Muchas de las fiestas que jalonan el calendario eclesiástico tienen un origen histórico, y conocer cuál fue el origen de la fiesta nos puede llevar a comprender mejor qué es lo que celebramos.
Desde la fundación de la ciudad de Constantinopla por el santo emperador Constantino el 10 de mayo del año 330, todos los gobernantes de la Ciudad se preocuparon en procurarle sólidas defensas y murallas que la convertirían en inexpugnable. Asimismo, y pensando en que durante un asedio esas mismas defensas podrían ser la causa de la caída de la Ciudad, procuraron que en los distintos distritos hubiera huertos que la proveyeran de verduras y donde se pudieran criar animales con el fin de poder resistir el asedio. Mas lo que podría inclinar a un lado u otro el fiel de la balanza en un asedio era la cuestión del agua. Para ello se construyó en tiempos del emperador Valente un acueducto que traía a la Ciudad agua fresca desde el bosque de Belgrado, a veinte kilómetros de la ciudad. El agua abastecía a la población, que estaba formada por cincuenta mil almas, y a las distintas cisternas que existían y en las que se podían llegar a almacenar 1.000.000 de metros cúbicos (las cubiertas sumaban 200.000 y las abiertas el resto). De entre estas cisternas destacaba la llamada de la Basílica, que se encuentra a pocos metros al sudeste de Santa Sofía, debiendo su nombre a la basílica que había construida encima de ella.
La cisterna de la Basílica se construyó en el siglo VI y ocupa un espacio de 140 metros de largo y de 70 metros de ancho y unos 10 metros de alto. De 9800 m² en total, tenía una capacidad para almacenar aproximadamente 100.000 toneladas de agua. Esta inmensa cisterna que proveía de agua a Santa Sofía y al palacio imperial era la protagonista de esta fiesta.
Hemos de hacer el esfuerzo de ponernos en el mes de agosto del año 535 en la ciudad de Constantinopla, durante el gobierno del emperador Justiniano. Procopio de Cesarea señala que durante estos años el Sol estaba como apagado, sin luz, y que provocó gran terror en mucha gente. Este cambio en el clima y la epidemia de peste bubónica proveniente de Etiopía, según algunos autores como Evagrio Escolástico (que, extendiéndose desde Alejandría, llegaría a Constantinopla y Antioquía por medio de las ratas que portaban la pulga que la transmitía en los barcos cargados de trigo) fue causada por la erupción de un volcán en la zona de Mesoamérica que crearía un desastre a nivel mundial que afectaría a América, África y Europa, existiendo pruebas en el estudio de la dendrología que así lo corroboran.
Existiendo siempre el peligro de que las aguas, por el calor, se corrompiesen, y por el peligro de las enfermedades y plagas acosando a la población en medio de la canícula estival, el primer día del ayuno que preparaba la fiesta de la Dormición, la Pascua del verano y principal fiesta dedicada a la Madre de Dios, el Emperador Justiniano ordenó que se sacase en procesión la reliquia de la Santa y Verdadera Cruz del tesoro del palacio imperial a la catedral de Santa Sofía. En el camino hacia ella, la procesión se paraba en la basílica aneja, que servía de baptisterio, y allí se bendecían las aguas de la cisterna de dicha basílica. Permanecía en Santa Sofía hasta la fiesta de la Dormición y todos los días era sacada en procesión dirigiéndose a los distintitos distritos de la ciudad, bendiciéndose las cisternas y aguas y dando consuelo a los enfermos. Era costumbre alfombrar las calles con basilico, la hierba del rey, que es en esta época cuando se encuentra en su lozanía perfumando el ambiente junto al incienso.
Pronto esta fiesta se extendió fuera de la Ciudad, llegando hasta Rusia, donde se celebraba ya en el S. XI.
Fuente: infortodoxa.com