La Gran Cuaresma es un tiempo particular de mortificación y sacrificio espiritual y corporal para cada persona. Dado que este período de lucha espiritual tiene una larga duración, generalmente sucede que la practicamos con ánimo en los primeros días o semanas de la Gran Cuaresma, con mucho celo y coraje. Pero, al poco tiempo nos agotamos, nos cansamos y desanimamos física y mentalmente en este peregrinar cuaresmal.
En el tercer domingo del periodo cuaresmal, para animar y fortalecer el espíritu de todos, la Iglesia indica, para cada cristiano, la veneración de la cruz del Señor, para fortalecer a todos en las prácticas cuaresmales. Por esto el título de este domingo: la Veneración de la Cruz.
La Santa Cruz recuerda a todos el infinito amor de Dios por nosotros, la pasión y la muerte de Cristo y el deber de cada uno de cargar con coraje la cruz de nuestra vida cotidiana. Jesucristo se dirige a todos nosotros: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga… El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo" (Lucas 9, 23 y 14, 27).
El significado espiritual del Domingo de la Veneración de la Cruz
Este domingo de la Gran Cuaresma nos recuerda el poderoso instrumento que cada cristiano tiene en su lucha contra los enemigos en el camino que conduce a la salvación, la Santa Cruz. En este domingo se presenta la Cruz de Cristo ante nosotros como un signo de fortaleza, de salvación, de victoria y triunfo.
Los comentarios de este domingo, exponiendo las enseñanzas espirituales del Maitines de la mañana de este domingo, nos hablan de las razones para venerar la Santa Cruz. Así leemos: "Este domingo, el tercero de la Gran Cuaresma, celebramos la veneración de la Cruz por los siguientes motivos:
Porque durante los 40 días de la Gran Cuaresma nosotros, cansados y entristecidos por las pasiones nos agotamos, nos volvemos débiles, entonces se nos presenta la cruz vivificante, para que nos ilumine, fortalezca, nos recuerde la pasión de nuestro Señor Jesucristo y nos consuele...
... Semejantes a los que, durante un largo y difícil viaje se sienten agotados, encuentran una bella sombra, descansan un poco, y recuperando las fuerzas, siguen adelante, así también hoy, durante la Gran Cuaresma, durante el periodo de un rigoroso ayuno, los santos Padres proponen la vivificante cruz como momento de quietud espiritual, para hacer de nosotros, muchas veces cansados, valientes y fuertes en nuestro peregrinar cuaresmal.
…O cuando el rey viene al encuentro de sus súbditos, le presentan primero su escudo y la espada, el rey se regocija y con él, su pueblo, así nuestro Señor Jesucristo, mostrando a nosotros su victoria sobre la muerte y su gloriosa Resurrección, envía a todos su escudo, su insignia real, la vivificante cruz, que nos llena de alegría y ánimo y nos prepara, en la medida de lo posible, para recibir al Rey, el Señor Jesús, alabando su gloriosa victoria.
¿Por qué la cruz se llama el árbol de la vida, el árbol que se plantó en el paraíso del Edén? Los santos Padres presentan el árbol de la cruz a mediados de los 40 días de la Gran Cuaresma, recordándonos la enfermedad de Adán y su curación a la sombra de este árbol, porque, viviendo a su sombra, ya no morimos, sino que nos renovamos en nuestra caminata de vida cristiana”.
El espíritu de la Liturgia del Domingo de la Cruz
Los textos litúrgicos de este domingo no nos hablan de la cruz como símbolo de sufrimiento, penitencia o humillación, sino que se venera la Santa Cruz como símbolo de alegría, de victoria y triunfo que se completa con la gloriosa Resurrección.
El himno principal de este domingo es el canto: "Ante tu Cruz nos postramos, Señor, y tu Santa Resurrección, glorificamos". ¿Dónde está el origen de este himno? Se toma de la oración de "Contemplando la Resurrección” de los Maitines de la Resurrección, que rezamos en la Pascua. Esta oración también se reza en todos los Maitines dominicales. Es una oración muy antigua, haciendo parte de los Maitines de la Resurrección y de los Maitines dominicales, desde el siglo IX. También están presentes en las antiguas liturgias de los Monasterios de Monte Atos. En esa oración pascual, profundamente dogmática, están presentes las palabras: "Ante tu cruz...".
El metropolita Andrey Sheptytsky en su mensaje "Sobre la veneración de la Santa Cruz", dice: "Es imposible representar, de modo más brillante y majestuoso, la esencia de la veneración de la cruz, tal como se presenta en el Domingo de la Santa Cruz. Nuestro ritual siempre une esta veneración con la Resurrección del Señor: "Ante tu Cruz nos postramos, Señor, y tu Santa Resurrección, glorificamos". Este es el concepto cristiano de la cruz. Más allá de esto, el cristiano ve la gloria de la resurrección y la alegría de la vida eterna".
Las estrofas (stijeras) que rezamos en los oficios litúrgicos de este domingo (Maitines, Visperas), constituyen un gran himno de gloria en honor a la cruz del Señor. "Ilumina, Cruz del Señor - cantamos en las Visperas de este sábado –con los radiantes rayos de la luz de tu gracia, los corazones de quienes te veneran y con amor sincero te reciben, como esperanza del mundo. Contigo son secadas las lágrimas de tristeza, y nosotros nos liberamos de la trampa de la muerte y alcanzamos la eterna alegría…
Edén, árbol de inmortalidad, que nos dio las delicias de la eterna gloria. Tú espantas los ejércitos de los demonios, y alegras los coros de los ángeles y las comunidades de los fieles te celebran… Vengan, nuestros primeros padres, que por la maldad del que introdujo la muerte, cayeron de las alturas, por el amargor del deleite, por haber probado el fruto del árbol. ¡Llegados a Él, con alegría bésenlo y exclamen con fe: oh, cruz preciosísima, nuestro refugio! ¡Oh, árbol bendito por Dios, jardín celestial! Alimentándonos de tu fruto, accedemos a la inmortalidad del primer paraíso y recibimos la certeza de su gran misericordia.
"Hoy es un día festivo, - leemos en la primera estrofa del canon de la resurrección, - con la resurrección de Cristo desapareció el poder de la muerte, brilló la estrella de la vida, Adán se levantó y alegremente celebra. Que se regocijen todos, cantando alabanzas”.
El ritual de la Veneración de la Cruz
La solemne veneración de la santa cruz en la mañana de este domingo ocurre así:
En la tarde-noche del sábado, víspera de la celebración, ornamentada con flores, después de la celebración de las Visperas, la cruz ornamentada es conducida hasta el altar. En el domingo temprano, durante la celebración de los Maitines, el sacerdote toma la cruz, elevándola hasta la altura de la cabeza, la conduce hasta el centro de la Iglesia, poniéndola en el tetrapodio. Durante la procesión se canta el tropario: “Salva, Señor, a tu pueblo… Después, se canta el himno (tres veces) “Ante tu Cruz… seguido de las postraciones. Durante el canto de las estrofas (stijeras) de este domingo, los fieles se aproximan para besar la cruz.
Esta es una de las stijeras que cantamos en las Visperas de este domingo: "Vengan, fieles y postrémonos ante el madero vivificador. Sobre él, Cristo, el Rey de la gloria, extendió voluntariamente sus brazos, elevó hacia la felicidad primitiva a quienes el enemigo tentó al placer prohibido y los alejó de Dios. Vengan, oh fieles, postrémonos ante el madero, por quien hemos sido dignos de aplastar la cabeza de los enemigos invisibles. Acérquense razas de las naciones, honremos con alabanzas, la Cruz del Señor exclamando: ¡Alégrate oh Cruz! Plenitud de la redención del caído Adán, en ti se glorían todos los fieles, pues por tu poder someterán con fuerza a los adversarios. A Ti, nosotros los cristianos, besamos con devoción y glorificamos a Dios diciendo: Señor, sobre ella te crucificaste, ten piedad de nosotros, oh Compasivo, que amas a la humanidad”.
En este día, en lugar del Trisagio (Santo Dios), cantamos en la Liturgia "Ante tu Cruz…". Cantamos este himno en honor a la Santa Cruz después de cada celebración litúrgica de la semana, hasta el viernes, haciendo las postraciones y besando, piadosamente, la Santa Cruz.
De hecho, la Liturgia de este Domingo nos enseña a comprender el gran significado de la Santa Cruz para nosotros, no solo en el tiempo de la Gran Cuaresma, sino también para toda nuestra vida. Este domingo nos muestra que donde está la cruz, está la fuerza de Dios, está la victoria, la salvación y está la certeza de la resurrección para la vida eterna y feliz.
Para estimular al cristiano a amar y venerar la Santa Cruz, a menudo recordamos las profundas palabras de San Efrén, el Sirio, gran venerador de la Santa Cruz († 373): "La Cruz es la resurrección de los muertos, la esperanza de los cristianos, auxilio de los paralíticos. La Cruz, ánimo de los pobres, derrota de los orgullosos, esperanza de los desesperados. La Cruz, seguridad para los navegantes, puerto seguro en las tormentas. La Cruz, el padre para los huérfanos, consuelo para los que sufren, protección para los jóvenes, gloria de los fuertes, corona para los ancianos. La Cruz, pan para los hambrientos, fuente de agua viva para los que tienen sed... Así pongamos la Cruz en la frente, en los ojos, en la boca y en sus pechos... en ningún momento abandonemos la Cruz. Nada hagamos sin su presencia. Cuando dormimos o nos levantamos, en el trabajo o durante las comidas, en nuestros viajes, por los caminos, en el mar o por los ríos, todos los miembros de nuestro cuerpo deben estar envueltos con la presencia de la vivificante Cruz”.
Vladyka Daniel K.
LECTURAS DE LA DIVINA LITURGIA
Heb 4,14-5:6: Hermanos, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno. Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy; o, como dice en otro pasaje: Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.
Mc 8,34-9,1: Dijo el Señor: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».
Tropario de la Santa Cruz
Fuente: Eparquía Pokrov / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española / Arquidiócesis de México, Venezuela, Centroamérica y El Caribe