(Leído el I Domingo de la Santa y Gran Cuaresma o Domingo de la Ortodoxia)
¿Quién es un Dios tan grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace Maravillas (3 veces).
¡Nosotros, los ortodoxos, que hoy celebramos este Día de la Ortodoxia, glorifiquemos especialmente a Dios, el Autor de toda bondad!
Bendito sea por siempre.
Este es nuestro Dios, que adquirió y estableció su amada heredad, la Santa Iglesia, cuyos cimientos puso incluso en el Paraíso, consolando así con su Palabra infalible a nuestros antepasados caídos por la desobediencia.
Este es nuestro Dios, que, dirigiéndonos a su promesa salvadora, no se dejó a sí mismo sin testimonio, sino que primero anunció la futura salvación por medio de los antepasados y profetas, y por múltiples medios dio vívidas descripciones de ella.
Este es nuestro Dios, que muchas veces y de muchas maneras habló en la antigüedad a los padres por los profetas, y en estos postreros días nos habló por el Hijo, por quien también creó todos los siglos: quien declaró su buena voluntad para con nosotros, reveló los misterios celestiales, nos aseguró la verdad del Evangelio por el poder del Espíritu Santo; envió a Sus apóstoles a predicar el Evangelio del Reino a todo el mundo, y lo confirmó con varios poderes y milagros.
Siguiendo esta saludable revelación, y sosteniendo este Evangelio, creemos:
El símbolo de la fe
Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible.
Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, Unigénito, engendrado del Padre antes de todos los siglos: luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma esencia del Padre, por quien todos las cosas fueron hechas;
Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen María, y se hizo hombre.
Y fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato, y padeció y fue sepultado.
Y al tercer día resucitó según las Escrituras; y subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre.
Y vendrá de nuevo con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, el Señor, dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que ha hablado por los profetas.
Y en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero.
Amén.
Esta es la Fe Apostólica. Esta es la Fe de los Padres. Esta es la fe de los ortodoxos. Esta es la Fe que ha establecido el universo.
Además, recibimos y confirmamos los Concilios de los Santos Padres y sus Tradiciones y escritos que están de acuerdo con la revelación Divina.
Y aunque haya enemigos de la Ortodoxia y adversarios de la revelación providencial y saludable del Señor hacia nosotros, el Señor consideró los vituperios de Sus siervos: porque cubrió de vergüenza a los blasfemos de Su gloria, y mostró a los pervertidores y enemigos de la ortodoxia como timoratos y fugitivos.
Así como bendecimos y alabamos a los que han sometido su razón a la obediencia de la revelación divina y han luchado por ella, siguiendo las Sagrada Escrituras, y manteniendo las Tradiciones de la Iglesia primitiva, rechazamos y anatematizamos a todos aquellos que se oponen a Su verdad si, en espera de su conversión y arrepentimiento, se niegan a arrepentirse ante el Señor. A los que niegan la existencia de Dios y afirman que el mundo existe por sí mismo y que todo lo que hay en él fue hecho por casualidad, sin la providencia de Dios: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que dicen que Dios no es Espíritu, sino carne; o que no es justo, ni misericordioso, ni sabio ni omnisciente, y pronuncian tales blasfemias: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que se atreven a decir que el Hijo de Dios, y asimismo el Espíritu Santo, no son uno en esencia con el Padre, y confiesan que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son un solo Dios: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que neciamente dicen que la venida del Hijo de Dios al mundo en la carne y su voluntaria pasión, muerte y resurrección no fueron necesarias para nuestra salvación y expiación del pecado: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que rechazan la gracia de la redención predicada por el Evangelio como único medio de nuestra justificación ante Dios: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que se atreven a decir que la purísima Virgen María no fue Virgen antes del parto, durante el parto y después del parto: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que no creen que el Espíritu Santo inspiró a los profetas y apóstoles, y por medio de ellos nos instruyó en el verdadero camino de la salvación eterna, y lo confirmó mediante milagros, y ahora mora en los corazones de todos los cristianos fieles y verdaderos, y los guía en toda verdad: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que rechazan la inmortalidad del alma, el fin del mundo, el juicio futuro y la recompensa eterna de las virtudes en el cielo, y la condenación de los pecados: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que rechazan cualquiera de los Santos Sacramentos de la Iglesia de Cristo: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que renuncian a los Concilios de los Santos Padres y a sus Tradiciones que son conformes a la revelación Divina y piadosamente preservadas por la Iglesia Católica Ortodoxa: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
A los que insultan y blasfeman contra los santos Iconos que recibe la Santa Iglesia en recuerdo de las obras de Dios y de los que le agradaron para inspirar a los que los contemplan piedad e incitarlos a imitar sus ejemplos, y a los que dicen que son ídolos: ¡ANATEMA!
Pueblo: ¡Anatema! ¡Anatema! ¡Anatema!
Pero a todos los que han luchado por la Ortodoxia mediante sus palabras, mediante sus escritos, mediante sus enseñanzas, mediante sus sufrimientos y su vida religiosa, así como a sus protectores y defensores, la Iglesia de Cristo los conmemora anualmente y proclama:
A los Santos Padres, Grandes Jerarcas y Maestros Ecuménicos: Atanasio, Cirilo, Basilio el Grande, Gregorio el Teólogo, Juan Crisóstomo, Metodio, Cirilo y demás Pastores de la Iglesia: ¡MEMORIA ETERNA!
Pueblo: Memoria eterna (3 veces).
Al santo y piadosísimo Emperador Constantino, Igual a los Apóstoles, y a su madre, Elena: a los Emperadores Ortodoxos Teodosio el Grande, Teodosio el Joven y Justiniano, y a todos los piadosos Gobernantes Ortodoxos: ¡MEMORIA ETERNA!
Pueblo: Memoria eterna (3 veces).
A los Santísimos Patriarcas y Reverendísimos Metropolitanos, Arzobispos y Obispos Ortodoxos: ¡MEMORIA ETERNA!
Pueblo: Memoria eterna (3 veces).
A todos los que han sufrido y caído en varias batallas en defensa de la fe ortodoxa y de sus países; y a todos los cristianos ortodoxos que han muerto en la Verdadera Fe y piedad, y en la esperanza de la resurrección: ¡MEMORIA ETERNA!
Pueblo: Memoria eterna (3 veces).
A los fieles fundadores de nuestras santas parroquias, que han ido al descanso en la esperanza de la resurrección y de la vida eterna: ¡MEMORIA ETERNA!
Pueblo: Memoria eterna (3 veces).
La Iglesia Ortodoxa de Cristo recuerda así triunfalmente a aquellos que en tiempos pasados lucharon en la piedad para excitar así a todos sus cristianos a seguir sus ejemplos, y tiene también el deber de ensalzar a los que ahora trabajan por la Ortodoxia y por la fe y la virtud saludables se preparan para la bienaventuranza eterna:
A Sus Santidades los Patriarcas;
A Sus Eminencias los Arzobispos;
A Sus Gracias los Obispos; ¡Por muchos años!
Pueblo: ¡Dios les conceda muchos años!
A todos los que están en autoridad civil, concédeles, oh Señor, paz, salud y salvación, prosperidad en todas sus empresas públicas, y consérvalos en verdadero honor ¡POR MUCHOS AÑOS!
Pueblo: Dios les conceda muchos años.
A todos los cristianos ortodoxos que mantienen correctamente la fe salvadora y viven en obediencia a la Iglesia de Cristo concédeles, oh Señor, paz, tranquilidad, prosperidad y abundancia de los frutos de la tierra, ¡y MUCHOS AÑOS!
Pueblo: ¡Dios les conceda muchos años!
Glorifica a todos estos, oh Santísima Trinidad, y confírmalos en la Fe correcta hasta el final; y convierte a los corruptores y blasfemos de la fe ortodoxa y de la Iglesia de Cristo que le son desobedientes: para que lleguen al conocimiento de vuestra eterna verdad; por la intercesión de nuestra Santísima Señora, la Madre de Dios y siempre virgen María, y de todos los santos.
Amén.
Heb 11,24-26;32-40: Hermanos, por fe, Moisés, ya crecido, renunció al título de hijo de una hija del faraón, y prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios al disfrute efímero del pecado, estimando que la afrenta de Cristo valía más que los tesoros de Egipto, y atendiendo a la recompensa. ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección.
Jn 1,43-51: En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret». Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Fuente: goarch.org / Sacra Metrópolis Ortodoxa de España y Portugal (Patriarcado Ecuménico) / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Traducción del inglés y adaptación propias