08/05 - Sinaxis del Santo Polvo (o Maná) brotado de la tumba de San Juan el Teólogo


La fiesta de hoy se asocia con la aparición de un polvo milagroso en la tumba del Santo Apóstol Juan a través del efecto milagroso del Espíritu Santo que los autóctonos llaman "el maná terrenal". 


Cada año brota repentinamente hasta hoy este polvo milagroso, de manera divina y paradójica. Al tomarlo, los fieles lo utilizan para liberarse de todos sus sufrimientos, para la curación de sus almas y la salud de sus cuerpos, glorificando a Dios y a su amado discípulo Juan.


Muchos peregrinos de la época medieval tomaron nota de este extraordinario milagro anual. Tanto Agustín como Gregorio de Tours hacen referencia a ello. 


El anglosajón Wilibaldo, más tarde obispo y santo, visitó Éfeso en 724 y se maravilló ante el milagro del maná que brotaba de la tumba del apóstol.


Simeón Metafrastes, en el siglo X, escribe sobre la fiesta del 8 de mayo que era de tal magnitud que parecía que había más personas presentes para participar en el milagro y recibir una porción que estrellas en el cielo.


Para el infeliz metropolitano Jorge Tornices (1155–56), la tumba con su polvo inagotable fue su único consuelo por tener que vivir en lo que él consideraba un lugar bárbaro con una iglesia en ruinas.


El abad Daniel, un peregrino ruso de principios del siglo XII, visitó la Basílica de San Juan que se construyó sobre su tumba, y describió la fiesta celebrada el 8 de mayo, así como los santuarios y reliquias que rodean la zona.


Según un autor, la descripción más elaborada del milagro data de 1304, escrita por el catalán Muntaner, que llegó con una fuerza mercenaria. Relata: «Este maná es maravillosamente bueno para muchas cosas; por ejemplo, el que lo bebe cuando siente que se avecina la fiebre, nunca más volverá a tener fiebre. Además, si una dama está de parto y no puede dar a luz, si lo bebe con agua o con vino, se le entregará de inmediato. Y nuevamente, si hay una tormenta en el mar y algo del maná se arroja al mar tres veces en nombre de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora Santa María y el Bienaventurado San Juan Evangelista, la tormenta cesa de inmediato. Y nuevamente, el que sufre de cálculos biliares, y lo bebe en dichos nombres, se recupera de inmediato. Y algo de este maná se da a todos los peregrinos que vienen allí. Pero solo aparece una vez al año».


LECTURAS


En Vísperas


1 Jn 3,21-24;4,1-6: Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio. Queridos míos: no os fieis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha.


1 Jn 4,11-16: Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.


1 Jn 4,20-21;5,1-5: Queridos, si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?


En la Liturgia


1 Jn 1,1-7: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo. Este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.


Jn 19,25-27;21,24-25: En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Adaptación propia