El Santo Focas nació en la ciudad de Sinope, en la costa del Mar Negro. Su padre, Pánfilo, era constructor de barcos; junto con su madre, María, le transmitieron a su hijo desde muy pequeño la llama de su fe pura y del cálido respeto por lo divino. Focas desde muy joven leía las Santas Escrituras, y aquello que le distinguía sobre todo era su calidez y sinceridad para con Dios, y también hacia los demás.
Siguiendo esta trayectoria y perseverando en su camino, más tarde se convirtió en obispo de Sinope y atrajo a muchos infieles a la luz del Evangelio, siendo un ejemplo tanto por sus palabras inspiradas como por los milagros que el Señor le concedió realizar; porque tenía como guía conductora las divinas palabras de la Sagrada Escritura: “El que ama a su hermano permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (I Juan, 2, 10-11).
Desarrolló una fuerte actividad apostólica en la región de su episcopado, hecho que no pasó desapercibido a algunos idólatras fanáticos.
El destino del mártir le fue revelado por medio de un signo extraño. Una paloma se acercó a él y se paró sobre su cabeza, colocándole una corona, y con voz humana le dijo: "Una copa está preparada para ti y ahora la debes beber". Y la verdad esta copa del martirio de la que fue hecho digno de beber se presentó durante el reinado de Trajano, en el año 102 d.C..
El obispo Focas fue llevado ante el gobernador Africano e interrogado. Allí, Focas continuó predicando y confesando a Cristo. Debido a que Africano se atrevió a blasfemar contra Cristo y comenzó a torturar al Santo, se produjo un gran terremoto que acabó con la vida del gobernador y de sus soldados. Pero el Santo lo resucitó de entre los muertos debido a los ruegos de su esposa.
Después de esto el Santo fue llevado ante el Emperador Trajano. Debido a que Focas predicó a Cristo, el Emperador lo hizo desollar. Como su predicación no cesaba, fue introducido en amianto. Por último, lo colocaron en un baño termal hirviendo. Allí, el valiente atleta entregó su alma en manos de Dios.
Después de su muerte, San Focas continuó haciendo muchos milagros a quienes lo invocaban con fe. Sus reliquias sagradas fueron trasladadas a Constantinopla.
San Juan Crisóstomo realizó una homilía en su honor, y este evento es celebrado por la Iglesia el 23 de julio. Más tarde se construyó un monasterio dedicado a San Focas en Constantinopla.
El cráneo sagrado del Mártir se encuentra en el Monasterio de Jenofonte en el Monte Ato, y otras partes de sus reliquias se pueden encontrar en el Monasterio de Estauronicetas en el Monte Ato y en el Monasterio de Panagía Sumelá en Vermio.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia