Es costumbre de la Iglesia que el día después de toda gran fiesta se honre a aquellos mediante los cuales tuvo lugar: nuestra Señora el día después de la Natividad del Señor, Joaquín y Ana después de la Natividad de nuestra Señora, el Santo Bautista después de la Teofanía, etc.
Así pues, en este día honramos a nuestro Dios el Espíritu Santo, el Consolador prometido por nuestro Salvador a sus discípulos (Juan 14,16), que descendió sobre ellos en la Santa Pentecostés y los guió «a toda verdad» (ibid. 16,13), y a nosotros a través de ellos.
Descanso de las labores.
Fuente: goarch.org
Traducción del inglés y adaptación propia