En la Hora Sexta
Is 4,2-5,7: Así dice el Señor: «Aquel día, el vástago del Señor será el esplendor y la gloria, y el fruto del país será orgullo y ornamento para los redimidos de Israel. A los que queden en Sión y al resto en Jerusalén los llamarán santos: todos los que en Jerusalén están inscritos para la vida. Cuando el Señor haya lavado la impureza de las hijas de Sión y purificado la sangre derramada en Jerusalén, con viento justiciero, con un soplo ardiente, creará el Señor sobre toda la extensión del monte Sión y sobre su asamblea una nube de día, un humo y un resplandor de fuego llameante de noche. Y por encima, la gloria será un baldaquino y una tienda, sombra en la canícula, refugio y abrigo de la tempestad y de la lluvia. Voy a cantar a mi amigo el canto de mi amado por su viña. Mi amigo tenía una viña en un fértil collado. La entrecavó, quitó las piedras y plantó buenas cepas; construyó en medio una torre y cavó un lagar. Esperaba que diese uvas, pero dio agrazones. Ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más podía hacer yo por mi viña que no hubiera hecho? ¿Por qué, cuando yo esperaba que diera uvas, dio agrazones? Pues os hago saber lo que haré con mi viña: quitar su valla y que sirva de leña, derruir su tapia y que sea pisoteada. La convertiré en un erial: no la podarán ni la escardarán, allí crecerán zarzas y cardos, prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. La viña del Señor del universo es la casa de Israel y los hombres de Judá su plantel preferido».
En Vísperas
Gén 3,21-4,7: El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió. Y el Señor Dios dijo: «He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre». El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida. Adán conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor». Después dio a luz a Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo. Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido. El Señor dijo a Caín: «¿Por qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo».
Prov 3,34-4,22: El Señor se burla de los burlones y concede su gracia a los humildes. Los sabios heredan honores, los necios acumulan deshonra. Escuchad, hijos, la instrucción paterna; prestad atención y adquirid inteligencia. Os transmito un saber excelente, no abandonéis mi enseñanza. También yo fui un hijo para mi padre, querido cual unigénito para mi madre; mi padre me instruía diciéndome: «Guarda mis palabras en tu corazón, observa mis mandatos y vivirás». Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no la olvides, ni dejes mis consejos; no la abandones y ella te cuidará, ámala y te protegerá. El comienzo de la sabiduría es adquirirla, con todos tus haberes compra prudencia; conquístala, y te hará noble; abrázala, y te colmará de honores; te tocará con hermosa diadema, te ceñirá una espléndida corona. Escucha, hijo mío, recibe mis palabras, y aumentarán los años de tu vida. Te instruiré en el camino de la sabiduría, te guiaré por la senda recta; al caminar, serán ágiles tus pasos; cuando corras, no tropezarás; agárrate a la instrucción, no la sueltes; consérvala, que en ello te va la vida. No transites por rutas de malvados, no pises el camino de los perversos; déjalo a un lado, no cruces por él; apártate de él, pasa de largo. Los malvados no duermen si no hacen el mal, pierden el sueño si no acaban con alguien; se hartan de crímenes como de pan, se embriagan de violencia como de vino. La senda del justo es aurora luminosa, crece su luz hasta hacerse mediodía; mas los malvados caminan en tinieblas, y no saben dónde tropiezan. Hijo mío, atiende a mis palabras, presta atención a mis razones; nunca las pierdas de vista, guárdalas en tu corazón, pues dan vida a quien las encuentra, proporcionan salud a su cuerpo.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española