01/08 - Procesión de la Preciosa Cruz


Muchas de las fiestas que jalonan el calendario eclesiástico tienen un origen histórico, y conocer cuál fue el origen de la fiesta nos puede llevar a comprender mejor qué es lo que celebramos.


Desde la fundación de la ciudad de Constantinopla por el  santo emperador Constantino el 10 de mayo del año 330, todos los gobernantes de la Ciudad se preocuparon en procurarle sólidas defensas y murallas que la convertirían en inexpugnable. Asimismo, y pensando en que durante un asedio esas mismas defensas podrían ser la causa de la caída de la Ciudad, procuraron que en los distintos distritos hubiera huertos que la proveyeran de verduras y donde se pudieran criar animales con el fin de poder resistir el asedio. Mas lo que podría inclinar a un lado u otro el fiel de la balanza en un asedio era la cuestión del agua. Para ello se construyó en tiempos del emperador Valente un acueducto que traía a la Ciudad agua fresca desde el bosque de Belgrado, a veinte kilómetros de la ciudad. El agua abastecía a la población, que estaba formada por cincuenta mil almas, y a las distintas cisternas que existían y en las que se podían llegar a almacenar 1.000.000 de metros cúbicos (las cubiertas sumaban 200.000 y las abiertas el resto). De entre estas cisternas destacaba la llamada de la Basílica, que se encuentra a pocos metros al sudeste de Santa Sofía, debiendo su nombre a la basílica que había construida encima de ella.


La cisterna de la Basílica se construyó en el siglo VI y ocupa un espacio de 140 metros de largo y de 70 metros de ancho y unos 10 metros de alto. De 9800 m² en total, tenía una capacidad para almacenar aproximadamente 100.000 toneladas de agua. Esta inmensa cisterna que proveía de agua a Santa Sofía y al palacio imperial era la protagonista de esta fiesta.


Hemos de hacer el esfuerzo de ponernos en el mes de agosto del año 535 en la ciudad de Constantinopla, durante el gobierno del emperador Justiniano. Procopio de Cesarea señala que durante estos años el Sol estaba como apagado, sin luz, y que provocó gran terror en mucha gente. Este cambio en el clima y la epidemia de peste bubónica proveniente de Etiopía, según algunos autores como Evagrio Escolástico (que, extendiéndose desde Alejandría, llegaría a Constantinopla y Antioquía por medio de las ratas que portaban la pulga que la transmitía en los barcos cargados de trigo) fue causada por la erupción de un volcán en la zona de Mesoamérica que crearía un desastre a nivel mundial que afectaría a América, África y Europa, existiendo pruebas en el estudio de la dendrología que así lo corroboran.


Existiendo siempre el peligro de que las aguas, por el calor, se corrompiesen, y por el peligro de las enfermedades y plagas acosando a la población en medio de la canícula estival, el primer día del ayuno que preparaba la fiesta de la Dormición, la Pascua del verano y principal fiesta dedicada a la Madre de Dios, el Emperador Justiniano ordenó que se sacase en procesión la reliquia de la Santa y Verdadera Cruz del tesoro del palacio imperial a la catedral de Santa Sofía. En el camino hacia ella, la procesión se paraba en la basílica aneja, que servía de baptisterio, y allí se bendecían las aguas de la cisterna de dicha basílica. Permanecía en Santa Sofía hasta la fiesta de la Dormición y todos los días era sacada en procesión dirigiéndose a los distintitos distritos de la ciudad, bendiciéndose las cisternas y aguas y dando consuelo a los enfermos. Era costumbre alfombrar las calles con basilico, la hierba del rey, que es en esta época cuando se encuentra en su lozanía perfumando el ambiente junto al incienso.


Pronto esta fiesta se extendió fuera de la Ciudad, llegando hasta Rusia, donde se celebraba ya en el S. XI.



Fuente: infortodoxa.com

01/08-14/08 - Ayuno de la Dormición de la Madre de Dios


Los primeros catorce días del mes de agosto tienen una particularidad: son días de ayuno y de oración, de preparación de cuerpo y de alma, para festejar la Fiesta de las fiestas dedicadas a la Santa Madre de Dios: su Dormición. La misma Madre de Dios, habiéndole revelado el Arcángel Gabriel que su muerte estaba cercana, ayunaba y visitaba Getsemaní, el Calvario y el Santo Sepulcro de su Hijo divino para prepararse para su partida.

El momento histórico de este evento vio a los mismos Apóstoles del Señor acercándose a darle el saludo final, en signo de gratitud hacia ella y de confianza en su intercesión delante del trono de Dios.

Por ello nos acercamos a cantar la Paráclesis (el oficio de súplicas a la Madre de Dios) en nuestras parroquias, poniendo nuestras necesidades espirituales y materiales en sus manos, con la esperanza de que se cumpla en todo la voluntad de Su Hijo.

El ayuno y la oración nos ayudan a priorizar la voluntad de Dios en nuestra vida, y a ajustar nuestros propios deseos en consecuencia. Son medios eficaces que nos ayudan a sustituir el consumo excesivo por la moderación; la atención excesiva puesta en las informaciones, noticias, modas, por la atención a la Palabra de Dios y la escucha de Su voz; la violencia en las relaciones personales, y que predomina en los juegos de los niños, en las películas, en la televisión, por el respeto y el ejercicio del bien; dejamos la queja y la falta de esperanza, por el agradecimiento y la esperanza en Dios; el placer según la propuesta de los medios, por la alegría que ofrece únicamente Cristo, etc. En fin, es cambiar hacia una actitud sana y bendita hacia nosotros mismos, hacia nuestro prójimo y hacia Dios.

En todo este camino, ofrezcamos nuestro ayuno y nuestras oraciones a la Madre de Dios, porque creemos en su poder maternal y su intercesión, y pidámosle que ilumine nuestro corazón con la esperanza que ella tuvo cuando acompañó a los Apóstoles en sus misiones; que ilumine también nuestra mente con la inteligencia y el entendimiento de la palabra de su Hijo; y que conceda la salud a todo nuestro ser, con la intención de servir al Señor con ganas y fe. Pidámosle que conceda la fortaleza y el consuelo a los que sufren; la paz a los que están en guerra y la reconciliación a los que están distanciados.


Fuente: Archidiócesis de Buenos Aires y Toda la Argentina (Patriarcado de Antioquía y Todo el Oriente)

31/07 - San Eudócimo el Justo de Capadocia


San Eudócimo de Capadocia (Asia Menor) vivió durante el siglo IX bajo el reinado del emperador Teófilo (829-842). Era hijo de padres piadosos y cristianos: su padre era Basilio y su madre Eudocia, ilustre familia conocida por el emperador. Los padres educaron al Santo en "disciplina y amonestación del Señor" (Ef 6,4), sembrando en su alma virtudes santas y una sincera fe. 


La justa vida de San Eudócimo estuvo dedicada a la devoción de agradar a Dios y servir al prójimo. Hizo votos de castidad, evitaba conversaciones con las mujeres y no las miraba. Solamente hablaba con su madre, a quien respetaba profundamente.


El emperador valoró sus virtudes y talentos y lo nombró gobernador en Carsiano de Armenia. San Eudócimo, que cumplió sus misiones como siervo de Dios, gobernó al pueblo con justicia y bondad. Se preocupó por los desafortunados, los huérfanos y las viudas y siempre defendió a los de la clase común. Sus buenas obras cristianas fueron siempre hechas en secreto y solamente eran conocidas por Dios. 


Eudócimo agradó a Dios por su vida intachable, y el Señor lo llamó a Sí a la edad de 33 años.


Acostado en su lecho de muerte, el Santo dio sus instrucciones finales, pidiéndoles a sus sirvientes que lo llevaran a su tumba con la misma ropa que llevara puesta cuando le llegara el momento final. El Santo se despidió de todos y se encomendó al Señor rogándole que nadie se enterara de su muerte, del mismo modo que nadie nunca fue testigo de sus esfuerzos secretos durante su vida. Sus sirvientes lo atendieron y lo sepultaron como él lo había deseado. Después de la muerte de San Eudócimo ocurrieron muchos milagros en su tumba, muchos enfermos sanaron y las noticias de dichas sanciones milagrosas se extendieron rápidamente. 


Al pasar 18 meses de su muerte, la madre de San Eudócimo llegó de Constantinopla a venerar sus reliquias y ordenó que movieran la roca de su tumba, que excavaran en la tierra y abrieran la tumba de su Santo hijo. Todos presenciaron cómo el rostro del Santo irradiaba un brillante resplandor, tal como si estuviese vivo, y su cuerpo, no afectado por la podredumbre, despedía una dulce fragancia. Los presentes tomaron el ataúd con las reliquias del Santo y lo vistieron con nuevas vestimentas. Su madre deseaba llevar las reliquias de su hijo a Constantinopla, pero los habitantes locales no se lo permitieron. Al pasar un tiempo, el hieromonje José, quien había sido servidor y protector de la tumba del Santo, trasladó las reliquias de San Eudocimo a Constantinopla. Sus reliquias fueron guardadas en un relicario de plata en la iglesia de la Santísima Madre de Dios construida por los padres del Santo. 


San Eudócimo es considerado por los cristianos bizantinos, sobre todo rusos, uno de los mayores protectores e intercesor ante Dios por el hogar y la familia. Él fue, tal y como significa su nombre, un verdadero éxito en todas las virtudes.



Fuente: pravoslavie.cl

Adaptación propia

31/07 - José el Justo de Arimatea


San José de Arimatea era un prominente líder judío durante el tiempo de Jesucristo. Es mencionado en los Evangelios como un hombre rico de Arimatea que era discípulo secreto de Cristo debido a su posición en el Sanedrín.

Tras la crucifixión y muerte de nuestro Señor, José se dirigió a Poncio Pilato movido por la piedad y le pidió el cuerpo de Jesús para poder enterrarlo honrosamente. Junto con San Nicodemo, quitó el cuerpo de Cristo de la cruz en presencia de la Madre de Dios y las Mujeres Miróforas, lo envolvió en una sábana de lino, lo ungió con especias y lo depositó en un sepulcro nuevo de su propiedad.

Este discípulo posteriormente viajó por el mundo proclamando el Evangelio hasta que reposó en paz en Inglaterra. La Iglesia lo conmemora individualmente hoy 31 de julio, y junto con las Mujeres Miróforas y Nicodemo el 3° domingo de Pascua.


Fuente: goarch.org
Traducción y adaptación propias

VII Domingo de Mateo. Lecturas de la Divina Liturgia


Rm 15,1-7: Hermanos, nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los endebles y no buscar la satisfacción propia. Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya. Tampoco Cristo buscó su propio agrado, sino que, como está escrito: Los ultrajes de los que te ultrajaban cayeron sobre mí. Pues, todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús; de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios.


Mt 9,27-35: En aquel tiempo, cuando Jesús salía de allí, dos ciegos lo seguían gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca. Estaban ellos todavía saliendo cuando le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

30/07 - Silas, Silvano, Crescente, Epéneto y Andrónico los Apóstoles de los 70


Los Santos Discípulos de los Setenta Silas, Silvano, Crescente, Epéneto y Andrónico fueron discípulos del Salvador.


El Discípulo de los Setenta San Silas fue una figura respetada en la iglesia primitiva de Jerusalén (Hechos 15:22). El Concilio de los Apóstoles se convocó en Jerusalén en el año 51 para tratar la cuestión de si los conversos cristianos de entre los paganos gentiles debían observar la ley mosaica (Antiguo Testamento).


Posteriormente, los apóstoles enviaron un mensaje con Pablo y Bernabé a los cristianos de Antioquía en el que informaron, por decisión del Concilio, de que los cristianos de origen pagano gentil estaban dispensados de tener que observar las prescripciones de la ley mosaica. Pero se les prescribió, sin embargo, que se abstuvieran de participar de los alimentos ofrecidos a los ídolos, de carne y sangre estranguladas, de abstenerse de fornicar y de no hacer nada más que lo que es sensato (Hechos 15: 20-29).


Junto con los santos Pablo y Bernabé, el Concilio de los Apóstoles envió a los miembros de la Iglesia de Jerusalén, San Silas y Judas, para explicar el mensaje con mayor detalle, ya que ambos estaban llenos de la gracia del Espíritu Santo. San Judas fue luego enviado de regreso a Jerusalén, pero San Silas permaneció en Antioquía y asistió celosamente a San Pablo, el Apóstol de los Gentiles, en sus viajes misioneros predicando el Evangelio. Visitaron Siria, Cilicia y Macedonia.


En la ciudad de Filipos fueron acusados ​​de incitar al malestar entre la gente, por lo que fueron arrestados, golpeados con palos y luego encarcelados. A medianoche, cuando los santos estaban en oración, de repente hubo un fuerte terremoto, sus cadenas se aflojaron y las puertas de la prisión se abrieron. El guardia de la prisión, imaginando que los prisioneros habían huido, quería suicidarse, pero el apóstol Pablo lo detuvo. Entonces, temblando, cayó a los pies de los santos, y con fe aceptó sus buenas nuevas acerca de Cristo. Luego los sacó de la prisión y los llevó a su propia casa, donde les lavó las heridas y fue bautizado junto con toda su casa.


Desde Filipos, los santos Pablo y Silas se dirigieron a las ciudades de Anfípolis, Apolonio y Tesalónica. En cada ciudad hicieron nuevos conversos a Cristo y edificaron la Iglesia.


En Corinto, el santo discípulo Silas fue ordenado obispo, y allí realizó muchos milagros y señales, y allí también terminó su vida.


El Santo Discípulo Silvano predicó la Palabra de Dios junto con los principales apóstoles, Pedro y Pablo. En su Primera Epístola, el santo apóstol Pedro lo menciona: "En resumen, te he escrito por medio de Silvano (1 Pedro 5, 12). San Silvano fue nombrado obispo en Tesalónica y allí murió mártir, habiendo sufrido muchos dolores y desgracias por causa del Señor.


Acerca del Santo Discípulo Crescente, el santo apóstol Pablo hace mención en su segunda epístola a Timoteo (2 Timoteo 4:10), diciendo que había ido a predicar a Galacia. Fue nombrado obispo de Calcedonia y más tarde predicó la Palabra de Dios en la Galia (ahora Francia). En la ciudad de Viena (actual Austria), el santo Discípulo Crescente estableció como obispo a su discípulo Zacarías. Habiendo regresado a Galacia, murió mártir bajo el emperador Trajano (98-117).


El Santo Discípulo Epéneto fue nombrado obispo en Cartago. En su epístola a los Romanos, el santo apóstol Pablo escribe: "Salve, mi querido Epéneto, primicias de Asia para Cristo" (Rm 16,5). Tras soportar muchas aflicciones por parte de los idólatras y atraer a muchos de ellos a Cristo, partió con el Señor.


El discípulo Andrónico también es mencionado en esta misma epístola por el apóstol Pablo: "Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes, famosos entre los apóstoles y antes que yo, creyentes en Cristo" (Rom. 16: 7). El Santo Discípulo Andrónico fue obispo en Panonia (actual Hungría).

29/07 - El Santo Mártir Calínico


El Santo Mártir Calínico era oriundo de Cilicia y desde su infancia fue criado en la Fe Cristiana.


Calínico se sentía muy preocupado por las personas mal guiadas y confundidas por la reverencia y adoración a los ídolos, y temía que perecieran para siempre por adorar a los ídolos paganos, por lo que viajó por muchas ciudades y aldeas proclamando a Jesucristo, y gracias a sus enseñanzas y a la palabra de Dios el Santo logró convertir a muchos de los paganos al Cristianismo.


En la ciudad de Ancira, en Galacia, el Santo confesor fue arrestado y llevado a juicio bajo el gobernador Sacerdón quien era un feroz perseguidor de los Cristianos. El gobernador amenazó al Santo con torturas y la muerte y le exigió que ofreciera sacrificios a los ídolos, pero el Santo sin ningún temor le declaroó que no le temía al martirio, ya que todos los creyentes en Cristo reciben de Él la fuerza en las pruebas y por Él se hereda la vida eterna cuando llega la muerte.


Golpearon cruelmente al Santo con correas de bueyes y le desgarraron la piel con ganchos de hierro, pero él lo soportó todo con paciencia y con calma, lo cual causó más ira aún en Sacerdón, que entonces ordenó que le pusieran unas sandalias en los pies con clavos bien afilados y lo llevaran a latigazos hasta la ciudad de Gangra, donde será incinerado.


La trayectoria del Santo fue dolorosa, y los soldados que lo acompañaban se sentían débiles por la sed; desesperados, le imploraron al Santo que le rezara a su Señor para que les enviara agua. El Santo, sintiendo pena y compasión por sus torturadores, y con la ayuda de Dios, logró que un manantial de agua brotara de una piedra milagrosamente. Los asombrados soldados se llenaron de compasión por el que los había rescatado y hasta quisieron darle la libertad, pero por miedo a ser ejecutados continuaron la marcha con el mártir hasta Gangra, donde San Calínico con alegría le dio gracias al Señor, quien le concedió la corona del martirio, entrando en el ardiente fuego y entregando su alma a Dios. Su cuerpo se mantuvo ileso y fue sepultado con reverencia por creyentes.



Fuente: Misión Juan Clímaco

29/07 - Teodota la Mártir y sus Hijos


Santa Teodota, de la que el Martirologio Romano hace mención en este día, era una noble dama de Nicea. Según las «actas» de la santa, el prefecto Leucacio intentó casarse con ella, pero al rehusar Teodota, la denunció, lo mismo que a sus tres hijos, ante Nicecio, procónsul de Bitinia. La persecución de Diocleciano estaba entonces en todo su furor. 

Nicecio preguntó a Teodota si ella había enseñado a sus hijos la falsa religión que practicaban. Teodota replicó que no era una religión falsa ni nueva. Nicecio exclamó: «¿Acaso quieres decir que tus antepasados conocían ya tales doctrinas?» Evodio, el hijo mayor de Teodota, intervino entonces, diciendo: «Nuestros antepasados estaban equivocados, pero no porque Dios no hubiese revelado la Verdad, sino porque se cegaban voluntariamente y se precipitaban en el error. Pero nosotros estamos decididos a seguir a nuestra madre». Nicecio replicó: «Vuestra madre va a ofrecer sacrificios a los dioses, lo quiera o no». En seguida, dirigiéndose a Teodota, le echó en cara la valiente respuesta de su hijo y la exhortó a sacrificar a los dioses para salvar la vida de sus hijos.

Como no lograse persuadirla, Nicecio condenó finalmente a los cuatro mártires a morir por el fuego.


Fuente: eltestigofiel.org

29/07 - La Santa Partenomártir Teodota

(No hay imagen disponible de la Santa)


De esta otra Teodota se sabe muy poco más allá de que fue una virgen que fue sometida a horribles tormentos y asesinada por su confesión de Cristo.

28/07 - La Justa Irene de Crisobalanto


La Venerable Irene de Crisobalanto nació en una noble familia de Capadocia en el siglo IX.


Tras la muerte de su esposo Teófilo, la emperatriz Teodora gobernó el Imperio durante la regencia de su hijo Miguel. La santa emperatriz Teodora ayudó a derrotar la herejía iconoclasta y la restauración del culto de las sagradas imágenes. Cuando Miguel cumplió 12 años, la Emperatriz envió mensajeros por todo el Imperio para encontrar una esposa adecuada para el futuro Emperador de Bizancio. Santa Irene fue la elegida y dio su conformidad al matrimonio. Cuando pasaba por el monte Olimpo en Asia Menor, Irene pidió que la comitiva que la llevaba a la capital del Imperio se detuviera para poder pedir la bendición de San Joanicio. El Santo, que solo se dejaba ver en contadas ocasiones, esperaba la llegada de Santa Irene. Una vez que los dos Santos se encontraron, el asceta le dijo a la joven que la necesitaban en Constantinopla, pero no en el palacio imperial, sino en el convento de Crisobalanto. Santa Irene cayó postrada a sus pies y pidió su bendición. Llegados a Constantinopla, descubrieron que el Emperador había tomado esposa hacía unos días. Lejos de estar decepcionada, Irene se alegró enormemente, pues así tenía el camino libre para convertirse en esposa de Jesucristo, llenándose de alegría por el cambio producido en los acontecimientos y que había profetizado el santo asceta del Olimpo.


Recordando las palabras de San Joanicio, Irene visitó el Monasterio de Crisobalanto. Quedó tan impresionada por las monjas y su forma de vida que liberó a sus siervos y distribuyó su riqueza entre los pobres. Cambió sus ricos vestidos por el hábito monástico y comenzó a servir a las hermanas con gran humildad y obediencia. La Abadesa estaba impresionada sobre todo porque, viniendo Santa Irene de familia noble, realizaba las tareas más bajas encomendadas por la obediencia monástica sin ninguna queja. Frecuentemente leía las vidas de los Santos en su celda y siempre intentaba imitar sus virtudes de la mejor manera posible. A menudo permanecía toda la noche en oración con los brazos levantados, al igual que Moisés. Pasaba los días de su juventud en medio de luchas espirituales derrotando, con la ayuda de Cristo, los ataques insidiosos de los demonios y obteniendo los frutos del Espíritu Santo.


Cuando la abadesa sintió próxima su muerte, pidió a las demás monjas que no aceptaran a nadie como abadesa que no fuera a Irene. Cuando la abadesa murió, las monjas pidieron consejo a San Metodio. Iluminado por el Espíritu Santo, este les preguntó si había en el monasterio una monja humilde llamada Irene, pues ella debería ser la nueva abadesa. Las monjas se llenaron de alegría y daban gracias a Dios. Elegida abadesa, Irene rogaba a Dios que le ayudara a servir a sus hermanas desde el ejercicio de su cargo, y redobló sus esfuerzos espirituales. Irene mostraba gran sabiduría en la dirección de las monjas y recibía frecuentes revelaciones de Dios que la ayudaban en el ejercicio de la autoridad. Nunca avergonzaba a las monjas; al contrario, las ayudaba para que pudieran corregirse y adelantar en el ejercicio de la virtud.


Muchos fueron los milagros que realizó Irene durante su vida, pero el de las manzanas es quizás el más famoso de todos. Era su costumbre permanecer en el patio del monasterio bajo el cielo estrellado en la vigilia de las grandes fiestas. En la noche de una de estas fiestas, una monja que no podía dormir salió de su celda y salió al patio del monasterio. Allí vio a la abadesa elevada del suelo y completamente inmersa en la oración. Asimismo observó que los dos cipreses del patio estaban con sus copas inclinadas tocando el suelo. Cuando terminó su oración, Santa Irene bendijo a los cipreses y estos volvieron a su posición original. Pensando que podría ser una tentación del demonio, la monja acudió a la noche siguiente, contemplando de nuevo el milagroso acontecimiento. La monja ató unos pañuelos en las copas y al día siguiente todas las monjas se preguntaban cómo podía haber ocurrido aquello. La monja que había sido testigo del milagro se lo contó a las demás monjas. Santa Irene se entristeció mucho y prohibió que hablasen de ello hasta después de su muerte.


Una noche, mientras dormía, Irene oyó una voz que provenía del cielo que le dijo que un marinero le traería un regalo que debería aceptar. El marinero llegó al día siguiente y permaneció en la Liturgia en la Iglesia hasta el final. Este le dijo que, al pasar por Patmos, un anciano se había acercado al barco caminando por encima de las aguas y le había entregado tres manzanas “que Dios le enviaba de mano de su discípulo Juan”. El marinero le dijo a Santa Irene que, cuando comiese de las manzanas, todos los deseos de su alma se concederían. Santa Irene ayunó dando gracias a Dios por aquel regalo y después de cuarenta días comió la primera manzana a pequeños trozos. Durante este tiempo no necesitó más comida o bebida. El Jueves Santo, después de recibir las monjas los Santos Dones, les dio un trozo de la segunda manzana, notando ellas su gran dulzura y cómo nutría sus almas.


Un ángel informó a Santa Irene de que sería llamada ante el Señor el día después de la fiesta San Panteleimon. Durante una semana se preparó con ayuno y oraciones para celebrar la fiesta del Santo Gran Mártir, comiendo sólo pequeños trozos de la manzana y bebiendo un poco de agua. Todo el monasterio se llenó de una gran fragancia y todas las rencillas se desvanecían, llenándose de paz los corazones. El 28 de julio, Santa Irene llamó a las monjas para despedirse de ellas y para recomendarles que eligieran a la hermana María como abadesa y así seguir en el camino estrecho que conduce a la vida eterna. Vio a ángeles que Dios le enviaba para recoger su alma, y llena de alegría descansó en el Señor. Tenía ciento un años cuando murió, pero su rostro estaba joven y hermoso. Fueron muchos los que se acercaron a su funeral, y desde entonces fueron innumerables los milagros que se realizaron en su tumba. En muchas iglesias se acostumbra a bendecir las “manzanas del Paraíso” en este día en recuerdo del milagro de las manzanas que recibió Santa Irene.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

28/07 - Prócoro, Nicanor, Timón y Parmenas los Apóstoles de los 70


En Hechos 6,1-6 tenemos un eco, si bien muy débil, de la complejidad de la comunidad primitiva. Nos enteramos, por ejemplo, de que había dos grupos, los «hebreos» y los «helenistas». No se sabe a ciencia cierta qué representaba cada uno de ellos. Tradicionalmente (a partir de san Juan Crisóstomo) se considera que «helenistas» son los judíos de habla griega; sin embargo, por ejemplo san Pablo -que era un judío de habla griega- se llama a sí mismo «hebreo, hijo de hebreos». Es poco probable que se trate de miembros de la comunidad venidos del paganismo, ya que en los primeros años de la Iglesia, esta funcionaba como una rama dentro del judaísmo, y sus miembros eran judíos; en la actualidad tiende a pensarse que los helenistas eran judíos que no hablaban hebreo, o que no compartían el modo tradicional de los «hebreos» de entender el judaísmo. Como sea, lo cierto es que la comunidad no era tan monolítica como el mismo relato de Hechos parece transmitir: había, como en toda comunidad, distintas maneras de ver las cosas, y de actuar en consecuencia.


Para solventar estas «distintas sensibilidades», los Doce -presionados, según el propio relato aclara- deciden instituir una función específica dirigida a «los helenistas». Es verdad que en principio parece que se van a dedicar a funciones prácticas (servir a las mesas, atender a las viudas), distintas de las que cumplen los Doce («la oración y el ministerio de la Palabra»); sin embargo, lo poco que conocemos de la actuación de estos nuevos ministros nos indica que ellos también se dedicaron al servicio de la Palabra. La verdad es que solo lo sabemos por Esteban y Felipe, porque de los otros cinco, cuatro de lod cuales son los que celebramos hoy, apenas si se ha conservado el nombre.


Esteban resultó el primer mártir de la Iglesia, el primer testigo de Cristo muerto por la fe, y tiene su celebración especial. Felipe también destacó por su predicación (ver Hechos 8), y hay tradiciones asociadas a su persona, aunque a veces se confundan, popularmente, con las del apóstol del mismo nombre. De estos dos podemos deducir que el ministerio diaconal no resultó ser solo para servicios «prácticos», y ni siquiera se limitó a los «helenistas», sino que abarcó un amplio campo de predicación.


Lamentablemente, de los otros cinco, de Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás (a los cuatro primeros los conmemoramos hoy), los Hechos no nos cuentan nada, y solo podemos basarnos en las tradiciones posteriores:


-San Prócoro se convirtió en Obispo de Nicomedia y reposó en paz.


-San Nicanor fue apedreado hasta la muerte en Jerusalén.


-San Timón se convirtió en Obispo de Bosra en Arabia y acabó su vida como mártir quemado a manos de los paganos.


-San Parmenas murió en paz en Jerusalén.


De dónde salen estas tradiciones sobre los respectivos martirios, es imposible saberlo hoy, ya que no hay fuentes históricas que los avalen; pero debe tenerse en cuenta que en la antigüedad eclesiástica había cierto consenso de suponer que, si fueron personajes prominentes de la primitiva comunidad debieron morir mártires. La inscripción en la fecha actual proviene de los sinaxarios bizantinos, y es muy antigua.



Fuente: eltestigofiel.org / goarch.org

Adaptación propia

27/07 - El Santo Megalomártir y Sanador Pantaleón (Panteleimon)


La tradición cuenta que Pantaleón nació en Nicomedia y fue hijo de Eustorgio, pagano y de Santa Eubula cristiana convencida que enseñó a su hijo la fe cristiana. Pero Eubula murió cuando el niño era aún pequeño y su padre le puso bajo el cuidado de un médico que le dio una esmerada educación en ciencias, especialmente en Medicina, en la que Pantaleón pronto fue muy ducho. Y tanto, que su fama llegó al emperador Galerio Maximiano, el cual le hizo su médico personal.


Tenía Pantaleón presente en su corazón las enseñanzas de su madre sobre la fe de Cristo, pero vivir en una corte pagana y licenciosa le fue apartando de la fe cristiana; incluso alguna vez participó con otros médicos de los sacrificios a Esculapio. Sin embargo, un presbítero llamado Hermolao comenzó a tratarse con Pantaleón, y poco a poco fue hablándole de Cristo y señalándole el error del paganismo, por lo que llegó el día que Pantaleón reconoció que Hermolao tenía razón. Pero aún no rechazaba del todo el paganismo, hasta un día que le trajeron un niño que había sido mordido por una serpiente, y no daba señales de vida. Entonces Pantaleón, viendo que su medicina ya no podía hacer nada, invocó a Cristo, mientras pensaba "si con mi oración a Jesucristo este niño muerto vuelve a la vida, entonces creeré en Él". Y he aquí que de pronto el niño abrió los ojos, respiró y se levantó, con lo cual todos quedaron sorprendidos, sobre todo Pantaleón, quien corrió adonde Hermolao a pedir el Bautismo.


Durante siete días estuvo Hermolao enseñando los misterios de la fe a Pantaleón, y al cabo le dio el Bautismo y la Eucaristía. Una vez cristiano, Pantaleón quiso que su padre también lo fuera, y por ello le predicó a Cristo, pero su padre tenía miedo de dejar a los dioses paganos en aras de la fe cristiana. Y para demostrar la verdad de su nueva fe sanó a un ciego al que los médicos habían desahuciado, luego de invocar el Nombre de Jesús. El ciego y el padre de Pantaleón se convirtieron a Jesucristo. Poco tiempo después Eustorgio falleció felizmente en Cristo, y Pantaleón heredó una inmensa fortuna, que usó para socorrer a los necesitados. Seguía ejerciendo como médico, sin cobrar a los pobres. Además de darles curación del cuerpo, predicaba a Cristo, y a más de uno sanó milagrosamente.


Poco a poco la fama de Pantaleón fue creciendo, y otros médicos comenzaron a mostrar envidia, porque perdían clientes, y además, todos se hacían lenguas de los milagros que obraba el santo. Cuando confirmaron que era cristiano, le acusaron ante el emperador, diciéndole que Pantaleón despreciaba a Esculapio, adoraba a Cristo, y dejaba en mal lugar al monarca. Galerio llamó al ciego que había sanado Pantaleón, el cual confirmó que el santo médico le había sanado luego de invocar a Cristo. El emperador le reconvino a abandonar aquella fe, y como el ciego se negó, fue decapitado. Pantaleón rescató el cuerpo del mártir y lo enterró piadosamente.


Luego mandó el emperador que llevaran a su presencia a Pantaleón, al que le hizo ver su afecto y por este, le pidió que sacrificara a los dioses y abandonara la fe que había adoptado. Pantaleón le respondió que no podía abandonar la fe en Cristo, el cual dejaba por tierra a los ídolos, que no tenían poder ante Cristo. Propuso al emperador lo siguiente: que trajeran a un enfermo y que los médicos paganos intentaran curarlo invocando a Esculapio, mientras que él mismo invocaría a Cristo; así el emperador podría ver por sí mismo si Cristo era verdadero. Así lo hicieron, trajeron un paralítico y los sacerdotes idólatras invocaron a Esculapio, pero el paralítico quedó igual. Entonces Pantaleón se acercó al enfermo, y clamó: "En nombre de Jesucristo, levántate". Y el paralítico inmediatamente se levantó y confesó el Nombre de Cristo. Los sacerdotes paganos, en lugar de reconocer la evidencia, pidieron al emperador que vengara aquella ofensa a los dioses, o estos se vengarían contra el Imperio. Maximiano entonces volvió a conminar a Pantaleón que sacrificara a los dioses, primero con promesas y luego con amenazas, pero nada pudo hacer, porque el santo ni quiso oír hablar de esto. Y por ello fue condenado a sufrir tormentos hasta que apostatara.


Los verdugos ataron al santo a una palmera, y así le rasgaron las carnes con peines de hierro y le quemaron los costados con antorchas. Como nada lograban con estos tormentos, entonces le vertieron plomo derretido, pero el líquido pasó por el cuerpo del santo sin hacerle daño, mientras Pantaleón entonaba salmos de alabanza. Entretanto el emperador supo que el presbítero Hermolao había sido quien había convertido a Pantaleón, mandó que le apresaran y le cortaran la cabeza. Y así hicieron. Viendo que los tormentos no hacían mella en Pantaleón, los verdugos lo arrojaron al mar, pero las olas lo llevaron a tierra. Luego lo ataron a un olivo seco y soltaron leones y osos, pero estos no lo tocaron. Estando atado al olivo, le clavaron sus manos a la frente con un clavo, y punzaron su cuerpo con otros clavos repetidas veces, de tal modo que su sangre chorreaba abundantemente, y he aquí que al contacto con la sangre martirial, el olivo reverdeció y el suelo se vio cubierto de rosas, lirios y violetas. Viendo este portento, muchos se convirtieron a Cristo y el santo mártir dio gracias a Dios por ello. Luego los verdugos le ataron a una rueda de molino y lanzarlo montaña abajo, pero igualmente sobrevivió y continuó alabando a Cristo. Entonces el emperador, cansado, mandó le decapitaran, y en ese momento de su cuello manó leche. Era el año 303 o 304.


Culto y reliquias


Su testimonio en Oriente fue conocido muy pronto, y su culto se extendió bastante rápido. En el siglo V, el emperador Justiniano I construyó una basílica en su honor en Constantinopla. Asimismo las había en Jerusalén y en Roma sobre la misma época.


Sobre las reliquias hay que decir que una tradición afirma que el cuerpo del santo fue quemado pero unos cristianos recogieron las cenizas y las enterraron en Nicomedia, por lo que hay varios sitios que dicen tener partes del cuerpo. París, por ejemplo, venera una cabeza desde el siglo IX y en el siglo X San Gero de Colonia llevó unas reliquias desde Jerusalén a Colonia, donde edificó una bella iglesia y un monasterio en su honor. En Reihm se venera otra cabeza en un busto relicario de plata.


Es uno de los llamados "santos sanadores", tanto porque fueron médicos, como porque son grandes taumaturgos. En Oriente Pantaleón es muy venerado por sus portentos, y en Occidente su culto está relacionado al conocido como "milagro de la licuefacción de la sangre", que dicen ocurre cada 27 de julio. Suele siempre hablarse de Madrid, pero el hecho ocurre también en otros sitios, como Bari, Amalfi, Venecia o Kaiserstuhl.


El santo médico es abogado de médicos, cirujanos, farmacéuticos, parteras, panaderos, pasteleros y lecheros. Se le invoca contra los dolores de cabeza, la tuberculosis, la pérdida de peso, y varias enfermedades del ganado. 



Fuente: religionenlibertad.com

Adaptación propia

27/07 - San Tiflo, el Ciego curado por San Panteleimon

(No hay imagen disponible del Santo)


San Tiflo fue el ciego (eso significa su nombre) curado por San Panteleimon (celebrado este mismo día), que confesó a Cristo y fue martirizado a espada.

26/07 - Los Santos Hieromártires Hermolao, Hermipo y Hermócrates


Los santos hieromártires Hermolao, Hermipo y Hermócrates de Nicomedia eran sacerdotes que se encontraban entre el pequeño número de los que quedaron con vida después de que 20.000 cristianos fueran quemados vivos en una iglesia en Nicomedia en el año 305 (ver el 28 de diciembre) por orden del emperador Maximiano (284-305).


Se escondieron en cierta casa y no dejaron de predicar el cristianismo a los paganos.


El joven pagano llamado Pantaleón a menudo pasaba por la casa en la que Hermolao se había ocultado. Una vez, Hermolao se encontró con el joven y le pidió que pasara por su casa. En su conversación, Hermolao comenzó a explicar a su invitado la falsedad, la impiedad y la vanidad de adorar a los dioses paganos. A partir de ese día, Pantaleón comenzó a visitar a Hermolao, siendo finalmente bautizado por él. Al bautizarse, Pantaleón pasó a llamarse Panteleimon.


Cuando el santo gran mártir Panteleimon fue intrrogado por el emperador, se le preguntó de quién había aprendido la fe cristiana. Panteleimon respondió que fue a través del sacerdote Hermolao. Maximiano entonces arrestó a Hermolao. El Señor Jesucristo se apareció a Hermolao una tarde y le reveló que al día siguiente sufriría por Él y recibiría una corona de mártir.


Hermipo y Hermócrates fueron arrestados y llevados a juicio después de Hermolao. A los tres clérigos se les dio la oportunidad de negar a Cristo y ofrecer sacrificios a los ídolos, pero se negaron decididamente, confesaron su fe en el Señor Jesucristo y se prepararon alegremente para morir por él.


Los paganos comenzaron a amenazarlos con torturas y la muerte. De repente, se produjo un fuerte terremoto, y los ídolos y el templo pagano se derrumbaron y se hicieron pedazos. El emperador fue informado de esto. El enfurecido Maximiano entregó a los Santos Hieromártires a la tortura y declaró sobre ellos la sentencia de muerte. Aguantando valientemente todos los tormentos, los Santos Hieromártires Hermolao, Hermipo y Hermócrates fueron decapitados alrededor del año 305, entrando victoriosamente en el Reino de los Cielos.


San Hermolao es uno de los Santos Anárgiros.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / goarch.org

Adaptación propia

26/07 - Parasceve la Hosiomártir de Roma


Era hija de Agatón y de Policia, un matrimonio griego residente en Roma (en algunas fiestas de Malta los padres a veces son representados junto a ella, dato curioso, dado que no son Santos) y les nació tras mucho tiempo de esterilidad y continua oración para tener un hijo. La llamaron Parasceve, que en griego significa “viernes” y también alude a la Pascua de Resurrección, según el relato, porque nació en la fiesta cristiana.


La niña era de talante vivaz, atrevido y muy inteligente, y al crecer se volvió sensata y culta. Muchos la pedían en matrimonio pero ella los rechazaba, sintiendo que estaba llamada a algo grande.


Sus padres murieron cuando ella tenía 26 años y entonces ingresó en una comunidad de vírgenes consagradas, pero lo que realmente deseaba era predicar el Evangelio y pronto obtuvo la autorización de la superior para marcharse.


Tras hacerse famosa en Roma por sus predicaciones, decidió marcharse a Asia Menor y predicar en una ciudad llamada Terapia. Allí fue detenida por orden de Antonino Pío, que estaba de campaña con sus soldados, y ante su rechazo a convertirse y dejar de predicar, fue torturada de diversas maneras: apaleada, azotada con nervios de buey, obligada a caminar sobre brasas, le arrancaron los cabellos… ante su fortaleza los paganos se conmovían y entonces el emperador mandó echarla a un caldero de aceite hirviendo, pero el líquido no le hizo daño alguno. Furioso, se acercó el césar a comprobar por qué sucedía eso, y entonces ella le salpicó, dándole en los ojos y quemándolo, de modo que se quedó ciego. Como diera grandes gritos y sus dioses no lo socorrieran, pidió ayuda a Parasceve, que conmovida, salió del caldero, escupió en el suelo, hizo barro con la tierra y se la aplicó al emperador a los ojos, que curaron inmediatamente y le fue devuelta la vista. El emperador, agradecido, mandó liberarla y que no se ejerciera más violencia contra ella. 


Parasceve siguió predicando el Evangelio hasta los 50 años –que entonces era ser casi una anciana- momento en que, desaparecido el emperador Antonio y subido al poder Marco Aurelio, perseguidor de cristianos, fue detenida, deportada a Roma, y ante su nueva negativa a dejar de predicar, decapitada. Sus discípulos recogieron el cadáver y le dieron digna sepultura, convirtiéndose su sepulcro en centro de peregrinación y lugar donde se operaban muchos milagros.


La mayoría de las reliquias de la Santa se conservan en la catedral de Acireale (Sicilia), es muy venerada en el sur de Italia, Sicilia y Malta; donde siempre aparece como una virgen con el dedo alzado en gesto de predicar, y un crucifijo o una palma con tres coronas (por virgen, apóstol y mártir). Los bizantinos la representan en sus iconos como una monja con un plato con ojos pintados, simbolizando así que para ellos es la patrona de la vista, por el milagro que obró con Antonino Pío. Se conservan algunas reliquias en Tesalónica (Grecia).


Meldelen



Fuente: preguntasantoral

Adaptación propia

25/07 - Dormición de Santa Ana, Madre de la Deípara


Joaquín y Ana, padres de la Santísima Madre de Dios, llevaron unas vidas simples, de gran austeridad, y al mismo tiempo de profunda devoción. Su humildad ha de haber complacido a Dios grandemente, pues al final los escogió, por encima de todos los demás, para ser los padres de la Bienaventurada Madre de Dios, y de esa manera llegar a ser los abuelos de Jesucristo, Santo Redentor.


Los Santos Joaquín y Ana fueron dos personas de un carácter ejemplar. Dado que habían decidido que su vida tuviera un carácter más espiritual que material, habían optado por entregar una tercera parte de sus ingresos al Templo y otra tercera parte a los pobres, quedándoles a ellos con muy poco dinero para su subsistencia. 


A pesar de ello se las arreglaron para vivir gozosamente con lo poco que tenían, y su frugalidad fue como un anticipo del futuro nacimiento de nuestro Salvador, quien comenzó su propia vida en las circunstancias más humildes que nos podríamos imaginar, rodeado por animales de granja y unos pastores en un pesebre.


San Joaquín pertenecía a la tribu de Judá y descendía del Rey David. Muchos descendientes de David vivían con la esperanza de que en la familia iba a nacer el Mesías, porque Dios le prometió a David que en su generación iba a nacer el Salvador del mundo. Su esposa Ana descendía por parte de padre del sacerdote Aarón y por parte de madre de la rama de Judas; había nacido de un sacerdote muy conocido de la tribu de Leví llamado Natán, teniendo dos hermanas: María y Zoe. María se casaría en Belén y vendría a ser la madre de Salomé, mientras que Zoe, también casada en Belén, daría a luz a Isabel, la madre de San Juan, el Predecesor. 


Joaquín y Ana se casaron en Nazaret, donde llevaron una vida piadosa y de alegría silenciosa en su matrimonio. Pero su felicidad se vio empañada por una ardiente decepción. Después de 50 años de matrimonio, no habían sido capaces de concebir un hijo. Esta situación difícil era especialmente dolorosa por el hecho de que en esa época de la historia el no tener descendencia era considerado como un defecto o una falta moral, como un castigo.


Hubo un momento en que la angustia que sentía esta pareja estéril se hizo casi insoportable. Esto sucedió cuando el sumo sacerdote de su templo –un clérigo llamado Rubén, despiadado, sin corazón y de un juicio severo- reprochó severamente a Joaquín, al tiempo que le informaba de que no era digno de ofrecer sacrificios.


Muy duro fue soportar en el templo esta ofensa a los esposos, donde esperaban encontrar alivio para sus penas. Desde ese momento en adelante no le fue permitido participar en los sacrificios rituales en el templo, acontecimiento devastador para un hombre de gran piedad como Joaquín.


Lleno de lamentos por esta situación tan poco prometedora, Joaquín deambuló por el desierto, rezando y pidiéndole a Dios que recordara la manera en que había bendecido a Abrahán y Sara con un hijo a pesar de su edad avanzada. El Señor le respondió amablemente… enviando un poderoso ángel para darles a él y a su esposa las buenas noticias, antes de anunciarles (de acuerdo con una versión no bíblica, el ‘Evangelio de Santiago’, una historia de ese período) que serían recompensados con «la más bendecida de las hijas, por la cual todas las naciones de la tierra serían bendecidas, y a través de la cual nos vendría la salvación del mundo.».


Mientras Joaquín observaba con admiración, según el Apóstol Santiago, el Angel hablaba a través de rayos brillantes de luz: “Yo, el Angel del Señor, he sido enviado a ti, para anunciarte que tus oraciones han sido escuchadas y que tus obras de caridad han subido a la presencia del Señor. He visto tu vergüenza y he escuchado el reproche de infertilidad lanzado sobre vosotros de manera equivocada. Pues Dios no castiga por la naturaleza propia, sino por el pecado; por consiguiente, cuando cierra un vientre, solo significa que luego lo abrirá de manera maravillosa para que todos sepan que lo que proviene de ahí no es fruto de la lujuria sino de la magnificencia divina. ¿Acaso Sara, la primera madre de tu raza, no fue portadora de la vergüenza de la infertilidad hasta sus noventa años, y aun a pesar de ello concibió a Isaac? ¿Acaso Raquel no permaneció estéril por largo tiempo, y aun así concibió a José, quien luego fue el gobernador de todo Egipto?” De la misma manera Ana, tu esposa Ana, te dará una hija a la cual deberás llamar María. De acuerdo con vuestros propios votos, desde su niñez será consagrada al Señor y será llena del Espíritu Santo desde el vientre de su madre… Y ella, que ha nacido de una madre estéril, será virgen, y de una manera maravillosa, será la madre del Altísimo, Aquél que será llamado Jesús y por quien vendrá la salvación para todas las naciones».


Al poco tiempo de este anuncio maravilloso Ana concibió y, pasado el tiempo apropiado, dio a luz a la Bienaventurada Madre de Dios. Alegrándose los padres, la llamaron María. Los dos padres se alegraron de corazón por una muy buena razón: su nieto, algún día feliz del futuro, sería nada menos que ¡el Hijo de Dios! El gozo de Ana en la espera de la llegada de la Madre de Dios ha sido capturado maravillosamente, tal como sigue, en el capítulo sexto del ‘Evangelio de Santiago’:


«Su madre la llevó (a María) a su habitación, en donde la amamantó. Y Ana compuso una canción para el Señor Dios diciendo: “Cantaré una canción santa para el Señor mi Dios, porque Él me ha mirado y quitado la horrible desgracia que pesaba sobre mí. Y el Señor me hado el fruto de su justicia, de su propia naturaleza, pero distinto a Él. ¿Quién proclamará a los hijos de Rubén que Ana amamanta un bebé? ¿Han escuchado? Escuchad esto doce tribus de Israel: ¡Ana alimenta a un bebé!”


Tres años educaron en su casa a su Hija. Cumpliendo la promesa de ofrecerla a Dios, la enviaron al templo de Jerusalén. Allí había un orfanato para niños huérfanos, quedando María allí para vivir y estudiar. Joaquín falleció a los 80 años, y Ana comenzó a habitar cerca del templo, y así visitó a su Hija durante unos dos años.


Las vidas de estas dos santas personas nos muestran claramente –y triunfalmente- cómo el Señor Dios siempre responde las oraciones de aquellos que lo invocan, aun en el más profundo dolor. Tal como lo han señalado muchos Padres de la Iglesia a través de los siglos, su inspiradora fidelidad es un constante recordatorio para los Cristianos de la fidelidad eterna de Jesús a su propio Padre Celestial.


Según la tradición, Ana, la abuela del Señor, vivió sesenta y nueve años, y su esposo Joaquín ochenta; según se cree, San Joaquín habría muerto dos años antes que Santa Ana.


La Deípara habría quedado huérfana de sus padres a los once años de edad, cuando vivía en el Templo (ver el 8 de septiembre y el 21 de noviembre).

Santa Ana es invocada para concebir hijos y para recibir ayuda en los partos difíciles.


Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / www.crkvenikalendar.com

Adaptación propia