Estos santos contendieron en la época de la persecución cristiana que tuvo lugar durante el reinado de los emperadores Diocleciano y Maximiano, en el año 290 d.C. Al ser acusados de cristianos ante el tirano y ante su tribunal, confesaron a Cristo como Dios verdadero y Creador del cielo y de la tierra con gran valentía. Debido a esta confesión, soportaron varios tormentos en todo su cuerpo.
Después de esto fueron extendidos sobre brasas ardientes.
Los benditos se regocijaron por todas estas torturas y dieron gracias a Dios al ver que a través de ellas recibirían el descanso de las cosas eternas. Debido a esto, el dolor de sus cuerpos se aligeró.
Los tiranos crueles y doblemente impíos, al ver cómo los santos se regocijaban y se mantenían por encima de los tormentos, se enfurecieron aún más. Entonces ataron sus honorables pies a unos caballos salvajes.
Luego fueron arrastrados durante mucho tiempo sobre espinas y cardos y terrenos irregulares. Así, la carne de los valientes luchadores se desgarró y se dispersó. Esto se convirtió en causa de que sus almas santas ascendieran a su tan anhelado Señor.
Unos cristianos recogieron en secreto sus sagradas reliquias y las enterraron en un lugar llamado Paneanóm, glorificando y bendiciendo a Dios.
Una parte de las Santas Reliquias de San Onesíforo se encuentran en el Monasterio del Pantocrátor del Monte Ato.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia