13/11 - Juan Crisóstomo, Arzobispo de Constantinopla


El Padre de la Iglesia San Juan Crisóstomo (347-407), arzobispo de Constantinopla, fue un obispo y notable predicador en Siria y Constantinopla durante los siglos IV y V. Es muy conocido por la elocuencia de sus discursos y por su denuncia de los abusos cometidos por las autoridades, tanto en la Iglesia como en el Imperio Romano de la época.


Después de su muerte fue nombrado Crisóstomo, en griego, «boca de oro», pero una leyenda popular dice que este nombre surgió antes. En Antioquía, durante un discurso muy elocuente y profundo una sencilla mujer lo interrumpió mientras predicaba llamándolo “boca de oro”. Le dijo que sus palabras eran como una fuente, pero que la comprensión popular era como un cubo al que no llegaba el agua de dicha fuente. Desde ese momento, San Juan cambió su forma de predicar a fin de que todo el mundo lo entendiera. Fue también muy conocido por su notable sensibilidad ascética. Es una de las figuras más importantes de la Patrística Cristiana y es venerado tanto en Oriente como en Occidente con el título de Doctor de la Iglesia.  A veces se le conoce como San Juan de Antioquia, pero en realidad este nombre es de un obispo de Antioquía (429-441), que encabezó a un grupo de obispos orientales moderados durante la controversia nestoriana.


Su vida


San Juan Crisóstomo nació en Antioquía en el seno de una noble familia; su padre, llamado Segundo, era un oficial de alto rango del ejército imperial que murió poco tiempo después del nacimiento de Juan, por lo que fue criado por su madre, Antusa, que provenía de una rica familia cristiana. Su madre quedó viuda con solo veinte años de edad, se negó a casarse de nuevo y dedicó su vida a la educación de su hijo. Juan recibió la educación clásica griega del filósofo Andragatius y del retórico Libanio. Fue bautizado en el año 370, con veintitrés años de edad y fue ordenado lector (hipodiácono), estudiando teología con Diodoro de Tarso, que era uno de los líderes de la que llegó a denominarse Escuela de Antioquía. Vivió como ermitaño en una cueva en las montañas de Antioquia durante dos años, pero debido a su mala salud tuvo que regresar a la ciudad.


Durante diez años, antes de ser ordenado de diácono, estuvo especialmente preocupado por la cuestión del celibato y el monacato y sobre este tema escribió en varias ocasiones. Su tratado Sobre el sacerdocio, escrito durante sus años de diaconado es una obra maestra de la literatura patrística en la que San Juan Crisóstomo hace hincapié en la sublimidad del sacramento del Sacerdocio. Llegó a decir una vez: «Si te encuentras en el camino un sacerdote y un ángel, ve a besar la mano del sacerdote, ya que los ángeles aunque quieren ser capaces de administrar el Sacramento de la Eucaristía, no pueden, ya que esto pertenece sólo a los seres humanos”. Fue ordenado diácono en el año 381 por San Melecio de Antioquía, y luego sacerdote en el 386 por el obispo Flaviano I de Antioquía. Estuvo doce años como predicador en una iglesia construida por Constantino el Grande, y pronto llegó a ser conocido por la elocuencia de su discurso público. De este modo, sus explicaciones de varios pasajes de la Escritura y sus enseñanzas morales son en realidad piezas brillantes de la homilética. Las obras más valiosas son sus Homilías sobre varios libros de la Biblia.


San Juan insistió mucho en la caridad, estando especialmente preocupado por las necesidades espirituales y materiales de los pobres. Habló en contra de los abusos que los ricos de Antioquia y Constantinopla hacían de sus riquezas y bienes. La mayor parte de los temas de su predicación fueron eminentemente sociales, explicando como tenía que ser el modo de vida de los cristianos. Un incidente ocurrido durante su ministerio en Antioquia puede ilustrar muy bien la influencia de sus sermones. Cuando llegó a Antioquia, a causa de un motín popular en el que las estatuas del emperador y su familia fueron mutiladas, el obispo San Melecio tuvo que intervenir, mediar ante Teodosio I. Durante la Cuaresma del año 397, Juan predicó veintiún sermones para demostrar a la gente que habían cometido errores. Parece que su influencia fue muy eficaz pues muchos paganos se convirtieron al cristianismo. En esa ocasión, la venganza del emperador Teodosio no fue tan dura como se esperaba.


En Constantinopla


Después de la muerte de Nectario, arzobispo de Constantinopla, ocurrida en el año 397, Juan, en contra de su voluntad, se convirtió en el nuevo arzobispo de la Capital Imperial. Desde el primer momento, no le agradó el protocolo de la Corte Imperial que confería mayores privilegios a la jerarquía eclesiástica que a los funcionarios del Estado y mientras fue obispo se negó rotundamente a realizar actos espectaculares en su lujosa residencia-palacio. Esto le valió para conseguir gran popularidad entre el pueblo, pero no con los ricos y el alto clero. La reforma que realizó en el clero trajo mucho descontento entre los clérigos. Como ejemplo de esta reforma, a fin de establecer la disciplina, instó a los predicadores a regresar a sus iglesias donde se suponía que tenían que servir a los feligreses. Su estancia en Constantinopla fue mucho más difícil que en Antioquía.


Teófilo, obispo de Alejandría quería que Constantinopla estuviese bajo su influencia y se opuso desde el principio al nombramiento de Juan. Como rival de Orígenes y de sus enseñanzas, Teófilo acusó a Juan de que iba a ser demasiado influenciado por la teología de Orígenes. A finales del siglo IV, Teófilo había castigado a cuatro monjes egipcios (conocidos como los hermanos Tall) por su apoyo a lo que enseñaba Orígenes. Estos huyeron de sus monasterios en Egipto y fueron recibidos por Juan, que los defendió ante el emperador.


Juan se encontró con otro enemigo: Aelia Eudoxia (esposa del emperador romano oriental Arcadio), que no le gustaba las denuncias de San Juan a su extravagancia en el vestir femenino. Asimismo, el ministro Eutropio, que le había ayudado hasta entonces, se convirtió también en su opositor ya que Juan criticaba los abusos que este cometía. Pronto, Teófilo, Eudoxia, y sus otros enemigos se aliaron en contra de Juan. En el año 403 se celebró un sínodo para condenar a Juan, acusándolo se seguir la doctrina de Orígenes. Teófilo, con ventiseis obispos más otros diez que estaban bajo la jurisdicción de Juan, lo acusaron de haber insultado a tres viudas. El consejo, presidido por Teófilo, convocó a Juan para que se defendiera de estas calumnias y otras ridiculeces y como Juan no se presentó ante ellos, fue depuesto y enviado al exilio. Pero esta decisión fue anulada inmediatamente por el emperador Arcadio que estaba convencido de que la gente de Constantinopla lo amaba y apoyaba.


En esto, ocurrió un verdadero “terremoto” en el dormitorio del emperador: la emperatriz, embarazada, había perdido al niño que nació muerto y esto fue interpretado como signo de la ira de Dios, por lo que la paz, solo duró dos meses. Pronto fue erigida una estatua de plata de la emperatriz Eudoxia cerca de la Catedral y Juan criticó abiertamente las ceremonias de dedicación. Habló en contra de la emperatriz en un tono muy duro: «Una vez más Herodías se demoniza a sí misma, una vez más está temblando, baila y salta de nuevo, una vez más está buscando la cabeza de Juan» (una alusión a lo que sucedió a San Juan el Bautista, ya que casualmente tenían el mismo nombre). Durante la Pascua del año 404, Eudoxia, asesorada por Teófilo, convocó un nuevo sínodo en el que San Juan fue depuesto por segunda vez con el argumento de que «no había sido restablecido por un Consejo después de ser depuesto por primera vez». San Juan fue arrestado cerca de su palacio diocesano durante la Pascua y exiliado hasta después de Pentecostés, el 20 de junio en el año 404. Después de una breve parada en Nicea, San Juan llegó después de setenta y siete días de camino, a Arabissos o Cucuz en Armenia Menor. El Papa Inocencio I protestó contra el destierro de San Juan, pero fue en vano.


Juan escribió algunas cartas que tuvieron una gran influencia en Constantinopla, y gracias a ellas se exilió aún más, a Pityus (orilla oriental del Mar Negro, hoy en Georgia), pero nunca llegó a su destino, porque murió durante el viaje, en Comana, en el Ponto, el día 14 de septiembre del año 407. Sus últimas palabras fueron: «¡Gloria a Dios por todo!». Sus restos fueron llevados a Constantinopla en el año 438 por el emperador Teodosio II, y puestos en la iglesia de los Santos Apóstoles, evento que se celebra en la Iglesia el día del 27 de enero.


Doctrina de San Juan Crisóstomo


En su trabajo pastoral, San Juan Crisóstomo se refiere a temas tales como el conocimiento de Dios, los Sacramentos, la Iglesia y el amor cristiano. Su obra completa está compuesta por dieciocho volúmenes en la edición de Patrologia Graeca, y está muy difundida también en cerca de dos mil manuscritos. En relación con el conocimiento de Dios, San Juan Crisóstomo lucha contra la herejía de los Anomaioi argumentando que la naturaleza de Dios y de Cristo Jesús no se puede conocer, es imposible de entender a través de la razón. Esta herejía de Eunomio, no sólo negó la consustancialidad de Jesús, sino incluso que era de una naturaleza diferente de la de Dios. San Juan escribió sobre los sacramentos: el Santo Bautismo, la Penitencia, el Matrimonio, la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio. Acerca de la Iglesia, San Juan Crisóstomo dice que ella es el Cuerpo de Cristo, que los creyentes son los miembros de este cuerpo y que Cristo es la cabeza del cuerpo: «y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo «(Ef 1, 22-23).


San Juan afirma que el amor es esencial para conseguir la salvación, que es la virtud que hace al hombre semejante a Dios, que es el Amor. El amor a Dios debe complementarse con el amor al prójimo y debe caracterizarse por la misericordia. San Juan afirma que cuando ayudamos a un pobre tenemos que ser conscientes de que en realidad ayudamos a Cristo, que nos recompensará en el Día del Juicio Final: «Venid,  benditos de mi Padre, tomad posesión del reinado que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis…«(Mt . 25, 34-35).


Obras Litúrgicas


En las Iglesias Orientales, dos de sus obras merecen especial atención. San Juan ha armonizado la vida litúrgica de la Iglesia, la revisión de las oraciones y la guía de la Santa Liturgia o la celebración de la Santa Eucaristía. Hasta hoy, la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica de rito bizantino celebran sobre todo la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo. En estas iglesias cada año en el servicio de Pascua se lee la homilía de Pascua de San Juan Crisóstomo, que es una verdadera obra maestra de la homilética y de la literatura. Junto con las obras de teología, San Juan escribió un tratado Sobre la vanagloria y sobre el crecimiento de los niños, que es uno de los primeros manuales de Pedagogía.


La importancia de San Juan Crisóstomo


En una época en la cual el clero diocesano era duramente criticado por su lujoso estilo de vida, San Juan estuvo decidido a reformar el clero de Constantinopla. Sus esfuerzos tuvieron una seria resistencia y no tuvo más que un efecto limitado. Como teólogo, ha sido y sigue siendo muy importante en el cristianismo oriental, pero también lo es para el cristianismo occidental. Por lo general se negó a seguir a sus contemporáneos se inclinó hacia la alegoría, y hablaba directamente, aplicando las enseñanzas de las Escrituras a la vida cotidiana. Hasta cierto punto, sus escritos son una síntesis del método hermenéutico de los más alegóricos de la Escuela de Alejandría con la forma literal de comprensión de la Escuela de Antioquía.


Sus exilios muestran que el poder secular tuvo una fuerte influencia en la Iglesia Oriental de aquella época. También pone de manifiesto la rivalidad entre Constantinopla y Alejandría; cada una quería tener el privilegio de tener el primer lugar entre las Iglesias. Esta hostilidad mutua, con el tiempo, creó mucho sufrimiento en la Iglesia y en el Imperio Romano. Es interesante observar el desarrollo de la autoridad papal.


Celebración


La Iglesia Bizantina lo considera como uno de sus principales Jerarcas y lo conmemora el día 13 de noviembre y junto con San Basilio Magno y San Gregorio el Teólogo, lo conmemora el día 30 de enero. El retorno de sus reliquias a Constantinopla, es recordado mañana, día 27 de enero. La Iglesia Latina también lo considera Santo Padre de la Iglesia y lo conmemora el día 13 de septiembre.


Mitrut Popoiu


LECTURAS


En Vísperas


Prov 10,7,6;3,13-16;8,6,34-35,4,12,14,17,5-9;1,23;15,4: El recuerdo del justo es bendito, el nombre del malvado se extingue. La cabeza del honrado atrae bendiciones, la boca del malvado encubre violencia. Dichoso el que encuentra sabiduría, el hombre que logra inteligencia: adquirirla vale más que la plata, es más provechosa que el oro y más valiosa que las perlas; no se le comparan las joyas. En la diestra trae largos años, honor y riquezas en la izquierda. Escuchad, que os hablo con franqueza, mis labios rebosan sinceridad. Dichoso el hombre que me escucha, velando día a día en mi portal, guardando las jambas de mi puerta. Quien me encuentra, encuentra la vida y alcanza el favor del Señor. A vosotros os llamo, señores; a los humanos dirijo mi voz. Yo, la sabiduría, habito con la prudencia y busco la compañía de la reflexión; poseo el buen consejo y el acierto, mías son la prudencia y el valor. Yo amo a los que me aman, los que madrugan por mí me encuentran; inexpertos, aprended sagacidad; necios, adquirid buen juicio. Escuchad, que os hablo con franqueza, mis labios rebosan sinceridad; mi paladar saborea la verdad, mis labios detestan el mal; todas mis palabras son honestas, nada en ellas es pérfido o falso; son claras para el que sabe entender, son rectas para quien tiene conocimiento. Prestad atención a mis razones, derramaré mi espíritu sobre vosotros, quiero comunicaros mis palabras.


Sab 4,7-15: El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso. Una vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años, pues las canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada, una vida intachable. Agradó a Dios y Dios lo amó, vivía entre pecadores y Dios se lo llevó. Lo arrebató para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, ni la perfidia sedujera su alma. Pues la fascinación del mal oscurece el bien y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia. Maduró en poco tiempo, cumplió muchos años. Como su vida era grata a Dios, se apresuró a sacarlo de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende, ni les cabe esto en la cabeza: la gracia y la misericordia son para sus elegidos y la protección para sus devotos.


Prov 10,31;32;11,2;5;6;18;13,2;9;15,2;14,33;22,12; Sab 6,12;13;12;14;15;16;7,30;8,2;3;4;7;8;17;18;21; 9,1-3;4-5;10-11;14,31: De boca honrada brota sabiduría. Labios honrados destilan agrado, con los humildes está la sabiduría. La honradez del justo le allana el camino. La rectitud salva a los honrados, quien siembra honradez tiene paga segura. Hombre de bien se nutre de lo que dice. La luz del honrado brilla con fuerza. La lengua del sabio rezuma saber. El corazón del sensato alberga sabiduría. Al rey le gusta un corazón sincero, se complace en quien habla con ingenio. Radiante e inmarcesible es la sabiduría, se adelanta en manifestarse a los que la desean y la ven con facilidad los que la aman. Quien madruga por ella no se cansa, y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos. A la sabiduría no la domina el mal. La amé y la busqué desde mi juventud y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura. El Señor de todas las cosas la ama. Está iniciada en la ciencia de Dios y es la que elige entre sus obras. Las virtudes son fruto de sus afanes, pues ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza: para los hombres no hay nada en la vida más útil que esto. Y si alguien desea una gran experiencia, ella conoce el pasado y adivina el futuro, conoce los dichos ingeniosos y la solución de los enigmas, prevé de antemano signos y prodigios y el desenlace de momentos y tiempos. Así pues, decidí hacerla compañera de mi vida. La inmortalidad consiste en emparentar con la sabiduría, hay prestigio en la conversación con ella. Acudí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón: «Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tus palabras hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre las criaturas que tú has hecho, y para regir el mundo con santidad y justicia. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor. Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos.


En Maitines


Jn 10,1-9: Dijo el Señor a los judíos que habían acudido a él: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos».


En la Liturgia


Heb 7,26-28;8,1-2: Hermanos, tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre. Esto es lo principal de todo el discurso: Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos, y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre.

Jn 10,9-16: Dijo el Señor: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor».



Fuente: Preguntasantoral / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española