En Hechos 6,1-6 tenemos un eco, si bien muy débil, de la complejidad de la comunidad primitiva. Nos enteramos, por ejemplo, de que había dos grupos, los «hebreos» y los «helenistas». No se sabe a ciencia cierta qué representaba cada uno de ellos. Tradicionalmente (a partir de san Juan Crisóstomo) se considera que «helenistas» son los judíos de habla griega; sin embargo, por ejemplo san Pablo -que era un judío de habla griega- se llama a sí mismo «hebreo, hijo de hebreos». Es poco probable que se trate de miembros de la comunidad venidos del paganismo, ya que en los primeros años de la Iglesia, esta funcionaba como una rama dentro del judaísmo, y sus miembros eran judíos; en la actualidad tiende a pensarse que los helenistas eran judíos que no hablaban hebreo, o que no compartían el modo tradicional de los «hebreos» de entender el judaísmo. Como sea, lo cierto es que la comunidad no era tan monolítica como el mismo relato de Hechos parece transmitir: había, como en toda comunidad, distintas maneras de ver las cosas, y de actuar en consecuencia.
Para solventar estas «distintas sensibilidades», los Doce -presionados, según el propio relato aclara- deciden instituir una función específica dirigida a «los helenistas». Es verdad que en principio parece que se van a dedicar a funciones prácticas (servir a las mesas, atender a las viudas), distintas de las que cumplen los Doce («la oración y el ministerio de la Palabra»); sin embargo, lo poco que conocemos de la actuación de estos nuevos ministros nos indica que ellos también se dedicaron al servicio de la Palabra. La verdad es que solo lo sabemos por Esteban y Felipe, porque de los otros cinco, cuatro de lod cuales son los que celebramos hoy, apenas si se ha conservado el nombre.
Esteban resultó el primer mártir de la Iglesia, el primer testigo de Cristo muerto por la fe, y tiene su celebración especial. Felipe también destacó por su predicación (ver Hechos 8), y hay tradiciones asociadas a su persona, aunque a veces se confundan, popularmente, con las del apóstol del mismo nombre. De estos dos podemos deducir que el ministerio diaconal no resultó ser solo para servicios «prácticos», y ni siquiera se limitó a los «helenistas», sino que abarcó un amplio campo de predicación.
Lamentablemente, de los otros cinco, de Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás (a los cuatro primeros los conmemoramos hoy), los Hechos no nos cuentan nada, y solo podemos basarnos en las tradiciones posteriores:
-San Prócoro se convirtió en Obispo de Nicomedia y reposó en paz.
-San Nicanor fue apedreado hasta la muerte en Jerusalén.
-San Timón se convirtió en Obispo de Bosra en Arabia y acabó su vida como mártir quemado a manos de los paganos.
-San Parmenas murió en paz en Jerusalén.
De dónde salen estas tradiciones sobre los respectivos martirios, es imposible saberlo hoy, ya que no hay fuentes históricas que los avalen; pero debe tenerse en cuenta que en la antigüedad eclesiástica había cierto consenso de suponer que, si fueron personajes prominentes de la primitiva comunidad debieron morir mártires. La inscripción en la fecha actual proviene de los sinaxarios bizantinos, y es muy antigua.
Fuente: eltestigofiel.org / goarch.org
Adaptación propia