08/06 - Traslación de las Reliquias de Teodoro el Comandante


San Teodoro Estratelates (del gr. "Στρατηλάτης", [Stratilátis]) procedía de Euqueta ("Ευχάϊτα", [Efjáita]) de Galacia y habitaba en Heraclea del Mar Negro ("Ηράκλεια του Εύξεινου Πόντου", [Iráklia tu Éfxinu Póntu]). Soldado de profesión, se distinguió por su valentía y por su rápido ascenso a los más altos grados de la jerarquía militar.


Superó a la mayoría, tanto en la belleza de su alma como en la de su forma física, así como en el poder de sus palabras, por lo que todos deseaban ser honrados con su amistad. Por esta razón, el emperador Licinio, con estrategia y atención, deseaba conversar con él y con todos aquellos que habían oído hablar sobre el hecho de que Teodoro era cristiano, y que aborrecía y odiaba lo que él y los griegos llamaban dioses. Por lo que envió a Nicomedia engañosamente a ciertos oficiales elegidos, a quienes ordenó devolverle el santo con honores. San Teodoro respondió al Emperador a través de estos mismos hombres que le fueron enviados, que era mejor que acudiera él a Heraclea, con el más grande de sus dioses, por otras razones y por asuntos de interés público. Inmediatamente el Emperador tomó sus dioses de oro y plata, y fue a Heraclea. En una visión nocturna enviada por Dios, San Teodoro fue informado de antemano y animado hacia su martirio. Así, cuando escuchó que Licinio se acercaba a las murallas de la ciudad, se sentó en un caballo y lo recibió con gran honor, como era apropiado. Licinio llegó  a Heraclia, donde Teodoro lo recibió con honores. Licinio le extendió su mano, esperando que a través de Teodoro muchos cristianos fuesen atraídos a la religión idólatra. 


Un día, frente al pueblo, Licinio invitó a Teodoro a ofrecer sacrificio a los ídolos. Teodoro se negó y pidió que se le ofrecieran las estatuillas de oro y plata de los dioses para ofrecerles un sacrificio privado en su casa y luego ofrecer los sacrificios públicamente. Y así fue, Teodoro recibió las pequeñas estatuas, pero en medio de la noche las hizo piezas y repartió el oro y la plata resultante entre los pobres. El centurión Majencio vio la cabeza de la diosa Afrodita en las manos de un pobre y se lo comunicó a Licinio, quien consideró que Teodoro se había burlado y menospreciado a los ídolos. Por este motivo fue arrestado y enseguida comenzaron a someterle a todo tipo de castigos. Primero le desnudaron y le ataron por las cuatro extremidades de su cuerpo. Luego, le dieron setecientos latigazos en la espalda con tendones de bueyes, y cincuenta veces en su estómago. El cuello del santo también fue golpeado con bolas de plomo, luego su cuerpo  fue raspado y quemado con antorchas. Continuaron aplicándole torturas similares, hasta que decidieron encarcelarle y allí le aseguraron los pies y el cuello con cepos de madera, y le dejaron allí sin ser alimentado durante siete días. Después de esto, fue sacado de la cárcel y atado en una cruz de manos y pies. Luego atravesaron varias partes de su cuerpo con puntas de hierro. Alrededor de él había ciertos niños, que le lanzaban flechas a la cabeza. Su rostro fue golpeado de tal modo que sus ojos se le salieron, dejándolo finalmente allí en la cruz.


El vil Licinio pensó que el santo, ya fallecido, permaneció en la cruz durante toda la noche, pero el santo había completamente curado por un ángel divino. Para cuando llegó la mañana, Licinio envió a unos hombres para que recogieran el cuerpo del santo y lo arrojaran al mar. Cuando estos hombres vieron al santo vivo y sano, creyeron en Cristo, un total de ochenta y cinco, y luego otros trescientos también creyeron, el primero de los cuales fue el procónsul Kestes. Porque cuando fueron enviados a matar a los ochenta y cinco que llegaron a creer, también creyeron ellos. Cuando Licinio vio que toda la ciudad estaba alborotada, ordenó que el santo fuera decapitado. Muchos cristianos presentes, estaban impidiendo a los soldados cumplir tal orden. Pero el santo calmó a los cristianos y fue decapitado, y así el bendito recibió la corona del martirio.  


Sus sagrados restos fueron trasladados el 8 de junio de Heraclea a la casa de sus padres en Euqueta según el deseo del santo, expresado antes de su decapitación a su notario Varo.


El Santo Megalomártir Teodoro es conmemorado también el 8 de febrero.


LECTURAS


Ef 2,4-10: Hermanos, Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.


Mt 10,16-22: Dijo el Señor a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia