24/02 - Primera y Segunda Invención de la Venerable Cabeza de Juan el Bautista


La honorable cabeza de Juan el Precursor, que provoca la reverencia de los Ángeles, fue enterrada primero en la casa de Herodes, quien lo había encarcelado y decapitado a causa de Herodías, la esposa de su hermano Felipe, ya que Juan había reprendido a Herodes por su relación ilícita con dicha mujer. Cuando los discípulos de Juan enterraron su cuerpo en Sebaste, Herodías se quedó con la cabeza para burlarse de él y lo enterró en secreto en los terrenos del palacio, en un lugar inmundo. Por esto deseaba mantener la cabeza separada del cuerpo, para evitar su posible resurrección y asimismo su reprensión. 


Una de las mujeres de su hogar era Juana, la esposa del mayordomo de Herodes, que también era seguidora del Señor Jesucristo y estaba entre las miróforas. Afligida por el maltrato de la honorable cabeza del Precursor, se acercó una noche en oculto al escondite donde estaba enterrada la cabeza del Precursor, la recuperó, la llevó al Monte de los Olivos y la enterró en el terreno de una de las haciendas de Herodes.


Poco antes de que Constantino el Grande ascendiera al trono del Imperio Romano en el 324 d.C., cierto cristiano llamado Inocencio decidió abandonar el mundo y vivir una vida ascética en el Monte de los Olivos, donde compró algunas tierras en la propiedad que antes pertenecía a Herodes. Allí construyó una celda monacal y una capilla para orar. Durante la construcción, se necesitó abrir una zanja para colocar los cimientos, y al excavar descubrió un recipiente de barro que contenía un cráneo. Conoció la identidad de este cráneo por una revelación divina acompañada por obras de poder y gracia, después de haber realizado muchos milagros. Antes de su eterno reposo, el monje Inocencio volvió a enterrar el honorable cráneo en los terrenos de su celda y capilla. Durante varios años, este sitio quedó en ruinas y la ubicación de esta preciosa reliquia permaneció desconocida.


El primer hallazgo


Después de que Constantino llegara al trono y de que su madre Elena hiciera de la Tierra Santa un centro de peregrinación con el descubrimiento de la Verdadera Santa Cruz y el Santo Sepulcro, entre otros lugares, dos monjes decidieron hacer una peregrinación a Jerusalén para venerar los Santos Lugares. Una noche, mientras los monjes dormían en Jerusalén, a uno de ellos se le concedió recibir una visita de San Juan el Precursor. Le reveló al monje la ubicación exacta de su cabeza en el Monte de los Olivos y le ordenó que la encontrara. Cuando despertó y le contó a su compañero monje esta revelación divina, éste le convenció de que no era más que un mero sueño y no hicieron caso. La noche siguiente, sin embargo, el Precursor se apareció a ambos monjes por separado y los reprendió por su incredulidad, ordenándoles que se levantaran e hicieran lo que les había ordenado. Agitados del sueño, fueron al lugar indicado y comenzaron a cavar. En poco tiempo, descubrieron la vasija de barro con el cráneo. Colocándolo en un saco hecho de pelo de camello, regresaron a Jerusalén.


Durante este tiempo había un alfarero que vivía en Emesa (hoy Homs) de Siria que había caído en la pobreza y estaba buscando otra ocupación. Dejando a su esposa y su hogar, se fue a buscar trabajo, y en el camino se encontró con los dos monjes que habían abandonado Jerusalén para regresar a su tierra natal con el cráneo honorable. En busca de compañía en sus viajes, el alfarero siguió a los monjes y llevó el saco que contenía el cráneo del Precursor después de que se lo pidieran, aunque no le fue revelado lo que contenía. Mientras caminaban, cuando los monjes se separaron un poco del alfarero, el Sagrado precursor se le apareció en el camino y le dijo: "Ten en cuenta que yo soy Juan, el Precursor del Señor. El saco que llevas en tu mano contiene mi cabeza. Te invito a que huyas de la compañía de tus compañeros de viaje". Después de confirmar que el saco contenía una calavera, el alfarero obedeció sin vacilar y regresó a su hogar, con su esposa, en Emesa. 


En cuanto a la razón por la que el Santo Precursor le pidió al alfarero que tomara la reliquia de los monjes, se sugirió que era porque estos monjes eran demasiado negligentes e incrédulos para cuidar adecuadamente del precioso cráneo. Esto se demostró por el hecho de que le dieron el saco a un extraño para que lo cargara, cuando deberían haberlo guardado y protegido como a su vida misma. El alfarero, sin embargo, se sometió a los monjes y llevó el saco con cuidado. También se ha sugerido que estos monjes podrían haber pertenecido a una secta herética.


El alfarero regresó a su casa y le contó a su esposa todo lo que le había sucedido a lo largo del camino. Ambos entendieron  el preciadísimo tesoro que estaba en su hogar, por lo que diariamente quemaban incienso y encendían velas. Por esto, el Precursor bendijo su hogar, y su pobreza se convirtió en un débil recuerdo. Sin embargo, no queriendo ser  vencidos por el falso orgullo que conllevan las riquezas, se aseguraron de distribuirlas adecuadamente entre los pobres y los necesitados, entendiendo que fueron bendecidos por Dios a través del Precursor. 


Finalmente la esposa, con muchos años ya, descansó en el Señor; y cuando se acercaba su propio fin, el Santo precursor se le apareció al alfarero y le dijo: "Se acerca el momento del fin de tu estancia terrenal. Coloca mi cabeza en una vasija de agua vacía. Sella la vasija  y confíala a tu hermana. No deseo que mi cabeza quede consagrada en relicarios de oro o plata". El devoto alfarero obedeció y le dio la jarra sellada a su hermana, pidiéndole que no la abriera a menos que el Precursor quisiera que lo hiciera. Después de que el alfarero reposara, su hermana guardó fielmente el precioso tesoro en su casa. Y cuando ella descansó, se lo entregó a otro cristiano devoto y virtuoso.


Con el tiempo, la preciosa reliquia pasó de un devoto cristiano a otro. Llegó un momento en que la honorable cabeza llegó a manos de un hieromonje arriano llamado Eustaquio, que vivía en una cueva. La reliquia sagrada fue responsable de numerosos milagros y curaciones; sin embargo, el hereje se atribuyó todo esto a sí mismo en lugar de al Santo Precursor con el fin de promover su herejía. Por esto muchas personas se sintieron atraídas a creer que el arrianismo era verdadero y aceptaron la herejía. Sin embargo, con el tiempo, la gente de Emesa llegó a comprender las malas intenciones de Eustaquio y trataron de expulsarlo de su cueva. 


Cuando los oficiales fueron informados, fueron a retirarlo, pero Eustaquio los convenció de que esperaran unas horas hasta que pusiera sus cosas en orden y luego se iría. Durante este tiempo, tomó la vasija que contenía el cráneo y la enterró en un profundo agujero en su cueva. Su intención era regresar en algún momento y recuperar la reliquia que tanto prestigio y fama le había dado, para continuar con su fraude. Sin embargo, con la partida de Eustaquio, ciertos monjes ortodoxos se instalaron en esta cueva, y Eustaquio no pudo recuperarla.


El segundo hallazgo


Con el paso del tiempo, la cueva del hereje Eustaquio se convirtió en una floreciente hermandad de monjes. Sin embargo, nadie era consciente del precioso tesoro que contenía la cueva.


A mediados del siglo V, sobre el año 430, al Archimandrita Marcelo, que era el superior de esta comunidad durante el tiempo en que Uranio fue obispo de Emesa, se le concedió una visión del  Santo Precursor. Según el relato de Marcelo, que se ha conservado, sabemos que el 18 de febrero, durante la Gran Cuaresma, el Santo precursor se le apareció por primera vez en una visión y lo bendijo. Más tarde, el 24 de febrero, la ubicación del Santo Cráneo del Precursor le fue revelada en otra visión por medio de una estrella que se le dijo que siguiera y que le llevó a la cueva. Después comenzó a cavar en el lugar donde desapareció la estrella, y allí encontró la vasija que contenía la Reliquia Sagrada. Luego, con reverencia, tomó el Honorable Cráneo como un tesoro que no tiene precio, y se lo llevó al Obispo, quien se regocijó en gran manera  al enterarse de este descubrimiento.


Pronto se construyó una iglesia en Emesa para honrar a San Juan el Precursor. Dentro de esta iglesia se construyó una cripta, y se colocó la Honorable Cabeza en ella, donde fue venerada por los fieles, y se hizo responsable de que muchos fuesen curados de enfermedades y otros males.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / goarch.org

Traducción del inglés y adaptación propias