Martes de la VI Semana de Cuaresma. Lecturas


En la Hora Sexta


Is 49,6-10: Así dice el Señor: «Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra». Así dice el Señor, redentor y Santo de Israel, al despreciado, al aborrecido de las naciones, al esclavo de los tiranos: «Te verán los reyes, y se alzarán; los príncipes, y se postrarán; porque el Señor es fiel, porque el Santo de Israel te ha elegido». Así dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: “Salid”, a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”. Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua».


En Vísperas


Gén 31,3-16: El Señor dijo a Jacob: «Vuelve a la tierra de tus padres, donde naciste, y yo estaré contigo». Entonces Jacob hizo venir a Raquel y Lía al campo de los rebaños y les dijo: «Vengo observando el gesto de vuestro padre y ya no se porta conmigo como antes, pero el Dios de mi padre está conmigo. Vosotras sabéis que he servido a vuestro padre con toda mi fuerza; pero vuestro padre me ha engañado y me ha cambiado diez veces el salario, aunque Dios no le ha permitido perjudicarme. Si él decía: “Las reses manchadas serán tu salario”, todo el rebaño paría crías manchadas; y si decía: “Las reses rayadas serán tu salario”, todo el rebaño paría crías rayadas. Así Dios le ha quitado el rebaño a vuestro padre y me lo ha dado a mí. Una vez, durante el tiempo en que se aparea el ganado, vi en sueños que todos los machos que se apareaban eran rayados, moteados y manchados. El ángel de Dios me llamó en sueños: “Jacob”; yo respondí: “Aquí estoy”. Él dijo: “Alza la vista y verás que todos los machos que se aparean son rayados, moteados y manchados; es que yo he visto todo lo que Labán te ha hecho. Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste una estela y me hiciste un voto. Ahora levántate, sal de esta tierra y vuelve a tu tierra nativa”». Raquel y Lía respondieron: «¿Tenemos aún parte o herencia en la casa de nuestro padre? ¿No nos trata como a extranjeras? Nos ha vendido y ha gastado nuestro dinero. En realidad, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre era nuestra y de nuestros hijos. Por tanto, haz todo lo que Dios te ha dicho».


Prov 21,3-21: Practicar el derecho y la justicia el Señor lo prefiere a los sacrificios. Ojos altivos, corazón ambicioso; faro de los malvados es el pecado. Los planes del diligente traen ganancia; los del hombre atolondrado, indigencia. Tesoros ganados con boca embustera, humo que se disipa y trampa mortal. La violencia acaba con los malvados, pues rehúsan practicar la justicia. El camino del criminal es tortuoso; la conducta del inocente, recta. Mejor vivir en rincón de azotea que en palacio con mujer pendenciera. El malvado se afana en el mal, nunca se apiada del prójimo. Castigas al cínico y aprende el inexperto, pero el sabio aprende oyendo la lección. El honrado observa la casa del malvado y ve cómo se hunde en la desgracia. Quien cierra los oídos al clamor del pobre no será escuchado cuando grite. Regalo a escondidas calma la ira; obsequio discreto, el furor violento. Al justo le alegra la justicia; en cambio, al culpable le aterroriza. Quien deja el camino de la prudencia habitará en compañía de los muertos. Quien ama el placer acaba en la miseria, amigo de vino y perfumes no prospera. El malvado pagará por el justo; el impío, por el hombre honrado. Mejor vivir en desierto que con mujer pendenciera e irritable. En casa del sabio, tesoro y perfumes; el necio despilfarra lo que tiene. Quien busca justicia y bondad encontrará vida y gloria.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española