06/08 - Transfiguración de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo


«Has hecho gloriosa, de nuevo, la naturaleza humana, oscurecida en Adán»


En el monasterio de Santa Catalina del Sinaí, en el ábside de la iglesia y en la capilla de la zarza ardiente, se encuentra un magnífico mosaico del siglo VI con la representación de la Transfiguración del Señor. En el lugar en el cual la tradición coloca la gran Teofanía de Dios a Moisés en el fuego y en la luz, la fe de los monjes y de los peregrinos cristianos ha colocado un icono de la otra gran Teofanía del Dios encarnado, en la luz y en el fuego del Espíritu. Allí donde Moisés escuchó la Palabra (el Logos) de Dios, la fe cristiana la ve.


La fiesta de la Trasfiguración es una de las Doce grandes fiestas del calendario bizantino, con un día de prefiesta el 5, y una postfiesta que se concluye el 13. En los troparios de la prefiesta encontramos repetidamente la forma inicial "venid", como queriendo implicar a todos los fieles en la celebración que se prepara: "Venid, unámonos a Jesús"; "Venid, subamos al monte"; "Venid, preparémonos".


El oficio de la fiesta, de las Vísperas a Maitines, contiene textos himnográficos de Cosme de Mayuma y de Juan Damasceno. Muchos troparios enlazan la Transfiguración del Señor con su Pasión, en concomitancia con el mismo relato evangélico: en ambos relatos se trata de una subida: al monte en la Transfiguración, a la cruz en la Pasión.


La adoración y la postración de los discípulos frente a Cristo transfigurado, son también la adoración y la postración de la Iglesia frente a Cristo crucificado: "Antes de que tú subieses a la Cruz, oh Señor, un monte ha representado el cielo, y una nube lo ha cubierto como si fuera una tienda. Mientras Tú te transfigurabas y recibías el testimonio del Padre, estaban contigo Pedro, Santiago y Juan, porque, debiendo estar contigo también en la hora de la traición, gracias a la contemplación de tus maravillas, no temieran frente a tus padecimientos: padecimientos que te rogamos poder adorar en paz, por tu gran misericordia".


Los discípulos postrados a los pies del Transfigurado son ahora los fieles postrados a los pies del Cruscificado el Viernes Santo, también con María de Magdala postrada a los pies del Resucitado. La Transfiguración gloriosa de Cristo en el Tabor es también prefiguración de su Resurreción, donde Cristo glorioso se manifiesta a los ángeles y a los hombres: "Prefigurando tu resurrección, oh Cristo Dios, tomaste contigo a tus tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, para subir al Tabor. Y mientras Tú te transfigurabas, oh Salvador, el Tabor se recubría de luz. Tus discípulos, oh Verbo, se arrojaron rostro en tierra, no soportando el admirar la visión que nunca les ha sido dado contemplar. Los ángeles prestaban su servicio con temor y temblor; se estremecieron los cielos y la tierra tembló, porque sobre la tierra veían al Señor de la gloria".


El Tropario enlaza los tres momentos de la Sagrada Escritura: la manifestación de Dios a Moisés en la zarza ardiente, la Transfiguración del Señor y su Resurrección; en estas tres Teofanías, los testigos presentes se postran ante la gloria de Aquél que se manifiesta en el esplendor de la luz. El largo Tropario de las Vísperas previsto para la celebración vigiliar desarrolla magníficamente la profesión de fe cristiana: la Trasfiguración es vista como una manifestación de la Santa Trinidad: "Cristo, esplendor anterior al sol, mientras aún estabas sobre la tierra, cumpliendo divinamente antes de la cruz todo lo que se refiere a la tremenda economía, hoy sobre el monte Tabor místicamente muestras la imagen de la Trinidad".


La Transfiguración, además, es manifestación de la Redención del hombre obrada por Cristo: "Llevándose consigo aparte a los tres discípulos elegidos, Pedro, Santiago y Juan, esconde un poco la carne asumida y se transfigura ante ellos, manifestando la dignidad de la belleza arquetípica, aunque no en su pleno fulgor: la has manifestado para darles plena certeza pero no totalmente, para librarles, para que a causa de la visión no perdieran la vida, y ésta se adaptase a las posibilidades de sus ojos corporales".


La Transfiguración de Cristo, además, por medio del testimonio de Moisés y de Elías se convierte en una confesión de fe en la plena divinidad de Cristo y en su filiación divina: "Igualmente tomó también Cristo a Moisés y Elías como testigos de su divinidad, para que atestiguaran que Él es la verdadera irradiación de la esencia del Padre, Aquél que reina sobre los vivos y los muertos... y desde la nube resonó la voz del Padre que confirmaba su testimonio diciendo: Éste es Aquél que he engendrado, sin mutación, desde el seno materno, antes de la estrella de la mañana, mi Hijo amado". Finalmente, la Transfiguración como Teofanía Trinitaria anuncia la vida de la Iglesia a través de los vivificantes sacramentos: "...mi Hijo amado; es Aquél que he mandado para salvar a los que sean bautizados en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo y con fe confiesen que es indivisible el único poder de la Divinidad, escuchadlo!".


Encontramos también la Transfiguración como plena manifestación de la Redención del hombre en uno de los troparios de Vísperas en el cual, a partir de la lectura cristológica del salmo 88, la liturgia bizantina canta toda la obra de salvación obrada por Cristo: "Profetizando por medio del Espíritu tu venida entre los hombres, en la carne, oh Hijo Unigénito, ya desde antiguo David, padre de Dios, convocaba a la creación a la fiesta, exclamando proféticamente: El Tabor y el Hermón en tu nombre exultarán. Subiendo a este monte, oh Salvador, junto a tus discípulos, transfigurándote has hecho radiante, de nuevo, la naturaleza humana oscurecida un tiempo en Adán, haciéndola pasar a la gloria y al esplendor de tu divinidad...".


Los Padres indican que el icono de Cristo transfigurado es también el icono del hombre que un día será también transfigurado por él para participar plenamente de la luz divina. Y es también el icono del hombre que, como Pedro, camina con Cristo y ha escuchado su voz; y en algunos momentos intuye la luz a la que será llamado un día a participar plenamente. Pedro, en la perícopa evangélica y en el icono mismo, se convierte en portavoz de sus hermanos y de todos los hombres: "Maestro, qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas...!". El Portavoz de todos los hombres lo negará tres veces, pero al final hará tres tiendas sobre la triple confesión de su amor a Cristo resucitado, junto al lago de Galileo.


S.E. Manuel (Nin)

Traducción del original italiano: Salvador Aguilera López


LECTURAS


En Vísperas


Éx 24,12-18: Dijo el Señor a Moisés: «Sube hacia mí a la montaña; quédate allí y te daré las tablas de piedra con la instrucción y los mandatos que he escrito para que los enseñes». Se levantó Moisés, con Josué, su ayudante, y subieron a la montaña de Dios. A los ancianos les dijo: «Quedaos aquí hasta que volvamos; Aarón y Jur están con vosotros; el que tenga algún asunto que se lo traiga a ellos». Subió, pues, Moisés a la montaña; la nube cubría la montaña. La gloria del Señor descansaba sobre la montaña del Sinaí y la nube cubrió la montaña durante seis días. Al séptimo día llamó a Moisés desde la nube. El aspecto de la gloria del Señor era para los hijos de Israel como fuego voraz sobre la cumbre de la montaña. Moisés se adentró en la nube y subió a la montaña. Moisés estuvo en la montaña cuarenta días y cuarenta noches.


Éx 33,11-23;34,4-6;8: El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después Moisés volvía al campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba del interior de la tienda. Moisés dijo al Señor: «Tú me has dicho: “Guía a este pueblo”; pero no me has comunicado a quién enviarás conmigo. No obstante, tú me has dicho: “Yo te conozco personalmente y te he concedido mi favor”. Ahora bien, si realmente he obtenido tu favor, muéstrame tus designios, para que yo te conozca y obtenga tu favor; mira que esta gente es tu pueblo». Respondió el Señor: «Iré yo en persona y te daré el descanso». Replicó Moisés: «Si no vienes en persona, no nos hagas salir de aquí; pues ¿en qué se conocerá que yo y tu pueblo hemos obtenido tu favor, sino en el hecho de que tú vas con nosotros? Así tu pueblo y yo nos distinguiremos de todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra». El Señor respondió a Moisés: «También esto que me pides te lo concedo, porque has obtenido mi favor y te conozco personalmente». Entonces, Moisés exclamó: «Muéstrame tu gloria». Y él le respondió: «Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti el nombre del Señor, pues yo me compadezco de quien quiero y concedo mi favor a quien quiero». Y añadió: «Pero mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida». Luego dijo el Señor: «Aquí hay un sitio junto a mí; ponte sobre la roca. Cuando pase mi gloria, te meteré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después, cuando retire la mano, podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás». Moisés madrugó y subió a la montaña del Sinaí, como le había mandado el Señor. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad». Moisés al momento se inclinó y se postró en tierra.


3 Re 19,3-9;11-13;15-16: En aquellos días, Elías llegó a Berseba de Judá y allí dejó a su criado. Luego anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!». Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo: «Levántate y come». Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo: «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo». Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se introdujo en la cueva y pasó la noche. Le llegó la palabra del Señor y le dijo: «Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor». Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva. Le dijo el Señor: «Vuelve a tu camino en dirección al desierto de Damasco. Cuando llegues, unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá».


En Maitines


Lc 9,28-36: En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.


En la Liturgia


2 Pe 1,10-19: Hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección; haciendo esto no caeréis nunca. Pues así se os facilitará muchísimo la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por eso estaré siempre recordándoos estas cosas, aunque ya las sabéis y estáis firmes en la verdad que poseéis. Mientras habito en esta tienda de campaña, considero un deber animaros con una exhortación, sabiendo que pronto voy a dejar mi tienda, según me manifestó nuestro Señor Jesucristo. Pero pondré mi empeño en que, incluso después de mi muerte, tengáis siempre la posibilidad de acordaros de esto. Pues no nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido». Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada. Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones.


Mt 17,1-9: En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».


Tropario de la Transfiguración




Fuente: lexorandies.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española / Arquidiócesis de México, Venezuela, Centroamérica y El Caribe