Martes de la VII Semana de Pascua. Lecturas


Hch 21,26-32: En aquellos días, Pablo tomó consigo a aquellos hombres y, al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para avisar cuándo se cumplían los días de la purificación y cuándo había que presentar la ofrenda por cada uno de ellos. Cuando estaban para cumplirse los siete días, los judíos de Asia, que lo vieron en el templo, alborotaron al gentío y agarraron a Pablo, gritando: «¡Auxilio, israelitas! Este es el hombre que va enseñando a todos por todas partes contra nuestro pueblo, contra nuestra ley y contra este lugar; e incluso ha llegado a introducir a unos griegos en el templo, profanando este lugar santo». Era que antes habían visto con él por la ciudad a Trófimo, el de Éfeso, y pensaban que Pablo lo había introducido en el templo. El revuelo cundió por toda la ciudad, y hubo una avalancha de gente; agarraron a Pablo, lo sacaron a rastras fuera del templo e inmediatamente cerraron las puertas. Y estando ellos a punto de matarlo, dijeron al tribuno de la cohorte: «Toda Jerusalén anda revuelta». Inmediatamente cogió soldados y centuriones y bajó corriendo hacia donde estaban ellos, que, al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.


Jn 16,2-13: Dijo el Señor a sus discípulos: «Llegará una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. No os dije estas cosas desde el principio porque estaba con vosotros. Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado. Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española