Hch 15,35-41: En aquellos días, Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y anunciando, junto con otros muchos, la Buena Nueva, la palabra del Señor. Unos días más tarde, dijo Pablo a Bernabé: «Vayamos de nuevo y visitemos a los hermanos en todas las ciudades en que hemos predicado la palabra de Dios para ver cómo están». Bernabé quería llevar con ellos a Juan, llamado Marcos, pero Pablo opinaba que no debían tomar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra. Se produjo una gran tensión, hasta el punto de que se separaron el uno del otro: Bernabé, tomando a Marcos, se embarcó para Chipre; por su parte, Pablo, eligiendo como compañero a Silas, y encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, partió y fue recorriendo Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
Jn 10,27-38: Dijo el Señor a los judíos que acudieron a él: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno». Los judíos agarraron de nuevo piedras para apedrearlo. Jesús les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española