, Teófilo. Isidoro elogió la doctrina del Crisóstomo, la cual hacía llegar a los que podía, lo que le valió la hostilidad de Teófilo y luego la del sobrino de este, San Cirilo de Alejandría.
A San Cirilo dirá, para reconvenirle de sus métodos: "Si la afición no puede ver muy lejos, tampoco la aversión puede ver claramente. Por lo tanto, si deseas remediar ambos problemas de cómo te ven, no expongas tus declaraciones con vehemencia, sino sé más justo en sus acusaciones. Incluso Dios Omnisciente, antes de su nacimiento, puso lo mejor de su amor por el hombre para abajarse a pesar del escándalo de los sodomitas, enseñándonos una lección de sabiduría. Muchas de las personas que han venido a Éfeso te ridiculizan por actuar por enemistad personal y no según la doctrina de Jesucristo. Dicen ‘Aquí está este sobrino de Teófilo, imitando su manera de pensar. Al igual que él, atrae la ira del Dios que ama a Juan [Crisóstomo] inspirado por Dios'". Al menos con este hizo la paz, logrando que luego de la muerte del Crisóstomo su nombre fuera incluido entre los santos que se mencionaban en la Eucaristía. Además, pasado el tiempo, Cirilo cambió su desazón hacia Isidoro en veneración y respeto por su rectitud y sabio consejo, del que más de una vez se sirvió.
De su abundante epistolario quedan aun unos dos mil ejemplares, cartas escritas en un griego tan elegante que algunos expertos señalan que podrían incluso reemplazar a textos clásicos para la enseñanza del griego. Estos preciosos documentos dan testimonio de la amplitud de su erudición teológica y sobreabundan en buenos consejos de piedad, prudencia y humildad.
Isidoro vivió hasta una edad muy avanzada, y se durmió en el Señor un 4 de febrero de un año impreciso, alrededor del 436.
Fuente: preguntasantoral / eltestigofiel.org
Adaptación propia