07/11 - Los 33 Mártires de Melitene


Se trata de un grupo de 33 capadocios martirizados en Melitene durante la persecución de Diocleciano.


Según la tradición surgida en el siglo VII, los romanos en el 296 fueron derrotados por los persas y los emperadores Diocleciano y Maximiano quisieron que se reclutaran nuevos soldados para recomponer el ejército. Un funcionario imperial, Agricolao, fue enviado a Capadocia para enrolar por la fuerza a todos los cristianos que no quisieran renunciar a su fe, pero al saber la noticia, todos los hombres válidos huyeron de la ciudad; Agricolao, conocedor de la existencia de un viñador de nombre Hieronte, procedente de Tiana en Capadocia, varón de alta nobleza de alma, envió a sus hombres para enrolarlo, pero él, dotado de una fuerza excepcional, se defendió bien y los soldados huyeron.


En un segundo intento los soldados lo sitiaron dentro de una gruta, donde se había refugiado con otros 32 compañeros, pero todo resultó en vano. Al final su hermano le convenció de que desistiera, y así Hieronte y sus amigos se enrolaron en el ejército imperial y fueron enviados a Melitene en Armenia. Aquí Hieronte tuvo un sueño en el que un anciano misterioso, lo animó a permanecer firme en la fe, porque le esperaba el martirio; advirtió de esto a sus compañeros cristianos y todos se propusieron no participar en el solemne sacrificio a los dioses, en el programa del día siguiente, en el que debían estar presentes todos los reclutas.


El relato está ambientado durante el Edicto de persecución imperial del 303 contra los cristianos. Cada uno de los reclutas cristianos fueron interrogados por el Prefecto Lisias, que intentó persuadirlos con lisonjas y amenazas, suplicios y latigazos; uno de ellos, Víctor, no resistió y renunció huyendo junto a otro; a Hieronte le fue amputada la mano con la que había golpeado a los soldados romanos.


Al final los arrestados fueron decapitados, y estos eran sus nombres: Hieronte, Mamante, Nicandro, Hesiquio, Baraco, Maximiano, Calínico, Atanasio, Teodoro, Ducecio, Eugenio, Teófilo, Valerio, Teodoto, Calímaco, Santico, Hilario, Gigancio, Longino, Temelio, Eutiquio, Diodato, Castricio, Teógenes, Nicón, Teódulo, Bostriquio, Doroteo, Claudiano, Epifanio y Aniceto.


LECTURAS


Heb 11,33-40;12,1-2: Hermanos, todos los santos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección. En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús.


Fuente: goarch.org / Vidas Santas / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española