01/08 - Los Siete Santos Macabeos, su Madre Salomona y su Maestro Eleazar


Los crímenes contra Salomona y sus descendientes ocurrieron el año 166 antes de Cristo según la mayoría de historiadores de ese período, luego de que los Jóvenes Macabeos y su madre fueran llevados desde su nativa Jerusalén hacia la ciudad Siria para ser juzgados.


Sin embargo sus muertes no fueron las primeras en esta gran matanza de los Judíos por parte de los invasores bajo el mando del Rey Antíoxo (175-164 antes de Cristo). Ciertamente, sólo algunos días antes del juicio y la tortura de los Jóvenes, Eleazar, su noble maestro, un santo y piadoso adorador del Unico Dios Verdadero de Israel, a la edad de 90 años, había sido condenado a muerte por rehusar abjurar de su fe en el Dios Todopoderoso. Su asesinato fue parte de una campaña de represión general en contra de los Judíos que habían sido conquistados en Jerusalén, durante la cual el invasor había destruido el Templo Sagrado e instalado en su lugar una imagen pagana de Zeus. Pobre de aquellos que se rehusaran a adorar a este despiadado ídolo pagano.


Para el sabio viejo maestro, un sacerdote venerado y, según la tradición, uno de los que tradujo el Antiguo Testamento al Griego (una versión del Antiguo Testamento que posteriormente recibiría el nombre de la “Septuaginta” o de “Los Setenta”), la llamada de la muerte sonó luego de que desistiera de obedecer un escandaloso edicto del invasor Sirio. Decidido a quebrar la voluntad de los Judíos en Jerusalén, el tirano había ordenado que violasen una de las leyes más sagradas de Moisés en lo que se refiere a comer la carne de cerdo. “Comerán una medida de cerdo,” dijo el vil invasor, “o saborearán la punta de mi espada.”


Cuando el piadoso y humilde Eleazar siguió desobedeciendo esta orden despiadada fue, en primer lugar, golpeado y luego quemado en varios de sus miembros. Finalmente sus manos fueron amarradas y lo forzaron a inhalar el humo sulfuroso proveniente de la hoguera, lo que le provocó la muerte a causa de la asfixia.


Habiendo asesinado al anciano sacerdote de Jerusalén, el brutal Sirio ordenó que los Jóvenes Macabeos y su Madre –quien también había sido vista públicamente desobedeciendo el decreto sobre la carne de cerdo- serían juzgados en Antioquia y torturada de manera similar.


Este fue el telón de fondo contra el cual los hermanos Macabeos lucharían para definir sus destinos. Sus nombres fueron Abimo, Antonino, Eleazar, Gurias, Eusabono, y Marcelo, y antes de que el sádico rey hubiera acabado con ellos, debieron soportar la mayoría de los abusos físicos (torturas) conocidas en el mundo antiguo. Mientras, su madre observaba indefensa y con el corazón dolorido cómo les arrancaban la piel del rostro. A algunos de ellos además les cortarían la lengua o les arrancarían el cuero cabelludo. Y cuando estas inimaginables torturas llegaron a su fin, uno a uno fueron arrojados a las llamas ardientes de un horno trepidante.


¿Cómo una madre podría soportar esto? Antes de que el último de los hermanos, un simple niño de tres años de edad, fuera arrojado al fuego infernal, el cruel Rey urgió a la madre a que por lo menos salvara a su bebé, pidiéndole que renegra de su Dios Todopoderoso. Sin embargo, en vez de cumplir con lo que se le pedía, la asombrosamente valiente Solomona le pidió a su joven hijo que imitase la valentía de sus hermanos mayores. Así lo hizo él. A pesar de sus torturas, se enfrentó verbalmente al perverso gobernante avergonzándolo ante todos los que se encontraban congregados.


Cuando la carnicería hubo llegado a su fin, la noble Solomona pronunció una breve oración de veneración al Dios Todopoderoso... y entonces se dirigió y saltó por sí misma hacia el horno trepidante. Esta es una de las más horrorosas y, al mismo tiempo, valientes historias del Antiguo Testamento: el martirio de estos jóvenes temerosos de Dios, de su madre y de un gentil maestro, que se encuentra relatada en el bien conocido libro segundo de los Macabeos. La muerte de estos valientes mártires por causa del Dios Todopoderoso fue una victoria para ellos y un himno de alabanza para su deidad.


Pero esa historia no terminó ahí. Debido a la valentía e integridad mostrada en ese día por los Jóvenes Macabeos y su madre, los Judíos de Jerusalén se verían inspirados para seguir al famoso Judas Macabeo en una de las más grandes y exitosas revueltas de los Judíos contra la dominación extranjera en toda la historia de ese pueblo valiente.


Al final el Templo de Jerusalén sería restaurado y purificado, y los fieles adoradores continuarían esperando la llegada del Mesías, cuyo eventual triunfo había sido predicho con anterioridad por los grandes profetas Elías y Jeremías entre muchos otros. Para el pueblo de Israel la negativa de Solomona, Eleazar y los Jóvenes Macabeos de apartarse de su fe sagrada ha sido una inspiración durante más de veintidós siglos.


Las vidas de estos gloriosos mártires nos muestran cuán poderoso puede ser el apoyo del Dios Todopoderoso en situaciones en las cuales los acontecimientos parecen insoportables. Armados con su fe en el poder y la bondad de Dios, Salomona fue capaz de soportar pruebas que, con toda seguridad habrían destrozado a la mayoría de mujeres. Sin embargo ella no fue destrozada –más bien sieve hoy como signo y símbolo de una fe en Dios que no conoce límites.


LECTURAS


Heb 11,33-40;12,1-2: Hermanos, todos los santos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección. En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.


Mt 10,16-22: Dijo el Señor a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Adaptación propia