Este santo, habiéndose limpiado a sí mismo de toda impureza con su modo de vida, se convirtió en un recipiente del Espíritu Santo, por lo que fue elegido como obispo de Dios y se le encomendó dirigir la Iglesia de Cristo durante los primeros años de las duras persecuciones contra la Iglesia.
Siendo pastor, expulsó del rebaño de Cristo a los lobos rapaces, tanto herejes como impíos, que estaban devorando a sus ovejas racionales.
En la medida en que gobernó sabiamente, mantuvo el barco de la Iglesia intacto y sin ser afectado por todas las olas y tormentas opuestas del mar de la vida. Consiguió atraer a muchos idólatras al cuerpo de la Iglesia.
Por esta razón, provocó el odio de muchos, quienes le obligaron a frenar su actividad y negar a Cristo si quería salvar su vida. Ante la fe inalterable de Eladio, fue condenado a muchos tormentos, pero durante su martirio nuestro Señor Jesucristo se le apareció y le curó sus heridas milagrosamente.
El santo fue entonces arrojado a las llamas, pero se mantuvo sin quemaduras por la gracia de Dios, convirtiendo a muchos incrédulos a la fe en Cristo. Finalmente tras continuados golpes, entregó su alma a las manos de Dios, y el bendito recibió la corona del martirio.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / goarch.org
Adaptación propia