Eudocia era una samaritana que vivía en Heliópolis en la época de Trajano (98-117). Con sus vestidos sencillos y su gran belleza, había conseguido innumerables amantes e inmensas riquezas, pero por casualidad escuchó al monje Germán en la casa de enfrente antes de ir a dormir y quedó impresionada. Eudoxia se levantó y se fue a su balcón para oírle. Al terminar de escucharle, se metió en la cama y se pasó la noche llorando. Al día siguiente por la mañana, fue a tocar a la puerta de su vecino rogándole que le dejara ver al que cantaba.
Habló de ello con el monje y con un sacerdote de Heliópolis y se convirtió al cristianismo, dando todas sus cosas a los pobres y llevando una vida de penitencia y oración. Eudocia le preguntó sí podía ser salvada en el Juicio Final y Germán la instruyó a que permaneciera en su alcoba durante una semana orando; al final de la semana, tuvo una visión del arcángel Miguel luchando con el Diablo por la posesión de su alma y Dios le perdonó sus pecados. Fue bautizada por Teodoto, obispo de Heliópolis, otorgó la libertad a todos sus esclavos, ofreció toda su riqueza a la Iglesia y se encerró en un monasterio femenino unido al de Germán que mandó a construir cerca de Baalbek a los treinta años.
Filostrato, un antiguo amante suyo, que con hábiles maniobras había logrado hablar con ella para inducirla a volver al pecado, se suicidó ante ella por su negativa, pero Eudocia lo resucitó y lo convirtió. El prefecto Aureliano mandó arrestarla y sus soldados quedaron inmóviles por tres días, hasta que un gran reptil los mató a casi todos con su aliento pestilente.
El hijo de Aureliano se hizo cargo de la empresa, pero se cayó de su caballo y murió. El rey quedó consternado y decidió enviar a su tribuno, Babila, para pedirle ayuda a la santa. Eudocia respondió con una carta y, al tocarlo con esta, el joven se levantó de nuevo. Aureliano se convirtió y con él toda su familia y sus magistrados: su hija Gelasia ingresó al monasterio de Eudocia y su hijo resucitado se convirtió en diácono y luego en obispo de Heliópolis. Diógenes, el exprometido de Gelasia, mandó arrestar a Eudocia; antes de ser arrastrada fuera de su monasterio, logró llevar consigo un fragmento de la Eucaristía.
Fue interrogada extensamente sobre su fe y sus intenciones, pero se mantuvo firme en su fe. Cuando estaban a punto de someterla a tormentos, la partícula de la Eucaristía cayó sobre Eudocia, que fue arrojada por los paganos al fuego, y fragmentos del fuego quemaron a los verdugos y a los espectadores. Por la intervención de Eudocia, todos resucitaron; incluso una matrona que murió en ese momento resucitó y también un niño asesinado por un reptil. Muchas personas se convirtieron al cristianismo a la vista de muchos milagros, y entre ellos Diógenes. Después de su muerte definitiva, Diógenes fue sucedido por Vicente, un hombre extremadamente cruel con los cristianos, que mandó a decapitar a Eudocia al negarse a adorar a los ídolos; el martirio ocurrió sin más incidentes en el año 107.
Fuente: GOARCH
Traducción del inglés y adaptación propias