14/05 - Isidoro el Mártir de Quío


El día 14 de mayo, en la fragante isla de Quío o Quíos (Χίος), la isla de Homero e Hipócrates, situada en el Mar Egeo, es venerada la memoria de San Isidoro, que bañó con su sangre la gloriosa e histórica tierra de esta bendita isla del Mar Egeo, convirtiéndose en el primer mártir que regó y consolidó el árbol de la fe cristiana.


Es un mártir muy popular, venerado en todos los países ribereños del Mediterráneo como protector de los marineros y, aparte de Grecia, es muy venerado por los coptos que lo consideran, como a San Jorge, un caballero intrépido. Existe una “passio” probablemente escrita en Quíos en el siglo V, en el que se dice poco, pero lo poco que se dice parece muy verosímil.


Durante el reclutamiento de las milicias ordenado por Decio, Isidoro fue enrolado en Quíos a las órdenes del comandante de la flota romana. Allí, en Quíos, él se puso en contacto con la comunidad cristiana de la isla, conoció la doctrina de Cristo y se bautizó. El estaba a cargo de la intendencia de la flota y por envidia, el centurión Lucio lo denunció ante el comandante Numerio, el cual intentó convencerlo para que renegara y ofreciera sacrificios a los ídolos. Como su fe fue inquebrantable y la defendía con firmeza, le arrancaron la lengua, fue torturado terriblemente y encarcelado. Finalmente fue decapitado.


El martirio tuvo lugar el 14 de mayo del año 250, bajo el imperio de Decio, por lo que este valeroso y joven soldado, se convirtió en un brillante ejemplo y en un punto de referencia para los mártires, obispos, ascetas y pueblo que posteriormente nacieron y vivieron en la isla de Quíos, la cual había quedado santificada con su sangre.


Fue sepultado honoríficamente por un amigo suyo llamado Amonio y en su sepulcro se produjeron tantas curaciones que en tiempos de San Gregorio de Tours (573-594) sobre él existía una gran basílica y dentro de ella un pozo, donde se decía que había estado su cuerpo. Esto lo comenta San Gregorio en su obra “De gloria martyrum”El pozo llegó a ser muy famoso por las propiedades curativas de sus aguas.


Existe otro documento de la segunda mitad del siglo V, que es la “Vita” de San Marciano, que era sacerdote y ecónomo de Santa Sofía y que cuenta que parte de las reliquias de Isidoro, fueron dadas en custodia a Marciano y que este, entre los años 457 y 460, las sepultó en una capilla construida junto a la iglesia de Santa Irene en Constantinopla. Esta y otras noticias de esa misma “passio” nos llevan a una segunda “passio” de San Isidoro, que fue escrita en Constantinopla mucho tiempo después.


En ella se dice que San Isidoro había nacido alrededor del año 230, en el seno de una noble familia pagana de Alejandría aunque él era cristiano. Que enrolado en la flota romana, al llegar a la isla de Quíos, fue denunciado ante Numerio, que antes de decapitarlo, lo interrogó y martirizó. Que su padre fue llamado y llegó a la isla a fin de convencer a su hijo para que abandonara la fe cristiana y volviera a la fe de sus padres, pero sus intentos no obtuvieron ningún resultado. A tanto llegó la obstinación del padre que incluso llegó a maldecir a su hijo y le dijo a Numerio que lo torturara sin piedad. También se dice que fue azotado con nervios de buey pero no se menciona que le cortaran la lengua. Entonces, Isidoro fue atado a unos caballos que lo arrastraron a lo largo de la ruta que va desde el pueblo de Neochori hasta la ciudad de Quíos, que es la capital de la isla. Bárbaramente herido y ensangrentado, se mantenía en su fe, por lo cual, fue decapitado. Después de ser sepultado provisionalmente por Amonio, una matrona efesina llamada Mírope, encontró el cuerpo del mártir en un lugar luminoso y lo sepultó con honor. Pero enterado Numerio de este hecho, detuvo a Mírope, la llevó delante de él y la torturó cruelmente encerrándola posteriormente en una cárcel, donde como consecuencia de las heridas, entregó su alma al Señor. Mírope fue sepultada junto a Isidoro y es honrada como virgen y mártir, celebrándose su festividad el día 2 de diciembre.


Es verosímil que Isidoro fuese alejandrino en cuanto que su nombre como el de Amonio, son claramente egipcios (compuestos por “Isis” y por “Amón”, que son divinidades egipcias). San Dionisio alejandrino en su carta a Fabio menciona entre los mártires de Alejandría en tiempos de Decio a un Isidoro y se cree que se trata de este, aunque San Dionisio dice que el tal Isidoro murió en la hoguera. Existen otras “passiones” coptas, escritas en romance, que fueron publicadas en la Analecta bolandista XXXII, en el año 1913.


Dice una tradición popular griega que gracias al glorioso martirio del protomártir de Quíos, Isidoro, los lentiscos del sur tienen ese agradable aroma típico de la isla, ya que fueron santificados por el ensangrentado cuerpo de este atleta de la fe; por eso lloran y dan esa fragancia. Las llamadas lágrimas de San Isidoro (así las llaman los fieles ortodoxos) son famosas en toda la región y forman parte del patrimonio cultural de la isla. Ya desde el martirio del santo se inició en la isla el cultivo sistemático de este lentisco, abundante en más de una veintena de aldeas del sur de la isla y que ha llegado a ser incluso una fuente de ingresos para las mismas.


Ocho siglos después del traslado parcial de reliquias a Constantinopla, en el año 1125, en tiempos del emperador bizantino Juan II Comneno (1118-1143), los venecianos conquistaron la isla de Quíos y robaron las reliquias de San Isidoro que allí permanecían, llevándoselas a Venecia, donde las pusieron en una capilla con su nombre en el interior de la Catedral de San Marcos. Este robo es contado por el mismo autor del hurto, un tal Cerbano Cerbani. Otras reliquias del santo son veneradas en Zadar (Croacia) y en Martorell (Barcelona).


En el siglo VIII, se construyó en Roma una iglesia en su honor situada entre la Puerta Tiburtina y la iglesia de San Eusebio. De esta iglesia habla el Anónimo de Einsiedeln y a la misma también se refiere un fragmento de un obituario anglosajón que se conserva en Mónaco y que es de la primera mitad del siglo VIII. Fuera de Grecia, se le han dedicado numerosas iglesias.


En el año 1967 y después de numerosas gestiones realizadas por el metropolita Iakovos de Mitilene ante la jerarquía romana, el cardenal Urbani se comprometió a devolver parte de las sagradas reliquias. De esta manera, se colmaron las ilusiones de los creyentes de Quíos, pues las reliquias eran devueltas 842 años después de haber sido sustraídas por los venecianos. Así, el domingo 18 de junio de 1967, festividad de Pentecostés, llegaron parte de las reliquias del protomártir al puerto de la capital. Fueron trasladadas solemnemente a la Santa Iglesia Catedral de los santos Menas, Víctor y Vicente, donde permanecen y son veneradas por los fieles. Anualmente, el día 14 de mayo se celebra en esta magnífica e histórica catedral, la memoria de este santo, participando en dicha celebración tanto el obispo como el conjunto de fieles que conforman la comunidad ortodoxa de Quíos.


El glorioso martirio del protomártir de Quíos, quién es considerado localmente como santo patrono de los panaderos, contribuyó a la amplia difusión de su nombre así como a la erección de numerosos templos en su honor. La iglesia parroquial de Vrontados, erigida entre los años 1887 y 1890, lleva su nombre. Esta iglesia fue ampliada en el año 1953 agregándole una nave lateral puesta bajo el patrocinio de Santa Mírope. Hay iglesias por toda la isla: en Tallaros Campou, Kardamada Campou, Neohori, Nenita, Kallimasia, Armolia, Pyrgi, Mesta, Lishi, Elata, Komi, Dafnonas, Koini, Agios Georgios Sikousis, Avgonima, Parparia, Amades y Paragkli. De hecho, en Neohori, donde se sitúa el lugar exacto del martirio de San Isidoro, este día es su gran fiesta y se celebran sus famosos “alogodromies”, que son una especie de carreras de caballos.


Existe una tradición popular que vincula a San Isidoro con la salud y con el hierro y es por eso por lo que los fieles le hacen ofrendas de objetos de hierro implorando la salud del cuerpo y del alma. Son numerosos los milagros atribuidos a su intercesión y existe en la isla una tradición oral que dice que gracias a él y a San Antimo de Quíos (1869-1960), los pacientes se curan visitando el monasterio de la Panagia de la Salud.


También se atribuye a la presencia de las reliquias del santo en Venecia en el año 1348, el que los venecianos se salvaran de una terrible plaga a la que se vio afectada la ciudad. La intervención milagrosa de San Isidoro hizo que los venecianos tomaran conciencia del valor de su intercesión y es por eso por lo que le dedicaron una capilla en la catedral de San Marcos, capilla que está adornada con unos magníficos mosaicos.


Antonio Barrero Avilés



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Adaptación propia