27/03 - La Santa Matrona de Tesalónica


La Santa de la que hablaré hoy fue en otro tiempo muy popular especialmente en Cataluña y en el mundo bizantino, aunque ha ido siendo reemplazada en popularidad por otras Santas de idéntico nombre, como la religiosa Matrona de Quíos y la celebérrima laica Matrona de Moscú. El nombre Matrona, al menos por lo que a la mártir respecta, es bastante curioso, pues alude a un estado de elevado estatus social -las matronas eran las esposas legítimas de alta cuna tanto el mundo griego como el romano- y, sin embargo, nuestra Santa de hoy estaba en el otro extremo de la jerarquía social: era una esclava. El nombre, pues, podría ser un seudónimo, y cabe añadir que al menos en ámbito catalán, se deforma levemente cambiando la T por la D, de suerte que es conocida como Madrona.


Los sinaxarios bizantinos la conmemoran el 27 de marzo, dedicándole una nota que en realidad es un resumen de la passio de la mártir, hoy desaparecida.


Esclava y mártir


Matrona era una joven esclava griega, originaria de Tesalónica, que pertenecía a una mujer hebrea llamada Plautila o Pantila, cuyo marido era un alto oficial (un estratopedarca) residente en esta misma ciudad. El nombre de la domina y su religión, a mi entender, no son cosa baladí: si en realidad su nombre era Plautila o Pantila, -nombres genuinamente griegos- entonces seguramente no era hebrea de origen y practicaba la religión judía por conversión, lo que era habitual en muchas damas de la alta sociedad grecorromana (ése fue el caso de Popea Sabina, la segunda esposa del emperador Nerón). Eso sería más lógico, puesto que no era costumbre de los hebreos desposarse con “gentiles” ni a los griegos y romanos les gustaba tomar esposas que no fueran de su mismo origen y alcurnia.


El caso es que esta esclava, Matrona, solía acompañar a su ama Plautila cada vez que ésta iba a la sinagoga, pero, como ella misma era cristiana, luego se acercaba ella a la iglesia de los cristianos. Plautila sabía que Matrona había cultivado su fe cristiana desde su niñez, y por eso la insultaba y despreciaba constantemente a causa de su fe, cuando no intentaba forzarla a abrazar el judaísmo. A pesar de las burlas y las humillaciones a las que la sometía su ama, Matrona encontraba tiempo para ir a las asambleas cristianas, hasta que un día fue sorprendida y se dio noticia a la domina. Cuando la dueña increpó a su esclava por asistir a las reuniones clandestinas de los cristianos y le preguntó por qué, en lugar de eso, no acudía a la sinagoga, la sangrante respuesta de Matrona fue: “Porque Dios está presente en la comunidad cristiana, pero hace mucho que abandonó tu sinagoga judía.”


Plautila montó en cólera al oír la respuesta de su esclava y, tomando un látigo, la azotó salvajemente, la maniató con cuerdas y la encerró dentro de una celda de castigo -otras versiones apuntan que era un armario oscuro o que, simplemente, la ató a un banco de madera, lo que sería más creíble teniendo en cuenta que hablamos de un domicilio particular y no de una cárcel- donde la dejó en la oscuridad toda la noche. A la mañana siguiente, cuando fue a verla, se encontró con que Matrona se había desatado. Cuándo le preguntó cómo era posible, pues ella la había atado muy bien, Matrona respondió que el Señor la había liberado.


Aquello enfureció aún más a Plautila, que volvió a golpearla despiadadamente, primero a bofetadas y puntapiés, y luego, armándose de una gruesa vara, la apaleó hasta romperle todos los huesos. La ató con fuertes correas y la encerró de nuevo. Mandó sellar la puerta para que ningún otro esclavo pudiera socorrerla, y allí la dejó cuatro días, sin comida ni agua.


La curiosidad la llevó a ir a verla de nuevo al cuarto día. Para su estupefacción, Matrona seguía viva, estaba de nuevo desatada -y eso sí que era raro ya, teniendo en cuenta que tenía el cuerpo destrozado- y rezaba silenciosamente. Plautila, perdidos de nuevo los estribos, arrojó a la esclava al suelo y, tomando una correa, la azotó con saña, hasta que le dolió el brazo y dejó la piel de Matrona colgando a tiras de su cuerpo. Arrastrándola de los cabellos la tiró de nuevo al armario, donde murió en la oscuridad, debido a las terribles heridas sufridas.


Al hallar el cadáver de Matrona, Pautila lo tomó y, saliendo al tejado de su casa, lo arrojó a la empedrada calle. Otras versiones dicen que lo tiró en unas rocas a las afueras de la ciudad, para que pareciese un accidente y no la acusaran a ella de asesinato. Al poco fue recogido por unos cristianos que la conocían y le dieron sepultura. Más tarde, el obispo Alejandro de Tesalónica levantaría una iglesia en su honor. A través de dos cartas de San Atanasio de Alejandría, se sabe que a mediados del siglo IV hubo en Tesalónica un obispo con ese nombre, Alejandro, luego los hechos debieron ocurrir en ese tiempo.


En cuanto a Pautila, la tradición nos dice que murió accidentalmente años después, cuando salió de nuevo al tejado y resbaló, rodó y fue a estrellarse en medio de la calle, siguiendo la funesta trayectoria del cuerpo de la inocente a la que había enviado a la tumba.


Pruebas históricas y literarias


El conflicto judeo-cristiano se lee en el texto original: Άθλησις της Αγίας Μάρτυρος Ματρώνης εκ πόλεως Θεσσαλονίκης. Αυτή θεράπαινα υπήρξε Παντίλλης τινός Ιουδαίας, γυναικός στρατοπεδάρχου εν τη Θεσσαλονικέων πόλει, lo que se traduce como: “Milagro de la mártir Santa Matrona de Tesalónica. Ella curó a una judía llamada Pantila, esposa de un comandante de la guarnición de la ciudad de los tesalonicenses”. ¿Es Pantila su ama, a la que ella mató; o es una beneficiada de un milagro suyo? ¿O ambas cosas a la vez?


El monasterio que se dedicó a la Santa en Tesalónica fue uno de los tres primeros monasterios de esta ciudad. Hasta el inicio de los gobiernos iconoclastas (766) se sabía que había un “monasterio de Santa Matrona, situado fuera de los muros de Tesalónica y fuertemente fortificado. Existió hasta finales del siglo VI, principios del VII”. El libro de los Milagros de San Demetrio menciona una iglesia dedicada a ella, probablemente la erigida por el obispo Alejandro, que estaba situado en la vía Egnatia y que el mismo obispo menciona.


En Occidente, Floro fue el primero en introducirla en su Martirologio redactando una especie de passio latina y colocándola el día 15 de marzo. Adón reprodujo la misma noticia en el mismo día y Usuardo, transformando un poco el elogio hecho por los dos anteriores, la colocó también en ese día, por lo cual, en todos los calendarios occidentales así se conmemoraba. Baronio la copió posteriormente tal cual en el Martirologio Romano. El Martirologio Jeronimiano, que es anterior a estos, la conmemora en una fecha más cercana a los sinaxarios, o sea, el día 25 y el Martirologio Siríaco del siglo IV ni siquiera la menciona.


Culto en Cataluña


Las fuentes no dicen mucho más acerca de ella ni de sus reliquias. Pero, de acuerdo a una tradición recogida en la Leyenda Áurea de Santiago de la Vorágine, cuando en el siglo X los turcos ocuparon Tesalónica, buscaron deshacerse de las reliquias de la Santa para privar a los cristianos locales de su culto y vendieron el cuerpo a unos mercaderes franceses, quienes pagaron 29 monedas de plata y no quisieron pagar 30 porque consideraron que ésa era la suma que se había pagado por Nuestro Señor cuando Judas lo vendió al Sanedrín y tenían muy claro que una Santa no valía tanto como Él.


Los mercaderes embarcaron el cuerpo en una nave que se dirigía a Marsella y se hicieron a la mar. Cuando el barco llegó a aguas de Barcelona se desencadenó un furioso temporal que puso a la nave en peligro. El patrón ordenó atracar en la playa de Sant Bertran, justo donde arrancaba el camino que conducía a la ermita de Sant Fruitós, en la montaña de Montjuïc, y allí depositaron el cuerpo de Santa Matrona en espera de que amainara la tormenta. Los elementos se calmaron pronto, y la tripulación decidió proseguir viaje con el cuerpo a bordo. Pero el fenómeno se repitió una y otra vez, las aguas se encrespaban para calmarse de inmediato en cuanto lo desembarcaban.


Finalmente, comprendieron que el deseo de la Santa era el de permanecer allí, y depositaron su cuerpo en la ermita Sant Fruitós, en la montaña de Montjuïc, Barcelona, ciudad que durante muchos siglos le rindió devoción.


Las reliquias fueron veneradas primero en la ermita que con el paso del tiempo pasó a ser jurisdicción de la Orden de los monjes capuchinos y al trasladadarse estos al convento de las Ramblas también trasladaron el cuerpo de la Santa. En el primitivo lugar todavía existe una capilla, también dedicada a Santa Madrona, restaurada en 1907.


Según la Leyenda Áurea, las golondrinas acompañaron el cuerpo de la santa desde que lo embarcaron en Tesalónica hasta su llegada a Barcelona. Al divisar la ciudad gritaron para avisarle del lugar donde se encontraba, desde entonces, cada año, el 27 de marzo, llegan las primeras golondrinas, más chillonas que nunca, en recuerdo de su gesta, puesto que la leyenda afirma que son descendientes de aquellas que viajaron con la Santa y cada año, fieles a una tradición familiar, la visitan y se quedan unos días en Barcelona para hacerle compañía.


Todo esto son tradiciones locales que ciertamente, no son conocidas fuera del ámbito catalán. Además de ser patrona de las comadronas y parturientas, así como de las sirvientas, fue protectora de navegantes y marineros, como también lo son las mártires Fermina, Devota, Julia y Áurea; aunque también se la invocaba contra fiebres malignas y para pedir lluvia en tiempos de sequía.


Lo cierto es que las reliquias fueron veneradas en Barcelona, concretamente en su nueva parroquia del Poble Sec, hasta el año 1909. En este año, y en el marco de los terribles sucesos acontecidos durante la llamada Semana Trágica de Barcelona, las reliquias de la Santa fueron profanadas y quemadas, siendo completamente destruidas. Sin embargo, posteriormente, un vecino llamado Evelí Bulbena donó a esta parroquia una pequeña reliquia que había podido salvar. Esta reliquia es actualmente venerada en la misma iglesia.


Patrona de Barcelona


En 1536, el Consell de Cent -órgano medieval de gobierno de la ciudad- declaró que el día de la fiesta de Santa Matrona -que en Barcelona se celebra el 15 de marzo- fuese declarado fiesta de precepto y a ella, copatrona de la ciudad. En momentos difíciles -como las guerras de Sucesión y la de los Segadores- se la invocaba y sus reliquias eran expuestas a veneración en el altar mayor de la catedral. Entre los siglos XIII-XVIII, fue una Santa de gran devoción barcelonina, y hasta mediados del siglo XX, muchas mujeres de Barcelona todavía llevaban en su honor el nombre de Madrona. El día de su fiesta era costumbre que las mujeres, vestidas de peregrinas, hicieran procesiones en honor a la Santa, especialmente vistosas en el s.XVI, y en el techo de su antigua ermita se colgaban muchos barquitos en miniatura como exvotos a la Santa.


Existen muchas otras tradiciones locales vinculadas a la Santa. Desgraciadamente, la popularidad de la Santa se ha ido extinguiendo y actualmente es la copatrona olvidada de Barcelona, quien centra la popularidad en otra mártir, Santa Eulalia -ésta sí, hispana-, y en la Virgen de la Merced, también patronas de la ciudad. Quizá la desaparición de las reliquias y la popularidad de estas otras patronas hayan contribuido a ensombrecer la devoción a esta esclava mártir que vino por mar.


Se podría decir mucho más, pero son ya aspectos de culto, tradición y devociones locales que mejor dejo a relatar a compatriotas que conozcan mejor que yo el culto catalán a la Santa. El descubrir a la mujer detrás de la Santa, que era mi objetivo, es bastante más difícil, pero al menos podemos concluir que es una mártir real y que sufrió martirio en el siglo IV en Tesalónica, cuyas reliquias llegaron por mar y actualmente están en su mayor totalidad desaparecidas.


Meldelen



Fuente: preguntasantoral

Adaptación propia