01/07 - Cosme y Damián los Santos Anárgiros


Los Santos Mártires Taumaturgos y Anárgiros Cosme y Damián, diferentes a los celebrados el 1 de noviembre, eran hermanos, nacidos en Roma y médicos de profesión. Aceptaron la muerte como mártires en Roma bajo el emperador Carino (283-284). Fueron criados por sus padres en las reglas de la piedad, llevaron una vida estricta y casta, y Dios les concedió el don de la gracia de sanar a los enfermos. Por su actitud buena y desinteresada hacia la gente, combinada con su bondad excepcional, los hermanos convirtieron a muchos a Cristo. Los santos solían decir a los enfermos: "No es por nuestro poder que tratamos a los enfermos, sino por el poder de Cristo, el Dios Verdadero. Creed en Él y seréis sanados". Por su desinteresado cuidado de los enfermos, los santos hermanos fueron llamados "médicos no mercenarios" (anárgiros).


Su activo servicio al prójimo y su influencia espiritual en el entorno, que atrajo a muchos a la Iglesia, llamó la atención de las autoridades romanas. Fueron enviados soldados en busca de los hermanos. Al enterarse de esto, los cristianos imploraron a los santos Cosme y Damián que se escondieran por un tiempo hasta que pudieran prestarles ayuda. Pero los soldados, al no encontrar a los hermanos, arrestaron en cambio a otros cristianos del lugar donde vivían los santos. Los santos Cosme y Damián salieron de su escondite y se entregaron a los soldados, pidiéndoles que liberaran a los arrestados por su causa.


En Roma, los santos fueron al principio encerrados en prisión y luego fueron llevados a juicio. Los santos confesaron abiertamente ante el emperador romano y el juez su fe en Cristo Dios, que había venido al mundo para salvar a la humanidad y redimir al mundo del pecado, y se negaron resueltamente a ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Dijeron: "No hemos causado mal a nadie, no nos hemos mezclado en magia o hechicería, tal y como nos acusas. Nosotros curamos a los enfermos con el poder de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y no recibimos ninguna clase de recompensa por prestar ayuda a los enfermos, porque nuestro Señor ordenó a sus discípulos: "Gratis recibisteis, dadlo gratis" (Mt 10, 8).


Sin embargo, el emperador continuó con sus exigencias. A través de la oración de los santos hermanos, por poder de la gracia, Dios repentinamente dejó ciego a Carino para que él también, por experiencia propia, pudiera conocer la omnipotencia del Señor que no perdona la blasfemia contra el Espíritu Santo. La gente, al contemplar el milagro, gritó: "¡Grande es el Dios cristiano, y ningún otro es Dios, excepto Él!" Muchos de los que creyeron rogaron a los santos hermanos que curaran al emperador, y él mismo imploró a los santos, prometiendo convertirse al verdadero Dios Cristo el Salvador. Los santos lo sanaron. Después de esto, los santos Cosme y Damián fueron puestos en libertad con honra y nuevamente se dedicaron a curar a los enfermos.


Pero lo que el odio de los paganos y la ferocidad de las autoridades romanas no consiguiero  hacer lo hizo la envidia, una de las pasiones más fuertes de la naturaleza pecaminosa del hombre. Un médico mayor, instructor con el que los santos hermanos habían estudiado el oficio médico, se volvió celoso de su fama. Llevado a la locura por esta malicia, y vencido por la pasión, convocó a los santos hermanos, antes sus más queridos estudiantes, para que se reunieran para recoger diversas hierbas medicinales, y partiendo hacia las montañas, los asesinó, arrojando sus cuerpos a un río.


Así, como mártires, terminaron su peregrinar terrenal estos santos hermanos, los sanadores no mercenarios Cosme y Damián. Habían dedicado toda su vida al servicio cristiano al prójimo, habiendo escapado de la espada y la prisión romanas, pero siendo asesinados a traición por su antiguo maestro.


El Señor glorificó a aquellos que le agradaron, y ahora a través de las oraciones de los santos Anárgiros Cosme y Damián se recibe curación de Dios para todos los que con fe recurren a su santa intercesión.



Fuente: Orthodox Calendar

Traducido al inglés por P. S. Janos, y al castellano por Google Translate

Adaptación propia

30/06 - Sinaxis de los Doce Santos Apóstoles


La Iglesia honra a cada uno de los Doce Apóstoles en fechas separadas durante el año, y ha establecido una conmemoración general para todos ellos el día después de la conmemoración de los Gloriosos y Primeros entre los Apóstoles, Pedro y Pablo.

 

En este día de cada año, la Santa Iglesia conmemora la vida de los Apóstoles, cuyo fiel servicio y valiente sufrimiento por la causa del Evangelio ha inspirado a los Cristianos durante más de 2.000 años.


Como primeros seguidores y promotores del Evangelio, sus vidas estuvieron dedicadas a la propagación del mensaje de Cristo de salvación eterna a través de la fe, y sus extraordinarios viajes a lo largo del mundo del Medio Oriente muy pronto comenzarían a construir los fundamentos para el establecimiento de la Iglesia alrededor del mundo.


Andrés sería el primero. Como uno de los jóvenes discípulos del “Precursor” -el profeta que sería conocido en la historia como San Juan el Bautista–, Andrés ya sabía acerca del extraordinario Salvador que vendría para salvar a la humanidad del pecado y la muerte. 


En una ocasión inolvidable, de hecho, el Predecesor había señalado al Salvador mientras le decía lleno de alegría al joven pescador:


“He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1, 29)


Andrés, quien posteriormente vendría a ser el gran edificador de iglesias, ya se sentía en ese entonces intrigado por las enseñanzas de este humilde hijo del carpintero de Nazaret. Posiblemente esa es la razón por la cual sería el primero en aceptar a Jesús como su Salvador en esa tarde marcada por el destino a orillas del Mar de Galilea. Como resultado de ello, sería conocido para siempre como “Andrés, el Primero en Ser Llamado.”


Pero su bondadoso y atento hermano Simón no se quedaría atrás. 


¿Quién podría olvidar la historia del primer encuentro entre este pescador honesto y el Hijo de Dios o el gran dramatismo del momento en el que Jesús anunció que Simón, quien posteriormente fundaría la Iglesia en Roma, recibiría un nuevo nombre, que significaba “piedra” en Griego?


«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra". (Juan 1, 42) 


Para Pedro y para la mayoría de los otros Apóstoles, el precio a pagar por llegar a ser uno de los discípulos originales del Santo Redentor sería bastante alto. Pedro pagaría ese precio en el Año 68 de Nuestro Señor en la gran metrópolis de Roma, en donde moriría de la misma manera, en una cruz erigida rápidamente, que tres décadas antes se había llevado la vida del Señor. 


Y así comenzó, en esa tarde brillante junto al Mar de Galilea, en el momento en que Andrés y Simón escucharon la llamada. Durante algunos de los meses siguientes las filas de los Santos Apóstoles crecerían lentamente al tiempo en que cada uno de los discípulos respondía a la llamada del único y verdadero Dios Viviente. Aunque cada uno de los Apóstoles tiene su día especial en que es conmemorado en el Calendario de la Iglesia, hoy es el día en que recordamos a todos como grupo con el fin de reconocer su igual dignidad. Los 12 Apóstoles, de acuerdo con los Evangelios Sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas, son:


Simón (29 de Junio y 16 de Enero): también llamado Pedro, pescador del pueblo de Betsaida en Galilea;


Andrés (30 de Noviembre): conocido como el “Primero en ser llamado de los Apóstoles”, el hermano de Simón y uno de los discípulos de Juan el Bautista, también pescador de Galilea;


Santiago (conocido como “El Mayor”) y Juan, hijos de Zebedeo (30 de Abril): Llamados por Jesús “Boanerges,” que en Arameo significa “Hijos del Trueno”;


Felipe (14 de Noviembre),también de Betsaida en Galilea;


Bartolomé (11 de Junio y 25 de Agosto)


Tomás (6 de Octubre), también conocido como “Dídimo” o “El Mellizo”);


Santiago (9 de Octubre)conocido como “El Menor”, hijo de Alfeo, algunas veces identificado con Santiago el Justo;


Mateo (16 de Noviembre), recaudador de impuestos, algunas veces identificado como Leví, hijo de Alfeo;


Simón el Cananeo (10 de Mayo): algunas veces llamado “Simón el Zelote” y otras veces “Simeón de Jerusalén”;


Judas Iscariote, el traidor de Cristo;


San Judas (19 de Junio), referido en algunos textos como Tadeo y en otros como Lebeo;


Matías (9 de Agosto), quien fue elegido después de la muerte de Jesucristo para sustituir a Judas Iscariote, y así es como llegó a ser el Apóstol número Doce. 


San Pablo (29 de Junio)


Veinte siglos después de que los Doce Apóstoles dieran un paso adelante aceptando del desafío de “predicar el Cristianismo a todas las naciones”, es imposible medir su contribución a la Santa Iglesia o la importancia que Jesucristo le dio a su misión como evangelizadores y predicadores que ayudarían a propagar la fe a lo largo del mundo conocido en ese entonces.


 La profundidad y el poder de esa relación amorosa entre Cristo y los Apóstoles puede ser vista en ese inolvidable diálogo entre el Salvador y San Pedro en el cual el Hijo de Dios explica que los Apóstoles asumirán el papel de construir la comunidad de fe después de la muerte y Resurrección del Redentor:


“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.” (Mateo 16, 19)


Mencionemos también, analíticamente, cómo cada uno de estos hombres más santos y más beneficiosos en la historia del mundo terminó su vida terrenal:


San Pedro fue crucificado al revés.


San Andrés fue crucificado en una cruz en forma de X.


Santiago, el hijo de Zebedeo, fue decapitado.


San Juan el teólogo "murió" de una manera milagrosa.


San Felipe fue crucificado.


San Bartolomé fue crucificado, raspado y decapitado.


San Tomás fue perforado con cinco lanzas.


San Mateo el Evangelista fue quemado vivo.


Santiago, el hijo de Alfeo, fue crucificado.


San Tadeo o Judas, el hermano de Santiago, fue crucificado.


San Simón el Zelote fue crucificado.


San Matías fue apedreado y luego decapitado después de la muerte.


San Pablo fue decapitado.


Más de tres siglos después de sus muertes, el Emperador Constantino el Grande (272-337 d.C.) construiría una gran iglesia en Constantinopla en honor de los Doce Apóstoles. Esa magnífica construcción honra el hecho de que sus vidas fueron de completa y crucial importancia en el establecimiento y eventual crecimiento del Cristianismo sobre la tierra. 


Ciertamente la diseminación del Mensaje Salvador de Dios a la humanidad hubiera sido imposible sin su dedicación, paciencia y valientes esfuerzos a lo largo de los años que vivieron.


Para generaciones de Cristianos las vidas de los Santos Apóstoles han servido como fuente de inmensa inspiración, como gran consuelo para los fieles, que se guían por el ejemplo que han dejado de servicio triunfal y la valentía de trabajar día a día por el Santo Evangelio de Jesucristo.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

29/06 - Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo


Apóstol San Pedro

El Apóstol San Pedro, anteriormente llamado Simón, era hijo del pescador Jonás en Betsaida de Galilea y hermano del Apóstol San Andrés, “el primer llamado”, el cual lo condujo a Cristo.

San Pedro era casado y tenía su casa en Cafarnaún. Llamado por nuestro Salvador Jesucristo mientras pescaba en el lago de Genesaret, siempre demostró una especial devoción y decisión, por lo que se hizo digno de un especial acercamiento al Señor, al igual que los Apóstoles Santiago (Jacobo) y San Juan el Teólogo.

Fuerte y espiritualmente ferviente, en verdad ocupó un influyente lugar entre los Apóstoles de Cristo. Fue el primero que confesó con decisión al Señor Jesús como a Cristo (Mesías), y por ello fue digno de ser llamado Piedra (Pedro). Sobre esta fe de piedra de Pedro el Señor prometió edificar Su Iglesia, contra la cual no prevalecerán las puertas del infierno. El Apóstol San Pedro lavó con lágrimas amargas de arrepentimiento su triple negación del Señor en la víspera de Su crucifixión. En consecuencia, luego de su Resurrección, el Señor nuevamente lo rehabilitó en la dignidad de Apóstol, tres veces de acuerdo con el número de negaciones, y le encomendó cuidar Su rebaño de corderos y ovejas. De acuerdo con la tradición, el Apóstol Pedro cada mañana comenzaba a llorar amargamente al escuchar el canto del gallo, pues se acordaba de su cobarde renuncia de Cristo.

El apóstol Pedro fue el primero en contribuir a la difusión y al fortalecimiento de la Iglesia de Cristo luego del descenso del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, al pronunciar un firme sermón ante la gente que convirtió a 3000 almas a Cristo. Poco tiempo después curó a un tullido de nacimiento; y con un segundo sermón convirtió a la Fe a 5000 hebreos más. La fuerza espiritual que salía del apóstol San Pedro era tan intensa que hasta su sombra, al caer sobre los enfermos yacentes en las calles, curaba (Hechos 5:15). El libro de los Hechos desde el primer capítulo hasta el duodécimo narra su actividad apostólica.

El nieto de Herodes el Grande, Herodes Agripa I, después del año 42, d. C., restableció las persecuciones contra los cristianos. Asesinó al Apóstol Santiago (Jacobo), Hijo de Zebedeo, y encerró al apóstol Pedro en una prisión. Los cristianos rezaban fervientemente por el Apóstol Pedro al advertir el castigo. Durante la noche ocurrió un milagro: a la celda de Pedro descendió el Angel del Señor, las esposas de San Pedro cayeron y él salió de su celda sin ser advertido.

Luego de esta milagrosa liberación, el libro de los Hechos lo recuerda sólo una vez más al narrar el concilio de los Apóstoles. Otros testimonios sobre él fueron conservados por la tradición de la Iglesia. Se sabe que difundía el Evangelio por las orillas del Mar Mediterráneo, en Antioquía, (donde ordenó al obispo Evodio). El Apóstol Pedro evangelizaba en el Asia Menor a los judíos y prosélitos (paganos convertidos al judaísmo), luego en Egipto, donde ordenó a Marcos como primer obispo de la Iglesia de Alejandría. De aquí fue a evangelizar a Grecia, Corinto, luego a Roma, España, Cartagena y Bretaña. De acuerdo con la Tradición, el Apóstol Marcos escribió su Evangelio para los cristianos romanos de las palabras del Apóstol Pedro. Entre los libros del Nuevo Testamento hay dos epístolas católicas (universales) del Apóstol Pedro.

La primera Epístola católica del Apóstol Pedro está dedicada a los advenedizos de la diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, provincias de Asia Menor. El motivo del escrito de San Pedro fue el deseo de fortalecer a sus hermanos ante la aparición de diferencias en estas comunidades y persecuciones por parte de los enemigos de la Cruz de Cristo. Entre los cristianos también surgieron enemigos internos, los falsos maestros. En ausencia del Apóstol Pablo, comenzaron a deformar su enseñanza sobre la libertad cristiana y a amparar todo desenfreno moral.

La segunda epístola Católica fue escrita para los cristianos del Asia Menor. En esta segunda carta el Apóstol Pedro hizo especial hincapié en advertir a los fieles sobre los falsos maestros libertinos.

Estas falsas enseñanzas coinciden con las que fueron refutadas por el Apóstol Pablo en sus cartas a Timoteo y Tito, y también el Apóstol San Judas en su Epístola Católica. Las falsas enseñanzas de los herejes amenazaban la moral y la fe cristiana. En aquel tiempo se difundió rápidamente la herejía gnóstica, que absorbió elementos del judaísmo, del cristianismo y diversas enseñanzas paganas. Esta epístola fue escrita poco tiempo antes de ser martirizado el Apóstol Pedro: “Sé que pronto deberé dejar mi templo (cuerpo), según nuestro Señor Jesucristo me lo ha revelado.”

Hacia el final de sus días el Apóstol Pedro estuvo nuevamente en Roma, donde fue martirizado en el año 67 mediante la crucifixión cabeza abajo.

El Santo Apóstol Pablo

Inicialmente era llamado por su nombre hebreo, Saulo. Pertenecía a la estirpe de Benjamín y nació en la ciudad de Tarso, Cilicia, (Asia Menor), que era conocida por su academia y por la instrucción de sus habitantes. Pablo tenía los derechos de la ciudadanía romana, pues era nativo de esta ciudad, descendiente de judíos liberados de la esclavitud por ciudadanos romanos. Pablo recibió su educación primaria en Tarso, y evidentemente allí conoció la cultura pagana, ya que en su carta y discursos se advierte claramente las huellas del conocimiento de los escritores paganos.

Su educación posterior la recibió en Jerusalén; en la entonces prestigiosa academia rabínica con el conocido maestro Gamaliel, que era considerado un conocedor de la Ley y, a pesar de pertenecer al partido fariseo, era un libre pensador y amante de la sabiduría griega. Aquí, según la costumbre adoptada por los hebreos, el joven Saulo aprendió el arte de construir tiendas, lo que posteriormente le ayudó a ganarse el alimento con su propio esfuerzo.

Saulo por lo visto se preparaba para el deber de rabino (instrucción religiosa); después de completar su educación, se reveló como un fuerte defensor de la tradición farisea y perseguidor de la fe de Cristo. Quizás por designación del Sanedrín, fue testigo del martirio de San Esteban, y luego recibió el poder de perseguir oficialmente a los cristianos aun fuera de las fronteras de Palestina, en Damasco.

El Señor, al ver en Saulo un “instrumento elegido” para Él, camino hacia Damasco milagrosamente lo llamó al servicio apostólico. Saulo, yendo por el camino, fue iluminado por una luz resplandeciente a causa de la que cayó en tierra.

De la luz surgió una voz: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” A la pregunta de Saulo: “¿Quién eres?”, el Señor contestó: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.” El Señor encomendó a Saulo ir a Damasco, donde se le indicaía qué hacer después. Los acompañantes de Saulo escucharon la voz de Cristo, pero no vieron la luz; conducido de la mano hacia Damasco, Saulo, privado de la vista, fue instruido en la fe y al tercer día bautizado por Ananías. Cuando fue sumergido en el agua, recuperó la vista. Desde este momento se hizo un confesor celoso de la enseñanza que antes perseguía. Por un tiempo se fue a Arabia, luego retornó a Damasco para enseñar acerca de Cristo. La ferocidad de los judíos, indignados por su conversión a Cristo, lo obligaron a huir a Jerusalén, donde se unió a la comunidad de los fieles y conoció a los apóstoles. A causa del atentado contra su vida por parte de los judíos helenistas, debió regresar a su Tarso natal. En el año 47 fue llamado a Antioquía por Bernabé para enseñar, y luego se encaminó junto a él a Jerusalén, donde llevó ayuda a los necesitados.

Pronto, al regresar de Jerusalén por mandato del “Espíritu Santo,” Saulo junto a Bernabé se dirigió a su primer viaje apostólico, que duró entre los años 45 y 51. Los apóstoles atravesaron toda la isla de Chipre. Saulo es llamado Pablo tras convertir a la Fe al procónsul Sergio Pablo.

Durante el transcurso del viaje misionero de Pablo y Bernabé fueron fundadas las comunidades cristianas del Asia Menor: Antioquía de Psidia, Iconio, Listra y Derbe. En el año 51 el Apóstol San Pablo participó en el Concilio Apostólico en Jerusalén, en el que fervientemente se opuso a que los paganos convertidos al cristianismo observaran las costumbres de la Ley de Moisés.

Al volver a Antioquía, el Apóstol Pablo, acompañado por Silas, inició su segundo viaje apostólico. Primero visitó las Iglesias del Asia Menor fundadas anteriormente, y luego se trasladó a Macedonia, donde estableció Filipos, Tesalónica, y Berea. En Listra San Pablo sumó a Timoteo, su amado discípulo, a sus acompañantes, y desde Tróade continuó su viaje junto al Evangelista Lucas. Desde Macedonia San Pablo pasó a Atenas y a Corinto, permaneciendo en esta última ciudad un año y medio. Desde aquí envió dos apóstoles a los Corintios.

El segundo viaje se extendió entre el año 51 y 54. Después San Pablo fue a Jerusalén, visitando en el camino a Efeso y Cesarea, y desde Jerusalén llegó a Antioquía. Luego de una corta estancia en Antioquía, el Apóstol Pablo inició su tercer viaje apostólico (56-58), visitando primero, como era su costumbre, a las Iglesias del Asia Menor establecidas en primer término; luego se detuvo en Éfeso, donde en el transcurso de dos años se ocupó diariamente de la enseñanza en la escuela de Tirano. Aquí escribió su epístola a los gálatas (debido al recrudecimiento de la doctrina judaica) y la primera epístola a los Corintios (como consecuencia de los desórdenes y en respuesta a la carta que los Corintios le enviaron). El alzamiento popular instigado por el platero Demetrio contra Pablo obligó al Apóstol a dejar Éfeso y dirigirse a Macedonia, y finalmente a Jerusalén.

En Jerusalén, a causa del tumulto iniciado contra él, el Apóstol Pablo fue tomado prisionero por las autoridades romanas y recluido (preso) primero por el procónsul Felix y luego por su sucesor Festo. Esto ocurrió en el año 59, y dos años después el Apóstol Pablo, como ciudadano romano, por su propio deseo fue enviado a Roma para ser enjuiciado por el Cesar. Al sufrir un naufragio en la isla de Malta, el Apóstol arribó a Roma en el verano del 62, y allí se benefició de la gran condescendencia de las autoridades romanas y enseñó libremente.

En Roma el Apóstol Pablo escribió sus epístolas a los Filipenses (en agradecimiento por el envío de dinero junto a Epafrodito), a los Colosenses, a los Efesios y a Filemón, habitante de Colosas (a causa de la huida de su esclavo Onésimo). Estas tres cartas fueron escritas en el año 63 y enviadas con Tíquico. En seguida, desde Roma escribió su carta a los hebreos de Palestina. El siguiente destino del Apóstol Pablo no se conoce con exactitud. Algunos consideran que se quedó en Roma y por mandato de Nerón fue martirizado en el año 64, pero existen fundamentos para suponer que después de su reclusión de dos años y la defensa de su obra ante el senado y el emperador, el Apóstol Pablo fue liberado y que nuevamente viajó al Oriente.

Sobre ello se pueden encontrar señales en sus epístolas Pastorales a Timoteo y Tito. Habiendo pasado mucho tiempo en la isla de Creta, dejó allí a su discípulo Tito como obispo. Posteriormente, en su carta a Tito, el apóstol Pablo lo instruye en cómo debe cumplir sus obligaciones de obispo. A través de esta epístola se advierte que se proponía pasar aquel invierno en Nicópolis, cerca su Tarso natal.

En la primavera del año 65 visitó el resto de las Iglesias del Asia Menor, y en Mileto dejó al enfermo Trófimo a causa de que ocurrió un tumulto contra el apóstol en Jerusalén, lo que le supuso la reclusión. Se ignora si el Apóstol pasó por Éfeso, ya que decía que los presbíteros de Éfeso no verían más su rostro. Pero por lo visto, en aquél tiempo ordenó a Timoteo como obispo para Éfeso. Más adelante el Apóstol pasó por Tróade y llegó a Macedonia. Allí oyó sobre el recrudecimiento de las falsas doctrinas en Éfeso y escribió su primer carta a Timoteo. Luego de estar un tiempo en Corinto, se encontró en el camino con el Apóstol Pedro. Ambos continuaron su viaje a través de Dalmacia e Italia. Llegando a Roma, deja al Apóstol Pedro, y continúa solo en el año 66 hacia el occidente, llegando a España.

Después de su regreso a Roma, fue nuevamente encarcelado hasta su muerte. Según la tradición, al volver a Roma, enseñó en la corte del Emperador Nerón y convirtió a su amada concubina a la Fe de Cristo. Por ello fue enjuiciado y, si bien por la misericordia de Dios fue liberado, como él mismo expresó, de la garra de los leones (es decir de ser comido por los leones en el circo), fue recluido en la prisión.

Luego de nueve meses de prisión fue decapitado como ciudadano romano cerca de Roma en el año 67, en el duodécimo año del reinado de Nerón. Desde una visión general de la vida del Apóstol Pablo se aprecia que esta se divide tajantemente en dos mitades. Hasta su conversión en Cristo, San Pablo, todavía Saulo, fue un severo fariseo, observante de la ley mosaica y de las tradiciones patriarcales, que pensaba justificarse por las obras de la Ley y por su celo en la Fe de los patriarcas, aproximándose al fanatismo.

Después de su conversión, se hizo Apóstol de Cristo, totalmente entregado a la obra del anuncio evangélico, feliz por su llamado, pero consciente de sus debilidades para la realización de este gran servicio, y atribuyendo todas las obras y merecimientos a la Gracia de Dios. Toda la vida del Apóstol hasta su conversión, según su profundo convencimiento, fue un error, un pecado que lo condujo hacia la condena.

Solo la todopoderosa Gracia Divina pudo ponerlo en el camino de la salvación. Desde aquel momento, el Apóstol Pablo trata de ser digno del llamado Divino. Él es consciente que no hay y no puede haber discurso u otro merecimiento ante Dios: todo es obra de su misericordia. El Apóstol Pablo escribió catorce epístolas que constituyen la enseñanza sistemática del cristianismo.

Estas epístolas, gracias a su amplio conocimiento y agudeza, sobresalen por su originalidad. El Apóstol Pablo se esforzó mucho, como el Apóstol Pedro, en difundir la fe de Cristo, y con justicia es venerado como “columna” de la Iglesia.

¡Que el Señor salve nuestras almas por las oraciones de los Apóstoles San Pedro y San Pablo!

28/06 - Invención de las Reliquias de Ciro y Juan los Anárgiros


Estos Santos vivieron en tiempos de Diocleciano (284-305).


Ciro era un soldado de Alejandría. Era cristiano y trataba a los enfermos sin cobrarles nada (de ahí el nombre de anárgiro), no solo curando sus aflicciones corporales, sino también sus enfermedades espirituales. Decía: "Quien quiera evitar estar enfermo debe abstenerse de pecar, porque el pecado es a menudo la causa de una enfermedad corporal". Predicando el evangelio, el santo médico convirtió a muchos paganos a Cristo. Al desatarse la persecución, fue denunciado como cristiano al gobernador, por lo que se retiró a Arabia, donde se convirtió en monje. Siguió sanando a las personas con sus oraciones, después de haber recibido de Dios el carisma para sanar toda enfermedad haciendo solamente la señal de la Cruz.


Mientras tanto, en la ciudad de Edesa, en Mesopotamia, vivía el soldado Juan, un cristiano piadoso. Cuando comenzó la persecución, abandonó su posición y fue a Jerusalén en peregrinación, y allí oyó hablar de los milagros que realizaba Ciro. Comenzó a buscarlo, yendo primero a Alejandría y luego a Arabia. Cuando Juan finalmente encontró a Ciro, se quedó con él y se convirtió en su fiel seguidor.


Al saber que una dama viuda llamada Anastasia y sus tres hijas -Teodota, de quince años, Teoctista, de trece, y Eudoxia, de once-, eran torturadas en Canopo de Egipto por el nombre de Cristo, Ciro y Juan fueron a dicha ciudad para animarlas a sufrir. Les preocupaba que, ante la tortura, las mujeres pudieran renunciar a Cristo. Ciro y Juan les dieron coraje para soportar lo que les esperaba. Al enterarse de esto, el gobernador de la ciudad, Siriano, les arrestó, y al ver su firme e intrépida confesión de fe en Cristo, llevó a Atanasia y a sus hijas a presenciar su tortura. El tirano no se abstuvo de ninguna forma de tortura contra los santos mártires. Ambos fueron aprehendidos y cruelmente golpeados; los verdugos les quemaron los costados con antorchas encendidas y echaron sal sobre sus heridas. Las mujeres no estaban asustadas por los sufrimientos de los santos Ciro y Juan, sino que con valentía continuaron confesando a Cristo. Finalmente, las cuatro mujeres fueron decapitadas, mientras que a Ciro y Juan se les cortó la cabeza algunos días más tarde, el 31 de enero del año 292.


Los cristianos enterraron sus cuerpos en la Iglesia de San Marcos en Alejandría. Su tumba se convirtió en un santuario de renombre en Egipto y en un lugar de peregrinación universal. Se encontraba en el área del complejo moderno cerca de Alejandría llamado Abukir. En el siglo quinto, las reliquias de los santos Ciro y Juan fueron descubiertas y trasladadas de Canopo a Menutis por San Cirilo de Alejandría para desplazar de allí el culto idólatra de Isis. Los milagros y las curaciones se multiplicaron y el santuario se convirtió en uno de los mejores lugares de peregrinación de la cristiandad. Más tarde, sus reliquias fueron transferidas a Roma, y de allí a Múnich. Por extraño que parezca, en los alrededores de Roma existe la pequeña iglesia de Santa Passera, nombre que también proviene de una transformación del de San Ciro: Abbáciro, Pácero, Passera.


Sobre estos santos -que, al igual que Cosme y Damián, fueron venerados en Grecia como médicos que no cobraban honorarios- existe abundante literatura. Entre ella sobresalen tres breves discursos de San Cirilo de Alejandría y un panegírico de San Sofronio, patriarca de Jerusalén (638). En dicho panegírico se encuentran algunos datos sobre una práctica semejante a la incubación, tan común en los templos de Esculapio. Dicho Patriarca fue curado de una enfermedad ocular por la aparición de los dos santos: Ciro curó uno de sus ojos con la señal de la Cruz y poco después Juan restableció su vista por completo besándole el otro ojo. Para mostrar su gratitud, San Sofronio escribió el relato detallado de sus milagros y compuso el encomio arriba mencionado. La autoridad de los escritos de San Sofronio descansa en parte en las citas que se hallan en los documentos del segundo Concilio de Nicea, en 787.


Los santos Ciro y Juan son especialmente invocados por aquellos que tienen dificultades para dormir.



Fuente: El Testigo Fiel / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

27/06 - Sansón el Hospitalario


Sansón nació en Roma, a finales del siglo V, en una familia pobre. Fue educado por un presbítero que promovió su afán de aprender y le encaminó a la medicina. Fue el santo un buen médico, siempre hallaba el remedio adecuado, y todos le buscaban, por lo que pronto tuvo una gran fortuna.


Pero a la par que los cuerpos, a Sansón le interesaba curar a las almas, por lo que comenzó a predicar a Cristo al mismo tiempo que curaba con sus medicinas. Oraba y los enfermos sanaban antes de tomar sus remedios.


Cuando el prestigio y la fama se le hicieron insoportables, lo dejó todo y se fue a Constantinopla, donde en una pequeña casita comenzó a atender a los enfermos, sobre todo a los pobres, sin cobrarles nada. El patriarca Epifanio supo de él y cuando le conoció personalmente, le ordenó presbítero para que además de dar medicinas, pudiera ungir a los enfermos como sacerdote.


Estando en la capital del Imperio le conoció el emperador Justiniano, que se hallaba enfermo y desahuciado. Le mandó llamar el monarca, y apenas el santo tocó la llaga que le afectaba, esta quedó sana. Quiso el emperador premiarle con riquezas, pero Sansón respondió: "Estimado señor, una vez tuve oro y plata en abundancia, pero todo lo dejé por Cristo, con la esperanza de obtener la vida eterna". Y como Justiniano insistió, Sansón le dijo que construyera un hospital para los enfermos pobres, conocido después como «El Hospicio de Sansón».  En este hospital y entre sus necesitados vivió muchos años, sanando y llevando a Cristo, sin aceptar jamás un céntimo por ello. San Sansón es, pues, uno de los Santos Anárgiros.


Murió en 530, venerado por los constantinopolitanos, que le lloraron y le tuvieron por santo desde siempre. Fue sepultado en la iglesia de San Mocio y pronto ocurrieron grandes portentos junto a sus reliquias.



Fuente: Religión en Libertad 

27/06 - Anecto el Mártir

(No hay imagen disponible del Santo)


Anecto contendió durante el reinado del emperador Diocleciano, cuando Urbano era gobernador de Cesarea en Capadocia, en el año 298, porque enseñaba a los cristianos y les imploraba que no temieran la tortura, sino que resistieran a los helenos por el bien de la verdad y murieran. Debido a su fe en Cristo, fue acusado ante el gobernador. Fue primero arrestado y luego encarcelado. Fue llevado más tarde ante el gobernador, quien lo instó a ofrecer sacrificios a los ídolos. Por sus oraciones, el Santo hizo que los ídolos cayeran al suelo. 


Debido a esto, al mártir le estiraron las cuatro extremidades de su cuerpo y diez soldados lo golpearon con palos de la madera utilizada para tocar los tambores. Luego lo suspendieron en un poste de madera, le cortaron los dedos de las manos con una navaja de afeitar y le rasparon todo el cuerpo con una garra de hierro.


Entonces se le apareció un Ángel del Señor, lo liberó de ser torturado y le devolvió la salud. Pero luego lo sacaron del poste de madera, le perforaron los tobillos con tenedores de hierro, y en su pecho le pusieron una sartén hierro ardiendo. Luego le hicieron sentarse dentro de un recipiente de hierro sobrecalentado. 


Después de esto le hirieron las piernas con espetos de hierro y lo encerraron en la cárcel. Nuevamente se le apareció un ángel del Señor, desató sus grillos y lo curó. Cuando muchos helenos vieron que estaba sano, fueron a él, fueron bautizados por él, y al mismo tiempo fueron liberados de sus enfermedades.


Después de esto, el Santo fue nuevamente suspendido de sus pies mientras una pesada roca colgaba de sus manos, y luego fue elevado en posición vertical sobre un poste de madera. Lo golpearon en el estómago con los palos utilizados para golpear los tambores y lo quemaron con antorchas, derramando plomo hirviendo en su boca y poniéndole en la cabeza un casco de hierro sobrecalentado. Luego lo arrojaron a un horno encendido.


Debido a que la gracia de Cristo lo mantuvo ileso de todas estas torturas, muchos helenos se convirtieron a la fe de Cristo y fueron posteriormente decapitados, recibiendo la corona del martirio. Luego le quitaron dos tiras de piel al Santo, desde el cuello hasta los pies. El mártir tomó una de las tiras de piel y se la arrojó a la cara del impío gobernador. Por esto, el bendito fue decapitado, y en lugar de sangre, brotó leche de donde le cortaron el cuello. Esto fue seguido por otro milagro asombroso, porque el mártir tomó su santa cabeza sagrada en sus manos, caminó unos pasos y se fue victorioso hacia los cielos.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

26/06 - David el Justo de Tesalónica


El Justo David procedía del norte de Mesopotamia, que era un gran centro monástico, y nació sobre el año 450 d.C. Por razones a las cuales no hace referencia, fue a Tesalónica junto con el monje Adolá.


Según su biógrafo, el Santo ingresó al principio en el Monasterio de los Santos Mártires Teodoro y Mercurio, conocido como "Kukuliatón" o "Kukulatón" (en referencia a los monjes que llevaban puesto el "kukulio", un velo negro casi transparente que desciende de la cabeza hasta la mitad de la espalda). El monasterio se encontraba al noreste de la Acrópolis, allí donde es aplicado el topónimo "Kipos tu Probatá" (del gr. "Κπος το Προβατ", traducido "Huerto de las Ovejas). 


Los ejemplos de los hombres santos del Antiguo Testamento, en particular del Profeta y del Rey David, quien estuvo "durante tres años pidiendo purificación y limpieza, sabiduría, gozo y alegría, y la renovación de un espíritu recto", instaron al Justo David a decidir subirse en un almendro hasta que el Señor le revelara Su Voluntad y le diera prudencia y humildad. Pasados tres años se le apareció un Ángel del Señor, quien le aseguró que su súplica fue escuchada y su prueba como asceta subido al árbol terminó. El Ángel le dijo que descendiera del árbol y continuara su vida ascética en una celda de dioses, glorificando y agradeciendo al Dios. El Justo comunicó esta revelación a sus discípulos, pidiéndoles ayuda para construir la celda. La noticia llegó rápidamente al Arzobispo de Tesalónica, Doroteo, y a toda la ciudad.


Cuando el emperador Justiniano en el año 535, a su joven edad de once años, separó de la jurisdicción eclesiástica del Arzobispado de Tesalónica las regiones del norte de Iliria y levantó su patria particular en la Arquidiócesis, bajo el título de Nueva Justiniana,  el Arzobispo de Tesalónica era Aristides, el cual, aunque  aceptó el cambio, trató de salvar la importancia política de la ciudad, con la restauración de la existencia de la Iliria existente sobre la Nueva Justiniana en Tesalónica. Si bien la división de la administración eclesiástica no redujo el valor de Tesalónica, la reubicación de la sede del estado constituyó una grave recaída de la ciudad.


La solicitud a continuación de los tesalonicenses, era la restauración de la sede central de Salónica, idea que respaldó con entusiasmo el  Arzobispo Aristides. En este momento fue solicitada la ayuda del Santo David para transferir la petición a Justiniano, debido a que el Arzobispo, como su biografía explica, no  podría "dejar atrás la ciudad desprotegida" y trasladarse a Constantinopla. A excepción del resto, la preferencia del Santo muestra la gravedad y las dificultades que preveía que cumpliría una petición similar a Justiniano, quien recientemente había honrado a su propia patria, Nueva Justiniana, con las bases de la nueva Arquidiócesis y su oficialidad.


Después de tantos años de confinamiento, el Justo apareció por primera vez en público. Su aspecto había cambiado. Su pelo le cubría toda la espalda y la barba le llegaba hasta las piernas. Su santo rostro era brillante como los rayos del sol. Acompañado por dos de sus discípulos, Teodoro y Demetrio, navegó hacia el Rey. 


Pero la fama del Santo había crecido. Entonces, cuando llegó allí, toda la ciudad lo recibió. La recepción de Teodora, esposa de Justiniano, y los honores y el respeto a la persona del Santo causó la admiración de todos los presentes. Teodora actuó de manera activa; cuando regresó Justiniano, que estaba en funciones oficiales, se encargó de crear una opinión positiva a favor de San David, con lo que el emperador invitaría al Santo al Senado. Y así fue como David se presentó al Senado de manera espectacular, manteniendo en su mano fuego con incienso sin quemarse su carne.


La figura del Santo, así como el milagro acontecido, hizo que todos adquiriesen un espíritu de temor y de compunción y arrepentimiento, por lo que el rey le concedió de buena gana esta petición con urgencia.

Habiendo recibido estas buenas novedades, el Osio navegó hacia Tesalónica, pero solo pudo volverla a ver desde lejos, porque tan pronto como el barco rodeó el cabo aquel, entregó su espíritu a Dios. El evento ocurrió entre los años 535 y 541 d.C.


La noticia de la llegada de los restos sagrados bajo estas condiciones conmocionó a toda la ciudad de Tesalónica. Los restos del Justo David fueron originalmente depositados en el lugar donde antiguamente se habían depositado las reliquias sagradas de los mártires Teódoulos y Agatopodos, al oeste del puerto. El Arzobispo Aristides, con mucha tristeza, solicitó la asistencia de todos  en su funeral. Las reliquias del Santo fueron enterradas en su monasterio,"Kukuliatón", según su deseo.


Ciento cincuenta años después de la muerte del Santo, entre los años 685 y 690 d.C., se hizo un intento de abrir la tumba, cuando el higúmeno del monasterio era Demetrio, quien "quiso con mucha fe formar parte de la exhumación  de las santas reliquias". Nada más comenzar a realizar este trabajo, la losa que cubría la tumba se rompió, considerándose tal hecho como una manifestación de la voluntad del Santo, para que no se realizase. 


Entoces las sagradas reliquias permanecieron en su posición original hasta el tiempo de las cruzadas. Durante la dominación latina del Marquesado de Montferrato en Salónica (1204 - 1222 d.C.), las reliquias sagradas fueron llevadas a Italia y en 1236 a Pavia, desde donde finalmente se llevaron a Milán en 1967.


Unos años despues las venerables reliquias  de San David se trasladaron de nuevo a Tesalónica y fueron depositadas en la basílica de San Demetrio el 16 de septiembre de 1978.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

II Domingo después de Pentecostés - Todos los Santos de las Tierras de Hispania


Heb 11,32-12,2: Hermanos, ¿para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección. En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.


Mateo 4,25-5,12: En aquel tiempo lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania. Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

25/06 - La Justa Mártir Febronia


Los cristianos bizantinos le tienen a Santa Febronia gran veneración, y no en vano la invocan con el epíteto de “La Muy Sufriente”, por su largo y lento martirio. Ello tuvo lugar, según la tradición durante el reinado de Diocleciano (284-305) en la ciudad de Sibápolis (actual Nusaybin), en Asiria. Era religiosa en el “convento” de su tía Santa Brienis, una comunidad de vírgenes cristianas donde Febronia se dedicaba a la lectura de textos sagrados y a predicar el Evangelio a las mujeres paganas, que acudían a escucharla, y practicaba severa penitencia.


Con el estallido de la persecución llegó a la provincia el gobernador Seleno y con él sus adjuntos Lisímaco y primo. Si bien el primero era un ser sin escrúpulos, los otros dos sentían compasión por los cristianos y acudieron al monasterio a advertir a las vírgenes, que huyeron todas salvo Brienis, la “vicepriora” Tomaide y la misma Febronia. Cuando los soldados se apoderaron del edificio, Febronia se ofreció a acompañarlos voluntariamente a cambio de que dejaran en paz a Brienis y Tomaide, que eran ancianas. Sin embargo, ésta última la siguió cuando se la llevaron, y oculta entre la multitud, quien supuestamente presenció su martirio y luego lo transcribió para que fuera recordado.


Seleno trató de que Febronia renegara del cristianismo, viéndola joven y bella, llegó a ofrecerle a Lisímaco en matrimonio a cambio de que sacrificara. No sirvió de nada, y dio comienzo un largo proceso en que la torturaba, paraba, la interrogaba, la volvía a torturar, durante un amplio espacio de tiempo. Primero la hizo desnudar y amarrar en una postura indecente –abierta de brazos y piernas a cuatro estacas - ante el público que llenaba la plaza, para avergonzarla. Luego mandó azotarla y encenderle una hoguera debajo, por lo que le destrozaron el cuerpo mientras se quemaba. Se desmayó, y vuelta en sí, le desgarraron el cuerpo con garfios y la quemaron con antorchas, y luego le rompieron todos los dientes de la boca. Vuelta a desmayar, esperó a que se recuperara y entonces mandó cortarle a hachazos los dos pechos, las manos, y finalmente los pies. Tal muestra de salvajismo tenía enardecida a la multitud, que gritaba y se revolvía contra el gobernador. Finalmente, y como viera que nada servía para doblegar a la joven, mandó ponerle fin cortándole la cabeza. Los restos de la joven fueron devueltos a su tía, que la enterró en el convento.


Su martirio logró la conversión de muchas mujeres de la zona que habían acudido a presenciar el suplicio, así como la de Lisímaco y Primo. En su sepulcro se inició el culto, y el obispo local (San Juan de Nísibis) mandó levantarle una iglesia donde transfirió una parte de sus reliquias. En el 363 fueron trasladadas a Constantinopla.



Fuente: preguntasantoral

Adaptación propia