Las santas Marta y María eran hermanas según la carne, y juntas estaban consagradas a la virginidad.
Un día, cuando el gobernador pasaba por su casa, se asomaron por la ventana y le espetaron que eran cristianas. El gobernador se afligió por esto, y lamentó la muerte que recibirían en su juventud a causa de su fe. Las santas respondieron que la muerte en nombre de Cristo no es muerte, sino vida que no tiene fin.
En cuanto al Santo y Venerable Mártir Licarión, confesó lo mismo. Era un joven monje que había sido criado por las santas Marta y María.
Por orden del gobernador, los tres fueron crucificados. Finalmente, los verdugos los decapitaron con una espada, y de esta manera entregaron sus almas en manos de Dios, recibiendo la corona del martirio.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia