Martes de la IV Semana de Cuaresma. Lecturas


En la Hora Sexta


Is 25,1-9: Señor, tú eres mi Dios; te ensalzaré y alabaré tu nombre, porque realizaste magníficos designios, constantes y seguros desde antiguo. Redujiste a escombros la ciudad, la plaza fuerte a ruinas, el alcázar de los soberbios no es ya una ciudad, jamás será reconstruida. Por eso te glorifica un pueblo fuerte, te temen las ciudades de pueblos poderosos, porque fuiste fortaleza para el débil, fortaleza para el pobre en su aflicción, refugio en la tempestad, sombra contra el calor. Porque el ánimo de los tiranos es temporal de invierno; como el calor sobre una tierra desértica, el tumulto del extranjero; sometes el calor con la sombra de una nube, y humillas el canto de los tiranos. Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo —lo ha dicho el Señor—. Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios. Esperábamos en él y nos ha salvado. Este es el Señor en quien esperamos. Celebremos y gocemos con su salvación».


En Vísperas


Gén 9,8-17: Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Establezco, pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra». Y Dios añadió: «Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes. Aparecerá el arco en las nubes, y al verlo recordaré la alianza perpetua entre Dios y todos los seres vivientes, todas las criaturas que existen sobre la tierra». Aún dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra».


Prov 12,8-24: El hombre prudente se gana la estima, el corazón perverso es despreciado. Más vale modestia y valerse a sí mismo que ser presuntuoso y no tener pan. El honrado se preocupa de su ganado, el malvado tiene entrañas crueles. Quien cultiva la tierra se harta de pan, quien persigue ilusiones es un insensato. La codicia es trampa del malvado, la raíz del honrado se mantiene. El malvado se enreda en sus palabras, el honrado escapa del aprieto. El hombre se harta del fruto de su boca, cada cual recibe según sus acciones. El necio piensa que es recto su camino, el hombre sabio escucha los consejos. El necio demuestra al instante su ira, el hombre prudente disimula la ofensa. Quien dice la verdad proclama la justicia, el testigo falso se aferra a la mentira. El chismoso hiere como espada, la lengua del sabio sana. Palabra veraz permanece por siempre; discurso mentiroso, solo un instante. Quien trama el mal provoca amargura, quien fomenta la paz produce alegría. El honrado escapa a todo lo malo, el malvado vive lleno de desgracias. El Señor detesta los labios mentirosos; le agrada, en cambio, el hombre sincero.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española