Jueves de la V Semana de Cuaresma. Lecturas


En la Hora Sexta


Is 42,5-16: Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas. Yo soy el Señor, este es mi nombre; no cedo mi gloria a ningún otro, ni mi honor a los ídolos. Lo antiguo ya ha sucedido, y algo nuevo yo anuncio, antes de que brote os lo hago oír». Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la tierra; muja el mar y lo que contiene, las costas y sus habitantes; alégrese el desierto con sus tiendas, los cercados que habita Cadar; exulten los habitantes de Petra, clamen desde la cumbre de las montañas; den gloria al Señor, anuncien su alabanza en las costas. El Señor sale como un héroe, excita su ardor como un guerrero, lanza el alarido, mostrándose valiente frente al enemigo. «Desde antiguo guardé silencio, me callaba, aguantaba; como parturienta, grito, jadeo y resuello. Agostaré montes y collados, secaré toda su hierba, convertiré los ríos en yermo, desecaré los estanques; conduciré a los ciegos por el camino que no conocen, los guiaré por senderos que ignoran; ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano. Esto es lo que haré y no los abandonaré.


En Vísperas


Gén 18,20-33: El Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré». Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?». El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos». Abrahán respondió: «¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?». Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco». Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta». Él dijo: «En atención a los cuarenta, no lo haré». Abrahán siguió hablando: «Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?». Él contestó: «No lo haré, si encuentro allí treinta». Insistió Abrahán: «Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran allí veinte?». Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré». Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿Y si se encuentran diez?». Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré». Cuando terminó de hablar con Abrahán, el Señor se fue; y Abrahán volvió a su lugar.


Prov 16,17-17,17: La senda del honrado se aparta del mal, quien cuida su camino conserva su vida. La soberbia precede a la ruina; el orgullo, a la caída. Más vale ser sencillo entre pobres que repartir botín con soberbios. Quien atiende a la palabra prospera, dichoso quien confía en el Señor. Al hombre juicioso lo llaman prudente, palabras suaves añaden persuasión. La sensatez es fuente de vida, la necedad castiga a los necios. En mente sabia hay discursos prudentes, sus labios tienen palabras persuasivas. Panal de miel las palabras amables, dulces al paladar, remedio para el cuerpo. Hay caminos que parecen rectos y al final conducen a la muerte. Obrero necesitado trabaja con afán, su propia boca lo estimula. El depravado cava tumbas funestas, lleva en sus labios fuego abrasador. El tramposo provoca peleas, el chismoso divide a los amigos. El violento seduce a su prójimo y lo lleva por el mal camino. Quien guiña el ojo prepara intrigas, quien ha hecho el mal se muerde los labios. Las canas son corona de gloria, el fruto de una vida honrada. Más vale ser paciente que valiente, dominarse que conquistar ciudades. Se tiran los dados sobre la mesa, pero la decisión viene del Señor. Más vale mendrugo seco con paz que casa llena de festines y discordia. Un siervo inteligente suplanta al hijo indigno y comparte la herencia con los hermanos. La plata en el crisol, el oro en el horno; los corazones los prueba el Señor. El malvado hace caso de embustes, el mentiroso da oído a la malicia. Quien se burla del pobre afrenta a su Hacedor, quien se alegra de su desgracia lo pagará. Corona de los ancianos, sus nietos; gloria de los hijos, sus padres. No le va al necio lenguaje distinguido, menos al noble palabras engañosas. El soborno es talismán para quien lo hace: en cualquier circunstancia tiene éxito. Quien busca amistad disimula la ofensa, quien la pregona divide a los amigos. La corrección aprovecha al sensato más que cien golpes al necio. El rebelde solo busca problemas, le enviarán un cruel mensajero. Mejor topar con osa sin cachorros que con loco en pleno delirio. A quien devuelve mal por bien, el mal rondará por su casa. Quien comienza una riña suelta las aguas, aprende a retirarte antes de iniciarla. Absolver al culpable y condenar al inocente: dos cosas que detesta el Señor. ¿De qué le servirá al necio su dinero?; ¿comprará sabiduría si no tiene seso? El amigo ama en todo tiempo, el hermano nace para el peligro.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española