Lunes de la V Semana de Cuaresma. Lecturas


En la Hora Sexta


Is 37,33-38,6: Por eso, esto dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella ni una flecha, no avanzará contra ella con escudos, ni levantará una rampa contra ella. Regresará por el camino por donde vino y no entrará en esta ciudad —dice el Señor—. Yo haré de escudo a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo”». Aquella misma noche el ángel del Señor avanzó y golpeó en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Todos eran cadáveres al amanecer. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive, y se quedó allí. Un día, mientras estaba postrado en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Su hijo Asaradón reinó en su lugar. En aquellos días Ezequías enfermó mortalmente. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Esto dice el Señor: “Pon orden en tu casa, porque vas a morir y no vivirás”». Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor: «¡Ah, Señor!, recuerda que he caminado ante ti con sinceridad y corazón íntegro; que he hecho lo que era recto a tus ojos». Y el rey se deshizo en lágrimas. Le llegó a Isaías una palabra del Señor en estos términos: «Ve y di a Ezequías: “Esto dice el Señor, el Dios de tu padre David: He escuchado tu plegaria y visto tus lágrimas. Añadiré otros quince años a tu vida y te libraré, a ti y a esta ciudad, de la mano del rey de Asiria y extenderé mi protección sobre esta ciudad”».


En Vísperas


Gén 13,12-18: Abrán habitó en Canaán; Lot en las ciudades de la vega, plantando las tiendas hasta Sodoma. Los habitantes de Sodoma eran malvados y pecaban gravemente contra el Señor. El Señor dijo a Abrán, después que Lot se había separado de él: «Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el levante y el poniente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tus descendientes para siempre. Haré a tus descendientes como el polvo de la tierra: el que pueda contar el polvo de la tierra podrá contar a tus descendientes. Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar». Abrán alzó la tienda y fue a establecerse junto a la encina de Mambré, en Hebrón, donde construyó un altar al Señor.


Prov 14,27-15,4: Temer al Señor es fuente de vida, libra de los lazos de la muerte. Pueblo numeroso, gloria del rey; escasez de súbditos, ruina del príncipe. Quien tiene paciencia abunda en prudencia, quien es impulsivo demuestra torpeza. Ánimo tranquilo es vida del cuerpo, la envidia carcome los huesos. Quien oprime al pobre ofende a su Hacedor, quien se apiada del indigente lo honra. El malvado se hunde en su propia maldad, el honrado se halla seguro en su honradez. El corazón del sensato alberga sabiduría, entre los necios es desconocida. La justicia engrandece a una nación, su fracaso es la ruina de los pueblos. Siervo inteligente se gana al rey, el tonto se hace objeto de su ira. Respuesta amable calma la cólera, palabra áspera excita la ira. La lengua del sabio rezuma saber, la boca del necio profiere necedades. En todo lugar los ojos del Señor observan malvados y honrados. Lengua amable es árbol de vida, lengua áspera rompe el corazón.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española