01/05 - Jeremías el Profeta


Su nombre significa: «Yah es exaltado».


Jeremías debio nacer entre los años 650 y 645, por tanto, tendría unos 20 años cuando fue llamado al ministerio profético, acontecimiento que tuvo lugar el año 13° del reinado de Josías, rey de Judá (640-609), es decir, el 627/626 (Jr 1,2). El relato de misión (Jr 1,6) confirma que Jeremías era joven cuando oyó la llamada de Dios:


«Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, de los sacerdotes de Anatot, en la tierra de Benjamín, a quien fue dirigida la palabra de Yahveh en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, en el año trece de su reinado,[...] Yo dije: "¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho." Y me dijo Yahveh: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás.» (Jr 1,1-2.6)


El niño Jeremías pertenece a una familia establecida en Anatot, una aldea situada a 6 km al nordeste de Jerusalén. Reside por tanto en el territorio de la tribu de Benjamín, tribu que se consideraba como ligada al Israel del Norte en la época de Jeremías; Anatot dependía, sin embargo, de la administración real de Jerusalén. De todas formas, antes que en Jerusalén, Jeremías tiene sus raíces proféticas en su territorio benjaminita. El Reino del Norte (es decir, Israel) había caído hacia ya casi un siglo, en el 721; ya sólo quedaba Judá, el Reino del Sur. Sin embargo, Jeremías, como posiblemente muchos otros hombres piadosos, aguardaba la reconstrucción de Israel, aguardaba la vuelta al antiguo esplendor. La primera predicación del profeta -que acusa la influencia del estilo de Oseas- se dirige, pues, hacia estas aspiraciones del Norte; está representada en los capítulos 2 a 6 y 30-31, y ocurre en los primeros años de su ministerio, a partir del 627.


En esos mismos años, con centro en el año 620, se realiza la importantísima Reforma de Josías, que conocemos por muchos aspectos, pero fundamentalmente porque su programa de purificación religiosa y política quedó expresado en el libro del Deuteronomio. Jeremías conoce la reforma de Josías, y está imbuido de su espíritu, está en consonancia con su programa de vuelta a la fidelidad de la Alianza. No es posible saber cuándo llegó Jeremías a Jerusalén, pero está claro que estaba allí ya cuando la reforma se ponía en marcha, e incluso tuvo dificultades con las autoridades religiosas por un discurso profético que pronunció ante el templo (capítulo 7), que representaba en ese momento para la conciencia común una garantía que ataba más a Yahvé con su pueblo, que al pueblo con Yahvé.


¿Era Jeremías sacerdote? El comienzo del libro indica claramente una flliación sacerdotal cuando presenta a Jeremías como «hijo de Jilquías, de los sacerdotes de Anatot» (Jr 1, 1) Salomón había asignado la residencia del sacerdote Abiatar en Anatot por haber apoyado el partido de Adonías (1Re 2,26-27 cf 1Re 1,7) Es una hipótesis aceptable suponer que se había conservado la memoria de esta ascendencia, y se observará que Anatot es una ciudad levítica segun Jos 21,18. Aunque por supuesto, que su padre fuera sacerdote, no indica que Jeremías le sucediera en sus funciones sacerdotales. ¿Afectó la reforma religiosa de Josías a estos sacerdotes de provincias? Aunque no puede probarse, quizás cuando Jeremías llegó a Jerusalén fue testigo de la negativa que opusieron los sacerdotes del templo jerosolimitano a dejar sitio a los sirvientes de los santuarios locales.


Jeremías no es un hombre de ciudad sino de campo, ha aprendido a observar a las gentes y las cosas. Su predicación denota ese contacto cotidiano con la vida de una aldea cuyos habitantes viven de la tierra, de ahí su afición a las comparaciones sacadas de la naturaleza y del curso de las estaciones: Jeremías observa el almendro -el «alertador» según el sentido de la palabra hebrea- el primer árbol que se cubre de flores para anunciar la primavera (Jr 1,11); conoce las costumbres de los pájaros, las de la perdiz (17,11), la cigüeña, la tórtola, la golondrina y la grulla (8,7); conoce el valor del agua para las personas, los animales y la tierra (14,3-6), y el cuidado que hay que tener con la cisterna para que no pierda agua (cf 2,13); ha visto plantar viñas con la esperanza de fruto que pone en ellas el labrador (2,21) Estas observaciones y otras que se pueden deducir de la lectura del libro revelan un temperamento meditativo ya que son las cosas mas sencillas las que le hablan de Dios y de su acción. Este hombre sencillo y delicado es al que Dios llama al ministerio profético. Siguiendo esta llamada Jeremías va poco a poco descubriendo que la palabra de Dios que se le ha encargado transmitir es objeto de burla para mucha gente (6,10), y que cada vez se le va haciendo más dura de llevar.


Tal como nos han dejado testimoniado otros profetas -como Elías-, también Jeremías atravesó una fuerte crisis de misión, una verdadera crisis vocacional en la que percibe claramente que a pesar de llevar consigo la Palabra de Yahvé, esa palabra, en esas circunstancias históricas concretas, son de juicio y perdición, son amargas, 15,15ss. Esta época coincide con lo que resulta la segunda etapa de su predicación, en tiempos del rey Joaquín, que retrocede en la tarea de reforma de su antecesor. Los capítulos de Jeremías 7 al 20 dan cuenta de este período. Los textos de esta sección están entretejidos de expresiones muy personales:


«Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban. Pues cada vez que hablo es para clamar: "¡Atropello!", y para gritar: "¡Expolio!". La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: "No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre." Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía.» (20,7-9)


Esta etapa culmina con el primer asedio a Jerusalén, en el 597. El cambio de rey un año antes, no ha cambiado la errada política de Judá. El profeta insta a no resistir a Babilonia, a no confiar en Egipto, pero la política del rey Sedecías es exactamente la opuesta. El profeta recurre, como había ya ocurrido en otros tiempos de la tradición profética, no sólo a la predicación verbal, sino al gesto profético, a la acción simbólica; por ejemplo, cap. 27. Toda la última etapa de su predicación, coincidente con el reinado de Sedecías. va mostrando cada vez más lo ineluctable del castigo que Yahvé traerá sobre Jerusalén, hasta que el profeta sea testigo de la caída de Jerusalén en el 587 y el inicio del cautiverio babilónico. Lo que sabemos de su destino posterior, que proviene del propio libro, es que en principio no marchó hacia Babilonia como desterrado, sino que permaneció en Judá, pero con el asesinato del legado babilónico, Godolías, quedó obligado a exiliarse en Egipto (caps. 40-43), donde ya su rastro se nos pierde.


Jeremías profetizó en total treinta años, desde 613 hasta 583 a.C.


Ya en epoca judía se ha visto en Jeremías el modelo del siervo sufriente del que hablan los oráculos de Isaías. Cuánto más en la predicación cristiana Jeremías ha sido visto él mismo -no sólo sus palabras- como una profecía de Cristo.


En cuanto al libro, es el resultado de un proceso editorial complejo, donde se mezclan dos recensiones distintas -la hebrea y la griega-, y no presenta los oráculos en orden cronológico. Ademas de la transcripción -siempre enriquecida con relecturas- de la predicación oral, que se le atribuye a su secretario Baruc, el libro contiene también oráculos reelaborados con posterioridad a la vida de profeta, así como fragmentos biográficos escritos por Baruc, o gente del entorno de la escuela del profeta. El libro de la profecía de Jeremías se divide en cincuenta y un capítulos, y su libro de las Lamentaciones en cinco; se le coloca el segundo entre los Profetas Mayores.



Fuente: GOARCH / eltestigofiel.org

Traducción del inglés y adaptación propias

Domingo de Tomás (Antipascua)


Todos los días durante la semana posterior a la Pascua, que la Iglesia llama la “Semana de las Luces” o “De la Renovación”, se celebran los oficios pascuales en todo su esplendor. Diariamente se repite la Liturgia pascual y las Puertas Reales del santuario permanecen abiertas. Abunda el regocijo de la Resurrección y el don del Reino de la Vida Eterna. Luego, al final de la semana, en la tarde del sábado, se comienza la celebración del Segundo Domingo de la Pascua de Resurrección en memoria de la aparición de Cristo al Apóstol Tomás “después de ocho días” (Jn 20:26).

Es importante recordar que el número ocho tiene un significado simbólico tanto en la tradición espiritual judía como en la cristiana. Significa más que cumplimiento y plenitud: significa el Reino de Dios y la vida del mundo venidero, ya que siete es el número del tiempo terrenal. El sábado, el séptimo día, es el bendito día de descanso en este mundo, el último día de la semana. El “primer día de la semana”, el día “después del sábado”, que en todos los Evangelios es recalcado como el día de la Resurrección de Cristo (Mc 16:1; Mt 28:1; Lc 24:1; Jn 20:1, 19), es por lo tanto también el “octavo día”, el día más allá de los confines de la tierra, el día que simboliza la vida del mundo venidero, el día del eterno descanso del Reino de Dios.

El Domingo después de la Pascua de Resurrección, llamado el Segundo Domingo, es entonces el octavo día de la celebración pascual, el último día de la Semana de las Luces. Por lo tanto recibe el nombre de “Domingo Nuevo”. Era solamente en este día en la Iglesia primitiva que los cristianos recién bautizados se quitaban sus túnicas bautismales y volvían a entrar nuevamente a la vida de este mundo.

En los oficios de la Iglesia, se da énfasis a la visión del Apóstol Tomás de Cristo, y en el significado del día llega a nosotros mediante las palabras del Evangelio: “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo, Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”(Jn 20:27-29).

No hemos visto a Cristo con nuestros ojos físicos ni tampoco hemos tocado su cuerpo resucitado con nuestras manos, mas en el Espíritu Santo hemos visto, tocado y gustado de la Palabra de la Vida (I Jn 1:1-4), y así es que creemos.

En cada uno de los oficios de oración diarios hasta la Fiesta de la Ascensión, cantamos el Tropario de la Resurrección. En cada uno de los oficios dominicales a partir del domingo de Santo Tomás, cantamos el Canon de la Resurrección  y sus himnos, y repetimos la celebración del “primer día de la semana” en que Cristo resucitó de entre los muertos. En cada Divina Liturgia, la lectura de la epístola es tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, contándonos acerca de los primeros cristianos que vivían en comunión con el Señor Resucitado. Todas las lecturas del Evangelio son tomadas del Evangelio según San Juan, considerado por muchos como un evangelio escrito especialmente para los nuevos bautizados en la vida nueva del Reino de Dios, mediante la muerte y la nueva vida en Cristo, en nombre de la Santísima Trinidad. Se piensa esto porque todos los “signos”, como se refieren a los milagros en el Evangelio de San Juan, tratan de temas sacramentales que involucran agua, vino y pan. Así, cada uno de los domingos después del Domingo de Santo Tomás, con la excepción del Tercero, es dedicado a la memoria de uno de estos “signos”.

LECTURAS DE LA DIVINA LITURGIA

Hch 5,12-20: En aquel tiempo por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados. Entonces el sumo sacerdote y todos los suyos, que integran la secta de los saduceos, en un arrebato de celo, prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: «Marchaos y, cuando lleguéis al templo, explicad al pueblo todas estas palabras de vida».


Jn 20,19-31: Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.



Fuente: Arquidiócesis de Buenos Aires y toda la Argentina (Patriarcado de Antioquía y todo el Oriente) / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

30/04 - Santiago Apóstol (el Mayor), hijo de Zebedeo, Patrón de España


El apóstol Santiago, primer apóstol martir, viajó desde Jerusalén hasta Cádiz (España). Sus predicaciones no fueron bien recibidas, por lo que se trasladó posteriormente a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.



Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.



Sobre la columna, se le apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. En el lugar de la aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.



Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.



Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: "Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua". Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: "Ven tú hacia mí y dame tu mano". El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.



Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: "Tú serás bautizado en tu propia sangre". Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe.

En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato.


Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron.

El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a Galicia (España) algunos discípulos.

En siglos posteriores y hasta el momento actual, numerosos fieles, principalmente de Europa, recorren parcialmente el "Camino de Santiago" que les conduce a la tumba del Santo, con el fin de pedir perdón por sus pecados.

Viernes de la Renovación - La Madre de Dios de la Fuente Vivificante


En las afueras de Constantinopla, hacia el distrito de las Siete Torres, había en la antigüedad una iglesia muy grande y bellísima dedicada a la Santa Madre de Dios; había sido construida hacia mediados del siglo V por el emperador León el Grande (también conocido como “León el Tracio”, conmemorado el 20 de enero).

Antes de convertirse en emperador, León se había encontrado allí con un ciego que, atormentado por la sed, le pidió que le ayudara a encontrar agua. León se compadeció de él y fue a buscar una fuente, pero no encontró ninguna. Cuando ya estaba desanimado, oyó una voz que le decía que había agua cerca, pero él miró de nuevo y no la encontró. Luego oyó la voz otra vez, esta vez llamándolo “Emperador” y diciéndole que encontraría agua fangosa en el tupido bosque cercano y que tenía que coger un poco y ungir con ella los ojos del ciego. Cuando lo hizo, el ciego recibió la vista.

Después de que León se convirtiera en emperador tal y como la Santísima Theotokos había profetizado, levantó una iglesia sobre el manantial, cuyas aguas obraron muchas sanaciones y curaron enfermedades por la gracia de esta; por eso vino a ser llamada la “Fuente Vivificante”. La Iglesia de Cristo celebra hoy la consagración de dicha iglesia.

Tras la caída de la ciudad imperial, la iglesia fue arrasada y se usaron materiales de ella para construir la mezquita del Sultán Bayaceto. Nada quedó de la antigua belleza de esa iglesia excepto una pequeña y pobre capilla casi completamente sepultada entre las ruinas. Esta capilla tenía veinticinco escalones que bajaban hasta el interior y un ventanuco en el tejado por el que recibía un poco de luz. Hacia el lado oeste de la capilla se encontraba la santa fuente, rodeada por una barandilla y llena de peces que allí nadaban. Así permaneció hasta 1821, cuando incluso ese pequeño resto fue destruido a causa del levantamiento de la nación griega contra el Imperio Otomano; la santa fuente fue enterrada junto a ella y desapareció totalmente.

Sin embargo, en tiempos del Sultán Mahmut, cuando sus súbditos empezaron a gozar de libertad religiosa, se solicitó permiso por parte de la comunidad cristiana ortodoxa para reconstruir al menos parte de la capilla. Las obras empezaron el 26 de julio de 1833. Cuando se efectuó la excavación y se encontraron los cimientos de la antigua iglesia, se reconstruyó, con otro permiso del Sultán, no solo la capilla de la santa fuente, sino una nueva iglesia sobre la antigua. El edificio de este nuevo templo, espacioso, bello y majestuoso, se comenzó el 14 de septiembre de 1833 y se completó en 30 de diciembre de 1834. El 2 de febrero de 1835 el Patriarca Ecuménico Constantino II, celebrando la Liturgia junto a doce jerarcas y una sinaxis de clérigos, así como una multitud de fieles cristianos, consagró esta sagrada iglesia y la dedicó a la gloria de la Madre de Dios.

El 6 de septiembre de 1955 esta nueva iglesia fue desecrada y destruida de nuevo por los turcos musulmanes; actualmente está restaurada, pero ya sin su anterior magnificencia.


Fuente: GOARCH
Traducción del inglés y adaptación propias

29/04 - Jasón y Sosípatro los Apóstoles de los 70 y sus Compañeros


Unos 65 kilómetros de largo y unos 32 de ancho, la isla griega de Corfú brilla como una joya de color turquesa bajo las aguas centelleantes del Mar Jónico. Fue en este idílico paisaje, sólo algunas décadas luego de la muerte y resurrección de Jesús, donde uno de sus primeros obispos soportaría inmensas torturas bajo un déspota romano que quería destruir su fe. Sin embargo, al final, las luchas heroicas del Santo Apóstol Jasón formarían parte de un capítulo triunfante en la historia primitiva de la Santa Iglesia.


Jasón se había convertido al Santo Evangelio gracias a San Pablo, de quien era un pariente lejano. Cuando el Gran Apóstol vio cuan dedicado era predicando la Buena Nueva de Jesús a las multitudes, se mostró complacido al saber que Jasón había accedido a ser parte de Los Setenta –este numeroso grupo de Discípulos, reclutados por los Doce Originales a quienes se les encargó llevar el mensaje de salvación en Jesucristo a todo el mundo conocido.


El Santo Apóstol Jasón había nacido y sido educado en la ciudad de Tarso, localizada en la Provincia de Cilicia (hoy en día parte de la moderna Turquía). Habiendo sido bautizado por San Pablo durante uno de sus muchos viajes, Jasón probaría ser un discípulo extremadamente efectivo, quien frecuentemente sanaba a los enfermos y realizaba otros milagros, al mismo tiempo que atraía muchas conversiones para el Santo Evangelio. Por un buen número de años sirvió como obispo en su región de Tarso.


Como un miembro carismático y ampliamente reconocido de Los Setenta, Jasón era bastante conocido en el mundo Cristiano de su época. Pablo lo menciona en un pasaje clave en su Epístola a los Romanos (16, 21), en el que les dice a la comunidad Cristiana en la Ciudad Eterna:


Os saluda (...) Jasón y Sosípatro, mis parientes.


Luego de muchos años de servicio episcopal sirviendo con piedad y diligencia se le pidió a Jasón que llevara su mensaje algunas millas hacia el oeste... a una bellísima isla del Mar Iónico que era un hervidero de paganos adoradores de ídolos quienes estaban envueltos en las formas más egregias de religión falsa. Estos idólatras confundidos veneraban deidades hechas de oro y plata con piedras preciosas.


El se dirigió voluntariamente hacia este reino complicado cuya violencia resultaba solamente comparable con la belleza de su geografía. Al principio, mientras predicaba la palabra de Dios y construía la iglesia principal dedicada a Esteban, el Protomártir, las cosas parecían ir bastante bien. Pero muy pronto un grupo de paganos que odiaban al Cristianismo y que habían odiado la manera en la que Jasón había conseguido muchas conversiones en su isla se dirigieron hacia el Emperador Romano gobernante difamándolo injustamente.


Tal como sucedía habitualmente el Emperador creyó todas la maldades que le dijeron acerca del clérigo e inmediatamente envió una orden al Gobernador Provincial para que lo encarcelase hasta que renunciara a esa fe inaceptable. Para hacer del castigo aún más desagradable Jasón fue encerrado junto a siete notorios bandidos con la esperanza de que lo maltratasen sólo por diversión.


Los siete criminales –Saturno, Jacisol, Fausto, Genaro, Marcelo, Eutracio y Mamés– eran famosos a lo largo del reino de Jonia por su falsedad, rapacería y crueldad. Sin embargo, de manera sorprendente, ellos se convirtieron muy pronto a la Buena Nueva de Jesús gracias a este alegre apóstol, quien sin lugar a dudas les recordó el hecho de que el Salvador había sido crucificado junto a dos ladrones de toda la vida.


Cuando el Emperador escuchó acerca de la conversión de estos siete criminales estalló de rabia y ordenó inmediatamente que sean hervidos en un recipiente gigante lleno de brea hirviente. 


A pesar de su suerte las víctimas se dirigieron hacia su muerte con un espíritu alegre... impresionando tanto a su carcelero... quien se convirtió a la fe en ese mismo instante. (Su castigo fue rápido: le cortaron una mano con la espada, luego los pies, y finalmente fue decapitado.)


El Emperador estuvo junto a él. Determinado a quebrar la voluntad de este rebelde lo asignó bajo la custodia de un príncipe muy cruel llamado Cipriano, quien era un experto en crear nuevas formas brutales de tortura. Pero el Emperador muy pronto se encontró con otra desagradable sorpresa: Su propia hija Kyrkyra, habiendo presenciado algunos de los sufrimientos de Jasón, había declarado ser Cristiana producto de la empatía de sus tribulaciones.


El vencido Emperador estaba perdiendo su paciencia. Enojado, más allá del auto dominio, encarceló a su hija y ordenó que sea desflorada (violada) por un fornicador famoso llamado Myrin. No mucho tiempo después el malhechor colocó un inmenso y feroz oso en la celda de la doncella. Pero aparentemente, antes de ser destrozada hasta morir, la fiel Kyrkyra le había rezado a Jesús pidiéndole por su ayuda. Cuando el oso apareció completamente domesticado el villano se convirtió y unió sus voces a las de la doncella cantando alabanzas a Dios


Para este instante, completamente fuera de sus casillas, el tirano ordenó a sus hombres que incendien la prisión –pero cuando la piadosa Kyrkyra emergió completamente ilesa de entre las llamas rugientes muchísimos más ciudadanos se convirtieron. Finalmente, el trastornado padre, hizo que le disparasen flechas a su hija, con lo que ella se unió alegremente a las filas de los Bienaventurados Mártires.


A lo largo de todos estos sorprendentes milagros (y muchos más que se dieron lugar en los años posteriores), el Santo Apóstol Jasón nunca perdió su fe en Jesucristo, el Hijo de Dios. Cuando murió de anciano, alrededor del año 110 –aún viviendo en la bella isla Griega en medio del Mar Iónico sus habitantes ya se habían convertido - prácticamente en su totalidad- al Santo Evangelio. Jasón falleció con una oración de gratitud en sus labios.


De la vida de este Santo Obispo e ilustre miembro de Los Setenta aprendemos que la verdadera fe algunas veces requiere de nosotros el creer en la realidad de acontecimientos que parecen desafiar a los cotidianos. Jasón confiaba en su corazón más que en la simple lógica. El confiaba en Dios antes que en cualquier cosa y su fe fue recompensada miles de veces durante su exitosa y larga vida.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

28/04 - Los Santos Nueve Mártires de Cízico


Los nueve Santos Mártires en Cícico, antigua ciudad griega fundada como colonia de Mileto alrededor del año 757 a.C. (actualmente se conoce como Bal-Kiz, en Balkiz Serai, en Turquía), se llamaban Teognis, Rufo, Antípatro, Teostico, Artemas, Magno, Teodoto, Taumasio y Filemón.


Aunque procedían de diversos lugares, fueron arrestados todos juntos en Cícico durante el período de la persecusión. Cuando fueron llevados frente al gobernador del lugar, mostraron una gran valentía y defendieron con audacia y valor su fe. Por esta razón, y para hacer que se arrepintiesen, los encarcelaron. Allí, sin pan ni agua, rezaban y alababan al Señor, que los hizo dignos de sufrir por Él, y se animaban y se daban fuerzas entre ellos.


Cuando el gobernador les preguntó por última vez si todavía seguían creyendo en Cristo, todos a una le respondieron que preferían el martirio a negar al Creador y Salvador del mundo. Lleno de ira, el gobernador ordenó enseguida su decapitación, regalándoles así la gloria celestial.


Veneración


En el año 324, después de que las persecuciones contra los cristianos terminaran bajo el gobierno de Constantino el Grande, los cristianos de Cícico sacaron los cuerpos incorruptos de los mártires de sus tumbas y los colocaron en una iglesia construida en su honor. En la iglesia ocurrieron muchos milagros ante las reliquias sagradas de los mártires: fueron sanados enfermos y trastornados mentales volvieron a sus cabales. A través de la intercesión de los santos mártires de Cícico, la fe de Cristo creció dentro de la ciudad y muchos paganos se convirtieron al cristianismo.


Durante el reinado de Juliano el Apóstata, de 361 a 363, los paganos de Cícico se quejaron de que los cristianos estaban destruyendo templos paganos. Respondiendo a las quejas, Juliano ordenó la reconstrucción de los templos paganos y el encarcelamiento del obispo Eleusio. Cuando el gobierno de Juliano terminó rápidamente tras su muerte, el obispo Eleusio pronto fue liberado y, dirigido por el recuerdo de los nueve santos mártires, la luz de la fe cristiana brilló de nuevo.


En Rusia, en 1678, no lejos de la ciudad de Kazán, el metropolitano Adrián, recordando el sufrimiento de los nueve mártires de Cícico y creyendo que la abundancia de gracia de estos santos disiparía los sufrimientos de la gente de Kazán de la enfermedad que asediaba la ciudad, propuso construir una iglesia en honor a los Nueve Mártires de Cícico. En 1691, el Metropolitano Adrián aprobó el establecimiento de un monasterio alrededor de la iglesia. El Monasterio de los Mártires de Cícico fue construido por el hierodiácono Esteban, que había traído consigo parte de las reliquias de los santos de Palestina.


San Demetrio de Rostov, que compuso el oficio a los Nueve Mártires, escribe: "A través de la intercesión de estos santos, se dio abundante gracia para disipar las fiebres y las enfermedades temblorosas". San Demetrio también describió los sufrimientos de los santos mártires y escribió un sermón para su fiesta.



Fuente: GOARCH / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Traducción del inglés y adaptación propias

27/04 - El Santo Hieromártir Simón el Adelfoteo (Hermano de Dios)


En el Nuevo Testamento se nombra, con completa naturalidad, cierto conjunto de «hermanos y parientes» del Señor. Ya vemos cómo, en Mateo 13, la gente de su pueblo los conoce, o cómo en Marcos 3 Jesús opone el parentesco aparente de la carne, al auténtico de la fe; los vemos en Hechos 1 reunidos con los Apóstoles en oración y comunión, y presumiblemente, recibiendo también el Espíritu, e incluso conocemos un hermano muy prominente en la primera Iglesia -tanto que la tradición posterior no se resistió a confundirlo con un apóstol-: Santiago, el hermano del Señor, jefe de la Iglesia de Jerusalén. La mención de estos parientes era tan natural a quienes habían convivido con Jesús, que muy poco se ocuparon de dejar en claro qué posición ocupaban en la genealogía de Jesús, y sólo de unos pocos, apenas cuatro, nos dejaron su nombre: Santiago, José, Simeón y Judas (Mt 13,55). ¿Se trata de hermanos carnales? Podrían serlo, a través de un primer matrimonio de José; ¿se trata de primos hermanos? es verdad que la palabra griega que se usa (adelphós) quiere decir claramente "hermanos", pero podría estar traduciendo el concepto arameo de «'ajá», que significa «hermano», pero de tal manera que puede abarcar con naturalidad también a los primos.


Sea como sea la explicación, uno de los parientes del Señor que conocemos es este Simeón, «segundo obispo de Jerusalén (tras Santiago) y hermano del Señor», el santo que hoy conmemoramos. Este detalle no viene en Hechos de los Apóstoles, pero nos llega por medio de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, quien en III,11 dice: «Tras el martirio de Santiago y la inmediata toma de Jerusalén, cuenta la tradición que, viniendo de diversos sitios, se reunieron en un mismo lugar los apóstoles y los discípulos del Señor que todavía se hallaban con vida, y juntos con ellos también los que eran de la familia del Señor según la carne (pues muchos aún estaban vivos). Todos ellos deliberaron acerca de quién había de ser juzgado digno de la sucesión de Santiago, y por unanimidad todos pensaron que Simeón, el hijo de Cleofás (también llamado Algeo, a quien también menciona el texto del Evangelio), merecía el trono de aquella región, por ser, según se dice, primo del Salvador, pues Hegesipo cuenta que Cleofás era hermano de José.»


Nacido en Palestina algunos años antes del nacimiento de Cristo, Simeón era un piadoso e inteligente joven que se sintió atraído hacia Jesús luego de haber presenciado algunos de Sus extraordinarios milagros. Sorprendido por la experiencia de observar al Salvador devolverles la visión a los ciegos y curar de fiebres mortales a niños pequeños, muy pronto este creyente empezó a acompañar a los Doce Apóstoles Originales en sus expediciones misioneras alrededor de Tierra Santa.


Por muchos años el bondadoso y gentil San Simeón había deambulado por la región de Judea en Palestina, predicando el Santo Evangelio y realizando muchos milagros. Sanó a enfermos y en más de una ocasión expulsó demonios. Pero también se distinguió por su oposición a la idolatría dondequiera que se encontraba. Una y otra vez arriesgó su vida entre los enojados paganos que se enfurecían cuando él les decía de manera directa que sus ídolos eran pura ilusión y que sólo había un Unico y Verdadero Dios en el universo: el Padre de Jesucristo, el Redentor Santo.


San Simeón viajó una y otra vez a lo largo de Palestina visitando las ciudades y pueblos desde Cesarea -en la costa de la gran capital de Jerusalén- predicando sin cansarse en su defensa del Santo Evangelio. San Simeón fue un prelado sabio y juicioso, y, mientras servía como Obispo de Jerusalén guiaría a su rebaño de manera eficaz durante muchos años.


Según Hegesipo, asioso por eliminar hasta al último de los descendientes de la familia del Rey David, Trajano intentaba asesinar a cualquiera que estuviera emparentado sanguíneamente con la dinastía judía. Para ese entonces el anciano Obispo tenía un poco más de 100 años y había estado sirviendo como sabio gobernador de la Ciudad Santa por mucho tiempo. Pero su elevado rango como noble judío como obispo cristiano no significó nada para los romanos, quienes trataron a Simeón y a sus seguidores como simples provincianos. Bajo el Gobernador Ático, quien recibía sus órdenes directamente de Roma, Simeón fue arrestado rápidamente y acusado y sometido a una tortura brutal. Cuando se negó a aceptar su culpabilidad sobre los cargos falsos y se rehusó a negar a Jesucristo, fue sometido sin demora a terribles torturas. Su martirio tuvo lugar en el año 107 de Nuestro Señor, con 120 años, según los historiadores de la Iglesia, y en los últimos momentos de su vida invocó al Dios Todopoderoso para que perdonase a quienes lo torturaban y estaban a punto de asesinarlo. Luego de soportar una larga agonía, el Santo Obispo obtuvo el martirio. Pero no se quejó durante sus últimas horas, y más bien parecía alegrarse de que se le hubiese permitido terminar su vida de esa manera. En los anales de los Setenta –la segunda oleada de Discípulos de Cristo, que pasarían muchos años predicando en Tierra Santa y más allá y pagando a menudo con sus propias vidas-, San Simeón ocupa un lugar especial: como trabajador por muchos años en la Viña del Señor Jesús.


De todo esto concluye Eusebio: «Calculando un poco se puede decir que Simón vio y oyó en persona al Señor, tomando como prueba su larga edad y la referencia, en los Evangelios, a María de Cleofás, el cual, como ya mostramos, era su padre.» (III,32).



Fuente: GOARCH / eltestigofiel.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Traducción del inglés y adaptación propias

26/04 - Basilio (Basileo) el Santo Mártir, Obispo de Amasea


En la versión jeronimiana de la Crónica de Eusebio, bajo la 275ª Olimpiada (es decir, entre el 321 y el 324), se inscribe que Basilio (o Basileo), obispo de Amasea en el Ponto, sufrió martirio bajo el reinado de Licinio. De hecho, entre las firmas de los que asistieron a los concilios de Ancira y de Neocesarea en 314 se encuentra un Basileo de Amasea, y el propio Eusebio, en su Historia Eclesiástica (X,8), relata que en tiempo de Licinio los cristianos eran tratados con gran crueldad, especialmente en Amasea y otras ciudades del Ponto, y que en particular el gobernador infligió a varios obispos las penas ordinarias de los malhechores. San Atanasio menciona al gran Basilio del Ponto entre los obispos que en los primeros años de la cuarta centuria mantuvieron con firmeza la consustancialidad del Hijo con el Padre; esa referencia es evidente que apunta al obispo mártir de Amasea. El obispo Basilio animaba y consolaba a los cristianos que sufrían la persecución de los paganos.


Licinio ardía de pasión por una sirvienta de su esposa Constancia, cuyo nombre era Glafira. Ella informó de esto a la emperatriz y buscó su ayuda en el asunto. Habiéndola vestido con ropa de hombre y provista de dinero, la emperatriz Constancia la envió lejos de Nicomedia en compañía de un sirviente devoto hacia el Oriente. Le dijeron al emperador que la sirvienta se había vuelto loca y estaba al borde de la muerte. Glafira, en el camino a Armenia, permaneció en la ciudad de Amasea, donde el obispo local, San Basilio, la acogió.


En este momento el Santo estaba construyendo una iglesia en la ciudad. Glafira, para su construcción, entregó todo el dinero que había recibido de Constancia, y en una carta a la emperatriz le rogó que enviara fondos adicionales para completar la iglesia. La emperatriz cumplió con su pedido. Pero la carta de Glafira cayó en manos del emperador. El enfurecido Licinio exigió al gobernador de Amasea que le enviara al obispo Basilio y a la criada. Sin embargo, Glafira murió antes de que el edicto llegara a Amasea, por lo que enviaron a Basilio solo al emperador. Dos diáconos, Partenio y Teotimo, lo siguieron y se alojaron cerca de la prisión donde encerraron al Santo.


El piadoso cristiano Elpidoforo sobornaba al carcelero y todas las noches, junto con Partenio y Teotimo, visitaba al santo. La víspera del día de la prueba del santo, este cantaba salmos y decía: "Si estoy en lo más profundo del mar, allí me guiará tu mano y me sujetará tu diestra" (Sal. 138,9-10), y por tres veces rompió a llorar. Los diáconos temían que el santo estuviera angustiado por los tormentos venideros, pero él los calmó.

 

En el juicio, San Basilio rechazó resueltamente la sugerencia del emperador de convertirse en sumo sacerdote pagano y, por lo tanto, fue condenado a muerte. Elpidoforo sobornó a los soldados con dinero y permitieron que el Santo orara y hablara con sus amigos antes de la ejecución. Después de esto, el Santo le dijo al verdugo: "Amigo, haz lo que se te ordena", y tranquilamente se inclinó bajo el golpe de la espada.


Cuando el mártir fue decapitado, Elpidoforo intentó rescatar sus restos de los soldados. Pero los soldados le tenían miedo al emperador y se llevaron el cuerpo y la cabeza en una barca al mar, arrojando la cabeza al mar desde un lado de la barca mientras el cuerpo era arrojado por el otro lado. Después de esto, tres veces en un sueño, un ángel de Dios se apareció ante Elpidoforo con las palabras: "El obispo Basilio está en Sinope y te espera". Atendiendo a este llamado, Elpidoforo y los diáconos navegaron hacia Sinope, y allí contrataron pescadores para que bajaran sus redes. Cuando bajaron la red a sugerencia de los diáconos Teotimo y Partenio, no encontraron nada. Entonces Elpidoforo declaró que les pediría que bajaran la red en el nombre del Dios que adoraba. Esta vez la red sacó el cuerpo entero de San Basilio, porque he aquí, la cabeza se había vuelto a conectar con el cuerpo de una manera milagrosa, con solo el corte en el cuello que indicaba el golpe de la espada.


La reliquia de San Basilio fue honrada al ser ungida con mirra y hierbas aromáticas y el canto de himnos, y luego entregada a Amasea y enterrada en la iglesia construida por él mismo. El emperador Constantino levantó un ejército contra Licinio, lo derrotó, lo capturó y lo desterró al exilio a la Galia, donde acabó con su vida.


El martirio de San Basilio tuvo lugar el 26 de abril, y su reliquia fue encontrada el 30 de abril, por lo que es conmemorado en ambos días por estos hechos. Hoy su honorable cráneo está en el monasterio de Doquiario en el monte Ato, y una de sus manos está en el monasterio de los Iberos en el monte Ato.



Fuente: eltestigofiel.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

23/04 (o Lunes Brillante) - San Jorge el Megalomártir y Victorioso


Antes de hablar de este importante y venerado Santo, vale la pena que mencionemos las fuentes en las que se basan estas letras. Éstas son:


– La Passio Sancti Georgii, que está clasificada entre las obras apócrifas del Decretum Gelasianum, del 496. La redacción más antigua de este documento se conserva en la Biblioteca Nacional de Viena, está datada en el siglo V y fue publicada en el año 1858.


– Lo escrito por Teodosio Perigeta en Lydda (Palestina) donde se veneraba su sepulcro, hecho confirmado también por Antonino de Piacenza y por Adanmano. En efecto, hoy en día son visibles los restos arqueológicos de una basílica cementerio del Santo, donde se ha encontrado un epígrafe en griego, datado en el 368 y que menciona “la casa de los santos y triunfantes Jorge y compañeros mártires”.


– Unos documentos posteriores al siglo V que dan referencias sobre su culto y en los que empiezan a hablarse de la tradición del dragón.


– Un Códice vaticano del 916, traducido al latín por Lippomano y del cual depende el Menologio de Metafraste del 964 y otras traducciones de la passio al copto, armenio, árabe, etc.


En estos textos se dice que Jorge estaba predestinado a grandes cosas, que nació alrededor del año 280 y que su nacimiento produjo gran alegría a su padre Geroncio, que era persa, y a su madre Policronia, natural de Capadocia, que lo educaron religiosamente hasta que entró en el servicio militar, o sea, que San Jorge era soldado. Algunos autores dice que sufrió martirio en tiempos de Daciano, mientras que otros dicen que fue bajo Diocleciano, el cual “convocó a setenta y dos reyes para decidir qué medidas tomar contra los cristianos”. Jorge, que era oficial de las milicias del emperador en Capadocia, se confesaba abiertamente cristiano y repartía sus bienes entre los pobres, o sea, lo de siempre. Que fue invitado por el emperador para que ofreciera sacrificios a los dioses, que se negó y que entonces empezaron los suplicios: apaleado, colgado, desgarran su cuerpo y encerrado en la cárcel donde tuvo la siempre mencionada visión. En esta passio se dice que en la visión, Cristo le predice siete años de tormentos, que moriría tres veces y que tres veces resucitaría. Que el Santo convierte al mago Atanasio, por lo que fue cortado por la mitad con una rueda de clavos y espadas. Jorge resucita y convierte al magister militum Anatalius y a sus soldados, por lo que todos ellos fueron degollados. Que a petición del rey Tranquilino resucita a diecisiete personas muertas cuatrocientos sesenta años antes, los bautiza y los hace desaparecer. Entra en un templo pagano y soplando hace caer a los ídolos. La emperatriz Alejandra, que ve todos estos prodigios, se convierte y también es martirizada junto con sus criados Apolo, Isacio y Crótales. El emperador lo condena de nuevo a muerte y es decapitado, y esto sucedió en Nicomedia en el año 303.


Posteriormente, en tiempos de las Cruzadas, surge la tradición de la doncella liberada del dragón por San Jorge, y un manuscrito del siglo XIII y la Leyenda Aurea del Beato Santiago de Vorágine, se hacen eco y le atribuyen esta hazaña prodigiosa y caballeresca. Según esta tradición, cuando Jorge iba a incorporarse a su legión llegó a Selene, en Libia. En un pantano cercano había un dragón que nadie se atrevía a matar. Cada día le llevaban dos ovejas para que se las comiera, pero cuando se acabaron los animales, el rey del lugar ordenó que le llevaran una oveja y una doncella escogida por suerte. La suerte quiso que un día le tocara a la propia hija del rey, que con todo dolor, tuvo que cumplir lo acordado. Cuando la doncella iba hacia la cueva del dragón, apareció un caballero armado con espada y lanza, hizo la señal de la cruz y arremetió contra el dragón atravesándolo con su lanza. Con un lazo que llevaba la joven a la cintura, ató al dragón y lo llevó a la ciudad. Allí explicó que había vencido al dragón en el nombre del Dios verdadero. Todos se convirtieron, bautizaron y Jorge dio al dragón el golpe de gracia.


Pero dejemos esto y hablemos nuevamente del año del martirio. Según el Chronicon alexandrinum seu paschalefue en el año 284. Otros dicen que entre el 249 y el 251 y otros, interpretando como Diocleciano el nombre de Daciano, lo ponen en el 303 como dije antes. Los hagiógrafos más serios dicen que lo más probable es que fuera martirizado en tiempos de Diocleciano. Pero en la redacción más antigua de la passio, Diocleciano es convertido en Daciano, lo que parece explicarse por la triste memoria de un cruel gobernador en Hispania llamado Daciano en tiempos de Diocleciano. Curiosamente a este cruel perseguidor de los cristianos en la Hispania romana se le llamaba el «dragón de los abismos».


El nombre de San Jorge se difundió profusamente en todo el Oriente durante los siglos IV y V; tanto es así, que, por ejemplo, fueron varios los soberanos de Georgia llamados con este nombre. Su profesión de militar pudiera derivarse de una identificación con el tribuno que arrancó el edicto de Galerio contra los cristianos en Nicomedia, según lo cuenta San Eusebio en su Historia eclesiástica, pero la localización de su culto en Lydda, donde fue sepultado, hace improbable esta identificación. En cuanto a su culto tengo que decir que muy probablemente ningún otro santo haya recibido tanta veneración popular como San Jorge. Son innumerables las iglesias dedicadas a él tanto en Oriente como en Occidente.


En Jerusalén ya existía una en el siglo VI así como un monasterio a él dedicado, en Jericó también se le dedicó un monasterio en el siglo VI. En Zorava (Tracónides) una inscripción datada en el 515 narra la aparición de San Jorge a Juan, hijo de Diómedes; en Beirut recibe gran veneración especialmente después de la victoria de los Cruzados (Analecta Bollandista, 77, editado en 1959), en Iraq, los cristianos caldeos le dedicaron numerosas iglesias, los coptos le veneran muchísimo en Etiopía y en Egipto, los georgianos dicen que era oriundo de Georgia y según Venancio Fortunato en Maguncia (Alemania) tenía ya dedicada una basílica en el siglo VI. En los países bizantinos se le venera junto con San Demetrio mártir de Tesalónica, etc. y esto sólo por poner algunos ejemplos.


En Italia pasó lo mismo: ya en el año 527 Belisario puso la puerta de San Sebastián bajo la protección de San Jorge y a los dos Santos les dedicó una iglesia en el Velabro, donde fue depositado por el Papa San Zacarias (y aun se conserva) el cráneo del Santo. En Ravenna, a finales del siglo VI existía una iglesia a él dedicada en el campo Coriandro, junto al sepulcro de Teodorico y esto está atestiguado en la biografía del obispo Aguello fallecido en el año 570. En Ferrara lo declararon patrono de la ciudad en el año 1110. En Cornate (Milano), el rey Cuniberto en el año 688 le dedicó una iglesia y en Nápoles, a principios del siglo V, el obispo Severo fundó la basílica de San Jorge el Mayor. A principios del siglo VI, Clodoveo rey de los francos le dedicó un monasterio en el cual difundió su culto San Germán de París, que murió en el 576. En Inglaterra, en la época anglosajona, la fama del Santo estaba muy extendida pero su culto aún se desarrolló mucho más después de la conquista normanda en el siglo XI. Es el Santo patrono de Inglaterra.


Las invasiones musulmanas interrumpieron las peregrinaciones hacia Oriente, por lo cual el culto de San Jorge decayó, pero los cruzados hicieron renacer el culto aun con más intensidad. Conquistada Jaifa y la cercana Lydda, los cruzados reconstruyeron la basílica en la que estaba su sepulcro, la cual había sido incendiada por el califa Hakin ochenta años atrás. Fue precisamente en esta época cuando se difundió por Occidente la tradición del dragón. Ricardo I de Inglaterra durante la tercera cruzada dice que vio al Santo con armadura resplandeciente guiando a las tropas cristianas, y por eso Enrique III hizo obligatoria la fiesta de San Jorge en todo su reino. Es del tiempo de Eduardo III el famoso grito de batalla “Saint George for England”, fundando además la Orden de San Jorge en el año 1348 y en tiempos de Enrique V, el arzobispo de Canterbury ordenó celebrar la fiesta de San Jorge el mismísimo día de Navidad.


O sea, solo he querido poner algunos ejemplos de cómo el culto al santo fue intensísimo tanto en Oriente como en Occidente. Incluso muchas ciudades lo tienen como patrono: Génova, Venecia, Barcelona… así como muchas Ordenes religiosas y caballerescas, como los benedictinos, la Orden Teutónica, la Orden Militar de Calatrava, la Sagrada Orden Militar Constantiniana y de San Jorge, etc. San Jorge, junto a los Santos Sebastián y Mauricio es el patrono de los soldados, arqueros, alabarderos, etc. y se le invoca contra las mordeduras de las serpientes venenosas (dragón), contra la peste, la lepra… ¡y la sífilis!


En cuanto a sus celebraciones litúrgicas tengo que decir varias cosas. Los calendarios orientales lo conmemoran el día 23 de abril y lo mismo hace la Iglesia Romana, pues se cree que esa fue la fecha de su martirio. Solo en la Italia septentrional se le conmemora un día más tarde. En el Martirologio Jeronimiano se le conmemora además los días 15 y 25 de abril y el 7 de mayo.  El Sacramentario Leoniano del siglo V contiene los textos de una misa propia y la oración actual de la Misa de su festividad ya estaba en uso en los sacramentarios y misales latinos del siglo IX. El sínodo provincial de Colonia, en el año 1308, hacía de precepto el día de su fiesta y en la obra De officiis palatii de Jorge Codino se indica que en el día de San Jorge, el emperador participaba solemnemente en las celebraciones religiosas en Constantinopla.


Como he dicho antes fue sepultado en Lydda (Palestina), pero desde el siglo VI sus reliquias fueron repartidas. Hoy, en un monasterio en Israel se veneran parte de ellas. San Gregorio de Tours, en el siglo VI, habla ya de traslados a Limoges y a Le Mans. En Roma, el cráneo del Santo está en la basílica de San Jorge al Velabro desde finales del siglo VIII En el 852, Pietro Della Marca relata traslados de reliquias a España, en el 1110 el conde Roberto de Fiandre llevó un brazo a Ferrara, otro brazo fue llevado a Venecia en el año 1462 por parte del abad Teófilo Beacqui y lo puso en la Abadía de San Jorge, donde personalmente lo he visto, etc.


Decir además que numerosas fiestas están relacionadas con la conmemoración de San Jorge y se ha cantado en multitud de ocasiones su coraje al profesar la fe en Cristo, la tutela de la doncella indefensa frente al dragón así como la muerte del mismo. En la tradición islámica, a San Jorge se le da el título de profeta y el relato de su passiolo cuenta el árabe Wahb ibn Munabbih en el año 728. Este autor árabe reproduce literalmente la versión siríaca de la relación más antigua de la tradición, pero sin embargo ignora el aspecto guerrero de la figura del Santo. El pueblo llano árabe islámico conserva gran veneración por San Jorge; por ejemplo, en una mezquita de Aleppo (Siria) se dice que está su tumba y lo mismo se dice en otra en Izar (Siria).


Sobre él escribieron  San Gregorio de Tours (siglo VI), Venancio Fortunato (VII), Andrés de Creta (VIII), el obispo Zacarias (XI), San Pedro Damiano (XI), el Beato Santiago de Varazze (XIII) y muchísimos otros.


Curiosidades: En Inglaterra numerosas posadas llevan su nombre, como lo recuerda Shakespeare en Re Giovanni, acto II; en Alemania le dedican el poder curativo de las fuentes medicinales, en los países eslavos celebran ciertas costumbres en su honor al inicio de la primavera, etc.


Iconográficamente, todos los artistas lo han esculpido o pintado, bien en la escena del martirio o en la tradición del dragón. No los mencionaré, pero si haré mención de unos famosos frescos del Monte Athos, en Grecia, en particular el Protaton del monasterio Catholicon y en el monasterio Xenophon. Muchísimo más se podría decir de sus tradiciones, de su culto, de sus reliquias, de su folklore, de su fiesta, pero poquísimo de su vida, porque en realidad es muy poco lo que se sabe de él desde el punto de vista histórico. Es un Santo histórico, real, pero rodeado de muchísimas tradiciones.


Para hacer este artículo, he consultado: Sanctorum priscorum patrum Vitae, de Lippomano, Venecia, 1559;  Il megalomartire Giorgio, de S. Borelli,  Nápoles, 1902; Les légendes greques des saints militaires, de H. Delehaye, Paris, 1909; Epigrammi di Teodoro Prodromo in onore dei santi megalomartiri Teodoro, Giorgio e Demetrio, de C. Giannelli, Florencia, 1960 y Leggende agiografiche cristiane dell’Islam, de G. Levi Della Vida, Roma, 1964 y en los trabajos de Mons. Dante Balboni, asistente de la Biblioteca Apostólica Vaticana.


Antonio Barrero


NOTA: Si el día de San Jorge cae en la Santa Pascua o justo antes, su fiesta se traslada al Lunes Luminoso.



Fuente: preguntasantoral

Adaptación propia