Lunes de la VI Semana de Pascua. Lecturas


Hch 17,1-9: En aquellos días, después de atravesar Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Pablo, según su costumbre, se reunió con ellos y por tres sábados discutió con ellos apoyándose en las Escrituras, explicándolas y probando que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos y que «este Mesías es Jesús a quien yo anuncio». Algunos de ellos se convencieron y se unieron a Pablo y Silas, al igual que un gran número de griegos adoradores de Dios y no pocas mujeres distinguidas. Pero los judíos, llenos de envidia, echando mano de algunos maleantes de la calle, armaron motines, alborotaron la ciudad y, llegándose a casa de Jasón, los buscaban para llevarlos ante el pueblo. Al no encontrarlos, condujeron a Jasón y a los hermanos ante los magistrados, vociferando: «Estos que han revolucionado el mundo se han presentado también aquí y Jasón los ha alojado. Todos estos actúan contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús». Al oír esto, el pueblo y los magistrados de la ciudad se alborotaron, pero, después de recibir una fianza de parte de Jasón y los demás, los soltaron.


Jn 11,47-54: En aquel tiempo, los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española