La Iglesia honra a cada uno de los Doce Apóstoles en fechas separadas durante el año, y ha establecido una conmemoración general para todos ellos el día después de la conmemoración de los Gloriosos y Primeros entre los Apóstoles, Pedro y Pablo.
En este día de cada año, la Santa Iglesia conmemora la vida de los Apóstoles, cuyo fiel servicio y valiente sufrimiento por la causa del Evangelio ha inspirado a los Cristianos durante más de 2.000 años.
Como primeros seguidores y promotores del Evangelio, sus vidas estuvieron dedicadas a la propagación del mensaje de Cristo de salvación eterna a través de la fe, y sus extraordinarios viajes a lo largo del mundo del Medio Oriente muy pronto comenzarían a construir los fundamentos para el establecimiento de la Iglesia alrededor del mundo.
Andrés sería el primero. Como uno de los jóvenes discípulos del “Precursor” -el profeta que sería conocido en la historia como San Juan el Bautista–, Andrés ya sabía acerca del extraordinario Salvador que vendría para salvar a la humanidad del pecado y la muerte.
En una ocasión inolvidable, de hecho, el Predecesor había señalado al Salvador mientras le decía lleno de alegría al joven pescador:
“He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1, 29)
Andrés, quien posteriormente vendría a ser el gran edificador de iglesias, ya se sentía en ese entonces intrigado por las enseñanzas de este humilde hijo del carpintero de Nazaret. Posiblemente esa es la razón por la cual sería el primero en aceptar a Jesús como su Salvador en esa tarde marcada por el destino a orillas del Mar de Galilea. Como resultado de ello, sería conocido para siempre como “Andrés, el Primero en Ser Llamado.”
Pero su bondadoso y atento hermano Simón no se quedaría atrás.
¿Quién podría olvidar la historia del primer encuentro entre este pescador honesto y el Hijo de Dios o el gran dramatismo del momento en el que Jesús anunció que Simón, quien posteriormente fundaría la Iglesia en Roma, recibiría un nuevo nombre, que significaba “piedra” en Griego?
«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra". (Juan 1, 42)
Para Pedro y para la mayoría de los otros Apóstoles, el precio a pagar por llegar a ser uno de los discípulos originales del Santo Redentor sería bastante alto. Pedro pagaría ese precio en el Año 68 de Nuestro Señor en la gran metrópolis de Roma, en donde moriría de la misma manera, en una cruz erigida rápidamente, que tres décadas antes se había llevado la vida del Señor.
Y así comenzó, en esa tarde brillante junto al Mar de Galilea, en el momento en que Andrés y Simón escucharon la llamada. Durante algunos de los meses siguientes las filas de los Santos Apóstoles crecerían lentamente al tiempo en que cada uno de los discípulos respondía a la llamada del único y verdadero Dios Viviente. Aunque cada uno de los Apóstoles tiene su día especial en que es conmemorado en el Calendario de la Iglesia, hoy es el día en que recordamos a todos como grupo con el fin de reconocer su igual dignidad. Los 12 Apóstoles, de acuerdo con los Evangelios Sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas, son:
Simón (29 de Junio y 16 de Enero): también llamado Pedro, pescador del pueblo de Betsaida en Galilea;
Andrés (30 de Noviembre): conocido como el “Primero en ser llamado de los Apóstoles”, el hermano de Simón y uno de los discípulos de Juan el Bautista, también pescador de Galilea;
Santiago (conocido como “El Mayor”) y Juan, hijos de Zebedeo (30 de Abril): Llamados por Jesús “Boanerges,” que en Arameo significa “Hijos del Trueno”;
Felipe (14 de Noviembre),también de Betsaida en Galilea;
Bartolomé (11 de Junio y 25 de Agosto)
Tomás (6 de Octubre), también conocido como “Dídimo” o “El Mellizo”);
Santiago (9 de Octubre), conocido como “El Menor”, hijo de Alfeo, algunas veces identificado con Santiago el Justo;
Mateo (16 de Noviembre), recaudador de impuestos, algunas veces identificado como Leví, hijo de Alfeo;
Simón el Cananeo (10 de Mayo): algunas veces llamado “Simón el Zelote” y otras veces “Simeón de Jerusalén”;
Judas Iscariote, el traidor de Cristo;
San Judas (19 de Junio), referido en algunos textos como Tadeo y en otros como Lebeo;
Matías (9 de Agosto), quien fue elegido después de la muerte de Jesucristo para sustituir a Judas Iscariote, y así es como llegó a ser el Apóstol número Doce.
San Pablo (29 de Junio)
Veinte siglos después de que los Doce Apóstoles dieran un paso adelante aceptando del desafío de “predicar el Cristianismo a todas las naciones”, es imposible medir su contribución a la Santa Iglesia o la importancia que Jesucristo le dio a su misión como evangelizadores y predicadores que ayudarían a propagar la fe a lo largo del mundo conocido en ese entonces.
La profundidad y el poder de esa relación amorosa entre Cristo y los Apóstoles puede ser vista en ese inolvidable diálogo entre el Salvador y San Pedro en el cual el Hijo de Dios explica que los Apóstoles asumirán el papel de construir la comunidad de fe después de la muerte y Resurrección del Redentor:
“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.” (Mateo 16, 19)
Mencionemos también, analíticamente, cómo cada uno de estos hombres más santos y más beneficiosos en la historia del mundo terminó su vida terrenal:
San Pedro fue crucificado al revés.
San Andrés fue crucificado en una cruz en forma de X.
Santiago, el hijo de Zebedeo, fue decapitado.
San Juan el teólogo "murió" de una manera milagrosa.
San Felipe fue crucificado.
San Bartolomé fue crucificado, raspado y decapitado.
San Tomás fue perforado con cinco lanzas.
San Mateo el Evangelista fue quemado vivo.
Santiago, el hijo de Alfeo, fue crucificado.
San Tadeo o Judas, el hermano de Santiago, fue crucificado.
San Simón el Zelote fue crucificado.
San Matías fue apedreado y luego decapitado después de la muerte.
San Pablo fue decapitado.
Más de tres siglos después de sus muertes, el Emperador Constantino el Grande (272-337 d.C.) construiría una gran iglesia en Constantinopla en honor de los Doce Apóstoles. Esa magnífica construcción honra el hecho de que sus vidas fueron de completa y crucial importancia en el establecimiento y eventual crecimiento del Cristianismo sobre la tierra.
Ciertamente la diseminación del Mensaje Salvador de Dios a la humanidad hubiera sido imposible sin su dedicación, paciencia y valientes esfuerzos a lo largo de los años que vivieron.
Para generaciones de Cristianos las vidas de los Santos Apóstoles han servido como fuente de inmensa inspiración, como gran consuelo para los fieles, que se guían por el ejemplo que han dejado de servicio triunfal y la valentía de trabajar día a día por el Santo Evangelio de Jesucristo.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia