Durante las persecuciones contra los cristianos, las reliquias de los santos mártires fueron enterradas por los creyentes en lugares ocultos. Así, en Constantinopla, cerca de las puertas y la torre, en el barrio de Eugenio, se encontraron los cuerpos de varios mártires. Sus nombres siguen siendo desconocidos por la Iglesia.
Cuando comenzaron a ocurrir milagros de curación en este lugar, las reliquias de los santos se descubrieron después de una investigación y se transfirieron a una iglesia con gran honor. El descubrimiento tuvo lugar cuando ocupaba el trono de Constantinopla el patriarca Tomás I (607-610). Se realizó enseguida su exhumación con devoción y respeto, con el acompañamiento de mucha gente.
Durante el traslado de las reliquias y su posterior exhibición para ser veneradas, muchas y distintas enfermedades fueron curadas.
Después de muchos años, Dios reveló a un piadoso clérigo y caligrafista, Nicolás, que en el mismo lugar se encontraban también ocultas las Santas Reliquias de los Apóstoles Andrónico y Junia, de los 70. A ellos se refiere el Apóstol Pablo en su Epístola a los Romanos del siguiente modo: "Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo." ( Rom. 16,7). En el siglo XII se construyó una gran iglesia con cúpulas en el lugar donde se descubrieron las reliquias de los santos mártires. Este trabajo fue realizado por el emperador Andrónico I Comneno (1183-1185).
Fuente: goarch.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Traducción del inglés y adaptación propias