En la Hora Sexta
Is 40,18-31: Así dice el Señor: «¿Con quién podréis comparar a Dios y qué imagen pondréis en su lugar? ¿Un ídolo? Un artesano lo funde, el orfebre lo recubre de oro y un platero le suelda cadenas de plata. Alguno escoge una madera fina que no se desgaste, se busca un hábil artesano para hacerse una imagen resistente». ¿No lo sabéis? ¿No lo habéis oído? ¿No os lo anunciaron desde el principio? ¿No habéis percibido quién fundó la tierra? Es él, que tiene su trono sobre el círculo de la tierra, cuyos habitantes son como saltamontes. Es él, que extiende el cielo como un toldo, como tienda habitable lo despliega. Es él, que reduce a nada a los que mandan, y declara inhábiles a los jueces del país. Apenas plantados, apenas sembrados, apenas arraigan sus brotes en tierra, sopla sobre ellos y se agostan, el vendaval se los lleva como paja. «¿Con quién podréis compararme, quién es semejante a mí?», dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿quién creó todo esto? Es él, que despliega su ejército al completo y a cada uno convoca por su nombre. Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza, ninguno falta a su llamada. ¿Por qué andas diciendo, Jacob, y por qué murmuras, Israel: «Al Señor no le importa mi destino, mi Dios pasa por alto mis derechos»? ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído? El Señor es un Dios eterno que ha creado los confines de la tierra. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas.
En Vísperas
Gén 15,1-15: El Señor dirigió a Abrán, en una visión, la siguiente palabra: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante». Abrán contestó: «Señor Dios, ¿qué me vas a dar si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?». Abrán añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará». Pero el Señor le dirigió esta palabra: «No te heredará ese, sino que uno salido de tus entrañas será tu heredero». Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón». Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El Señor dijo a Abrán: «Has de saber que tu descendencia vivirá como forastera en tierra ajena, la esclavizarán y la oprimirán durante cuatrocientos años. Pero yo juzgaré a la nación a quien han de servir, y después saldrán cargados de riquezas. Tú te reunirás en paz con tus padres y te enterrarán en buena vejez.
Prov 15,7-19: Los labios del sabio destilan ciencia; la mente del necio, ignorancia. El Señor detesta el sacrificio del malvado, la oración de los rectos alcanza su favor. El Señor detesta la conducta del malvado, pero ama al hombre que busca la justicia. Quien deja el buen camino tendrá su castigo, quien odia la corrección morirá. El Señor conoce Abismo y Perdición, ¡cuánto más el corazón humano! El soberbio no quiere reprensiones, por eso no se junta con los sabios. Corazón contento alegra el semblante, corazón afligido deprime el ánimo. La mente inteligente cultiva el saber, la boca del tonto se apacienta de sandeces. Para el apenado todos los días son malos, corazón feliz siempre está de fiesta. Más vale poco con temor del Señor que grandes tesoros con preocupación. Más vale ración de verdura con amor que buey cebado con rencor. Hombre impulsivo provoca peleas, hombre paciente calma contiendas. En la senda del vago crecen espinos, la ruta del que trabaja está allanada.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española