23/05 (y Domingo de las Miróforas) - María la Mirófora y Esposa de Cleofás


En los grandiosos acontecimientos de la Redención, durante el dramático epílogo sobre el Calvario, un coro silencioso y triste de piadosas mujeres espera un poco lejos que todo se haya terminado: «Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María de Magdala», dice el evangelista san Juan. Era el grupo de las que «lo seguían desde cuando estaba en Galilea para servirlo, y muchas otras que habían venido de Jerusalén junto con él».


Santa María la esposa de Cleofás, la Mirófora, era -según una tradición- hija de un primer matrimonio del Justo José, el Esposo de la Santísima Madre de Dios, y era aún muy joven cuando tuvo lugar el desposorio de ambos, por lo que habitaría en su hogar, convirtiéndose en una especie de hermana de la Santa Madre de Dios [de ahí la terminología de Juan 19,25).


El Justo José, al regresar con el Salvador y la Madre de Dios de Egipto a Nazaret, entregó a su hija en matrimonio a su hermano pequeño Cleofás. Fruto de esta unión fue el Hieromártir Simeón, Discípulo de los Setenta, pariente del Señor y segundo Obispo de la Iglesia de Jerusalén (conmemorado el 27 de abril).


Cleofás es uno de los discípulos que el día de la resurrección de Jesús, mientras iban hacia Emaús, fueron alcanzados por Jesús a quien reconocieron en la “fracción del pan”. Mientras el esposo se alejaba de Jerusalén, con el corazón lleno de melancolía y desilusión, la esposa María, siguiendo el impulso de su corazón, iba de prisa a la tumba del Redentor para rendirle el extremo homenaje de la unción ritual con varios ungüentos. En efecto, el viernes por la tarde se había quedado atrás con María Magdalena para ver “en dónde lo dejaban”. Dice el evangelista Marcos: “María la Magdalena y María, la madre de Santiago el menor y de José miraban dónde lo ponían”.


Pasado el sábado, muy de mañana, mientras el marido regresaba a casa, María de Cleofás y las otras compañeras “compraron perfumes y fueron a hacerle las unciones”; pero el ángel les anunció: “No está aquí, ha resucitado”. A las piadosas mujeres, que fueron al sepulcro con sus ungüentos y con su dolor, les correspondió el privilegio de conocer las primeras la noticia de la resurrección: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”. “Si Cristo no resucitó -dirá San Pablo- nuestra fe no vale nada y nosotros seríamos unos mentirosos… Pero Cristo resucitó y es la primicia de los otros que ahora duermen y resucitarán”. Esta alegre noticia se la llevaron a los “Doce y a todos los otros” unas pocas mujeres, entre ellas María de Cleofás.


La memoria de Santa María de Cleofás se celebra el 23 de mayo y el tercer domingo de Pascua (de las Miróforas).



Fuente: catholic.net / S. Janos

Adaptación propia