San Policarpo, obispo de Esmirna (hoy Izmir, Turquía), es considerado, junto con San Clemente de Roma y San Ignacio de Antioquía, como uno de los Padres apostólicos. Sobrevive una obra suya: su carta a los Filipenses, recordada también por San Ireneo de Lyon. Desde el punto de vista etimológico, Policarpo significa ”el que lleva muchos frutos”. Sufrió martirio muriendo por Cristo el 23 de febrero del año 155 (o 159, 166 o incluso en el 180) durante la persecución del emperador Antonino Pio (138-161), o conforme dice San Jerónimo, durante la persecución de Marco Aurelio (168-180), siendo quemado vivo en la arena de la ciudad capital de la provincia de Asia, a instancias de personas sedientas de sangre. Su Acta martirial, conservada en una carta, tiene un interés histórico excepcional porque es la primera Acta de un martirio que se ha conservado en griego, en su forma original, lo que ha dado origen a la creación del género de las Actas martiriales cristianas.
Su vida hasta el martirio
Hasta el momento de su martirio existen algunas menciones sobre su vida como cristiano en Esmirna. El Sinaxario de Ohrid indica que Policarpo había nacido y vivido en Esmirna en el primer siglo de nuestra Era. Siendo huérfano, fue criado por una fiel viuda llamada Calixta. Ella lo llamaba Pancracio pero estando un día en oración, Dios le reveló que lo llamara Policarpo porque él ayudaría a muchísima gente, llenando de nuevo los graneros vacíos a fin de poder hacer caridad con los pobres. Con solo veinte años de edad, escuchó al apóstol Juan predicar el Evangelio y lo siguió. Cuando San Juan fue desterrado a la isla de Patmos, ordenó a San Búcolo como obispo de Esmirna y Policarpo le ayudó en dicha tarea. Más tarde, después de la muerte de San Bucolo, Policarpo fue elegido en el año 106 como su sucesor, como lo dice San Ignacio de Antioquía en su Epístola a los Efesios (XXI, 1), escrita durante su viaje a Roma, donde sufrió martirio en el año 107. San Ignacio llegó a escribirle un carta pastoral a Policarpo en la que le dice: «Estos tiempos requieren encontrar a Dios, como los pilotos necesitan del viento y los marineros buscan un puerto donde resguardarse durante la tormenta”.
San Ireneo, obispo de Lyón (202) nació en Esmirna en el 115 y conoció a Policarpo desde su infancia. En su Carta a Florinus (186) dice que San Policarpo conocía a San Juan Evangelista y a otras personas que habían vivido con Cristo: “Yo puedo describir el lugar donde el bienaventurado Policarpo se sentaba y sus charlas, sus idas y venidas, en general, su modo de vida y su apariencia personal, junto con las charlas que dirigía al pueblo; también su forma de hablar y su relación personal con Juan y con el resto de los que habían visto al Señor y como guardaba sus palabras a su memoria. Porque las cosas que había escuchado de ellos respecto al Señor, tanto en lo relacionado con sus milagros como con sus enseñanzas, Policarpo las había recibido de los testigos oculares de la Palabra de vida, conforme todas ellas y en armonía con las Escrituras…” (San Ireneo, Carta a Florinus, incluida en la Historia Eclesiástica de Eusebio, V, 20).
San Ireneo menciona nuevamente a Policarpo en su Adversus Haereses III. 3, 4: “Pero Policarpo no solo fue instruido por los apóstoles y conversado con otros que habían conocido a Cristo, sino que también fue nombrado obispo de Esmirna por los apóstoles estando en Asia. También lo conocí en mi primera juventud pues alli estaba desde hacia mucho tiempo y cuando era ya muy mayor, gloriosa y muy noblemente, sufrió martirio, partiendo de esta vida, enseñando siempre las cosas que había aprendido de los apóstoles y que la Iglesia ha transmitido y que son las únicas verdaderas”.
En el año 154 o en el 155, San Policarpo visitó Roma y se reunió con el Papa San Aniceto (154-166) con el fin de buscar una solución acerca de la fecha de la celebración de la Pascua. Los cristianos en Palestina, Siria, Mesopotamia, Cilicia y Asia Menor, y Policarpo entre ellos, seguían la tradición de San Juan Evangelista de celebrar la ”Pascua de la Cruz” – «Pascha staurosimon» o 14 de Nisan (abril), coincidiendo con los judíos, por lo que fueron llamados «quartodecimans». Los cristianos en Roma, Alejandría y de las provincias occidentales del Imperio Romano, celebraban la Pascua de acuerdo según los cálculos actuales, llamándola «Pascua de la Resurrección” – «Pascha anastasimon». Esto nos hace entender que las diferencias sobre la fiesta no eran teológicas, sino cronológicas. A qué acuerdo llegaron no se puede saber, pero los dos líderes de la Iglesia se separaron en paz como ha demostrado Eusebio de Cesarea en su Historia Ecclesiastica 23, 24, 4-6.
San Jerónimo, en su obra De viris ellustribus 17 ofrece una información adicional sobre este viaje de Policarpo a Roma: «El, a causa de ciertas cuestiones relativas al día de la Pascua, fue a Roma en tiempos del emperador Antonino Pío, cuando Aniceto gobernaba la Iglesia en aquella ciudad. Allí convirtió de nuevo a la fe a muchos creyentes que habían sido engañados por las persuaciones de Marción y Valentin y cuando Marción lo conoció por casualidad y le preguntó ¿tu me conoces?, él le respondió: ”se que eres el primogénito del diablo”. Posteriormente, durante el reinado de Marco Antonio y Lucio Aurelio Commodo, en la cuarta persecución después de Nerón, en presencia del proconsul de Esmirna y estando todo el mundo gritando en su contra en el anfiteatro, fue quemado. Él había escrito una Epístola muy valiosa a los Filipenses, que en el día de hoy se lee en las reuniones celebradas en Asia”.
Esta mención de San Jerónimo demuestra tres cosas importantes: en primer lugar Policarpo se reunió en Roma con algunos líderes importantes de los grupos gnósticos; en segundo lugar, escribió una Epístola a los Filipenses probablemente de la misma forma a como entendemos hoy las Epístolas de los apóstoles. Esto significa que entonces el canon de la Biblia era mayor que el que tenemos hoy en día, ya que incluía las Epístolas de los Padres Apostólicos. Y tercero, que Policarpo no habría muerto como tradicionalmente se dice, en el año 155, sino más tarde, durante el reinado de Marco Antonio (161-180) y Commodo (180-192). Se sabe que estos dos gobernantes eran co-emperadores entre el año 177 y el 180, por lo que San Policarpo podría haber sido martirizado en ese período de tiempo.
El martirio de San Policarpo
Poco después de su vuelta de Roma, San Policarpo sufrió el martirio siendo quemado vivo durante los juegos celebrados en el circo de Esmirna en el día llamado Sábado Grande (no se conoce bien el significado de este nombre), un 23 de febrero, tradicionalmente en el año 155, (aunque quizás años más tarde), cuando el asiático Felipe, que era el gobernador de Asia, organizaba estas celebraciones lúdicas. El martirio de San Policarpo está descrito en una carta enviada por la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Philomaelium (que era una ciudad de Frigia) y a otras comunidades de la Iglesia Universal; esta carta está escrita por un tal Ireneo (tal vez San Ireneo de Lyon), que era discípulo de San Policarpo y la cual ha sido copiada repetidamente a lo largo de los tiempos.
Esta carta dice en su tercer capítulo, que fueron condenados a muerte once habitantes de Filadelfia, entre los cuales menciona, por ejemplo, a Germánico que fue devorado por un animal en la arena del circo y al frigio Quinto, el cual abjuró de su fé delante del procónsul pues se acobardó al ver a las fieras. Cuando murió Germánico, los presentes saltaron a la arena gritando: ”fuera los malvados, busquemos a Policarpo”. El santo estaba en ese momento en Esmirna y no quería ocultarse aunque finalmente fue convencido para que se refugiase en una casa de campo cercana a la ciudad dedicándose a la oración. Allí, tres días antes del martirio, tuvo una visión que le hizo saber que moriría quemado vivo (capítulo V).
Traicionado bajo tortura por un criado, fue descubierto y fue llevado ante el capitán de los gendarmes llamado Herodes, el cual lo llevó al estadio donde lo tentaron para que negara a Cristo. Por el camino, una voz del cielo lo tranquilizó diciéndole: ”Se fuerte y valiente, Policarpo”. En el estadio, la muchedumbre le exigió que maldijese a Cristo, a lo que el santo respondió: ”Ochenta y seis años le he servido y no me ha hecho mal alguno, ¿cómo puedo maldecir a mi Rey, que es quien me ha salvado?” (capítulo IX, 3). Después de una discusión con el procónsul, fue finalmente condenado a ser quemado vivo, pues como habían terminado los juegos, legalmente no podía echarlo a las fieras (capítulo XII). Mientras lo preparaban para la ejecución, los soldados querían atarlo a una estaca, pero él consiguió que lo dejaran suelto sobre la hoguera, sin ser atado.
Antes de ser quemado, el santo mirando al cielo oró, siendo esta una de las primeras oraciones de la Iglesia: ”Oh Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio del cual te hemos conocido, Dios de ángeles y de poderes, de toda la creación y de toda la raza de los justos que viven en tu presencia; te bendigo porque me has concedido este día y hora para que pueda recibir, entre el número de tus mártires una porción de la copa de Cristo en la resurrección a la vida eterna, tanto del alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Que pueda ser recibido con ellos en tu presencia este día, como un sacrificio rico y aceptable, que Tu has preparado y revelado de antemano y que has realizado, Tu que eres el Dios fiel y verdadero. Por esta causa y por todas las cosas, te alabo y bendigo y glorifico por medio del Sumo Sacerdote eterno y celestial, Jesucristo, tu Hijo amado, por medio del cual, con Él y con el Espíritu Santo sea la gloria ahora y por todos los siglos. Amen”. (capítulo XIV).
Finalizada esta oración, prendieron el fuego y Policarpo fue rodeado por las llamas pero no se quemó, por lo cual, un lancero le clavó un puñal en el pecho, saliendo tal cantidad de sangre que apagó el fuego. Algunos paganos solicitaron no entregar a los cristianos el cuerpo de Policarpo para: ”que no abandonen al Crucificado y empiecen a adorar a este hombre” (capítulo XVII,2). Pero el autor de esta carta resalta la diferencia entre la adoración a Cristo y la veneración a los santos, diciendo: ”no saben que será imposible que nosotros abandonemos en estos tiempos a Cristo, que sufrió por la salvación de todo el mundo, sufriendo por los pecadores siendo Él inocente; no podemos adorar a otro. Porque a Él, siendo el Hijo de Dios, le adoramos, pero a los mártires, como discípulos e imitadores del Señor, los respetamos y queremos como se merecen por su afecto incomparable hacia su propio Rey y Maestro. Que nuestra suerte sea también ser hallados copartícipes y condiscípulos de ellos” (capítulo XVII,2).
Finalmente, el cuerpo del santo fue quemado y los cristianos recogieron lo que quedó de sus huesos: ”Y así nosotros, después, recogimos sus huesos, que son mucho más valiosos que las piedras preciosas y que el oro refinado y los pusimos en un lugar apropiado; donde el Señor nos permitirá congregarnos, según podamos, con gozo y alegría, a celebrar el aniversario de su martirio para la conmemoración de todos los que ya han luchado en la contienda y para la enseñanza y preparación de los que han de hacerlo más adelante” (XVIII, 1-2). En el epílogo de la carta, se dice: ”El bienaventurado Policarpo sufrió el martirio el segundo día de la primera parte del mes Xanticus, el séptimo día antes de las calendas de Marzo, en un gran Sábado, a la hora octava”.
La Leyenda Áurea dice que el martirio fue en el año 162. La fecha del 23 de febrero del año 155 es mencionada en el Sinaxario de la Iglesia Constantinopolitana, en el Martirologio Jeronimiano y en la Bibliotheca hagiographica Graeca et Latina, lo cual contradice la mención de San Jerónimo en su obra De viris illustribus, como ya hemos mencionado antes. El martirio de San Policarpo es muy importante para la actual apologética, pues indica la diferencia entre la adoración a Cristo y la veneración a los santos, cosa que ha sido fuertemente atacada por los protestantes en estos tiempos modernos. En lo referente a la veneración de las reliquias, la fe católica y ortodoxa encuentra su apoyo en esta carta. En Occidente, la festividad de San Policarpo es el día 26 de enero mientras que en Oriente, es el día de hoy, 23 de febrero.
Las reliquias del Santo
La maravillosa reliquia del santo fue sacada de Esmirna por los monjes Arsenio y Samuel unas décadas después de la caida de Constantinopla en el año 1479 y hasta hoy se mantiene en el monasterio de la Panagia Ambelakiotissa, en Lepanto (Grecia). Con anterioridad, la reliquia estaban en posesión de una viuda como parte de su herencia. Después de muchos esfuerzos y dinero gastado por los monjes, pudieron adquirir esta valiosa reliquia que consiste en parte de un brazo, desde el codo hasta los dedos y con la mano en posición de bendecir. Existen algunas tradiciones que dicen que los templarios poseían la reliquia de la cabeza del santo, que llevaron a Francia cuando salieron de Jerusalén. De esto se hace mención en un escrito del año 1560.
Algunas pequeñas reliquias se conservan en diferentes iglesias de todo el mundo, como la iglesia del monasterio de Radu Voda de Bucarest (Rumanía), en la iglesia del monasterio Zografou en el Monte Ato, así como en la capilla de San Antonio de Pittsburgh, en Estados Unidos. La Hermeneia de la pintura bizantina, escrita por Dionisio de Furna en el siglo XV, afirma que San Policarpo debe estar representado en los iconos como un anciano obispo con una poblada barba dividida en dos partes.
Mitrut Popoiu
Fuente: preguntasantoral