VI Domingo de Lucas. Lecturas de la Divina Liturgia


2 Cor 11:31-12:1-9: Hermanos, el Dios y Padre del Señor Jesús —bendito sea por siempre— sabe que no miento. En Damasco, el gobernador del rey Aretas montó una guardia en la ciudad para prenderme; metido en un costal, me descolgaron muralla abajo por una ventana, y así escapé de sus manos. ¿Hay que gloriarse?: sé que no está bien, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un hombre en Cristo que hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que ese hombre —si en el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz de repetir. De alguien así podría gloriarme; pero, por lo que a mí respecta, solo me gloriaré de mis debilidades. Aunque, si quisiera gloriarme, no me comportaría como un necio, diría la pura verdad; pero lo dejo, para que nadie me considere superior a lo que ve u oye de mí. Por la grandeza de las revelaciones, y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo.


Lc 8,26-39: En aquel tiempo arribaron a la región de los gerasenos, que está frente a Galilea. Al saltar a tierra, le salió al encuentro desde la ciudad un hombre poseído de demonios, que durante mucho tiempo no vestía ropa alguna ni moraba en casa, sino en los sepulcros. Pero, al ver a Jesús, se puso a gritar, se postró ante él y le dijo a voces: «¿Qué hay entre tú y yo, Jesús, hijo del Dios altísimo? Te ruego que no me atormentes». Porque él estaba mandando al espíritu inmundo que saliera del hombre. Y es que muchas veces se apoderaba de él y tenían que atarlo con cadenas y asegurarlo con grillos, pero, rompiendo las ligaduras, el demonio le empujaba a los despoblados. Jesús, por su parte, le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Él dijo: «Legión», porque habían entrado muchos demonios en él. Y le rogaban que no les mandase irse al abismo. Como había allí una piara numerosa de cerdos, paciendo en el monte, le pidieron que les permitiese entrar dentro de ellos y se lo permitió. Entonces, saliendo los demonios del hombre, entraron en los cerdos y la piara se lanzó, despeñadero abajo, al lago y se ahogó. Al ver los porqueros lo sucedido, huyeron y lo contaron por la ciudad y por los cortijos. Vinieron, pues, a ver lo sucedido. Llegaron junto a Jesús y encontraron al hombre del que habían salido los demonios sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Entonces, los que lo habían visto les contaron cómo había sido curado el endemoniado. Y le rogó toda la gente de la comarca de los gerasenos que se marchase de entre ellos, porque estaban llenos de miedo. Él, pues, subió a la barca y regresó. El hombre de quien habían salido los demonios le pedía quedarse con él, pero lo despidió diciendo: «Vuelve a tu casa y da a conocer cuanto te ha hecho Dios». Partió, pues, por toda la ciudad proclamando todo cuanto le había hecho Jesús.


Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española