Este santo vivió durante el reinado de Constantino el Grande (306-337), y era hijo de Domecio. Domecio era el hermano del emperador Probo (276-282) en Roma, y tuvo dos hijos: Metrófanes y Probo.
De pensamientos sensatos y correctos, vio que la religión de los ídolos era falsa e ilusoria, y por lo tanto se adentró en la verdadera fe de Cristo. Fue a Bizancio y vivió allí junto con Tito, el obispo de Bizancio, que era un hombre santo y portador de Dios. Cuando vio que Metrófanes era un hombre virtuoso, lo contó entre el clero, convirtiéndolo en Lector.
Después de la muerte de San Tito, Domecio, el padre de San Metrófanes, se convirtió en el Obispo de Bizancio. Cuando murió Domecio, su hijo Probo se convirtió en obispo, quien gobernó la Iglesia durante diez años y se durmió en el Señor. Por lo tanto San Metrófanes, hermano de Probo e hijo de Domecio, fue elevado al trono de Bizancio. Cuando Constantino el Grande descubrió que el santo Metrófanes era Obispo de Bizancio, observó su virtud, su trato justo en el juicio y la santidad que tenía. Por eso se dice que no solo amó la tierra de Bizancio por su buena posición, por la suavidad de su clima durante las cuatro estaciones del año, por ser un lugar que produce una gran cantidad de fruta, para recibir y servir como dos manos por tierra y por mar, por ser el lugar donde se encuentran los dos continentes de Europa y Asia, sino que Constantino el Grande amó a Bizancio por la virtud y la santidad de san Metrófanes, que era el Obispo de allí. Por lo tanto, fue generoso con esta tierra y, sin aumentar los gastos, construyó la maravillosa y gran ciudad de Constantinopla, que ha sido victoriosa y ha superado a todas las demás ciudades de la “ecúmene”, y allí estableció la capital de su imperio, trasladándola desde la antigua Roma.
Cuando el Santo y Ecuménico Primer Sínodo se reunió en Nicea en el año 325, el bendito Metrófanes, debido a la vejez y la enfermedad, no pudo aparecer en persona, y quedó postrado en cama, porque la fuerza natural de su cuerpo se estaba desvaneciendo. Por esta razón envió a un diputado al Sínodo, su Protopresbítero Alejandro, un hombre honorable, a quien dejó el trono como sucesor en el año 330. Al concluir el Sínodo, Constantino el Grande regresó a Constantinopla junto con los Padres “Teóforos” o portadores de Dios participantes en el Sínodo.
Entonces Metrófanes comunicó a los Padres que Dios le había revelado que el sucesor al trono de Constantinopla debía ser el Protopresbítero Alejandro y después de él Pablo, siendo asi agradable a Dios que ellos fuesen dignos del oficio patriarcal. Poco despues, el bendito Metrófanes reposó y se durmió en el Señor; fue enterrado por Santiago de Nísibis (celebrado el 13 de enero), uno de los Padres presentes en el Primer Concilio Ecuménico.
Su Sinaxis y Fiesta se celebra en la Santísima Gran Iglesia, y en su venerado Templo, que está cerca del Santo Mártir Acacio en Heptascalo, donde también se encuentran sus honorables y santas reliquias.
LECTURAS
Heb 7,26-28;8,1-2: Hermanos, tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre. Esto es lo principal de todo el discurso: Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos, y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre.
Jn 10,1-9: Dijo el Señor a los judíos que acudieron a él: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos».
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / goarch.org
Adaptación propia