Santa Cristina era de Tiro en Siria, hija de un pagano llamado Urbano.
Iluminada en su corazón para creer en Cristo, rompió los ídolos de su padre, hechos de oro y plata, y distribuyó los trozos entre los pobres. Cuando su padre se enteró de ello, la castigó sin piedad, y luego la arrojó a la prisión.
Cuando su madre fue a la prisión con el propósito de persuadirla a que abjurase de la fe, Cristina la rechazó y, como hija de Dios, se negó a reconocerla por madre. El juez la condenó a ser desgarrada con garfios; la joven cogió uno de los garfios y lo arrojó a la cara del juez. Los verdugos encendieron una hoguera para quemarla; pero el viento dispersó las llamas de la pira y produjo otros incendios en los que perecieron muchos hombres, dejando intacta a la mártir. Cristina fue entonces arrojada al mar; Cristo descendió personalmente del cielo a bautizarla «en el nombre de Dios, mi Padre y de su Hijo, que soy yo, y del Espíritu Santo», y san Miguel Arcángel la llevó ilesa a la costa.
Esa misma noche, murió el juez que había condenado a Cristina. El substituto la condenó a morir en un caldero de aceite y pez hirvientes, en el que se encargaron de sumergirla cuatro hombres; pero la santa encontró muy agradable la tortura de la que salió indemne. Entonces, los verdugos le rasuraron la cabeza y la condujeron desnuda por las calles de la ciudad hasta el templo de Apolo. Tan pronto como entró Cristina, la estatua del dios cayó al suelo y se hizo pedazos. Entonces murió el segundo juez.
El tercero la condenó a ser arrojada a un foso de serpientes; pero de nuevo, los reptiles se abstuvieron de tocar a Cristina y atacaron en cambio al encantador, a quien la mártir se encargó de resucitar. Cuando el juez mandó que le fueran cortados los pechos, manó de las heridas leche en vez de sangre. Aunque se le había cortado ya la lengua, Cristina podía hablar sin dificultad. Cuando se la arrancaron la arrojó a la cara del juez, quien quedó tuerto.
Finalmente la santa alcanzó la palma del martirio mediante empalamiento en el año 200, durante el reinado del Emperador Septimio Severo.
Fuente: eltestigofiel.org / goarch.org